El peronismo realmente existente. Fragmento del prólogo a «Telefonistas. Las obreras torturadas bajo la primera presidencia de Perón» de Marcial Luna

en El Aromo n° 100/Entradas

Marina Kabat

Grupo de Investigación del Peronismo

Entre las realidades menos conocidas de la vida política argentina está el peronismo realmente existente, la verdad histórica del peronismo. Varios libros editados por Ediciones RyR intentan echar luz sobre él. El último en salir a la luz, este año, es “Telefonistas. Las obreras torturadas bajo la primera presidencia de Perón”, de Marcial Luna. Reproducimos fragmentos del prólogo.


La mayoría de los libros sobre el peronismo y la clase obrera estudian el proceso que desemboca en el 17 de octubre. Esta bibliografía se concentra en el acercamiento de Perón a los sindicatos, a través de la Secretaría de Trabajo y Previsión, las nuevas leyes laborales y la movilización obrera por la libertad de Perón. Esta preocupación ha dado lugar a una de las discusiones más prolongadas de la historiografía argentina, conocida como el debate sobre los orígenes del peronismo.

Resulta llamativo que la trayectoria del movimiento obrero bajo los gobiernos peronistas no haya generado una discusión similar ni haya concitado equivalente atención. Este dispar tratamiento quizás se deba a que el 17 de octubre y las mejoras laborales otorgadas durante 1945 en medio de la lucha por el acceso al poder resultan una mejor propaganda para el peronismo que su obra de gobierno. Cabe señalar que las principales concesiones al movimiento obrero datan de este momento inicial previo a la llegada de Perón a la presidencia: el aguinaldo, la extensión de la ley 11.729 (un antecedente de la ley de contrato de trabajo), el estatuto del peón rural. Podría decirse que este período, pese a la gigantesca represión a la que estuvo asociado, resulta más apropiado para el marketing que el posterior. Al peronismo le conviene publicitar la ley 11.729 (estabilidad laboral, vacaciones pagas) y no sus intentos de flexibilizarla en el Congreso de Productividad; citar el texto del Estatuto del Peón rural original, en vez de su reglamentación restrictiva bajo la presidencia de Perón. Tiene mayor rédito mencionar el salto en la cantidad de acuerdos gremiales homologados por la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión que la clausura de la negociación colectiva al implementarse el Segundo Plan Quinquenal, y así sucesivamente.

 

Más allá del 45: el peronismo y el movimiento obrero

 

Los primeros años de su gobierno Perón los dedicó a saldar batallas internas. En primer lugar, organizó el peronismo como partido único y desplazó a los laboristas díscolos que no quisieron subsumirse en su proyecto. Los laboristas eran el conjunto de dirigentes sindicales que habían apoyado a Perón durante el gobierno militar, y que habían organizado el 17 de octubre movilizando a sus bases y conformado luego el Partido Laborista para apoyar la candidatura de Perón. Tras las elecciones Perón ordenó la disolución de este y otros partidos que lo habían apoyado. Algunos dirigentes laboristas resistieron la medida a la vez que intentaron mantener cierto grado de autonomía en el manejo de la CGT. Esto convirtió a los principales líderes laboristas, como Cipriano Reyes y Luis Gay en el blanco privilegiado de la represión peronista. Como esta represión a los dirigentes gremiales que habían impulsado al peronismo no podía hacerse en forma abierta, el gobierno recurre a una organización parapolicial de derecha, la Alianza Libertadora Nacionalista, para hacer gran parte del trabajo sucio.1

Como contrapartida, esta batalla contra el laborismo generó una suerte de impasse en la persecución comunista iniciada por el gobierno militar de 1943 (en el que Perón ocupó el triple cargo de ministro de Guerra, vicepresidente y secretario de Trabajo y Previsión).Este impasse favoreció al comunismo, justo cuando este reveía su política hacia el peronismo e impulsaba el entrismo de sus activistas dentro de los gremios peronistas. Pero, en la medida en que Perón disciplina a sus propios partidarios y controla con manos férreas las riendas de su propio movimiento, queda liberado para proseguir la tarea de limpieza anticomunista iniciada bajo el gobierno militar.

