Arquitectura, deseo y realidad – Por Ana Viola

en El Aromo n° 44

Arquitectura, deseo y realidad. Sobre la construcción de Brasilia y el modernismo brasileño

Ana Viola1

Un país, tres ciudades

Brasilia es la tercera de las capitales que tuvo Brasil. La primera, desde 1954, es San Salvador de Bahía, ubicada en el nordeste brasileño, donde la colonización portuguesa se inicia como feudalismo agrario. Del  monocultivo  azucarero  se pasa a la forma del latifundio agrario2. A la estructura feudal se sobrepone así, la estructura capitalista. En 1763, la capital se traslada a Río de Janeiro, nuevo polo de poder, que coincide con el ciclo económico del café. Estas capitales conservan su status, mientras que sus ciclos económicos mantienen los precios competitivos en el mercado internacional. Cuando estos caen, determinan inevitablemente la decadencia de la ciudad a la que dieron vida y fama.

¿Cuales fueron los antecedentes históricos de la tercera capital? Ya en 1789 el primer movimiento de liberación contra los portugueses previó transferir la capital al interior del país, para materializar una nueva nación con una vinculación más profunda con sus raíces étnicas y geográficas. Por otro lado, al fundarse la república, en 1889, la primera constitución republicana, de 1891, dispone en su artículo tercero que la capital debía trasladarse al planalto (meseta) central. Poco después se forma la Comisión Exploradora del Planalto Central, dirigida por Luis Cruls y compuesta, entre otros por botánicos, astrónomos, geólogos, ingenieros, médicos y personal especializado. Los trabajos duraron 26 meses y las conclusiones definitivas aconsejaban reservar un rectángulo de 14.400 kilómetros cuadrados, conocido desde entonces como el “cuadrilátero Cruls”3. En esta zona se encontraron las mejores condiciones para el proyecto.

En 1922, el presidente Pessoa, en ocasión de festejar el centenario de la independencia, colocó la piedra fundacional en la meseta del Planalto. La constitución de 1946 repite la intención de trasladar la capital a la misma ubicación, nombrando una nueva comisión de técnicos que estudiarían la zona. La Comisión de Estudios para la Localización de la Nueva Capital de Brasil inicia sus trabajos en 1946 y los finaliza en 1948. El informe presentado coincide, en sus conclusiones, que la misma zona descrita y estudiada por Cruls es la apropiada.

Modernización y modernismo

En 1954, sobre el final de su segundo gobierno, Getulio Vargas aprobó el proyecto de trasladar la superpoblada capital administrativa del país al centro del mapa nacional, en el estado de Goiás. Pero Vargas se suicidó ese mismo año y fue Juscelino Kubitschek, que mostraba un gran interés por el Movimiento Moderno, quien concretó el plan luego de ganar las elecciones bajo la consigna de alcanzar “50 años de progreso en 5 años”. La política económica promovida por Kubitschek, un “desarrollismo” al estilo Frondizi, promete un “boom” económico. Su “gran empresa nacional” es la construcción de Brasilia, cuya función es representar físicamente un programa de modernización económica y social. Allí no habría favelas, sería el “escenario” ideal donde este Brasil próspero “se presentaría” al mundo, focalizando las miradas en la belleza y el poder económico, al tiempo que se las desvía de las regiones pobres, de la miseria, el hambre y la desocupación.

Brasilia se sitúa finalmente sobre una meseta con clima tropical, con una altura media de 1.100 metros sobre el nivel del mar, con un subsuelo adecuado para las fundaciones, una base geológica con buenas reservas para materiales de construcción  y fuentes de agua aptas para proveer cuatro veces la población prevista (500.000 habitantes). El lugar elegido es el punto central del territorio brasileño, que equilibra geográficamente al país, como un intento de compensar el histórico desequilibrio colonial de las anteriores capitales-puerto.

