La formulación lacaniana es absolutamente cierta, a condición de reconocer que le habla a su clase, la de los vendedores de aceite como su padre o los profesionales liberales, una clase en proceso irreversible de extinción.
Ricardo Maldonado
Grupo de Cultura Proletaria
¿Por qué la política necesita ser iluminada por el psicoanálisis hoy?1 Se titula una de las tantas homilías millerianas en los que un oficiante trasmite la verdad revelada a los fieles. En ésta, en sus escasos 4500 palabras se menciona 14 veces a Jaques Alain Miller (siempre así con el Nombre completo) Lacan viene lejos detrás con 5 (Freud ya quedó a la misma altura de Foucault con una sola mención)
Parece contradictoria esta sumisión, que haría enrojecer de envidia al mismo Padrecito de los Pueblos, y a la vez declarar que
“la revolución psicoanalítica” (sic) preserva “el lugar privilegiado de quien lleva su deseo, al no borrar su enunciación a favor de una enunciación común, abre el camino para que otros rebeldes se unan singularmente a la “revolución”
Esta combinación de sumisión e individualismo, autonomía y justificación en la autoridad de Otro, no es tan sorprendente si uno lee las homilías a la luz de la vida social.
Nadie puede impedir la práctica del psicoanálisis de manera privada y autorizado por sus propios criterios, por sus escuelas. No hay ninguna legislación que impida trabajar de esa manera. Los payasos, los animadores infantiles, los astrólogos lo hacen. Algunos pastores y algunas prostitutas también.
La cuestión es otra. El sistema de salud es un complejo sistema que mueve miles de millones de dólares. La asignación y distribución de ese dinero responde a las leyes económicas y su formalización en la legislación estatal. Toda la queja de los “practicantes del habla” se basa en querer sostener que
“como ustedes saben, para nosotros, después de Freud, la única verdadera formación de un analista es primero su cura. Esta formación particular está garantizada por el procedimiento del pase en nuestras Escuelas, pero, por supuesto, no se puede imaginar que el Estado pudiera participar de ninguna manera en este procedimiento, ni podríamos aceptar que el título de psicoanalista fuera proporcionado por las universidades”
Y a la vez, simultáneamente, que ese mismo estado asegure al conjunto de la población que el psicoanálisis es una disciplina válida, y que ese mismo estado incluya al psicoanálisis en el sistema de derivaciones, de cargos públicos (o privados regulados por las leyes estatales). Para decirlo en forma directa: eso es renegar de la castración, querer todo. Todos los derechos sin obligaciones. Las garantías estatales sin costos.
Basta seguir la genealogía del intervencionismo psicoanalítico en política para detectar la cortedad y el corporativismo de sus planteos:
“De hecho, los psicoanalistas del campo freudiano salieron de sus consultorios por primera vez hace más de quince años. En ese momento, la formación en psicoanálisis en Francia estaba amenazada. (…) cuando en 2003 un diputado de la Asamblea Nacional francesa quiso regular por ley la formación en psicoanálisis, argumentando que se trata de la protección de los pacientes contra los charlatanes, iniciamos una “guerra” contra esta voluntad”
A confesión de parte relevo de pruebas, no fue el desmantelamiento de conquistas históricas de los trabajadores efectuados durante los 90, o la degradación de la vida como efecto de estos recortes. No, fue un ataque a la formas de reproducción material de los propios psicoanalistas lo que los sacó de sus consultorios y los llevó a la “guerra”. Esto no habla mal de los psicoanalistas, sólo derrumba una supuesta extraterritorialidad social que se atribuyen. “No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia” (Marx)
En nuestro país esto no sucede porque no existe la profesión de psicoanalista sino la de psicólogo (o la de médico), que es regulada por el estado y aceptada por quienes trabajan dentro del marco teórico del psicoanálisis. Sin embrago se expresa en el absurdo combate contra la “ciencia” que emprenden vastos sectores del psicoanálisis que no es más que la expresión distorsionada del rudo combate por el reparto de los presupuestos y los honorarios de la rama salud.
Esto nos puede indicar por dónde debemos buscar la causa de este disparate. Hay una clase social que piensa exactamente así: la pequeño burguesía: No la burguesía que es la titular a cargo del estado que recauda los impuestos. Ésta, como clase, acepta la necesidad de solventar su estado, y someterse a él (aunque a título individual le quiera hacer “trampa”)
La pequeño burguesía, la clase de aquellos que poseen medios pequeños de producción en los que trabajan, sostenidos centralmente en su propio trabajo, es la clase del justo medio. Su posición social lo exige, por eso su accionar es pendular. La teoría de los dos demonios expresó ese pendular en el terreno de los DDHH al despuntar de la democracia alfonsinista. En el año 1968
“Lacan se enfrenta a estudiantes provocadores, (…) Así, les dice: “Como revolucionarios, aspiran a tener un maestro, ustedes conseguirán uno”. Así, la revolución no es un verdadero llamamiento al cambio. Está atrapada en el discurso del amo contra el cual se levanta”
¿Qué quiere decir esta afirmación? Que como clase, no tienen nada que proponer. O se está bajo la organización social de la burguesía o se está bajo la organización social del conjunto de la clase trabajadora. La formulación lacaniana es absolutamente cierta, a condición de reconocer que le habla a su clase, la de los vendedores de aceite como su padre o los profesionales liberales, una clase en proceso irreversible de extinción: sus elementos más acomodados se elevan a formar parte de la burguesía y los menos afortunados son llevados a integrarse en la clase obrera, a vender su fuerza de trabajo.
Nadie lo expresa mejor que Jorge Alemán en Argentina en su negativa formular un programa político definido (y abrazarse en cambio al pasado en la forma de imprecisos y supuestos “legados y tradiciones”) “no creo que haya realidad que vaya a coincidir con lo que estoy pensando” La idea que no hay formulación social en la que se expresen mis necesidades es solamente la manera ideológica de expresar que se pertenece a una clase sin futuro y por lo tanto sin propuesta. Eso significa para un pequeño burgués que la revolución no es un verdadero llamamiento al cambio, no al que él desearía, no un cambio imposible que humanice al capital sin abolirlo. Todo este movimiento de auto defensa de un sector de clase amenazado se expresa en Francia en la
“La movida Zadig” (Zero Abjection Democratic International Group). Una red de múltiples grupos que tendrán como objetivo dar una dirección a la continuación de la campaña. (…) Su principal principio de orientación es la brecha abierta en el discurso del Amo. La afiliación a “La movida Zadig” no requiere otro compromiso que el de no ser miembro de un partido político. Esto es para asegurar que cada miembro tenga la posibilidad de orientarse en términos de su propia “luz interior” – una expresión elaborada por Simone Weil”
Hay otras organizaciones cuya pertenencia exige no pertenecer a un partido político, y son precisamente los partidos políticos. Pertenecer a uno implica no pertenecer a otro. Zadig no es un intento de dar lugar a la luz interior sino pergeñar un movimiento corporativo político cuyos intereses no se pueden formular como programa político porque son imposibles, consisten en la tutela del estado para garantizarle (a los psicoanalistas) una absoluta libertad individual, el sueño de un liberal cocainómano.
NOTAS
1 Todas las cursivas pertenecen al mencionado artículo: http://ampblog2006.blogspot.com.ar/2017/09/por-que-la-politica-necesita-hoy-ser.html o http://www.lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2015/02/LQ-474.pdf Salvo la de Marx (de la Contribución a la Crítica…) y la de Jorge Alemán (de Horizontes neoliberales de la subjetividad)