Por el mismo motivo, Perón no puede, en sus primeros años de gobierno, controlar al movimiento obrero del modo que hubiera querido. Mientras organizaba su partido y descabezaba al laborismo, no podía abrir en forma simultánea otro frente de combate. En consecuencia, al inicio de su mandato se vio obligado a dejar actuar el movimiento obrero. Mientras organizaba sus propias filas el movimiento obrero arrancó con sus luchas más conquistas de las que el gobierno hubiera querido concederle.

Gracias a ello, la actividad obrera garantiza, por una parte, que las leyes generales ya dictadas se apliquen en forma efectiva al vencer mediante huelgas la resistencia patronal y la indiferencia del gobierno. Por otra parte, también a través de huelgas triunfantes obreros de los sectores mejor posicionados logran beneficios adicionales que se plasman en los convenios colectivos. Los salarios reales suben, empujados tanto por la elevación de sus montos nominales como por fuertes subsidios a los bienes de consumo obrero, como la carne y el trigo. Perón deja hacer, a la vez que espera el momento para ajustar cuentas.

Esta dinámica se va a modificar en 1949, cuando las nuevas condiciones económicas y políticas habilitan una redefinición en las relaciones del Estado y el movimiento obrero. Perón ya tiene ganada la partida dentro de su propio movimiento. En 1949 Perón se encuentra con las manos libres para implementar el ajuste. Pero la reducción salarial y el cercenamiento de derechos obreros no son medidas dolorosas tomadas bajo el peso de la crisis de 1949. Por el contrario, estos objetivos habían sido fijados con antelación, cuando el horizonte económico argentino aún lucía despejado. En 1947 Perón les decía a los ministros de Hacienda provinciales:

 

“Hablando con toda franqueza, con palabras llanas, como debemos hablar, puedo decirles que el plan quinquenal, además de todos los objetivos que persigue, tiene otros dos que son ocultos, pero no por eso menos importantes que los demás, que tienden a corregir dos gravísimos defectos del pueblo argentino… Nuestro pueblo está formado por vagos. Esta es la realidad. Aquí no trabaja sino el que tiene mucha necesidad de hacerlo siempre con el menor esfuerzo posible para producir lo indispensable a fin de poder subsistir. (…) Ningún Ministro de Hacienda del futuro podrá agradecernos si no comenzamos por tratar que el pueblo argentino trabaje tres o cuatro veces más de lo que lo hace actualmente, tanto cuantitativa como cualitativamente.”2

 

Sin embargo, como buen estratega, Perón espera el momento adecuado para disciplinar a los trabajadores y exigirles más trabajo por los mismos o menores salarios. Por eso, planteaba la necesidad de preparar el clima antes de introducir cláusulas de productividad en los convenios:

 

“Yo estoy preparando ese asunto. Esa es una finalidad a la que debemos llegar pero esa iniciativa va a nacer muerta si no preparamos el clima y hoy el clima no está preparado para eso. Por más que lo hagan los metalúrgicos, los demás gremios lo resistirán y entonces hay que ir preparando suavemente el ambiente, que es lo que haremos antes de comenzar la campaña por la producción. (…) hay que preparar el ambiente y eso lo voy a hacer personalmente yo, si es necesario porque es lo más importante que tiene en este momento el país. Cuando todo eso esté listo vamos a iniciar de conjunto la campaña por la producción para que los obreros rindan.”3

 

