Por Nancy Sartelli y Diana Mejillones – A partir de la muestra organizada por el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero pudimos ver este año la obra de la artista austríaca Gertrudis Chale, quien se trasladara a la Argentina en 1934, como consecuencia del ascenso del nazismo en Europa. Por iniciativa del Rector Aníbal Jozami y con curatoría de Raúl Santana, la exposición contó con pinturas, dibujos y algunos grabados realizados por esta artista europea radicada en Argentina. Recorriendo la muestra, vimos reflejada en sus trabajos la fascinación por las culturas aborígenes, en el clima de culto a lo exótico propio de los artistas europeos de principios de siglo. En 1945, después de viajar por el altiplano argentino, Chale recorre Bolivia, Perú y el Ecuador. En esta etapa la artista expresa –al decir del catálogo- “…un mundo donde pareciera que el tiempo ha dejado de pasar o de fluir…”.1 En efecto, la negación del movimiento que expresan las pinturas se hace evidente, sumiendo a los personajes en un clima metafísico y estilizado. Chale realiza este tipo de obras durante los años 1934 hasta 1954, y es de extrañar esta mirada presente en sus obras, ya que para el caso de Bolivia, estos años significaron tiempos prerrevolucionarios que estallaron en la revolución de 1952. Llama la atención esta mirada quieta de una sociedad que, en los hechos estaba sufriendo violentas transformaciones. La obstinación por lo inmutable, la fascinación por extraer de la vida en movimiento un estático arquetipo latinoamericano entra en contradicción con la propia historia de los personajes.
¿Quién fue Gertrudis Chale?
Gertrudis Chale nació en Viena (Austria) en 1898. De familia judía burguesa, su apellido fue Schalle, que en alemán significa “cáscara” o “piel”. Apellido que luego la misma artista “americanizaría” cambiándolo por Chale; palabra que evoca a chala, la lámina vegetal que envuelve el maíz. Se formó profesionalmente en la Universidad de Artes y Oficios de Viena, para luego perfeccionarse en Alemania. A mediados de 1920, en Suiza, comienza a realizar trabajos de publicidad, así como luego lo haría en su traslado a París. Contrae matrimonio en España, y ante el ascenso del nazismo y la inminencia de la Guerra Civil Española, en 1935 viaja a Argentina, pasando antes por Bolivia.
Al poco tiempo se divorcia y se instala en Quilmes, límite entre la zona rural y urbana. En Buenos Aires, se relaciona con los artistas plásticos Basaldúa, Butler, Badi, Centurión, Conrado Nalé Roxlo así como con Oliverio Girondo, Raquel Forner, Alberto Birri, Gómez Cornet y otros. En 1945 inicia un viaje de 18 meses por Bolivia, Perú y el Ecuador, para registrar las costumbres y actividades de los indígenas. En Bolivia, junto con Raquel Forner y J. C. Castagnino, organiza una muestra de obras realizadas en Argentina, en donde continúa relacionándose con los medios intelectuales y artísticos. En 1954 Chale muere en un accidente aéreo, en la provincia de La Rioja.
Su obra
La muestra constó de 100 obras, entre ellas dibujos, pinturas y algunos grabados. Dividida en tres etapas, la primera brevemente remite a los puertos de Buenos Aires y acusa las influencias del surrealismo europeo: soledad y melancolía pintadas con una paleta armoniosa. En la segunda etapa, continúa esa tendencia por lo surreal, pero esta vez tomando como objeto a los aborígenes del Altiplano. Allí prevalece el vacío de los paisajes llanos junto a la escasez de árboles, casas derruidas, algunos caballos, hombres y mujeres trabajando mientras miran al vacío en distintas direcciones. Los despoja de sus vestimentas tradicionales, para no caer, según ella, en lo “anecdótico”; para mostrar el sufrimiento de los personajes con una mirada poética y no con una mera superficialidad estética. En el tercer período, se puede observar la vida de los arrabales pobres y sus costumbres.
