OME-CEICS
Ver el caso de otras economías exportadoras de materias primas sirve para poder evaluar el problema de los ingresos rentísticos y sus efectos en la competitividad.(1) Los casos de Irán y Venezuela son dos ejemplos pertinentes en este sentido. Tanto Irán como Venezuela son países petroleros que dependen de los ingresos de exportaciones de crudo, incluso más de lo que Argentina depende de la soja. Pero, que, a diferencia de otros países como Kuwait o incluso Arabia Saudita, mantienen en su interior una producción industrial no petrolera con un peso interno relativamente importante.
Al igual que el resto de los países petroleros, las economías de Irán y Venezuela se vieron impulsadas por dos grandes booms de precios durante las últimas tres décadas. El primero, desde 1973 a 1983 y desde 2001 hasta la actualidad, el segundo. En ambos casos podemos ver con claridad una serie de elementos que contradicen los postulados de la Enfermedad Holandesa.
En primer lugar, la historia industrial venezolana posterior a 1950 mostró una relación positiva entre sobrevaluación y desarrollo de la industria manufacturera. De hecho, hacia mediados de la década de 1970, Venezuela llegaba teniendo una de las industrias con la relación de capital por obrero más alta del continente. Cuando se produjo el auge de precios de los ‘70, la masa de renta disponible para ser transferida hacia el mercado interno se expandió de manera súbita, parte de la cual se realizó por medio de la sobrevaluación del bolívar. Durante estos años la demanda de bienes de consumo importados aumentó, pero también lo hizo en forma notable, los bienes de inversión. El resultado es que hacia 1983, pasado el boom petrolero, la masa de capital acumulado por la industria manufacturera venezolana se había triplicado. Si bien, luego la industria venezolana se contrajo durante la década de los ‘80, esto se debió a la recesión internacional y la fuerte caída de los ingresos petroleros; y no a una consecuencia no deseada del aumento de la renta.
En el caso de Irán, el boom petrolero de los años ‘70 también tuvo su correlato en un sustancial incremento del stock de capital. A su vez, a nivel específico de la industria manufacturera, se registró un salto similar. Luego del cierre del auge petrolero y de manera más aguda que en el caso venezolano, comenzó un período de caída de la inversión y descapitalización de la industria, que comenzó a revertirse recién a comienzos de la década de 1990. Dichos años, que corresponden con un momento de descenso general del precio del barril petrolero, coincide con una mayor participación de la inversión con destino a la construcción residencial.
Durante los últimos diez años, la economía venezolana y la iraní se encontraron ante un nuevo boom de precios del crudo. Sin embargo, el resultado fue bastante distinto en ambos países. En el caso de Irán, sobre todo desde 1999/2000, comenzó un veloz incremento de la capacidad productiva de la industria manufacturera. En Venezuela, en cambio, se profundizó el atraso. Cabe destacar que la masa de ingresos rentísticos percibidos por este país durante los últimos años fue significativamente superior a los de la década de 1970. Sin embargo, durante el chavismo, la industria manufacturera no avanzó en nada por salir de su atraso (no se renovó el capital fijo, no se incrementó de manera significativa la productividad, etc.). Podría suponerse que este sector no se potenció porque la mayor parte de la renta fue a parar a obra pública. Basta ver el caso de la construcción residencial para ver que esto no es así. Mientras que durante el boom de los ‘70, el stock de capital residencial se incrementaba en un 15% promedio anual, durante el chavismo esa cifra se redujo sólo a un 3%. Lo cual explica el importante déficit habitacional que se puso en evidencia durante las inundaciones registradas a fines del año pasado. En términos generales, durante el chavismo, la mayor parte de la renta se utilizó en mejorar algunos indicadores sociales vía gasto público y, sobre todo, en subsidiar la importación de bienes de consumo (celulares, autos caros, textiles, etc.). En síntesis, el gobierno de Chávez fue menos transformador de la estructura productiva que el gobierno de Pérez Rodríguez, durante los años ‘70.
En definitiva, Irán pareciera ofrecer un mercado interno relativamente grande con ciertas potencialidades para la industria local. Venezuela, en cambio, tuvo su momento de expansión post década de 1950. Sin embargo, al igual que en muchos países del continente, hoy no tiene más que un mercado interno minúsculo inflado circunstancialmente con renta, pero que no ofrece mayores potencialidades fuera de la propia actividad petrolera. En conclusión, estos ejemplos nos muestran que el hecho de que el aumento de la renta potencie la inversión depende, en buena medida, de la estructura productiva previa. Los problemas de estos países no se deben a los ingresos rentísticos. Por el contrario, si estos países tienen o tuvieron la apariencia de poseer potencialidades industriales, fue gracias a la apropiación de renta petrolera. El hecho es que países como Venezuela, Irán o la Argentina no lograron sostener un desarrollo pujante que avance en mejorar las condiciones de vida de la clase obrera, a pesar de recibir ingresos extraordinarios por exportación de materias primas. En este sentido, se pone en evidencia la necesidad, para los trabajadores de estos países, de frenar el despilfarro de riqueza destinado a mantener a las ineficientes burguesías locales y avanzar en una centralización del capital en manos de la clase obrera.
Nota
(1) Las cifras de este apartado fueron estimadas en base a datos del Banco Central de Venezuela, Banco Central de Irán y Baptista, Asdrúbal: Bases cuantitativas de la economía venezolana, Fundación Polar, Caracas, 2006