El cumplimiento de estos planes requería de la colaboración de la burocracia sindical. En un primer momento Perón intentó colocar figuras adictas al frente de la CGT, pero fueron derrotadas por los candidatos del laborismo. Contra los designios de Perón, el dirigente telefónico Luis Gay es electo Secretario General de la CGT. Después de que Gay resistiera los intentos de intromisión oficial, Perón logró desplazarlo a través de falsas acusaciones y presiones al resto de la dirigencia. En su remplazo asume Aurelio Hernández, luego relevado por José Espejo. Desde entonces, la CGT siguió en gran medida las directivas oficiales asumiendo la represión como tarea propia a partir de la intervención de los gremios que se apartaran de la senda señalada. En un primer momento, este mecanismo era empleado para dirimir disputas internas. Pero, a partir de 1949 cuando el régimen revirtió su política tolerante ante las huelgas, la CGT aumentó su función disciplinaria. Como señala la historiadora canadiense Louise Doyon, a partir de 1948 las intervenciones se originan en su mayoría en huelgas. Entre 1948 y 1950 la CGT interviene a los obreros textiles, bancarios, estibadores, panaderos, azucareros, frigoríficos, gráficos, trabajadores del cuero y marítimos que estaban en huelga.4

La crisis de 1949 brinda al gobierno la ocasión hacer públicos sus planes. Comienza la campaña por la producción. Varios gremios pierden conquistas recientemente ganadas: los panaderos retornan al trabajo nocturno, el pago a destajo vuelve a ser legal en el gremio del calzado y los obreros del gremio frigorífico pierden muchas de sus conquistas. En otros gremios las derrotas implican retrocesos en el terreno gremial-organizativo más que en el terreno de las condiciones laborales. Este es el caso de los telefónicos.

A principio de 1949, los telefónicos iniciaron también un movimiento de reclamo en demanda del cese de la intervención de su gremio por la CGT, jornada de 6 horas por trabajo insalubre, escalafón y salarios. Si se piensa en el contexto que describimos, en el cual uno de los principales objetivos estratégicos de Perón es incrementar la productividad, puede comprenderse que el reclamo de las seis horas de trabajo estaba destinado a chocar contra el rechazo oficial. Para disolver el conflicto el gobierno detiene a los principales activistas, la mayoría mujeres, y tortura a muchas con picana eléctrica. Una de ellas, que se encontraba embarazada, pierde a su hijo. Un tiempo después Perón concede el escalafón por decreto. No es un caso excepcional: entre 1949 y 1950 son derrotadas las huelgas de los obreros azucareros, frigoríficos, gráficos y ferroviarios. La derrota de importantes huelgas durante 1949-1950 en medio de una violenta represión, que causa, por ejemplo, el asesinato de Antonio Aguirre en Tucumán tiene un efecto disuasorio sobre otros gremios que piensan dos veces antes de emprender una medida de lucha.5

Se inicia así un período de reflujo en las luchas obreras. El ausentismo obrero desciende: de un nivel 9,3 ausentes por 100 trabajadores en 1949, se baja a solo7,6 ausentes en 1952. La caída es más marcada cuando se examina solo el ausentismo por huelgas: de 0,9 en 1949 a solo 0,2 en 1952. La merma del ausentismo por enfermedades y motivos particulares no es tan marcada, pero es de todos modos importante, lo que señala un incremento de la disciplina laboral hacia inicios del segundo gobierno peronista.6

En este contexto de retroceso obrero, Perón impone en 1950 una pauta de negociación bianual para los convenios colectivos. En 1952, cuando los convenios debían renegociarse Perón establece una suerte de pacto social, por el cual postergó por otros dos años la negociación colectiva. Recién en 1954, cuando los salarios acumulaban un fuerte deterioro se reabre la negociación colectiva lo que da pie a importantes conflictos, como el de metalúrgicos. Si bien la mayoría de los gremios consigue aumentos salariales superiores a la pauta propuesta en un principio por el gobierno y la patronal, no se logra revertir la caída salarial acumulada desde 1949, por lo que el nivel salarial en 1955 era equivalente al de 1946.Lejos habían quedado los altos salarios de los primeros años de gobierno. Además, en gran parte de los casos estos acuerdos se incorporan clausulas asociadas al aumento de la productividad que el gobierno y los empresarios buscaban. Un análisis de los convenios colectivos firmados en 1954 es concluyente: aparecen mecanismos de flexibilización horaria bajo la forma de equipos con turnos rotativos de trabajo, jornadas de trabajo que no se miden en forma diaria, sino en base al promedio semanal de horas trabajadas y artículos que establecen la obligatoriedad de la realización de horas extras, si el empleador lo requiere. También se observa que los empresarios logran imponer en distintos grados la polifuncionalidad, lo que aparece mediante cláusulas que fijan la obligatoriedad de realizar tareas complementarias a la propia. Además, en distintos gremios se firman cláusulas de compromiso, donde las partes manifiestan su voluntad de promover incrementos de la productividad y se obligan a obrar conforme a ello. Por último también se esboza un avance empresario en torno a una reglamentación de las comisiones internas que, si bien sanciona derechos obreros, restringe y busca encauzar en forma institucional el accionar de estos organismos.7

