El tercero en discordia ¿Qué intereses hay detrás de la candidatura de Lavagna?

en El Aromo n° 105

Lavagna apela a su pasado, a lo que se presenta como una gestión exitosa al frente del Ministerio de Economía. ¿Piensa repetir la fórmula? Eso significa una fenomenal devaluación de la moneda y un derrumbe de los salarios. No parece haber detrás de Lavagna una receta distinta a la de cualquier otro candidato burgués: un fenomenal ajuste que recaerá sobre los trabajadores.

Por Gonzalo Sanz Cerbino -Laboratorio de Análisis Político – CEICS

La debacle económica marca el pulso de una campaña electoral accidentada, donde cualquier pacto previo puede romperse y cualquier alianza puede formarse. Hasta los candidatos más firmes hoy están en duda, y proliferan las operaciones del más variado pelaje. En este contexto parece haber surgido con fuerza (y con mucha banca mediática) un “tapado”: Roberto Lavagna. Sus promotores le adjudican haber relanzado la acumulación tras la crisis del 2001 y la capacidad para superar “la grieta”. En este artículo analizaremos quiénes están detrás de su candidatura y cuál es su programa.

¿Frente de unidad nacional o interna peronista?

Tras su fracaso en las elecciones presidenciales de 2007, Lavagna se refugió en el Frente Renovador. Allí cultivó el bajo perfil, alineado detrás de Sergio Massa. Pero, en la crisis de 2018, vio una oportunidad de pelear por la presidencia. Mientras Massa ponía en pie Alternativa Federal con los gobernadores peronistas, él comenzó una operación mediática para instalarse. Tres viejos dirigentes peronistas se encontraban detrás de la iniciativa, que cobró vuelo a principios de 2019: Miguel Ángel Pichetto, Eduardo Duhalde y Luis Barrionuevo. Con estos respaldos, Lavagna inició una gira para seducir a los gobernadores peronistas. Se reunió con Urtubey, Uñac, Schiaretti y Bertone. Todos le dieron su apoyo y más de uno se postuló para ser su vice. Incluso, algunos como Uñac, especularon con que Lavagna podría unificar al peronismo en un armado que también incluya a los kirchneristas (sin Cristina). No parece viable tal alternativa, no solo porque Lavagna no la acepta, sino porque Cristina no actúa como si fuera a bajarse. Además, son los kirchneristas más recalcitrantes los principales críticos de la candidatura de Lavagna. Moyano, Alberto Fernández y el Cuervo Larroque le tiraron con munición gruesa, acusándolo de ser el recambio promovido por el “círculo rojo”.[1]

A su vez, los gobernadores no aceptaron la pretensión de Lavagna de ser ungido por “consenso”, sin tener que medirse en la interna peronista. Ni Massa, ni Urtubey, ni Schiaretti aceptaron bajar sus candidaturas. Lavagna entonces decidió buscar aliados más allá del PJ. No pretendía ser el candidato de un partido, dijo, sino el de una amplia coalición de unidad nacional. Consiguió encolumnar al Partido Socialista, con Miguel Lifschitz como su principal promotor, al GEN de Margarita Stolbizer y a un sector del radicalismo critico de Cambiemos, entre los que se encuentran Ricardo Alfonsín y Federico Storani. En la mesa chica de Lavagna confían en quebrar al radicalismo, y esperan los resultados de la Convención Nacional de la UCR que debería celebrarse en mayo. Allí se definirá si el radicalismo ratifica la Alianza Cambiemos, abandona a Macri o da a sus afiliados “libertad de acción” para sumarse a cualquier coalición. Buscando operar sobre el radicalismo Lavagna tentó a Lousteau (es decir, al Coti Nosiglia) para ser su candidato a Jefe de Gobierno porteño. El macrismo no se queda atrás y busca seducir a Lousteau para que integre la fórmula presidencial de Cambiemos como vice. En los últimos días, las negociaciones parecen haberse definido en favor de Mauricio. Lousteau invitó públicamente a Lavagna a sumarse a Cambiemos, propuesta que fue rechazada. Se desvanece así la posibilidad de sumar a un sector importante del radicalismo a su armado.

