Aquí le proponemos una lectura crítica sobre el documental Escuela Normal, producción que intenta mostrar lo que sucede en las escuelas a partir del registro de un año de clases en un colegio de Paraná. Veremos cómo el film no hace más que reproducir la ideología oficial.
Natalia Alvarez Prieto
Grupo de Investigación de Educación Argentina
Las producciones documentales buscan mostrar algún aspecto de la realidad. Sin embargo, para lograrlo no alcanza con poner la cámara allí donde se quiere mirar. Si se hace eso, el resultado es la reproducción del lugar común, es decir, de la ideología burguesa. Este es el caso de Escuela Normal, documental que intenta dar cuenta de la situación educativa en nuestro país a partir de la observación y el registro de lo que sucede, durante todo un año, en una escuela de Paraná, Entre Ríos. No se trata de cualquier colegio sino del primer Normal fundado por Sarmiento, en 1871. Como veremos, la selección de ese espacio impondrá su especificidad por lo que difícilmente podamos pensar que lo que allí sucede es moneda corriente en la mayoría de las escuelas del país.
Para su realización, la película contó con el financiamiento y el auspicio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y del Instituto Audiovisual de Entre Ríos. Esto no es casual en tanto la perspectiva que sostiene coincide plenamente con el discurso ideológico del kirchnerismo en relación a dos cuestiones centrales: las características de la militancia política de la juventud y los problemas educativos en la actualidad.
Estudiantes y política
Escuela Normal busca retratar lo que sucede cotidianamente en la escuela a través de dos ejes narrativos. Por un lado, las actividades de los estudiantes frente a la elección del Centro de Estudiantes. Por el otro, las diversas tareas que realiza “Macacha”, jefa de preceptores, en el día a día escolar.
En relación a las elecciones, tres agrupaciones se disputan la dirección del Centro, si bien sólo podremos ver las actividades que realizan dos de ellas. ¿Cuáles son las características de la militancia que permite ver el documental? En primer lugar, se trata de agrupaciones muy pequeñas, conformadas por no más de diez estudiantes cada una, en el marco de una escuela que recibe miles de alumnos. Sus propuestas son muy limitadas y carecen de una perspectiva política más general. Unos prometen la creación de una biblioteca y otros la reducción de los precios del bufete. Algunos cuestionamientos políticos más generales emergen a través de la filmación de distintas clases. Sin embargo, se trata de críticas de carácter individual.
Tampoco se muestra ningún indicio en relación a cómo las agrupaciones lograrían sus objetivos: un baile, una rifa o, por el contrario, una marcha o una toma. Es decir, si los estudiantes consideran que ellos mismos deben dar una respuesta a los problemas de la escuela o si, por el contrario, es el Estado quien debe hacerse cargo. Por otro lado, parecen no existir diferencias programáticas entre las dos agrupaciones. El motivo de disputa entre ellas es completamente irrelevante, si se lo piensa en relación a los problemas más generales de la educación. Mientras que una cuenta con candidatos de 5º año que, por lo tanto, al año siguiente no estarán en la escuela, la otra se ofrece como un plantel estable ya que su presidenciable cursa 4º. En las charlas previas a las elecciones, los estudiantes cuestionados piensan de qué manera convencer a sus compañeros de la inexistencia de un problema en este punto, sin plantearse seriamente lo que supondría ser electos y que nadie de la agrupación quede en el colegio. Por el tenor de las discusiones, el espectador puede suponer con certeza que se trata de argumentos para manipular al electorado en lugar de un problema concreto que los estudiantes quieran resolver.
De ese modo, Escuela Normal permite ver que los jóvenes también desarrollan formas burguesas de hacer política: no se discuten cuestiones de importancia, tales como los problemas sociales y políticos más generales o, sencillamente, por qué no hay una biblioteca como la gente en la escuela. En este punto cabe una aclaración: no podemos saber a ciencia cierta si efectivamente la dinámica política de la escuela es así o si, en realidad, el recorte que hace el documental sesga nuestro balance. Sin embargo, es muy probable que, por las características de la etapa, la realidad se aproxime a la mirada propuesta. Y allí aparece un segundo problema, ya que esa realidad política es elogiada por su realizadora:
“Siento que muchas veces los adultos piensan que los jóvenes no tienen motivaciones ni se comprometen. Sin embargo, me encontré con que todos estos jóvenes tienen voluntad, compromiso y pasión por hacer política, tomar las riendas de su futuro, ensayar cómo ser buenos ciudadanos y qué hacer por el bien de todos” [1].
Esta perspectiva es funcional a la idea que sostiene que nos encontramos en un momento de florecimiento de la militancia política de los jóvenes (gracias a Néstor y Cristina). Lo cierto es que ese proceso tiene otro origen y otros protagonistas: el crecimiento de las organizaciones revolucionarias al calor de la crisis del 2001. Por el contrario, el kirchnerismo fue el principal desarticulador de aquel movimiento que hoy se encuentra en un profundo reflujo. Esto es lo que niega, oculta e invierte la ideología oficial.
