Infancias proletarias

en El Aromo n° 45

Por Nicolás Villanova – Más del 50% de los cartoneros son menores de 17 años. En esta nota describimos las condiciones de trabajo de este sector de la clase obrera argentina y revisamos las medidas que supuestamente debieran corregir esta situación.

En números anteriores de El Aromo hemos escrito acerca del fenómeno de los cartoneros. En esta edición analizaremos el trabajo infantil en la actividad de recuperación, es decir, los “cartoneritos”. Estos últimos, por un lado, se ven obligados a trabajar para garantizar un ingreso mayor en sus hogares; y, por otro, no disponen de ningún lugar para su contención mientras sus padres trabajan, en tanto que el Estado no lo garantiza o lo hace de manera parcial. Así, los padres procuran la compañía de sus hijos en las tareas de recolección por temor a dejarlos solos en sus casas. Sin embargo, como veremos, el capital resulta ser una amenaza mayor para estos niños que cualquier otro peligro.

Una condena prematura

Saber la cantidad exacta de niños cartoneros no es tarea sencilla dada la existencia de fuentes que difieren en su contabilidad. Un informe de UNICEF1, en noviembre de 2004, relevó la cantidad total de cartoneros en tres ciudades del país y obtuvo los siguientes resultados para los menores de 17 años: los residentes de Capital Federal y Conurbano, que recolectaban en las calles porteñas, sumaban un total de 4.223 (constituían un 48% en relación al total); los residentes de Moreno sumaban 148 (40,2%); y los residentes de Posadas eran 1.061 (67,5%). Como vemos, casi la mitad de quienes cartonean, y en algunos casos todavía más, son menores. Un año antes, en el 2003, el Registro Único de Recuperadores (RUR2 –dependencia creada por el Gobierno porteño-) había inscripto a 1.378 menores de 18 años que cartoneaban en Capital Federal, residentes tanto de esa ciudad como del Conurbano. Esa cantidad constituía sólo el 16,9% del total de recuperadores registrados. Sin embargo, el límite de edad para registrarse era de 14 años. Por su parte, la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes3 relevó sólo en el Gran Buenos Aires, en 2005, un total de 38.876 niños cartoneros menores de 17 años, de los cuales el 69% tenía entre 5 y 13 años. Es decir, la franja etaria más cuantiosa de menores cartoneros es aquella no registrada por el RUR y la más vulnerable.

Según el informe de UNICEF, y a partir de una muestra, más del 90% de los niños trabaja más de una vez por semana, con una carga horaria mayor a las 3 horas diarias. Además de recolectar, los niños empujan el carro, piden, abren bolsas de basura, clasifican productos en sus hogares, etc.; los más pequeños sólo acompañan a sus padres. El 12% realiza, a su vez, otra actividad laboral como la venta ambulante, cuidado de coches, volanteo, corte de pasto o ayudante de construcción.

Un análisis concreto del trabajo infantil no puede estar exento de algunas características de toda la unidad familiar. El informe señala que en las viviendas donde hay niños cartoneros, el 83% de los jefes también se dedica a la recolección. Además remarca que de todos los hogares relevados hay un promedio de casi dos niños que recolectan. En el momento del informe el ingreso semanal aproximado era de $58,40. En este sentido, UNICEF infiere un ingreso mensual de $200 a $250. Si se tiene en cuenta que, según los datos relevados, el 51% de los hogares recibía planes sociales, el ingreso mensual de las familias cartoneras en el año 2005 era, aproximadamente, de $350 a $400. Es decir, el cartoneo involucra a toda la unidad familiar, que requiere del trabajo de todos sus miembros y de la mayor cantidad posible de ingresos para poder reproducirse. De este modo, los niños no tienen más opción que trabajar.

Como si esto fuera poco, la actividad de recolección expone a los niños a diferentes riesgos, por ejemplo, los cortes, contaminación, enfermedades en la piel, infecciones e incluso la muerte. Sólo por citar un ejemplo, en febrero de 2006, una familia cartonera sufrió un accidente mientras descansaba en la calle, en Capital Federal. Frente a ella chocaron dos autos, que la aplastaron contra una pared. La madre se fracturó la pierna y el tobillo, mientras que su hija se quebró tres costillas y un brazo, además de sufrir el aplastamiento de su hígado. Por su parte, su nieto de 2 meses de edad acabó con un brazo y el cráneo rotos. Como vemos, las condiciones laborales y los riesgos de accidentes tanto de hijos como padres cartoneros no difieren. Ambos trabajan de manera intensiva y obtienen salarios bajísimos en una actividad peligrosa. Cabe preguntarse qué hace una mujer con su hijo de 2 meses cartoneando. Pero, ¿tienen alguna opción los padres?

Mucho ruido

Frente a la magnitud del trabajo infantil en el cartoneo, las soluciones propuestas por el Estado son ineficientes y contradictorias. En algunas ciudades del país, los gobernantes han impulsado la creación de guarderías para brindar un espacio a los hijos de los cartoneros y, de esa manera, evitar que trabajen. En julio de 2004, una guardería fue habilitada en Córdoba con espacio para alojar a 45 niños que tuvieran entre 45 días y 8 años de edad. En Mar del Plata se creó un espacio para contener a niños de 3 a 11 años, al que sólo concurrían 20. En Capital Federal, el Gobierno impulsó un programa destinado a crear ámbitos para hijos de cartoneros, de 4 a 14 años, mientras que los padres recolectan. Hasta el momento existen dos centros con capacidad para 50 niños cada uno.