Los arquitectos brasileros tendrán, entonces, una ocasión única para materializar las ideas del Movimiento Moderno en Brasil. En particular, Oscar Niemeyer, alma del proyecto, asume el cargo de director del departamento de arquitectura y urbanística. Para el plan urbanístico, Niemeyer sugiere un concurso de ideas, con un jurado nacional e internacional.4 El arquitecto y urbanista Lucio Costa (1902-1998) gana el primer premio y se transformará en el “padre” de Brasilia. Niemeyer se encargará posteriormente del diseño del gran espacio simbólico de la Plaza de los Tres Poderes (Gobierno,  Parlamento  y Justicia).5

La ciudad y la gente

El diseño del plano de Brasilia propuesto por Lucio Costa fue concebido en términos simbólicos. La idea de la planta en cruz, utilizada desde el castro romano (la ciudad romana), es ahora reformulada en términos modernos: uno de sus ejes se arquea y puede verse la figura del aeroplano en la planta de la ciudad como expresión de la modernidad.

La zonificación planteada representa la fiel traducción latinoamericana de los temas urbanísticos planteados en la Carta de Atenas: “habitar, trabajar, circular y cultivar el cuerpo y el espíritu”.6 Se basa en la repetición de la supercuadra y la estratificación del sistema viario. Una supercuadra tiene unos 3.000 habitantes, cada manzana está formada por unos diez bloques (edificios) alargados, colocados en dos direcciones, paralelos y perpendiculares entre ellos, con un perímetro arbolado de 20 metros de ancho. Cada bloque tiene seis pisos de altura y dispone de plantas bajas sobre pilotis, totalmente libres, rodeados de jardines y equipamientos, como una guardería, un parque infantil, un kiosco y una parada de taxi. Cuatro supercuadras conforman una unidad vecinal, que es esencialmente peatonal, tiene unos 12.000 habitantes y comparte un sector comercial y un campo de deporte. Una intercuadra se forma con una iglesia, una escuela, un cine y un centro comunitario7.

Dos elementos han determinado la organización de esta composición urbana. El primero es el carácter simbólico monumental, recuperado de las tradiciones clásicas de Versalles, ejemplificado en la Plaza de los Tres Poderes, el Palacio del Parlamento y la doble fila de ministerios, que proponen una simplificación de sus formas plásticas en función de lograr el equilibrio con los problemas constructivos y funcionales, donde la unidad y armonía de cada edificio se halla integrada al concepto plástico original8. El segundo elemento es el sistema  compositivo de viviendas que se repite en el modelo de la supercuadra para las zonas residenciales. En el breve tiempo que duró la concreción de la ciudad se debió trabajar en dos líneas paralelas: construir el mayor número de de viviendas y servicios para alojar a  los  nuevos residentes y no perder de vista el carácter monumental de  cada edificio, a fin de conservar su aspecto simbólico.

Lucio Costa afirma que una de las características de su  proyecto  era  la de reunir en las super cuadras a las distintas clases sociales, integrando así el sis- tema urbano y dejando de lado la divisiones  entre  ricos y pobres. En la realidad, este proyecto homogéneo y controlado   segregó   a los sectores más humildes, que fueron convenientemente “escondidos” en las ciudades próximas creadas para albergarlos, que funcionaron como “ciudades satélites”. El resto lo hizo la renta del suelo. Es más, a pesar de que hubo mucho cuidado en impedir la construcción de barracas dentro de la periferia de la ciudad, se formaron asentamientos espontáneos de trabajadores, a los que llamaron “ciudades libres” frente a la “ciudad rígida” que estaban construyendo. El Estado actuó prestamente para solucionar esta “afrenta al ornato urbano” que son las favelas, creando, en 1965, una “Comissao de Remoçao das Invasoes do Plan Piloto”. Para evitar el posible deterioro formal y social de la ciudad propiamente dicha, el Novocap creó una serie de ciudades satélites a 20 o 30 kilómetros de distancia, concebidas como ciudades-dormitorio para los trabajadores de escasos recursos. Nobleza obliga, hay que recordar que Costa y Niemeyer no aceptaron participar en el proyecto de estas ciudades satélites por no estar de acuerdo con la decisión. En ocasión de recibir el Premio Lenin de la Paz, Niemeyer se preguntaba ante un encopetado auditorio en Brasilia:

