Hongos Kirchneristas – Por Nicolás Villanova

en El Aromo n° 44

Hongos Kirchneristas

Suele impulsarse al cooperativismo como salida a la desocupación, al trabajo en negro y a la crisis. Sin embargo, detrás de estos emprendimientos, generalmente se esconde la explotación más atroz en complicidad con los empresarios y el Gobierno. Las cooperativas de cartoneros son un ejemplo.

Nicolás Villanova

Taller de Estudios Sociales – CEICS

En El Aromo n° 42 analizamos qué es un cartonero, su función y el recorrido del material que recuperan hasta su llegada a las empresas. En ese circuito, dijimos, hay dos intermediarios: los galpones clandestinos y las cooperativas. Los primeros adquieren materia- les recolectados por cartoneros, mientras que las segundas reciben la recolección diferenciada, que realizan los mismos camiones que recogen la basura húmeda. En efecto, en el 2005 la legislatura porteña sancionó la Ley 1.854 con el fin de evitar, progresiva- mente, el entierro de elementos reciclables en los basurales.

A su vez, esta normativa propo- nía la creación y regulación de los llamados “Centros Verdes” o de Reciclado. Se trata de instalacio- nes habilitadas para la recepción, manipulación, clasificación y al- macenamiento temporal de los materiales reciclables provenien- tes de la recolección diferenciada. Asimismo, se obliga a los hoteles de 4 y 5 estrellas, edificios públi- cos del Gobierno de la Ciudad, Corporación Puerto Madero y edificios de más de 19 pisos, a se- parar  los  residuos  domiciliarios y disponerlos en forma diferen- ciada. Cada empresa recolectora tiene la obligación de instalar un Centro de Reciclado en su zona. El Gobierno de la Ciudad, quien tiene a su cargo la recolección en una de esas zonas, creó la Planta de Reciclado ubicada en el barrio de Bajo Flores, en abril de  2006.

Desde ese entonces, la planta es gestionada por la Cooperativa de Recicladores Urbanos.

En este artículo describimos las di- ferentes etapas del proceso trabajo en esa planta, desde que el material es descargado por los camiones, hasta su venta. Como veremos, a pesar de ser una planta formal- mente estatuida, las condiciones laborales de los recuperadores que allí trabajan son pésimas y en ex- tremo precarias.

Las etapas del proceso

  1. Transporte y clasificación

El proceso comienza cuando arri- ban los camiones a la planta. Dia- riamente, llegan 2 transportes de la Empresa Urbasur, uno del Ente de Higiene Urbana, uno de Aesa y uno de Nítida, que ingresan al predio y se  dirigen directamen- te a la balanza. En ella se pesa el contenido del material recolecta- do. Desde una cabina, un recupe- rador observa y anota el peso que aparece en pantalla. Una vez pe- sado, el camión se dirige hacia el interior del galpón y descarga la mercadería en un sector específi- co. Sólo en el caso de la empresa Aesa, que es la que lleva el vidrio, la descarga se efectúa en un con- tainer destinado para colocar ese producto fuera del galpón. Una vez descargado el material, el ca- mión se dirige nuevamente hacia la balanza, se lo pesa y, posterior- mente, se retira. La diferencia de ambos pesos permite obtener el volumen de material que queda en la planta.

Los recuperadores comienzan el proceso de selección y clasificación por tipo de material.Allí separan los distintos materiales y los colocan en diferentes bolsones: el cartón, el pa- pel de segunda, el papel blanco, el papel de diarios y revistas, el nylon y el plástico. En el caso particular del cartón, el papel blanco y el papel de diarios y revistas son trasladados directamente a unos containers por cada tipo de material, ubicados en el interior  del  galpón, es decir, no

 

son enfardados. Ese traslado corre por cuenta de los cartoneros, quie- nes arrastran los bolsones hasta el lugar que corresponda. Los mate- riales colocados en el container son ordenados de manera tal que ocu- pen el menor espacio posible.

Otro producto que tampoco se enfarda es el vidrio. Éste, luego de ser colocado en un container, es molido a golpes por un opera- rio con un martillo. La persona encargada de esa tarea se ubica fuera del container y, parado en una silla, martilla de manera que el vidrio molido caiga en el inte- rior del container. Por su parte, el papel de segunda se enfarda en la máquina de enfardado.

Los productos de nylon y plástico requieren de un proceso de clasi- ficación más específico. El plásti- co es clasificado según el tipo y el color. El PET (envases de gaseo- sas) es un tipo particular de plás- tico que, a su vez, requiere de una clasificación más concreta: por un lado, se seleccionan las tapas y, por otro, el envase propiamente dicho. Ambos productos son colocados en bolsones diferentes. Asimismo, los envases son clasificados según el color: en un bolsón, los recupe- radores colocan los envases de co- lor y en otro los transparentes.To- dos estos bolsones son ubicados en diferentes lugares para no ser mezclados. Por su parte, el nylon es clasificado también según tipo y color. Es decir, se separa según se trate de zunchos (cinta de em- balar) o polietileno. Luego de la selección, se va colocando en di- ferentes bolsones específicos, que son trasladados al lugar que les corresponde.

Hasta hace un tiempo, la clasifi- cación se realizaba con una  cin- ta de montaje. Allí se colocaban los materiales y los recuperado- res iban extrayendo los diferentes productos, volcándolos en unos cestos. En la actualidad, la coo- perativa no usa esa cinta porque no recibe suficientes residuos y, por ello, no emplea la cantidad de personas necesaria para aprove- char todos los puestos.