 

La Sección Especial de la Policía en la estructura represiva peronista

 

En los últimos años, algunos conflictos obreros bajo los dos primeros gobiernos peronistas han recibido atención y existe un mayor número de publicaciones sobre la temática. Sin embargo, la mayoría de ellas parece ceñirse al ámbito laboral donde se desarrollan las huelgas y deja de lado o subestima el peso del manejo de los medios, la represión estatal o paraestatal, que incide en el desarrollo de los conflictos estudiados. La obra de Marcial Luna, se concentra en estos aspectos a menudo desdeñados por otros autores. A partir del análisis de la huelga de obreras telefónicas de 1949 también examina cómo se construyó el marco legal que amparó la represión al movimiento obrero. Para ello analiza también las discusiones producidas al debatirse la nueva Constitución de 1949 que excluyó el derecho a huelga y dio jerarquía constitucional a la ley de residencia (usada para expulsar del país a dirigentes obreros de origen extranjero).

Marcial Luna detalla la estructura y los procedimientos de la Sección Especial de la Policía, ejecutora directa de las torturas a las huelguistas telefónicas. Señala también que la dirección política de este departamento estaba a cargo de Guillermo Solveyra Casares. Detengámonos unos minutos a analizar ¿quién fue este hombre y qué rol cumplió dentro del gobierno peronista?

Desde 1943 Guillermo Solveyra Casares organiza la represión al comunismo en Chaco. En los archivos secretos y reservados del Ministerio del Interior hay numerosos documentos que detallan los procedimientos realizados por Gendarmería en Chaco. A su vez, testimonios de ex detenidos describen la brutalidad de los procedimientos y la ferocidad de las órdenes impartidas por Solveyra Casares. Cinco militantes comunistas son asesinados, se producen cientos de detenciones y torturas.8

Por este desempeño, en 1945 Solveyra Casares es citado por Perón, en ese entonces Ministro de Guerra y empiezan a conversar la creación de un organismo especial dedicado a combatir al comunismo. Un año más tarde, cuando Perón ya es presidente, Solveyra Casares pone manos a la obra. Desde la Casa Rosada organiza la “División Información Política”, dedicada a combatir el comunismo y la radicalización del movimiento obrero.

En sus inicios, la División Información Política actuaba en el marco de la SIDE. Pero en 1949, se independiza y pasa a depender en forma directa de Perón. No resulta casual que en el preciso momento en que el gobierno refuerza la represión al comunismo y al movimiento obrero, la División Informaciones Políticas adquiera mayor jerarquía.

Es posible, inclusive, que haya una relación entre este paso y la detención y tortura de las telefonistas, ya que ambos hechos son prácticamente simultáneos. Las telefonistas son detenidas el primero de abril de 1949. Solo cinco días después Guillermo Solveyra Casares envía un telegrama al Ministro del Interior con la instrucción de que se le consulte cualquier medida de represión al comunismo, puesto que la División de Informaciones Políticas, dirigiría desde entonces todas las acciones contra el comunismo.9 Esto parece indicar que la detención y tortura de las huelguistas telefónicas no constituye un caso más, sino que marca el inicio de una política más agresiva en cuanto a la represión del movimiento obrero, etapa signada también por cambios importantes en la estructura de las fuerzas represivas.

 

El síndrome 17 de octubre y una verdad que siempre parece inoportuna

 

Desde que me he sumergido en el estudio de este período no dejo de formularme la misma pregunta: ¿por qué estos hechos no se conocieron antes? ¿Por qué recién ahora alguien estudia la huelga, el proceso represivo y su ocultamiento? Existe un déficit notable de las generaciones pasadas que no responde a cuestiones técnicas de archivo, sino a posicionamientos ideológicos.