Los docentes y la enseñanza
¿Qué sucede con la enseñanza y el cuerpo docente de la escuela? En este punto, Murga nos muestra algunas clases y las actividades que realiza la jefa de preceptores, “Macacha”. A través de ella se ponen sobre la mesa diversas problemáticas del colegio. Sin embargo, también aquí el documental imprime una lectura ideológica, similar a la que sostiene el gobierno nacional en materia educativa.
Por ejemplo, la película permite ver la sobrepoblación que hay en la escuela [2] y la falta de personal docente y no docente. En ese marco, vemos a Macacha sobrecargada de actividades, realizando tareas que no le corresponden, tales como poner jabón líquido en los baños. Mientras tanto, se muestra un pizarrón con el listado de todos los profesores que faltarán a clases. Así, Macacha pareciera estar sola, cual heroína estilo Rambo, en una escuela con miles de alumnos y decenas de profesores vagos. Sólo aparece una referencia marginal a los elementos que podrían explicar tal situación. En una reunión, los docentes intercambian opiniones sobre los problemas que afectan diariamente su labor. Sin embargo, esa pequeña escena nada puede contra las insistentes imágenes de la pizarra y de Macacha caminando sola por los pasillos de la escuela. Queda sin respuesta, entonces, por qué los docentes no van al colegio. Para comprenderlo hubiera sido necesaria alguna referencia a sus condiciones de trabajo: salarios de miseria, sobrecarga de tareas, cursos saturados de alumnos, trabajo en varias escuelas para llegar a fin de mes, violencia y maltratos, aislamiento -dada la inexistencia de instancias colectivas de trabajo-, etc. Condiciones que tienen hondas consecuencias en su salud -física y psíquica- y que, en la actualidad, parecieran extenderse cada vez más. Sin dudas, mostrar el ausentismo docente sin mencionar las características de un sistema social que produce a gran escala “docentes quemados” es una canallada.
En cuanto a la calidad de la enseñanza, Murga afirma que encontró “un cierto vacío en la cuestión formativa” [3]. Sin embargo, el documental no lo refleja. Por el contrario, podemos ver que los alumnos se interesan en sus clases y que los docentes intentan motivarlos para que reflexionen y participen. Sólo encontramos una referencia marginal al declive de la calidad educativa: una madre le pregunta a Macacha qué sucederá con las notas de una de las asignaturas, ya que la docente estuvo de licencia un buen tiempo, no fue reemplazada por nadie y, por lo tanto, los chicos no tuvieron examen. La respuesta no tardará en llegar: “se va a nivelar para arriba”. En criollo: “aprueban todos”.
Ahora bien, como decíamos, más allá de ese dato marginal, las imágenes permiten ver una escuela en la que los docentes y los estudiantes no encuentran grandes obstáculos para enseñar y aprender. El problema es que el recorte de lo que se observa (una escuela muy importante; determinadas clases y alumnos) intenta hacerse pasar por la realidad educativa del país. Por el contrario, cualquiera que ingrese a una escuela pública promedio podrá comprobar una realidad muy diferente. A saber, un proceso muy profundo de degradación educativa que ha llevado a que, progresivamente, la escuela se convierta en un depósito de estudiantes en el que nada relevante sucede en materia de conocimiento. Estudiantes secundarios que no saben realizar operaciones matemáticas básicas o comprender textos muy sencillos y que, por lo tanto, no tienen ningún interés en lo que intentan enseñar los docentes. Es esa triste realidad la que se va convirtiendo en norma. Al pretender generalizar lo que sucede en la escuela que muestra, el documental adquiere un carácter ficcional.
Patas para arriba
En suma, Escuela Normal no muestra lo que su directora cree ver, no extrae las conclusiones correctas de lo que sí logra captar y generaliza aquello que, en realidad, es una especificidad. Tal confusión es producto de una lectura ideológica de carácter burgués. En ese sentido, agrupaciones que no aspiran más que a tener un bufete económico en la escuela se presentan como la militancia estudiantil más arriesgada. No podía ser de otra forma ya que, como vimos, Murga entiende la política como ejercicio de la “ciudadanía” y no como un espacio de disputa entre las clases sociales. Es por eso que supone que nos encontramos en un momento de auge en la incorporación de los jóvenes a la política cuando, en realidad, sucede lo contrario. Tampoco aparece ninguna referencia a la izquierda revolucionaria que, sin embargo, muestra su presencia en la escuela a través de numerosos afiches. Finalmente, los docentes no salen mejor parados: una imagen oficialista, acusadora, que oculta sus condiciones de trabajo, impregna todo el relato. En suma, más que documental, ficción conformista.
NOTAS
1 Entrevista a Celina Murga en Télam, 25/1/13, http://goo.gl/v8R4j.
2 El colegio fue construido para albergar aproximadamente a 800 alumnos. Sin embargo, hoy aglutina a 1.600 estudiantes de los tres niveles y funciona, también, como sede de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Entre Ríos.
3 Véase Télam, op. cit.