Enmienda, revolución y alienación. Las limitaciones del proceso bolivariano

en El Aromo nº 47

Por Manuel Sutherland – Cuando nos lamentábamos por los espacios políticos que el fascismo le había arrebatado a pésimas gestiones chavistas, Chávez anunció la Enmienda a la Constitución. A todos nos pilló la inmediatez de su decisión y la manifiesta improvisación en asuntos concernientes a todo el país. A nadie se consultó su necesidad, ni su redacción, ni otras propuestas a discutir y llevar adelante. Lo que quedaba ahora era, sin titubeos, seguir las órdenes del comandante y “participar” buscando votos…

La idea de la Enmienda tiene tras de sí, algunos datos que el gobernador del Estado Bolívar Rangel Gómez (quien mandó a apalear a los obreros de SIDOR) nos comenta: “Tenemos un líder como nunca antes había existido en el país […] Todo esto y más [se refiere a las misiones] lo ha creado nuestro líder”. En las proclamas del gobernador parece que la clase trabajadora no ha hecho nada, que Chávez es el Demiurgo de donde salen todos los logros. No sólo eso, el Gobernador se comprometió públicamente a dar un premio de 5 millones de bolívares (2,4 millones de dólares) al municipio que diera más votos al comandante. Una recompensa para “estimular” el ánimo revolucionario: el realismo mágico se muestra corto frente a la “creatividad” de Rangel.

Otros escribieron a favor de la Enmienda frases como: “La enmienda es vital, de ella depende la redención, el destino de este pueblo excluido”.1 Nunca antes, tantos miles de locuciones “revolucionarias” respaldaron campaña alguna. Dicha fraseología no enunció caminos, mecanismos o propuestas de cambio estructural de ningún tipo. ¿Qué hacer con la crisis?, ¿Qué hacer con la explotación? Nada de ello, se planteó. Ni siquiera la aplicación de ciertas reformas necesarias como la construcción de ambulatorios, los mercados económicos, la construcción de escuelas, canchas, bibliotecas etc. Estas obras fueron las que respaldaron la gestión y la base para el llamado a mantener la confianza en un proyecto cuyo objetivo nadie parece tener en claro.

Un vistazo a la forma de “vender” la campaña bolivariana

Nuestra burguesía y sus aparatos de propaganda realizaron una pequeña cruzada sobre la ilegitimidad de la Enmienda. Su campaña estuvo basada en el principio de la “alternabilidad democrática”, en la afirmación de que el chavismo ya había perdido las elecciones en 2007 y que el “pueblo” ya le había negado una reforma. Por ello el slogan “No es no”. Ante ello, la noción de lucha electoral fue absolutamente reactiva. La respuesta oficial chavista (con decenas de aparatos de comunicación masivos en su poder) se limitó a responder lo más pronto posible a las imbecilidades de la derecha. En ello, se desplegó una inusitada y agobiante competencia por quién abarcaba más espacios publicitarios enviaba los mensajes más ramplones. El súmmum de esta contienda se concretizó en la amenaza de que si Chávez perdía, nos iban a quitar las misiones (los planes de ayuda asistencial del gobierno). Así, no íbamos a poder sacarnos una muela o comprar un pollo barato para la sopa. La degradación de la discusión política, eliminó cualquier rastro de debate programático trascendente y se limitó a exigir “confianza y lealtad”.

Los resultados

El chavismo obtuvo un triunfo vital. Sin embargo, obtener un 54,85% con una abstención tan baja (29%) no es buen síntoma. Menos luego de 10 años en los cuáles se han manejado importantes recursos financieros que, en el arreciar de la crisis, no volverán. En las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, el chavismo obtuvo un sólido 63%, que en teoría debería aumentar, debido al incremento de concentración de poder para impulsar cambios. Si el 100% de los representantes en la Asamblea Nacional son de los partidos que apoyan al gobierno, si estuvo mandando por la vía de decretos extraordinarios más de 1 año, si el año 2008 el precio promedio del barril petrolero (93% de todas nuestras exportaciones) fue cercano a 80 dólares y se había presupuestado a sólo 39, si se han comprado cientos de aparatos de propaganda de difusión masiva, entonces: ¿por qué después de todo ello, y la bonanza del año 2008, el chavismo (con un partido de 6 millones de inscriptos) pierde casi el 10% de sus votantes e incluso obtiene menos porcentaje de votos que en las presidenciales de hace 10 años? A cada elección, la derecha gana pasos y se solidifican las estructuras que, en teoría, un revolucionario promedio debería destruir. Una clase trabajadora que expulsa a un gobierno fascista en menos de 40 horas del poder, sin ningún tipo de dirección y con la burocracia chavista escondida bajo de las sabanas de un motel de carretera, esa clase ¿no tiene conciencia? Falso, ¿hasta donde se puede pedir un voto si en 10 años se observan cantidades ingentes de corruptos, mil millonarios explotadores y paramilitares danzando en el territorio, sin que el Estado haga algo que los aplaque? ¿Por qué no cambiar el modelo y engavetar el Estado burgués? ¡Hasta cuando arrastraremos el lastre inmundo del empresariado!

Los cambios deben darse con la urgencia que ameritan, si hay (según el Estado) cerca de 30% de pobres y 10% de pobreza extrema, además de millones de víctimas del capital que viven existencias miserables, ahogadas en millones de horas de explotación laboral, que no le permite desarrollarse al mínimo, ¿por qué se necesita una elección, y otra para gradualmente frenar al genocidio andante llamado capital? ¿Vamos a esperar a que genere mayor sufrimiento?

La construcción del socialismo

Nadie pone en duda que Chávez es el alma de la concepción del proyecto bolivariano. Partiendo de allí, es necesario aclarar que desde el socialismo el éxito mayor sería gestionar de manera directa la organización social del trabajo y que no dependamos de nadie que nos auxilie.

La alienación radica en dar a un tercero las posibilidades que tiene el individuo o el grupo, de transformar el entorno para su beneficio y creerse así mismo incapaz de realizarlo. Así, se entregan cualidades revolucionarias a una entidad a la cual se siente ajeno e incluso subordinado. Por ello, es menester, avanzar hacia planteos reales, en los cuales la clase trabajadora gestione directamente la forma de organizar el trabajo de la sociedad y pueda desarrollar estrategias de avance hacia la real socialización de los medios de producción, la reducción drástica de la jornada de trabajo, el control absoluto sobre la producción y la tecnificación e industrialización de procesos productivos que permitan liberar al ser humano de agotadoras jornadas laborales. Eso no se puede desarrollar con el Estado burgués debido a que las luchas y victorias de la clase obrera serían reconducidas hacia tácticas y políticas burocráticas, como una especie de “acueducto” que reubica en el escenario de la paz burguesa la necesidad violenta de romper con el mismo sistema.

Es necesario una subjetividad revolucionaria que apropie lo mejor de las experiencias revolucionarias en el mundo, que entienda que la revolución es un acto y no un proceso, que lejos de copiar medidas y formulas del “saber” de los opresores, ponga en la palestra la necesidad de enterrar el sistema explotador y sustituirlo por entero, sin lastres del siglo XVIII (terratenientes y burgueses). Es difícil, sí, pero no más que antes, la crisis hace más visible la caducidad del sistema. No tratemos de superar la crisis con herramientas cuya senectud y pestilencia están a la vista: socialdemocracia, keynesianismo, autonomismo, economía comunitaria o “democracia popular”.


Notas

1Artículo sin firma, La enmienda consolida la revolución permanente, disponible en http://anzoateguivive.com/2009/01/22/%C2%A1la-enmienda-consolida-la-revolucionpermanente/

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