¿De desocupados a colonos? El Estado ante los desocupados rurales en Entre Ríos, luego de 1930

en El Aromo nº 99/Entradas

Repoblar el campo es una consigna que hoy se tiñe de progresismo y hasta es reivindicada por la izquierda. Pero, al igual que ayer, la propuesta esconde el deseo burgués de “hacer que los propios desocupados se procuren sustento” y “alejar a tantos desesperados de la válvula peligrosa de las ideas subversivas.”

 

 

 

 

Rodolfo Leyes

Grupo de Investigación sobre la Clase Obrera-CEICS


Cada tantos años, cuando la crisis crónica de la Argentina sale a superficie, alguien recuerda los años dorados de la Argentina agroexportadora. Los años de colonizaciones agrícolas con extranjeros que llegaban a estas tierras con el sueño de ascender socialmente. Un ciclo que se cerró hacia 1910.

El MOCASE, el PCR, incluso el PO han planteado a lo largo de los años una “reforma agraria” al estilo decimonónico, con reparto de tierras y la constitución de pequeños propietarios organizados, en el mejor de los casos, en cooperativas. Eso no es socialismo, sino reformismo burgués. No solo eso, sino que detrás de las políticas que intentan “repoblar el campo” se esconde el programa del enemigo. Los radicales entrerrianos recurrieron a estas medidas cuando quisieron desembarazarse de los desocupados que reclamaban ayuda social en las ciudades.

 

¿Qué hacer con los desocupados?

 

El fenómeno de la desocupación es complejo. En otro artículo, mostramos cómo la desocupación en la provincia de Entre Ríos –como en buena parte de la pampa húmeda- se debió a la temprana conformación de una sobrepoblación obrera. Dicho de otro modo, era consecuencia de la mecanización la expulsión de miles de obreros. Sin embargo, la burguesía se preguntaba qué hacer con los desocupados. Su pregunta no tenía por causa una preocupación humanitaria, sino el temor a los desmanes que aquellos pudieran producir.

Una de las respuestas fueron los planes de colonización, que alejaran a la mano de obra sobrante de las ciudades. Algunos sectores de la clase dominante informaban:

 

“En casi todos los pueblos donde se ha prestado alguna atención a la desocupación, se ha encarado el problema con medidas elementales: ollas populares, suministros, reparto de víveres. Actitudes generosas, pero insuficientes, y que más bien sirven para dilatar el mal, en lugar de contenerlo […] En Alemania, en cambio, se ha optado, muy cuerdamente, por un recurso que ha de resultar de excepcional eficacia: hacer que los propios desocupados se procuren sustento […] el gobierno alemán ha resuelto radicar a 100.000 desocupados, con sus respectivas familias, en pequeños lotes de media hectárea cada uno, ubicados en tierras fiscales […] afincando siquiera a medias a esos menesterosos y desplazarlos de la congestionada atmósferas de las grandes ciudades. Doble beneficio, del que se deriva otro no menor; alejar a tantos desesperados de la válvula peligrosa de las ideas subversivas, a las que suelen aferrarse como último recurso.”

 

Radicales reformistas

 

Las propuestas tuvieron eco. En el año 1934, los radicales de Entre Ríos intentaron su plan más ambicioso para la luchar contra el despoblamiento rural –una de las formas en las que se expresaba la desocupación- y contener a la fuerza de trabajo en ese ámbito. Se buscó, a través de un plan de ventas de lotes a precios arreglados y 15 años de cuotas. la constitución de “Colonias oficiales”, diferentes a las colonias agrícolas clásicas, formadas desde mitad del siglo XIX.

El modelo de colonización agrícola planteado pretendía imponer una nueva forma de vida rural, centrado en el trabajo cooperativo, el desarrollo de la técnica, escuelas rurales que capacitaran a los hijos de los colonos, la actividad productiva de estilo granjera, la constitución de un Consejo Agrario para dirimir los pleitos y políticas a seguir en las colonias. En el artículo 8 de la ley de Colonización Oficial se expuso la prioridad por los trabajadores de la provincia, los colonos sin tierra y los hijos de colonos a la hora de otorgar las tierras.  El plan mayor fue llamado de Transformación Agraria. En un extenso editorial de El Diario, de Paraná –órgano informal del radicalismo provincial- se decía:

 