Sin embargo, Lavagna aún está en carrera. Hasta Marcelo Tinelli le dio su respaldo, y suena para ser su candidato a gobernador bonaerense. También tiene el respaldo de algunos gordos de la CGT, como Juan Carlos Schmidt (Dragado y Balizamiento), Roberto Fernández (UTA), Armando Cavalieri (Comercio), Andrés Rodríguez (UPCN), Carlos West Ocampo (Sanidad) y Gerardo Martínez (UOCRA), entre otros. Aun así, la candidatura de Lavagna parece irse desinflando. En el PJ se niegan a resignar las internas, y Lavagna amenaza con bajarse si su candidatura no es por “consenso”. La UCR, por boca de Lousteau, parece haberle dado la espalda, y con el PS y el GEN no alcanza. Sin aparato, será difícil conseguir los votos para entrar al ballotage. Detrás de estos reveses parece estar, una vez más, el “círculo rojo”, que al ver que Lavagna no despega en las encuestas, se alinea tras Mauricio para evitar un triunfo kirchnerista en octubre.[2]

La burguesía planera, entre Lavagna y Macri

El ascenso de Lavagna coincidió con el peor momento en la relación de Macri con la gran burguesía industrial. La cúpula de la UIA parecía soltarle la mano, no solo por la profundización de la recesión y las elevadas tasas, sino porque el presidente había osado tocar sus privilegios. El recorte a los subsidios en Vaca Muerta, cuyo principal afectado era el Grupo Techint, desató una tormenta que afectó el escenario electoral. No casualmente, Lavagna ha contado históricamente con el respaldo de Techint, al que se encuentra ligado de múltiples formas.[3] A su vez, se señala que la candidatura de Lavagna contaría con el respaldo del Grupo Clarín, de Eurnekian y de Arcor. En la UIA, los sectores farmacéutico y alimenticio verían con buenos ojos su candidatura. También en la construcción habría sectores alineados con Lavagna, sobre todo desde que el candidato declaró que no centraría su campaña en las denuncias de corrupción, cuando en el país existían temas más urgentes que debatir. Un guiño que no era para Cristina, sino para los empresarios mencionados en los cuadernos.[4]

En los últimos días trascendió que un grupo de empresarios, encabezados por Jorge Brito del Banco Macro, presiona a Massa para que baje su candidatura y apoye a Lavagna. Sin embargo, es difícil clarificar qué sectores de la burguesía lo respaldan, porque las cosas cambian día a día, y porque, sintomáticamente, nadie lo ha apoyado abiertamente. En cada trascendido hay mucho de operación, y no falta quien agita a Lavagna para disciplinar a Macri, que amenaza con avanzar sobre privilegios históricos de la burguesía planera. En cada declaración off the record, los empresarios que simpatizan con Lavagna aclaran que, si la disputa quedara reducida a Macri o Cristina, optarían por el primero. Y en las últimas semanas, parece haberse impuesto este escenario. En la cena anual del CIPPEC realizada a principios de abril, Macri recibió el respaldo contundente de algunos pesos pesados. Cristiano Ratazzi, que a fin de año aparecía crítico, aseguró no solo que Macri sería candidato, sino que tendría un segundo mandato. Sebastián Bagó sostuvo que a pesar de las medidas antipáticas, “se está yendo por un camino razonable”, al que se le debe dar continuidad. Daniel Funes de Rioja también se mostró optimista respecto a la situación económica y auguró una pronta salida de la salida de la crisis. Claudio Cesáreo, de la Asociación de Bancos de Argentina, señaló que “fue muy importante lo que se hizo y habría que continuar en ese camino”. Y agregó una definición contundente: “la oposición tampoco nos dice cómo haría las cosas”, un balance compartido por más de un empresario. A ello se agrega que esa misma semana, Techint salió a desmarcarse de Lavagna. Luis Betnaza, su representante en la UIA, señaló que “no hay escenario para tres, es Macri o Cristina”. Al temor a Cristina, que sube en las encuestas, se sumó la tregua entre Mauricio y Techint. Como prenda de cambio, Dante Sica se comprometió a poner freno a las importaciones de acero provenientes de China y Brasil.[5]

Al cierre de este artículo, la burguesía se mostró una vez más en sintonía con el macrismo al dar un amplio respaldo a la propuesta oficial de un acuerdo de 10 puntos a ser firmado por los candidatos, para llevar tranquilidad a los mercados e intentar eliminar las turbulencias por la incertidumbre electoral. La propuesta macrista, que contaba con el respaldo del PJ Federal, incluía cumplir el acuerdo con el FMI, garantizar el déficit cero, avanzar con la reforma laboral, no tocar el Indec, garantizar la autonomía del Banco Central y la “seguridad jurídica”. El macrismo pretendía, de esta manera, tomar la iniciativa frente a la crisis dejando aislado al kirchnerismo, que no firmaría tal acuerdo. A su vez, diluía a las alternativas no kirchneristas bajo su programa. Sin embargo, Massa y Lavagna cuestionaron la propuesta oficial y aceptaron condicionalmente el convite, proponiendo cada uno 10 puntos alternativos que incluían acuerdos sobre políticas sociales, generación de empleo y reactivación económica. Sea cual sea el resultado de esta iniciativa, el macrismo sale fortalecido: si se aceptan sus puntos, es el artífice de una coalición de unidad nacional anti kirchnerista; si no se aceptan, es el único que aparece como alternativa frente a Cristina.