Por lo visto, más allá de que la franja etaria que contemplan estos espacios deja afuera a una población importante de niños, la capacidad de tales instituciones está muy lejos de abastecer a la totalidad de los hijos de cartoneros. Como si esto fuera poco, el macrismo intenta desvincularse de la gestión de los centros asistenciales para niños y otorgar el control a las ONG. Así, ya ha logrado que algunos centros cierren sus puertas con la excusa de no encontrar quien se interese en gestionarlos. Además, esta descentralización implica que el gobierno no se hace cargo del problema, tirando la pelota fuera de la cancha.

La situación porteña es aún más llamativa por otras razones. A partir de la masificación del fenómeno de los cartoneros, se sancionó la Ley 992. Sin embargo, la legislación no dice nada acerca del trabajo infantil. Por su parte, el RUR inscribió a cartoneros menores de edad que tuvieran desde 14 años en adelante. Por tal motivo, en marzo de 2004, Patricia Bullrich denunció al Gobierno porteño por haber legalizado el trabajo de menores, es decir, por incumplir las normas vigentes de la Ley de Contrato de Trabajo, que si bien señalan que los menores de 18 años pueden trabajar, deben hacerlo bajo ciertas condiciones. En efecto, esa ley prohíbe el trabajo de menores en horario nocturno (entre las 20:00 y las 6:00 hs) y en condiciones de peligrosidad e insalubridad. Es decir, las condiciones bajo las cuales trabajan los cartoneritos.

En febrero de 2005, la legislatura sancionó el Decreto 212, que reglamentaba y obligaba el pago de $205 mensuales a los menores de 15 a 17 años, con el objetivo de que los niños culminaran sus estudios en lugar de seguir cartoneando. Los destinatarios de este subsidio serían los niños cartoneros porteños inscriptos en el RUR. Dado el incumplimiento del fallo por parte del Gobierno, en agosto del mismo año, la justicia intimó al jefe de gobierno (Ibarra) a que otorgase los subsidios. Según el juez Gallardo, la jefatura sólo había subsidiado a 8 niños. En septiembre, unos 400 cartoneros se presentaron ante la Secretaría de Desarrollo Social porteña para solicitar subsidios, de los cuales sólo 19 cumplían con los requisitos para obtenerlos, o sea, estar inscriptos en el RUR, tener partida de nacimiento y certificado de escolaridad. Tras el momento de mayor movilización y discusión mediática del problema, la política gubernamental en la materia se retrajo aún más.

El amo en las sombras

Como hemos visto, los niños cartoneros se ven obligados a trabajar para aumentar los ingresos de las familias obreras. El salario tiene la función histórica de reproducir la fuerza de trabajo, así como también, la de sus reemplazantes. Hasta hace unas décadas atrás, el salario de los obreros garantizaba la subsistencia de sus mujeres e hijos. Ahora bien, en la medida en que las ramas de la producción se mecanizan, los obreros son expulsados de las fábricas. Este proceso los constituye, al igual que sus familias, en población excedente para la reproducción del capital. Así, durante la década del ´90, numerosas familias obreras engrosaron las filas de la desocupación y el pauperismo consolidado. A partir de la devaluación de la moneda y el aumento de precios de ciertos materiales, enormes masas de la población vieron en el cartoneo una actividad para subsistir.

Sin embargo, el salario de los cartoneros no alcanza para abastecer a la familia completa. En consecuencia, los niños también deben trabajar en la recolección, acopio y venta de materiales para garantizar su propia vida. Como ocurre en otras actividades a destajo como, por ejemplo en el trabajo rural, el pago por la tarea realizada es tan bajo que sólo recurriendo al empleo de la familia completa ésta logra un ingreso que, aún así muchas veces no alcanza para su subsistencia. Dicho de otra manera: se trata de una fracción de la clase obrera cuyo salario sólo alcanza para la reproducción biológica individual. Y a veces, ni eso. El capitalista no obliga formalmente el empleo de niños, ni siquiera él los contrata en forma directa. Su empleo aparecería, entonces, como una decisión de los padres. Lo mismo ocurre en las tareas de trabajo domiciliario que son parte cotidiana de as infancias proletarias. Barriadas de pibes doblan cuellos de camisas, pegan plantillas a los zapatos, arman cepillos de escoba. A simple vista no habría otro responsable que sus padres. Sin embargo es el capitalista, llámese pequeño productor rural, empresa recicladora o fabricante textil quien, al fijar el pago por pieza, dicta esta realidad y encadena a los niños proletarios a su yugo.


Notas

1UNICEF: Informe sobre trabajo infantil en la recuperación y reciclaje de residuos, 2005. Disponible en www.unicef.org.
2Dirección General de Estadística y Censos. Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
3Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes. Disponible en www.trabajo.gov.ar.

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