El hilo de la vida. Humberto Costantini, narrativa y revolución – Rosana López Rodriguez

en El Aromo nº 53

humberto_constantini Humberto Costantini, Cuentos completos.

 Uno de los mejores exponentes de la literatura argentina y, al mismo tiempo, uno de  los  menos reconocidos, Humberto Costantini, no tiene todavía una edición completa  de sus  obras. Ediciones ryr sacará a la luz el próximo mes un primer volumen con la  totalidad de los  cuentos del gran escritor. En esta sección de El Aromo ofrecemos al  lector un adelanto,  compuesto por un fragmento del prólogo de Rosana López  Rodriguez y un cuento de  Costantini.

Humberto Costantini, único hijo de una familia proveniente de Italia, de origen judío  sefardí, nació el 8 de abril de 1924 en la capital argentina. Pasó su infancia en el barrio  porteño de Villa Pueyrredón, pero su profesión, médico veterinario, lo llevará a  radicarse por un tiempo en Lobería, provincia de Buenos Aires. Casado con Nela Nur  Fernández, tuvieron dos hijas, Violeta y Ana. En 1953 regresó a Buenos Aires donde, dos años, después nacería el último hijo del matrimonio, Daniel. En el duro oficio de mantener una familia, el de “veterinaria” fue sólo uno de los varios que debió desplegar. La literatura sería, por el contrario, una pasión permanente.
La escasa consideración que Costantini ha merecido por parte del gran público argentino contrasta, sin embargo, con su éxito internacional. De dioses, hombrecitos y policías vendió un millón de ejemplares en la entonces U.R.S.S. y La larga noche de Francisco Sanctis ya llevaba, en 1987, cuatro ediciones en inglés, una en noruego y otra en hebreo. El resto de su producción conoció también otros países y diversos idiomas: alemán, finlandés, polaco, búlgaro, ucraniano, sueco.
En 1987 falleció dando una dura batalla contra una enfermedad que le dejaba poco tiempo para lo que más quería: escribir. No por casualidad, su última hora le llegó en eso: solía decir que mientras no terminara la novela en la que estaba entusiasmado, no se iba a morir. Lamentablemente, no fue así y nos dejó inconclusa la historia de una prostituta judía atrapada en las redes de la Zwi Migdal, dos tomos aún inéditos con título La rapsodia de Raquel Liberman. Sin embargo, contra toda tristeza y toda tragedia, su pronóstico se ha cumplido, porque su escritura nos ha dejado un hombre que nunca terminará de morir. Entre 1924 y 1987, su vida y esa obra.
Su primera publicación fue un libro de cuentos, De por aquí nomás, en 1958. Los que siguieron (1963) fueron los de Un señor alto, rubio, de bigotes. Un año después llegó el teatro, con Tres monólogos (“Estimado prócer”, “La llave” y “Un señor alto, rubio, de bigotes”). Su primer poemario data del ’66, Cuestiones con la vida. Otro libro de cuentos sale a la luz en el ’67, Una vieja historia de caminantes. Háblenme de Funes, de 1970, constaría de tres novelas breves, como veremos, con modo en disputa: prosa poética o poesía narrativa. En 1973, escribió el Libro de Trelew, un homenaje épico a los compañeros fusilados el 22 de agosto de 1972 en la cárcel homónima. Más cuestiones con la vida es el segundo libro de poemas, del año 1974, una edición aumentada de la primera, con varias revisiones. Fue el número 5 de la colección La pluma y la palabra, de la editorial Papeles de Buenos Aires, dirigida por Roberto Santoro. Bandeo (1975) es la última colección de cuentos publicada antes del exilio, en junio de 1976. De dioses, hombrecitos y policías, una novela escrita en la dictadura, mientras el autor se veía obligado a escapar de la persecución política, a vivir en la clandestinidad y a contar a los compañeros caídos, se publicó en México en 1979. Ésta, como en su momento Mascaró, de Haroldo Conti, compañero de militancia, fue Premio Casa de las Américas en 1979.
