Explotación reproductiva y eugenesia (tercera cuestión queer)

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El 14 de este mes, Clarín publicó una nota titulada “El primer mes de Pilar, la beba que nació tras una insólita travesía en plena pandemia”. Si bien el “gran diario argentino” nos viene acostumbrando a este tipo de notas desde hace mucho (el Día de la Madre del 2019 y este año se incluían historias de vientres alquilados) esta vez el hecho no se justificaba por ninguna efemérides y los elementos de la “noticia” (que ya viene siendo contada por varios medios de comunicación desde sus comienzos, al mejor estilo folletín, del cual esta nota es solo la última entrega) son profundamente revulsivos. Que la historia sea vendida como “de amor y solidaridad” es solamente una maniobra para disimular la perversión de todo el asunto.

Dos hombres celebran el cumplemés de su hija Pilar. La bajada del artículo dice: “Los padres, Víctor y Ezio, vivieron una odisea para ir de Buenos Aires a Mendoza a buscar a Luciana, la gestante de su hija.” Los pobres hombres vivieron una odisea; la mujer que estuvo embarazada y parió, es la gestante. Pobrecitos, los hombres, cómo sufren…

El sufrimiento de estos varones comenzó cuando quisieron ser padres y la adopción les resultó una burocracia insalvable, según ellos. Después de todo, estaban allí Marley y Flavio Mendoza con sus hijos comprados en el exterior. Pero como el procedimiento les costaba 100 mil dólares en EE.UU., buscaron una mujer en el grupo Gestación Solidaria en Argentina. Aunque Víctor diga que conoce a Luciana desde la infancia, cuando estos apropiadores relatan que no podían realizar la compra en EE.UU dejan en evidencia que la gestación que llevó adelante Luciana de solidaria no tuvo nada.

Los padres eligieron a Luciana, la “gestante” porque ella aceptó formar parte de la vida de Pilar: ahora Luciana es su tía, la tía que la llevó en su vientre. La perversión es máxima porque el embarazo transforma el estado de una mujer como ningún otro acontecimiento de la vida. Los riesgos para la salud de Luciana comenzaron cuando se sometió a tres fecundaciones in vitro (ni siquiera a una inseminación, a tres FIV), lo cual implica un bombardeo de hormonas para que el huevo se implante en el útero. Aquí me veo obligada a citar parte de la nota porque es imposible decir la expropiación de otro modo: “(Es importante) no romantizar y no olvidar que la fertilización in vitro ‘es un tratamiento médico como cualquier otro, que puede tener resultados negativos’, agrega. ‘En mi caso, hasta que Luciana quedó embarazada, fue muy difícil, porque esto no es poner un embrión en un útero y listo, prendió, ya está embarazada. Para nosotros cada negativo era un baldazo de agua. Y vos estás tratando de manejar tu ansiedad y tenés por ahí 15 mensajes de WhatsApp preguntándote: ‘¿Y? ¿Dio positivo?’, explica.” Pobre hombre, la mujer destruida por tercera vez con un cóctel de hormonas y resulta que los motivos para no romantizar un procedimiento de explotación reproductiva con consecuencias para la salud de la mujer, es la dificultad para manejar la ansiedad.

Ha regresado una costumbre bárbara del pasado: el síndrome de Couvade. Durante el rito de la covada, el padre se acostaba, gritaba por los dolores del parto y luego del nacimiento recibía los cuidados que en todas las demás sociedades habría recibido la parturienta, mientras que ella volvía a sus labores y quehaceres domésticos habituales.[1]

La odisea del viaje para que Luciana pariera en Buenos Aires se terminó con el parto. ¡Qué digo parto! Cesárea. Una cirugía mayor. La beba tiene un mes y Luciana ya volvió a Mendoza hace bastante. Eso sí, sin ningún inconveniente ni odisea alguna, porque ¿qué molestia puede significar una cesárea, cuando además en su casa la esperan sus cuatro hijos?

El detalle biologista y eugenista lo da el hecho que surge de la realización de una FIV. ¿Por qué no una inseminación si uno de ellos será el padre biológico? Porque es necesario comprar un óvulo para controlar la genética. Porque esta gente, además de sentar las erróneas bases de que tener hijos es un derecho (que no lo es), quiere tener los hijos diseñados según su deseo como quien compra un muñeco en una juguetería.

Estas son las consecuencias políticas del generismo queer, según el cual la tecnología es una herramienta para llevar adelante cualquier deseo individual. Es necesario un empeño social enorme en negar la existencia de las mujeres para que nuestras luchas por la autonomía sexual y reproductiva no prosperen, de modo tal que sus caprichos se cumplan. Sin embargo, en la realización misma del capricho, revelan que saben muy bien de nuestra existencia.

Negar la existencia material de las mujeres es negar que tenemos derechos. Si no hay mujeres porque cualquiera es mujer, y además esas mujeres atraviesan necesidades económicas, es fácil conseguir gestantes y donantes. A propósito: ¿donantes? Para la extracción de óvulos una mujer debe soportar una hiperestimulación ovárica. ¿Es una donación? No lo es. Los óvulos se pagan.

No hay una sola organización en Argentina que apoye el queerismo y se oponga a este ataque contra las mujeres. Ni una sola. Todas apoyan esta barbarie. En este caso, se menciona a una legisladora de CABA, María Rachid, titular del Instituto contra la Discriminación y miembro de la FALGBT, quien fue de gran ayuda para los pobres padres parturientos, dicen.

Las feministas no somos excluyentes. Simplemente no podemos hacer alianza alguna con nuestros enemigos.

#ContraBorradoMujeres

#NoALaExplotaciónReproductiva

[1]http://www.cervantesvirtual.com/…/dos…/html/Valdivieso Arce, Jaime: “Dos costumbres muy antiguas: el relinchido y la covada”

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