Editorial de El Aromo n° 105
Por Ricardo Maldonado – Editor Responsable
Vivimos una helada espera en el infierno con una sola línea de interrogación: saber quién genera menos rechazo. La adhesión y la confianza no parecen presentarse en las elecciones de este año. Si el gobierno pierde será por tropezarse sólo, si la oposición triunfa será porque los votos le caen sin haber realizado nada para ello.
Se habla de las elecciones a 6 meses de unas que no apasionan a nadie porque las agiganta el desencanto. Son una respuesta pasiva a la situación. A falta de alguna iniciativa convincente, la estructura muerta del calendario establece fechas “decisivas”. En algún momento ese calendario se modificó en la calle, como en 2001. En otras ocasiones las luchas fueron conducidas al calendario, como en 1973. No estamos ni en una ni en otra situación.
Quienes creían que la profundización del deterioro desde 2011 se detendría con un cambio de gobierno, derrotando al peronismo en las tres últimas elecciones, han visto al gobierno de Cambiemos profundizar las condiciones establecidas por el gobierno del FPV. El impuesto al salario o la inflación que, de oculta y alta, se transformó en evidente y galopante, muestran que para cada una de las esperadas diferencias con la “década ganada” surgió un insoportable parecido. Si antes chocaban los trenes ahora estallan las escuelas, pero siempre mueren trabajadores. Si antes había robos y coimas, ahora también. Si antes había operaciones de los servicios, ahora están los servicios operando. El Cambio se transforma en similitud, y de allí en rechazo. Macri perdió gran parte de su capital político y avanzó poco en las reformas que se había propuesto, condición para que el capitalismo argentino tenga alguna chance de funcionamiento. La confianza de los sectores determinantes de su clase le está mostrando su límite: la ganancia.
Los que creían que Macri en el gobierno iba a exponer blanco sobre negro las virtudes del peronismo frente a lo que llaman neoliberalismo esperaron tres años que algo justificara el nombre de oposición. Hoy sobreactúan el entusiasmo por la esperanza de un posible triunfo electoral que no remite a ningún mérito propio. Cuando Dujovne expresó que ningún gobierno aplicó un ajuste como el actual sin caer, estaba agradeciendo (al peronismo en general y a Cristina en particular) haber podido hacerlo. Un gobierno que obtuvo su triunfo por 1% en el ballotage, sin dominar ni los sindicatos, ni la mayoría de los cuerpos legislativos, las gobernaciones, ni siquiera plenamente la justicia, ha logrado gobernar durante ya casi 4 años con más tarifazos y recortes salariales de lo soportable, pero menos de los que el inviable capitalismo argentino necesita. Al brutal ajuste el peronismo responde con un silencio que aturde en la calle. “Oposición” es una etiqueta, no una actitud. La principal y única oposición que tuvo Macri en estos tres años, provienen de las propias leyes de funcionamiento del capitalismo, del temor a las consecuencias de aplicar el ajuste de manera más directa (como esas reglas exigen) y no de los que se autodenominan opositores sin haber hecho nada para serlo.
La “ancha avenida del medio” tampoco genera ilusión, simplemente porque se propone como la opción por fuera de una grieta que no es grieta, sino un elenco con problemas de cartel. Lavagna y su rejunte son el puente que va de Cristina a Macri, no se llama Mauricio ni Cristina, pero se parece demasiado a ambos. El abúlico y avejentado dirigente expresa un votante de sandalias con zoquetes, de entrecasa, un electorado que no piensa en salir a la calle.
Nadie conduce mejor una espera infructuosa que la Iglesia. Veinte siglos de promesas atestiguan su capacidad. Con el pecado original por un lado (somos culpables de algo que no hicimos) y el paraíso por otro (podemos ser recompensados pero en otra vida) no dejan mucho al presente: nos merecemos lo que nos pasa y hay una vida mejor pero no va a ser ahora ni esta. Vieja institución especializada en desmontar cualquier atisbo de entusiasmo, amenaza al movimiento feminista desde adentro proponiendo sumar para la unidad a los dos pañuelos.
Los Bolsonaros argentinos hasta ahora no han despegado, ni parece que vayan a hacerlo. Ni Casero, Olmedo o Rodríguez Saá, los personajes marginales de la política burguesa o los advenedizos de la farándula lo han logrado. Todavía en nuestro país el peronismo fagocita a favor del establishment toda iniciativa rupturista en una eficiente maquinaria de cooptación pulida durante tres cuartos de siglo. En el colmo del absurdo ha comenzado a circular la idea de que está en curso un golpe de mercado contra Macri. Agitar la llegada de un golpe es una de las grandes pantallas en defensa del capitalismo. Supone que a Macri le pasan cosas evitables. Niegan que este país, con su sistema actual, no tiene futuro en absoluto. Nadie puede explicar por qué las fuerzas pro mercado de la economía le asestan un golpe de mercado al más sólido defensor del mercado. Este argumento suma desinterés. Se puede luchar contra un sistema, más difícil es hacerlo contra la maldad demoníaca, pero aún más contra la estupidez.
