Hay que dejar de ir a las elecciones simplemente a conquistar o retener bancas. Hay que usarlas para agitar la única salida posible a la debacle política y económica que estamos asistiendo: el Socialismo. Por sobre todo, es necesaria una unidad de comando, no para un comité de campaña, sino para una estructura política.
Por Guido Lissandrello – Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina-CEICS
El tan mentado 2019 ya llegó. Un año electoral que coincide con una profunda crisis económica, la cual obligó a acelerar los tiempos de un ajuste que avanza a machetazos. Eso coincide, a su vez, con una profunda crisis política que golpea al conjunto de los partidos patronales. Se trata, entonces, de una excelente oportunidad para la intervención política de la izquierda revolucionaria, donde lo electoral puede ser un terreno para la agitación socialista.
Si bien las elecciones nacionales están pautadas para agosto (primarias), octubre (generales) y noviembre (ante un probable balotaje), diversas provincias adelantaron sus elecciones locales. Tenemos allí un interesante termómetro para analizar el desempeño de la izquierda y proyectar su futuro. Si nos guiamos por los pocos balances que la izquierda hizo hasta el momento, todo parece marchar más o menos como siempre. Sin embargo, un análisis atento a los resultados muestra un escenario muy diferente, sobre el cual merecen hacerse algunas consideraciones.
Comencemos por aclarar los tantos. Al momento de escribir esta nota se realizaron ocho elecciones provinciales, para elegir autoridades ejecutivas y legislativas locales. Cuatro de ellas fueron primarias: San Juan, Chubut, Santa Fe y Entre Ríos. Las otras cuatro fueron directamente generales, pues las provincias donde tuvieron lugar no se rigen por las PASO: Neuquén, Rio Negro, La Pampa y Córdoba. La izquierda (del FIT a los partidos del finado IFS) participó en todas.
De campañas y “candidates”
Sería lógico que esta nota comenzara reconstruyendo el contenido de las diferentes campañas provinciales. Pero lo cierto es que nos obligaría a un aburrido ejercicio de repetición de lo que hemos señalado en una multiplicidad de notas desde, al menos, 2011. Brevemente. La izquierda que se pretende revolucionaria no hace campaña agitando lo que se supone que realmente defiende: una sociedad diferente, el Socialismo. No explica nuestras miserias cotidianas como resultado de una forma de organización social, sino como resultado del “mal capital”. No lo dicen así, claramente. Pero se trasluce sin mayores dificultades en sus consignas.
Por caso, la propuesta del PTS de “Declaración Política” del FIT lleva por consigna central: “Derrotemos al FMI, Macri y los gobernadores. Que la crisis la paguen los grandes empresarios, banqueros y especuladores. Por un gobierno de los trabajadores.”[1] Todo el asunto se reduce al gobierno actual (sin mencionar a las oposiciones burguesas de recambio) y no se denuncia a la clase social culpable de todas nuestras penurias. De hecho, si se lee bien, se la está exculpando en la medida que el problema está en los “grandes” (los chicos y medianos, no), y los banqueros y especuladores (los patrones de la producción, no). No es toda la clase, son algunos. La propuesta del PO no cae en afirmaciones tan groseras,[2] pero muestra la otra pata del problema. Lo que se agita es, en el mejor de los casos, un programa sindical y reformista: no pago de la deuda, salario igual a la canasta familiar, 82% móvil, anulación de tarifazos, tierra y vivienda, etc. El Socialismo, como siempre, bien gracias. Habrá que ver cómo es la versión final de la declaración, ya sabemos que desde el 2015 el que comanda todo es el PTS y que el PO ha soportado varias humillaciones solo por el hecho de estar.