Tras la caída del peronismo con el golpe militar de 1955 y su posterior reconstitución, la izquierda ha procurado no repetir el “error” del 17 de octubre. Teme cuestionar al peronismo y parecer “gorila”. Es decir, prefiere callar las torturas y asesinatos de militantes de izquierda que cuestionar al peronismo del 45.10A este temor a enfrentar el peronismo lo hemos denominamos el síndrome 17 de octubre.11

Por su parte, intelectuales y medios asociados al peronismo impulsan una fuerte censura a cualquier cuestionamiento: formular estas críticas en el momento en que gobierna el peronismo equivale a intentar debilitar un gobierno nacional y popular. En tanto hacerlo cuando otra fuerza política detenta el poder significa debilitar a la oposición y distraerla del enfrentamiento con su verdadero enemigo. Desde esta perspectiva, no importa quién gobierne, cuestionar al peronismo y exponer su represión al movimiento obrero resulta siempre inoportuno. Por ello, se requiere cierto coraje intelectual para enfrentar este clima ambiente como lo hace Marcial Luna.

Es significativo que la obra de Marcial Luna no sea fruto de un autor de trayectoria exclusivamente académica. Quizás esto se deba al fuerte influjo que el kirchnerismo tuvo sobre los círculos universitarios, como a la tendencia propia del ámbito académico a asumir posiciones poco polémicas que faciliten la carrera personal. En los últimos años, algunos conflictos obreros bajo los dos primeros gobiernos peronistas han recibido atención en el ámbito. Sin embargo, la mayoría de ellas parece ceñirse al ámbito laboral donde se desarrollan las huelgas y deja de lado o subestima el peso del manejo de los medios, la represión estatal o para estatal, que incide en el desarrollo de los conflictos estudiados. Se destaca como progresivo en sí mismo que figuras vinculadas con los sindicatos, como Borlenghi, tuvieran un papel significativo en el gobierno. No comprenden que estas personas son en realidad los ejecutores más consecuentes de la política represiva, a la vez que su coartada más eficaz.12

La obra de Marcial Luna que aquí presentamos se concentra en estos aspectos a menudo desdeñados por otros autores. A partir del análisis de la huelga de obreras telefónicas de 1949 examina cómo se construyó el marco legal que amparó la represión al movimiento obrero. Para ello analiza también las discusiones producidas al debatirse la nueva Constitución de 1949 que excluyó el derecho de huelga y dio jerarquía constitucional a la ley de residencia. En particular señala el rol destacado que tuvieron los representantes de origen sindical junto a otros como John William Coocke, vinculados a la “izquierda peronista”, en argumentar en defensa de esta estructuración represiva de la Constitución de 1949.

 

Represión en democracia

 

El autor de la obra se pregunta si a la luz de los estudiados casos puede considerarse a los primeros gobiernos peronistas como gobiernos democráticos. La pregunta parte de un presupuesto falso, que supone que democracia y represión son contrarias y excluyentes. Ya hemos abundado en este prólogo en lo que refiere a la represión bajo los dos primeros gobiernos peronistas. Las víctimas del tercer gobierno peronista son conocidas, así como la relación de Perón con la Triple A.13 No es una cuestión ideológica, algo similar puede afirmarse de Yrigoyen, quien es responsable de la represión de la Semana Trágica, La Patagonia Rebelde y de otros conflictos menores en los que fuerzas estatales o grupos parapoliciales asesinan trabajadores.14 En un período más reciente, el kirchnerismo es un ejemplo de la continuidad de la política represiva. Solo en el primer gobierno de Néstor Kirchner hay ocho obreros asesinados.15

La falsa idea de que la represión es algo exclusivo de los gobiernos no democráticos fue instalada con fuerza en el momento de la reapertura democrática. Esto permitió el pleno restablecimiento de la hegemonía burguesa al generar confianza y expectativas en la democracia burguesa. Esta misma idea busca ser recreada en la actualidad por el kirchnerismo cuando acusa a Macri de “ser la dictadura” por su fuerte represión. Esta idea, de nuevo supone que la democracia es incompatible con la represión y, por otro lado, que los gobiernos democráticos anteriores, dígase el kirchnerismo, no reprimieron.