Distintas caras, un mismo programa

El desencanto del “círculo rojo” con Lavagna parece acrecentarse ante la ausencia de definiciones claras en materia económica. Mientras la crisis se acelera, Lavagna dice poco sobre lo que va a hacer. Busca diferenciarse tanto del gobierno como del kirchnerismo, pero no esboza mucho más que formulas vacías. En la reunión que tuvo con los representantes de la burguesía agropecuaria, evitó definiciones sobre las retenciones. También planteó la necesidad de renegociar el acuerdo con el FMI en 2020, algo obvio para cualquier candidato burgués, ya que no será posible afrontar los vencimientos de deuda ese año. Se pronunció, a su vez, por la reforma laboral, rescatando los acuerdos firmados por el macrismo para Vaca Muerta. Sostuvo también que es necesario devolver poder de compra a los salarios para reactivar la economía, mejorar la competitividad industrial para poder exportar y bajar los impuestos para conseguir la llegada de inversiones que generen puestos de trabajo.[6]

Sin embargo, se trata de definiciones vagas en relación a los problemas que hoy tiene la economía argentina: ¿cómo frenará la inflación? ¿Cómo frenará el dólar? Aunque se presenta con un perfil “productivista”, planteando la necesidad de adoptar medidas para reactivar la economía, no señala con qué recursos se financiarían: ¿Cómo resolver el problema del déficit bajando impuestos? ¿Cómo elevar la inversión subiendo los salarios? Lavagna apela a su pasado, a lo que se presenta como una gestión exitosa al frente del Ministerio de Economía, pero omite señalar cuáles fueron las bases del crecimiento entre 2002 y 2005: una devaluación de más del 300%, el derrumbe de los salarios y un ajuste de tal magnitud que hacía sencilla la “recuperación”. ¿Piensa repetir la fórmula? Eso significa que además de lo que ya prometió (más flexibilidad laboral), habrá que sumar una fenomenal devaluación de la moneda y un derrumbe de los salarios. No parece haber detrás de Lavagna una receta distinta a la de cualquier otro candidato burgués: un fenomenal ajuste que recaerá sobre los hombros de los trabajadores.

La candidatura de Lavagna aparece como la apuesta de un sector del empresariado ante la profundización de la crisis económica y el derrumbe de Macri en las encuestas. Sin embargo, su armado parece debilitarse en la medida en que no logra los acuerdos políticos para hacerse de un aparato y que su figura no despega. Lo que es claro es que no tiene nada bueno para ofrecer a los trabajadores. La única salida burguesa a la crisis, con Mauricio, Cristina o Lavagna, es la megadevaluación y un derrumbe aún mayor de los salarios. Esa salida que Cristina evitó mientras pudo con el cepo, que Macri intentó atenuar de la mano del gradualismo, y que si hoy aún no se impone es solo porque nadie quiere afrontar sus consecuencias en un año electoral (además del salvataje del FMI). Pero difícil será evitar ese destino tras las elecciones de octubre. Solo una alternativa independiente de la clase obrera, que reorganice la economía en función de sus intereses, podrá torcer realmente el rumbo.


[1]http://bit.ly/2DvZ94A, http://bit.ly/2GqDcEI, http://bit.ly/2UEsKyC y http://bit.ly/2ZwA5Ea.

[2]http://bit.ly/2UVQzqM, http://bit.ly/2PrTIsk y, http://bit.ly/2GAb6He y http://bit.ly/2URTC3c.

[3]Sanz Cerbino, G.: “La burguesía planera ataca de nuevo. Los planteos de la clase dominante en época de ajuste”, El Aromo, Nº 104, marzo-abril de 2019, http://bit.ly/2GAjrLj.

[4]http://bit.ly/2W3yi7q, http://bit.ly/2PrNLvA y http://bit.ly/2vl5nzT.

[5]http://bit.ly/2Pq8T5p, http://bit.ly/2UXYYtF, http://bit.ly/2GArhUS y http://bit.ly/2LfvvHt.

[6]http://bit.ly/2ZwC3Ey y http://bit.ly/2W3VaDD.

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