Sin embargo, esto no es lo peor. La realidad es que la letra de estos documentos ceden en los spots, afiches e intervenciones televisivas de campaña frente a las consignas más marketineras y vacías de todo contenido político. En Río Negro, por caso, Santillán del PTS pidió el voto para “representar la voz de los que no tienen voz”, Bregman la acompañó denunciando a los “políticos de siempre” que “gobiernan para las multinacionales”[3] y Del Caño agregó que “somos la única fuerza que va a defender los derechos de las mujeres, los trabajadores y la juventud”.[4] Dar voz y defender derechos, para eso existiría la izquierda revolucionaria…
El PO, que por momentos parece querer despegarse de la orientación del PTS y darle mayor agitación a la consigna “Que la crisis la paguen los capitalistas” no tiene, sin embargo, empacho en volcarse a la campaña marketinera si eso puede salvarlo de quedar afuera. En Santa Fe insiste en la apelación a la lástima, propia del “milagro para Altamira”, con un “Somos la izquierda, tenemos que estar”. En Córdoba dan un paso más y han lanzado el “Ahora, nosotres” junto a la Asamblea de Mujeres y Diversidades en apoyo al FIT. El MST, que muestra menores niveles de originalidad y ha hecho escuela en oportunismo, realizó una campaña que rejunta los peores vicios del FIT. En Neuquén tomo la consigna con la que el PTS jubiló a Altamira: “Renovar la Izquierda”.[5] En Chubut adoptó el latiguillo posmoderno con el que el partido de Del Caño hizo punta en la campaña “identitaria”, pero, eso sí, el MST la hizo aún más “inclusiva”: “Con les trabajadores, las mujeres y la juventud ¡Dar vuelta todo!”.[6] No podían faltar las frases vacías como la consigna entrerriana de “Hacer posible lo necesario”.[7] Qué es lo necesario, no sabemos. Todo muy claro…
Mención aparte merece la novedad de las candidaturas de la política de la identidad. Por un lado, les ha vuelto como boomerang la defensa del “cupo de género” que algunos partidos de izquierda defendieron y que, ahora, por ese mismo criterio, listas del MST en Entre Ríos y del PO en Misiones fueron rechazadas por la Justicia Electoral. Por el otro, emergieron nuevas “candidaturas inclusivas”. Por ejemplo, el PTS colocó como candidata a la legislatura provincial de Río Negro a Laura “Xiwe” Santillán, e hizo campaña invitando a “Conocer a Laura “Xiwe” Santillán, la candidata mapuche del FIT Río Negro”,[8] nieta de “una generación mapuche que fue despojada de sus tierras”.[9] En Córdoba llevan tres candidatas trans, de la agrupación del LGBTI del PO (“1969”) para hacer oír “la voz de las disidencias sexuales por la inclusión laboral trans y la adhesión a la Ley Nacional de Identidad de Género.”[10] Algo similar ocurrió con el MST en Entre Ríos, todo lo cual viene a confirmar que la izquierda argentina ha comprado en serio la teoría queer con tal de tener algún voto más.
Los números
Vayamos ahora a ver los resultados de la izquierda en estas elecciones provinciales, comparados con el desempeño en las legislativas nacionales de 2017. Comencemos por Chubut. Allí se presentó el PO –no existe el FIT dado que solo tiene presencia una fuerza que lo compone- y el MST. En las PASO de 2017 el PO había obtenido 10.856 votos que equivalían a un 3,6%. Este año obtuvo 8.709 votos, un 2,8%. Una caída. Al MST no le fue mejor. En 2017 había conquistado 9.102 votos, un 3%, para este año caer a 8.709 votos, un 2,8%. No hay nada que festejar aquí.
Sigamos con Río Negro. En esta provincia compitió el FIT, el NMAS y el MST. Estos últimos ya rompieron el IFS. En 2017 el FIT obtuvo 14.586 votos, un 3,81%, mientras que este año alcanzó los 11.041 votos, un 2,86%. En 2017 el IFS había obtenido 7.162 votos, un 1,87%. Este año el MST recibió 4.881 votos, un 1,27%, y el NMAS 4.523, un 1,17%. Acá hubo un crecimiento. Habría que decir, de todos modos, que si hubiera habido PASO, los dos se hubieran quedado afuera. Con todo, el desempeño general de la izquierda en Rio Negro mostró un retroceso.
Veamos Neuquén. Allí se presentó el FIT y el MST. El primero obtuvo este año 19.034 votos, un 5,19%, mientras que en 2017 había alcanzado los 24.333 votos, un 6,67%. En cuanto al MST, en 2017 el sello Nueva Izquierda había obtenido 6.937 votos, un 2,5%. Este año obtuvo 3.566 votos, un 0,97%. Estamos hablando de una pérdida importante. Todo esto tiene explicación. En 2017 se usó el sello electoral del MST (Nueva Izquierda), pero se hizo campaña como IFS porque el NMAS tiene presencia en la provincia. Este año, el frente se rompió. El NMAS no llegó a presentarse solo y el MST no superó las PASO. Gran negocio hicieron… De conjunto, en esta provincia hubo también un retroceso.
No es menos desalentador el panorama en Santa Fe y Córdoba. En la primera provincia, el FIT pasó de 39.848 votos a 24.557 (0,92%), una pérdida que ronda el 40%. Mientras que el MST obtuvo yendo solo 14.141 votos (0,53%). No es posible en este caso comparar con 2017, porque en aquellos comicios el partido de Bodart fue en alianza con el PCR, Unidad Popular, Patria Grande y PSA. Pasando en limpio, la izquierda santafesina no pasó las PASO. En la provincia mediterranea, como dijimos, hubo directamente elecciones generales. Allí el FIT confirmó su tendencia a la caída: pasó de 67.081 (3,29%) a 59.375 (3%). El MST obtuvo 36.543 votos (1,84%) y el MAS 7.705 (0,39%), contra los 41.741 votos (2,03%) que habían obtenido juntos en 2017. Estos cerca de 2.500 votos “nuevos”, no compensan una caída general de la izquierda que se ubica aproximadamente en los seis mil votos.