En todas las etapas, la artista se centra en lo desarraigado y lo desposeído, con un elemento común: la falta de tensión de los cuerpos en imágenes que parecen estar congeladas. A esta mirada inmutable, donde la espera es infinita y el mundo parece desorientado e inmóvil, Raúl Santana la relaciona con el pensamiento de Rodolfo Kush, expresado en el libro América Profunda. Aquí, el filósofo propone la categoría del “mero estar” de América, en contraposición con el “ser” occidental. El “estar” supone un situarse cerca de un centro donde se concentran y conservan energías mágicas y divinas que se deben respetar y conjurar. Por contrapartida, el “ser” se entroncaría con la ansiedad occidental de “ser alguien”: el deseo de colmar con contenido y significado un vacío íntimo del sujeto de Occidente. Sin embargo, creemos que más que esta tesis filosófica, la obra de Chale contiene, particularmente en su mirada sobre los indígenas del Altiplano, una variante de las contradicciones propias de los artistas europeos de entreguerras, trasladadas esta vez, a América. “Pienso que el ‘cómo’ se pinta no ha de restar su importancia al ‘qué’ se pinta […] representaré la tierra argentina como fenómeno integrador de América, en sus aspectos eternos e inmutables. […] Antes de pintar cosas de ambiente americano trato de vivirlas y de impregnarme de ellas. […] Tiendo que de mis cuadros trascienda un mensaje americano de nuestros tiempos y de nuestras latitudes”, diría Chale.
Otra vuelta de tuerca
Como vimos, Chale luego de sus viajes por Europa y su matrimonio en España, en 1935 huye del avance del nazismo y se refugia en Argentina, probablemente influenciada por la corriente de exilios que hemos mencionado. Aquí, despliega su accionar en relación a artistas vinculados con el eje impulsado por el PC. No sólo tertulias en la casa de Raquel Forner, sino exposiciones compartidas tanto con ella como con Juan Carlos Castagnino en 1945 y 1956, así como sus colaboraciones post-mortem en la revista de poesía Tarja, donde compartió tapas con Spilimbergo, Alonso, Castagnino y Policastro, entre otros. Si bien la totalidad de su obra muestra una variada influencia de las vanguardias europeas, Chale parece traer en su valija las contradicciones propias del novecentismo: aquella tensión entre el realismo y lo surreal marcado por Wechsler, el arcaísmo así como la sensación de melancolía, perplejidad y presagio son desarrollados por Chale, en sus obras de carácter latinoamericano, aquí teñidas de una celebración cósmica y metafísica. La búsqueda de un arquetipo latinoamericano en una entidad indígena -esencial e inmutable- no permitió ver a Chale el punto más avanzado de la dinámica la realidad latinoamericana que ella misma la recorría: la revolución boliviana. La “esencia” inmutable, se revelaba como la idealización mítica de siglos de sojuzgamiento. Esa realidad estaba siendo resquebrajada por el proletariado boliviano con la primera revolución proletaria de América Latina.2 Mientras los indígenas de Chale miran al vacío en su silencio mítico, en 1952, los mineros en armas cuelgan en los faroles de la Plaza Murillo al presidente “rosquero” Villarroel. Pero esta mirada de Chale -la búsqueda de una entidad ancestral por sobre la de clase- más que como actitud personal se evidencia como programática. El Partido Comunista Soviético, en su preferencia por una “revolución nacional” a una proletaria, impulsa la alianza con la burguesía populista boliviana, lo que termina derrotando la revolución. El mismo programa que llevaría a la derrota de la Guerra Civil Española y permitiría el triunfo del nazismo.
Mientras hoy, como aquella vez, el proletariado boliviano protagoniza un proceso revolucionario, el más grande en Latinoamérica y que jaquea la oleada de reconstitución de las burguesías nacionales, el Museo de la UNTref parece insistir con la mirada del “estar” estático latinoamericano. La disputa hoy por la revolución, sin embargo, vuelve a estar al día: al estar de Evo y su alianza con la burguesía nacional, se le opone el ser en movimiento del proletariado boliviano, que va por más, al grito de “Ahora es cuando”.
Notas
1Catálogo de la muestra Gertrudis Chale, el “estar” de América, MUNTREF, octubre 2006/marzo 2007.
2Justo, Liborio: Bolivia: la revolución derrotada, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2007.