“Cada kilómetro cuadrado de tierra inculta que en las zonas fértiles de la provincia exhibe el portento enmarañado de la maleza, que multiplica estérilmente sus frondosidades, es una acusación permanente a la queja del hombre de la ciudad que se lamenta de falta de trabajo. Porque todos los hombres desocupados de todas las ciudades o villas y aldeas de la Provincia no bastan a satisfacer las exigencias que reclaman las zonas incultas donde la reja del arado no sepultó jamás su abrillantado filo […] El sistema de colonizaciones ha cambiado fundamentalmente en consonancia con las necesidades de las épocas, que no son de falta de braceros, como en tiempos más venturosos, sino de exceso de ellos, y que no son de falta de producción, sino de exceso de ella. El maquinismo desplazó al obrero e hizo en una hora lo que diez hombres no hacen en un día. La técnica, al aplicarse a los cultivos, conquistó con los de carácter intensivo al máximo de producción y ésta, en vez de atender a la necesidad de la demanda, la excedió y al excederla provocaba automáticamente la desvalorización del producto.”

 

El autor anónimo de esta editorial plantea una propuesta política clara: hay que transformar a los desocupados en colonos. Las primeras cuatro colonias que se fundaron en 1934 fueron: Colonia Oficial Nº1 Chajarí, de 4.605 hectáreas; Colonia Oficial Nº2 Raíces, de 5.656; Colonia Oficial Nº3 Tacuara, de 2.600 y Colonia Oficial Nº4 de María Grande, con 12.663. Al año siguiente, se agregó la Colonia Oficial Nº5 de Yeruá, con 4.097 hectáreas. Finalmente, en 1936, se compraron 5.814 hectáreas en el departamento Uruguay y se fundó la Colonia Oficial Nº6.

Esta idea fue retomada en 1937, por el Ministro de Hacienda de la provincia que en una notificación al director del departamento de agricultura y ganadería expresó que era interés del gobernador resolver la desocupación obrera rural por medio de la “micro-organización”, otorgando tierras fiscales de la colonia Centenario, propiedad del Estado provincial:

 

“En los centros rurales y en los alrededores de las ciudades, vegetan hombres aptos deseosos de emplear sus energías que carecen de ocupación útil. Muchos de ellos se trasladan a las provincias vecinas en busca de  trabajo. Y nada mejor que iniciar un plan racional de explotación intensiva de las tierras fiscales apropiadas para el fomenta de la chacra de subsistencia que facilite la estabilización de nuestros jornaleros, mejore el estándar de vida y transforme la fisonomía de los alrededores de las ciudades.”

 

Para 1942, vivían en las Colonias Oficiales 4.127 personas de 496 familias. En su gran mayoría argentinos, pero también ruso-alemanes, italianos, polacos y alemanes. En solo un año, 1943, la población de las colonias se había reducido en más de un 16%, perdiendo casi 700 habitantes. Hacia finales de los cincuenta estas colonias habían casi desaparecido. Los recientes “colonos” seguramente siguieron ellos también el camino de la emigración que tantos desocupados entrerrianos recorrieron. Estos planes de colonización no representaban otra cosa que el proyecto de confinar a la población desocupada en zonas rurales donde pudieran sobrevivir, en forma miserable, sin demandar recursos al estado. Pero la gente no es tonta y sabe que en la ciudad tiene más oportunidades. El destino de estas colonias era el despoblamiento. Lo único que podría haberlo evitado era un plan de contención compulsivo de la población en el campo, al estilo del modelo Chino.

 

Otro discurso, el mismo objetivo

 

La pobreza rural resulta más barata, a la hora de asistir, que la urbana. Por ello, ante la presencia de desempleo estructural, la burguesía prefiere mantener a los obreros en el campo, instalados en miserables parcelas, donde cultivos de autosubsistencia permiten al menos reducir los subsidios del Estado. Este proyecto radical exponía en forma abierta las intenciones de la burguesía de ahorrarle plata al estado y alejar a los desocupados de las ciudades, donde son más peligrosos. Hoy, es levantado con un aura progresista, pero el objetivo sigue siendo el mismo. Tratando a unos como obreros y a otros como campesinos, se fragmenta el movimiento piquetero. Al sostener que con programas como “Pro huerta” del INTA, la población pobre puede acceder a una alimentación “diversificada y saludable” se atribuye a los desocupados (urbanos o rurales) la responsabilidad de asegurarse su propio sustento. Repoblar el campo ha sido siempre una propuesta reaccionaria, solo una izquierda que no conoce la historia, ni donde está parada, puede defender esa consigna.

 

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