El hecho de que figuras que aparecen como las más democráticas o populares de la historia Argentina como Perón o Yrigoyen hayan sido grandes asesinos de obreros debería de una vez por todas desterrar la ilusión de que más democracia capitalista nos resguardará de detenciones arbitrarias, torturas, asesinatos. Mientras exista, la clase dominante siempre defenderá sus intereses a través de la violencia. La intensidad con la cual la despliega depende del grado de desafío que enfrenta. La democracia burguesa no ha evitado nunca el ejercicio de la represión capitalista. Para la clase obrera, el único reaseguro contra la represión es la eliminación del sistema social basado en el antagonismo de clases y en el dominio burgués. Es decir, la construcción del socialismo.

NOTAS

1La alianza se ocupaba desde abuchear a los dirigentes sindicales en actos públicos hasta atentar contra su vida. Furman, Rubén: Puños y pistolas. La extraña historia de la Alianza Libertadora Nacionalista, Buenos Aires, Sudamericana, 2014.

2Archivo General de la Nación, Archivo Intermedio, Fiscalía Nacional de Recuperación Patrimonial (AGN, AI, FNRP), com. 21, caja 14, expte. 103.098, 3° cuerpo, “Discurso del Excelentísimo Sr. Presidente de la Nación, en su entrevista con los ministros de Hacienda de las provincias”, 29/11/1947, pp. 2 y 3 del documento.

3“Reunión del Consejo Económico Nacional, 18/7/1947, en el salón de acuerdos, casa de gobierno, 17 hs”, AGN, AI, FNRP, com. 21, caja 25, expte. 103.099, 3° cuerpo, fs. 16 y 17 (p. 9-10 del doc.)

4Doyon, Louise: Perón y los trabajadores. Los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-1955, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, pp. 312 y 313.

5Doyon, op. cit., p. 304.

6Kabat, Marina: PerónLeaks. Una re-lectura del peronismo en base a sus documentos secretos, 1943-1955, Buenos Aires, Ediciones ryr, 2017,pp. 171 y ss.

7Ídem. pp. 205-207.

8Ídem, cap. 1.

9Guillermo Solveyra Casares, Presidencia de la Nación, División Informaciones, carta dirigida al Sr. Ministro del Interior, Buenos Aires, 6/4/1949. AGN, AI, Fondo Ministerio del Interior, Expedientes confidenciales, secretos y reservados, caja 88, expediente 58.

10Un caso elocuente de este encubrimiento es el libro del Partido Obrero El Partido Obrero y el peronismo, publicado por el Equipo de Prensa Obrera, en 1983. Ver nuestra crítica en Kabat, Marina: “El Partido Obrero y el peronismo. Crítica a una delimitación a medias”, en Razón y Revolución, n° 30,1° semestre de 2017.

11Ver: “Editorial. Contra el síndrome 17 de octubre”, Razón y Revolución, n° 30,1° semestre de 2017.

12Schiavi, Marcos: El poder sindical en la Argentina peronista, Buenos Aires, Imago Mundi, 2013, p. 77.

13Bufano, Sergio y Lucrecia Teixidó: Perón y la Triple A. Las veinte advertencias a Montoneros, Buenos Aires, Sudamericana, 2015.

14Bilsky, Edgardo: La semana trágica, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2011 y Sartelli, Eduardo: “Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemónica (1912-22)”, en Razón y Revolución, nº 2, 1996. Disponible en: http://razonyrevolucion.org/Revista/RyR30/Ponce.pdf

15Perrotat, Juan y Santiago Ponce: “La represión estatal y paraestatal contra la clase obrera bajo el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007)”, en Razón y Revolución, n° 30, 1° semestre de 2017. Disponible en: http://razonyrevolucion.org/Revista/RyR30/Ponce.pdf

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