En México volvió a la producción teatral con Una pipa larga, larga con cabeza de jabalí de 1981, una obra para niños que ese mismo año recibió el Premio Nacional de Teatro. Su segunda novela, La larga noche de Francisco Sanctis, de 1984, precedió la publicación de los cuentos de En la noche, un año más tarde. Dos de ellos ya habían sido premiados: “Cacería sangrienta o la daga de Pat Sullivan” había ganado el Concurso Hispanoamericano de Cuentos de Puebla (en 1978) y “Fin de semana”, el de la revista Plural, en 1982. Durante su exilio dirigió talleres literarios, fue secretario de redacción de unomásuno desde el momento de su fundación en 1977, e hizo programas en radio.
Regresó al país en 1983, trayéndose Chau, Pericles, que se editó en 1986 junto con sus otras obras teatrales. Una reflexión acerca de la devastación de la sociedad y la cultura argentinas después de los ’70, de cuya superación Costantini se manifestaba pesimista: “los griegos están esperando desde hace 2.500 años la repetición de su prodigio. Nosotros, que hemos gestado hechos como un cuento de Borges, un tango de Arolas, una zamba de Dávalos y Falú, ¿podemos estar tan seguros de que esos lujos de la cultura argentina volverán a repetirse?”1 Sin embargo, ya en el país, el autor reconocerá su fe recobrada por la democracia burguesa, insinuando una respuesta positiva.2
Costantini, un apasionado de la “música ciudadana”, también compuso letras de tango y milongas, algunas de las cuales llegaron a grabarse. Una de ellas puede apreciarse en la página cultural de La Razón, de 1985, donde se publicó la “Milonga de aquella yunta”, con música del compositor Osvaldo Avena, donde se canta el encuentro entre “Mate Cosido” y Juan Bautista Bairoletto.
Escritor por vocación, Costantini se involucró activamente en política desde su época de estudiante universitario, ligado al Partido Comunista y enfrentado a la Alianza Libertadora Nacionalista, una agrupación de derecha católica que funcionó como fuerza de choque del peronismo. Así y todo, mantuvo serias discrepancias programáticas en torno a la dirección burocrática y stalinista y, finalmente, abandonó el partido.
También desarrolló una importante actividad gremial, en particular, en la SADE. En 1973, se presentó a elecciones como candidato a presidente por la lista Movimiento de Escritores por la Liberación Nacional. El vicepresidente, Raúl Larra. Los secretarios, Juan José Manauta y Roberto Santoro y el tesorero, un poeta cuya desaparición hemos sufrido recientemente, Julio César Silvain. Lubrano Zas, Armando Tejada Gómez y Marcos Silber también integraban la lista. Dos años después participó como vocal titular con la Agrupación Gremial de Escritores, un frente cuya lista estaba encabezada por Elías Castelnuovo y Bernardo Kordon. El candidato a secretario era David Viñas; el resto se integraba con Roberto Santoro, Alberto Luis Ponzo, Rafael Vásquez, María Rosa Oliver, Iverna Codina, Héctor Borda Leaño, Carlos Alberto Brocato, Alberto Costa, Luciana Daelli, Guillermo Harispe, Isidoro Blaistein, Hebe Benasso, Hugo Ditaranto, Martín Campos, Simón Kargieman, Lubrano Zas, Nira Etchenique, Liliana Heker y María Cristina Taborda. En ninguna de las dos ocasiones ganaron.
Con relación a su militancia partidaria, ya por esta época formaba parte del PRT, al igual que Conti y Santoro. Amenazado, dejó el país por ocho años. Una vez de regreso, se lo escuchó esperanzado. La apertura democrática después de la derrota de los ’70 fue, para muchos artistas e intelectuales que habían luchado por una sociedad distinta, una forma de creer que no se había perdido todo. En sus últimas declaraciones queda claro que Costantini había abandonado, junto con el largo sufrimiento y la distancia, la identidad política que había abrazado en los ’70, aunque seguía convencido de la necesidad de un mundo mejor.
Aun así, su literatura traiciona las ideas políticas de su última etapa. Plena de confianza en la vida, la narrativa de Costantini reivindica el movimiento y la transformación y da testimonio de rebeldía frente al poder y el statu quo. “¡Diga algo doctor!”, perteneciente a su primer libro de cuentos, es prueba de lo que decimos.

NOTAS
1 Clarín Revista, edición nº 14.048, s/f.
2 “Quizá esta visión apocalíptica ya haya envejecido: la democracia –por suerte- nos devuelve la fe.” Mercado¸ 5 de abril de 1984.

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