Es en este marco que la izquierda contrapone a su inmensa dificultad para organizar un acto de lucha obrero, internacionalista por el 1° de mayo, la celeridad y presteza con que ya están casi organizadas las listas, adelantándose a las de los partidos burgueses, eligiendo disputar políticamente en su terreno. Y pretende hacerlo por un camino que se afirma día a día, aunque tiene añejos antecedentes. La de considerar al peronismo, o a una parte dentro de él, como algo distinto y mejor, más cercano. Lo consideran una versión incompleta o inconsecuente de sí mismos. La prueba de esta orientación son las condolencias enviadas por el probable candidato a la presidencia del FIT, Del Caño a Cristina por el fallecimiento de su madre. Murió el padre de Macri, murió de la Sota, mueren en Argentina algo más de 9000 personas por día, todas son vidas humanas, pero el PTS se condolió especialmente de Cristina. Esa condolencia complementa la consigna de “Contra el ajuste de Macri, el FMI y los gobernadores”. El nombre de Cristina no está en ésta última porque Cristina está en los mensajes cariñosos de Nico.
Las repercusiones del voto en blanco del 2015 sólo pueden ser comprendidas en este marco. Si muchos peronistas acusan a la izquierda y no a Massa (al que ellos votaron masivamente en 2009) de haber sido responsables de la derrota de Scioli, más allá de su desconocimiento de la aritmética más elemental, si suponen que la izquierda argentina es un versión del peronismo, es porque la izquierda se presenta a sí misma de esa manera. El efecto de afirmarse en el terreno enemigo fue que en 2015 los votos del FIT, en blanco y anulados sumaron un millón seiscientos mil voluntades en la primera vuelta, con 812 mil a Del Caño. En el ballotage esa masa de votantes se redujo a 637 mil votos en blanco. Ni siquiera los propios votantes del FIT habían llegado (y no se sabe cómo podrían hacerlo) a lo esencial de la política clasista: que no se vota nunca a burgueses. Es un juego de espejos, si el peronismo le reclama el voto a la izquierda es porque hay una izquierda que afirma desde hace 50 años que es como el peronismo pero mejor.
Evitan contradecir las expectativas que el electorado pueda tener en algunos sectores burgueses, porque están de acuerdo en esa distinción. La que se hace entre grandes capitales y los otros, los extranjeros y los otros, los concentrados y los otros, los financieros y los otros. Cada adjetivación es una claudicación, cada una de esas distinciones establece una diferencia interior que recorta una versión amable del capital.
Si la izquierda considera que los programas no son opuestos y que tienen puntos en común ¿Cuál es la diferencia? La lucha, la honestidad, la inteligencia y la consecuencia. El mismo programa con mejores dirigentes. Por eso se asume con naturalidad un peso electoral cercano al error estadístico. Porque se sabe que toda la sociedad percibe, que si se propone un peronismo mejorado (más consecuente) pero ínfimo, es preferible el peronismo tal cual es, que sucio, vacilante, desprolijo, es multitudinario. ¿Qué de lo que dice la izquierda no puede ser dicho por el peronismo? Vigencia de los derechos humanos, defensa a ultranza del régimen democrático, críticas al FMI y el sistema financiero, aumento de salarios, regulacionismo en la prostitución, defensa del empleo a través de la defensa de las PyMEs, soberanía nacional, fractura de la unidad de la clase obrera de acuerdo a las identidades, alianza con los burgueses sensibles. Cuando el peronismo insiste sobre el carácter puro de la izquierda nos está alertando sobre el problema: pureza e impureza son variantes más o menos contaminadas de lo mismo.
Contrariamente, si Razón y Revolución existe es para afirmar que la independencia de clase y el socialismo son un abismo que nos separa de los patrones peronistas, de los negreros como Samid y los chupacirios cómo Cristina. Y no un puente que nos une porque somos casi lo mismo. La lucha no es lo mismo que la construcción política, en la primera siempre proponemos ir juntos, en la segunda que se vayan de ahí. Pero los objetivos de las luchas comunes los define el programa político que se sostiene, no la cantidad o el sentido común.
No se mata al virus del dengue de manera directa. Se elimina al vector que lo trasmite. El mosquito no enferma en sí mismo, pero no hay enfermedad sin él. La salud avanza definiendo y combatiendo la trasmisión, no a los virus en sí mismos. Por eso para eliminar el mal de Chagas se atacan los déficits habitacionales que facilitan la existencia de vinchucas, las que portan al causante de la enfermedad. El peronismo es el vector del capitalismo argentino, la vinchuca del mismo, el mosquito que lo aloja garantizando su existencia y su despliegue. Como todo vector está siempre presente, insidiosamente, siempre está. El poco entusiasmo que logra generar el cantito del “vamos a volver” se debe a que el peronismo nunca se ha ido, ha estado como garante del capital también en estos 4 años y es la fuente del desgano y el desconcierto.
Y lo que hace la izquierda, el FIT sobre todo, contribuye al desinterés, no lo genera obviamente pero tampoco lo combate. Porque el FIT no tiene mucho pero tiene algo, y parece que tener “algo” le causa problemas. Se enamora de eso. Y centra su actividad en disputar las migas que caen del mantel de la burguesía. Ese algo está comenzando a pesar como un ancla. Una alternativa revolucionaria sólo puede construirse diciendo todo esto y sacando su conclusión: el problema no viene de ningún otro lado que del propio sistema que tenemos que abolir. La solución es su superación: el socialismo. El camino es la construcción independiente y opuesta a las opciones, a todas, las opciones burguesas.
Comparto plenamente el análisis que hacen. Mientras la burguesía argentina demuestra cada día lo inútil e ineficiente que es, el FIT carga las tintas contra el FMI y la » dependencia semi colonial «; o sea que nuestras miserias tiene un origen externo. Y cuando mira hacia adentro hace un cuidadoso recorte: todos son en parte responsables, excepto el kirchnerismo. Lamentable.
Buen articulo.. creo q tengo la repuesta:
La izquierda argentina se dirige hacia la socialdemocracia