  1. Enfardado y venta

El paso si- guiente es el enfardado a través de una máquina me- cánica y a car- go de una sola persona. La máquina tiene una estructu- ra semejante a una heladera un poco más grande que el tamaño están- dar, funciona a energía eléctri- ca y tiene dos puertas.    En la de arriba, el operario  coloca

el bolsón entero del material a enfar- dar. Luego, cierra la puerta y pre- siona un botón. La enfardadora baja una prensa hasta cierto pun- to y luego vuelve a subir de ma- nera automática. El operario rea- liza sucesivamente esa tarea hasta que la enfardadora llega al límite de no poder compactar más. Ese límite está impuesto por el tama- ño del fardo. La máquina tiene un mecanismo de seguridad: en caso de quedar la puerta abierta, la prensa no se desliza por más que se apriete el botón.

Para extraer el material compac- tado, el encargado de la tarea abre la puerta de abajo, coloca un hilo que atraviesa la máquina, por de- bajo y por los costados, y lo anuda al fardo propiamente dicho para que el material que no se desparra- me. Una vez atado el hilo, el fardo se extrae de la máquina. El fardo mide 1 metro de alto x 1 metro de ancho x 0,80 metros de grosor. Su peso varía de acuerdo al produc- to: el fardo de nylon pesa 40 kg; el de PET, entre 50 y 60 kg; el de otros plásticos entre 50 y 60 kg; el de papel de segunda, entre 100 y 150 kg. Una vez compactados, los materiales se llevan a diferentes lu- gares para su acomodo. El traslado se realiza con una zorra manual, es decir, una herramienta que tie- ne una especie de pala en la base y dos ruedas. Cuando se acumula una gran cantidad de fardos se uti- liza un autoelevador para colocar los bultos uno encima del otro.

El enfardado coloca a la coopera- tiva en mejores condiciones para vender el producto, puesto que el material sin compactar tiene me- nos valor. Por lo tanto, la coope- rativa que vende el material sin enfardar por carecer de enfarda- doras, como sucede en las coo- perativas Del Oeste y Reciclando Sueños, venden su producción a un precio inferior.

El último paso es la venta propia- mente  dicha.  Los  compradores de los materiales son siempre los mismos. Por cada material hay un comprador, quienes son propieta- rios de los containers en los cuales se depositan los materiales clasifi- cados y enfardados. Esos containers están preparados para ser transpor- tados por camiones. Al momento de haber sido llevados a la planta, fueron pesados junto al camión y dejados vacíos en el galpón. De esta manera, una vez que la cooperati- va acumula una cantidad determi- nada de fardos, llama al comprador para que vaya a buscar su container. Este último, se carga en el camión y se vuelve a pesar. La diferencia es la cantidad de material que se lleva el comprador.

Explotación encubierta

Muchos autores estudiosos del fe- nómeno de los cartoneros postulan la idea de formalizar esta actividad a través de cooperativas y eliminar los galpones clandestinos. Pero nin- guno de ellos ha estudiado en pro- fundidad el proceso de trabajo ni las condiciones laborales que imperan en este tipo de instituciones.

El trabajo en las cooperativas es sumamente intensivo. Actual- mente, la cooperativa que descri- bimos emplea a 17 personas, que trabajan de lunes a sábado, de 8:00 a 17:00hs, tomándose una hora de descanso para almorzar. De todas ellas, sólo algunas poseen guantes y pecheras. En general trabajan sin ropa adecuada. El ingreso pro- medio que reciben por mes es  de

$800,00. Es decir, el precio de la fuerza de trabajo está por debajo del salario mínimo, vital y móvil actual ($1.200) y muy por deba- jo del promedio de ingresos de las ocupaciones en las diferentes ra- mas de la economía, que en marzo de 2008 era de $2.421,00. Como si esto fuera poco, los recuperado- res asociados no poseen cobertura u obra social. A duras penas, tie- nen un seguro de vida que corre por su cuenta, pero que no sirve de mucho. Tampoco disponen de medios para ser monotributistas, aunque, si lo fueran, no estaría cubierta su jubilación y deberían pagar un plus para obtenerla. En caso de sufrir algún accidente, la cooperativa cuenta con un peque- ño botiquín y un hospital a 10 cuadras y los recuperadores deben hacerse cargo de los gastos.

Como vemos, las condiciones de trabajo de los recuperadores distan mucho de ser excelentes. No es ta- rea sencilla andar arrastrando far- dos que pesan entre 50 y 150 kilos. Tampoco es saludable martillar botellas de vidrio para molerlo. Y todo esto por 800,00 pesos men- suales, en jornadas laborales de 9 horas diarias y sin cobertura social. Es decir, las condiciones laborales de los miembros de las coopera- tivas son peores que las de cual- quier obrero asalariado en relación de dependencia. En estos casos la forma cooperativa es la pantalla para una explotación más inten- sa del trabajo. Las cooperativas se constituyen, así, como una fórmula legal para la precariedad absoluta, ya que, bajo la forma del coopera- tivismo se blanquean condiciones que son ilegales para un trabajador en relación de dependencia. Por ello, con la crisis proliferaron como hongos después de la lluvia.

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