“¿Qué ha ocurrido con nuestros compañeros trabajadores que nos han ayudado a construir esta ciudad que, más que nosotros, han sufrido y luchado por ella con tanta humildad? ¿Qué ha ocurrido con estos duros compañeros los verdaderos constructores de la ciudad? Esta es la pregunta que yo planteo a los diputados, a los senadores, a los hombres de gobierno, si ellos me piden hablar de Brasilia. Yo les recordaré, aunque ellos bien lo saben, que estos compañeros se encuentran lejos de la capital que han construido y de las viviendas que ellos han realizado, las escuelas, los clubes y los palacios; todo lo que ellos construyeron nunca les perteneció.”9

El carácter abiertamente burgués de Brasilia se observa con más claridad cuando nos preguntamos por la relación entre el peatón la ciudad. Planeada para medio millón de habitantes, se convierte en una ciudad sin peatones, donde se privilegia al automóvil individual en detrimento del transporte colectivo, con ausencia de carriles para ciclistas. Ciudad de autos, ciudad de desencuentros: la Plaza de los Tres Poderes, el corazón de la ciudad, de proporciones monumentales (400 metros de lado), fue concebida como un inmenso espacio que poco tiene que ver con lugares agradables que propicien el encuentro. Un lugar con estas dimensiones puede adecuarse más a un desfile militar, a ceremonias oficiales y a manifestaciones sociales, perfectamente “controladas” a campo abierto. Hasta la Universidad de Brasilia, donde las manifestaciones estudiantiles no alcanzan nunca a salir de sus límites, expresa esta combinación de control y monumentalidad, perfectamente dominable desde el exterior por las fuerzas policiales.

Entre el deseo y el poder

Brasilia hace un esfuerzo por ocultar la violenta represión y la desigualdad social con la imagen del “milagro económico”, resultando así una forma vacía de contenido. La ciudad fue planificada desde su inicio por un equipo de arquitectos con una mirada utópica, en el buen y en el mal sentido de la palabra. En el buen sentido, con ánimo reformista, de integración social. En el malo, la abstracción de las condiciones sociales reales de la sociedad capitalista.

La caída de la democracia burguesa y el inicio de la dictadura militar, en 1964, dispersa a los arquitectos que dirigen el proyecto, impidiendo la continuidad de los trabajos iniciados. Pero el fracaso del proyecto subyace en la contradicción entre los deseos socializantes y la realidad capitalista. No puede construirse una ciudad ideal sin una sociedad ideal.

Notas

1 Arquitecta y profesora de la Universidad Nacional de La Plata

de Castro, Josué: Una Zona Explosiva en América Latina: El Nordeste Brasileño, Ed. Solar, Bs. As., 1965

3 Mataloni, Hugo: “Brasilia. Antecedentes históricos”, en Nuestra Arquitectura, nº 82, La Plata, 1960.

4 Benévolo, Leonardo: Historia de la Arquitectura Moderna, Gillermo Gilly,  Barcelona, 1994.

5 Segre, Roberto:  “Obiettivi e risultati del piano de Brasi- lia”, en Nuestra Arquitectura, nº 370, La Plata, 1960

6 La  Carta  de  Atenas  es  un  manifiesto  urbanístico que apuesta a la separación funcional de los lugares de residen- cia, ocio y trabajo. Propone la construcción de los edificios en zonas verdes poco densas.

http://www.todoarquitectura.com/v2/noticias/onenews.asp?IDNews=3213

8 Niemeyer, Oscar: “Testimonio”, citado en Segre, op. cit. 9Gutiérrez, Ramón: Arquitectura y Urbanismoen Iberoamé- rica, Cátedra, Madrid, 1992

 

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