Concluyamos el análisis con tres provincias en las que sólo participó el MST. En Entre Ríos, esta fuerza obtuvo 13.744 votos, un 1,71%. Sin embargo, en 2017 había alcanzado los 30.857 votos, un 3,74%. De pasar cómodo las PASO, a pasarlas con lo justo. Una caída del 55%. Un desplome muy grande. Sin embargo, aún más notable fue la caída en la provincia de La Pampa. Para 2017, el MST había conseguido en las generales 4.257 votos, un 2%. Ahora, obtuvo apenas 1.545, es decir, el 0,71%. Acá se perdió casi el 65% de los votos. Más llamativo aún es que el PTS no haya podido siquiera presentarse, cuando en 2017 había obtenido 4.063 votos, un 1,9% (para ese entonces, ya el PO había perdido su legalidad en la provincia y por eso no se presentó el FIT como alianza electoral). Una pérdida completa del caudal electoral que el MST tampoco pudo capitalizar. En San Juan, el MST pasó de 6.799 votos a 4.002 (0,92%), mientras que el FIT que en 2017 había obtenido 6.187 votos, esta vez ya ni siquiera participó.
Digamos, además, como evaluación general que en todas estas elecciones el kirchnerismo ha participado. Como Frente para la Victoria en Río Negro, como Frente Patriótico Chubutense en Chubut, como Unidad Ciudadana en Neuquén, integrado al PJ amarillo en Entre Ríos o apoyando a candidatos que la izquierda juzga como conservadores y que constituirían una agachada del “progresismo” (Schiaretti en Córdoba o Perotti en Santa Fe). En todos los casos, la izquierda experimentó un retroceso. Esto debiera ameritar un replanteo de la estrategia de marchar con los K, callarse los crímenes de los K y evitar nombrar a los K para ganar a las bases K… Como vemos, el resultado es el inverso: el kirchnerismo se reconstruyó en parte gracias a la izquierda que dice combatirlo.
Para pasar en limpio el panorama: el FIT perdió 44.238 votos, las fuerzas del viejo IFS 22.895 y la izquierda en conjunto unos 67 mil votos. Estamos hablando de una caída de aproximadamente un tercio del caudal electoral. Es cierto que la masa de votos que recibieron es tan baja, que los porcentajes de caída resultan engañosos. Se ha perdido mucho, sí, pero sobre una base pequeña. Es que en realidad, lo realmente importante no está en lo que se perdió sino en lo que no se ganó. Como indicamos al comienzo, estamos en medio de una fabulosa crisis económica y política. En el 2000, por caso, la izquierda logró un crecimiento político notable en el medio de un desplome general. Hoy, con esa experiencia acumulada y en un escenario de deterioro económico y político, los partidos no despuntan siquiera en el plano electoral. Al contrario, se estancan y retroceden. Hay un universo enorme de descontento por conquistar, pero los partidos se niegan a ello porque creen que el Socialismo es piantavotos. Mejor callarse la boca y retener las bancas. Así las oportunidades pasan (e, incluso, las bancas se pierden).
El silencio de los corderos
Vayamos a examinar los balances que realizaron los partidos. En líneas generales, la izquierda prefirió callarse la boca. En realidad, algo un poco más grave. Han hecho algunos balances de las elecciones, pero los hicieron viendo la paja en el ojo ajeno y se les escapó la viga en el propio. En sentido estricto, no se les escapó, decidieron apostar a la ya clásica máxima “si no lo miro, no me pasa”. Como vimos, el retroceso fue importante, y ameritaría un balance serio. No para desmoralizar a la militancia, pero sí para relanzarse sobre nuevas bases. Pero la izquierda no quiere eso, sigue pensando solo en retener lo conquistado.
El MST y NMAS hace rato que están apostando a su ingreso en el FIT. Después de haber creado un frente para rivalizar con él, no tener suerte y haberlo disuelto sin demasiada explicación, ahora piden entrar. Por eso todos sus balances han puesto los cañones allí. El MST, analizando las elecciones de Río Negro y Chubut insistió en que la división de la izquierda le impidió posicionarse como una alternativa en crecimiento y complotó contra la posibilidad de disputarle mejor a los partidos patronales.[11] En este sentido, la unidad de la izquierda podría generar un hecho político con un efecto multiplicador en los resultados. Digamos entre paréntesis que en Entre Ríos, donde la responsabilidad de la unidad era del MST (pues no existe el FIT allí), el partido no hizo absolutamente nada para promoverla. Si nos lo hubieran propuesto, Razón y Revolución podría haberse sumado a la campaña, siempre y cuando agitara el socialismo. Pero el MST no hace lo que le reclama a las demás fuerzas. Volviendo a sus balances, las elecciones en general se sintetizan en “macrismo en crisis, PJ-FPV en retroceso y desafíos en la izquierda.”[12] El NMAS, a propósito de las elecciones en Río Negro, se pronunció en el mismo sentido, llamando a la unidad de la izquierda con la idea de “unificarse para ser alternativa”.[13]
Párrafo aparte merece el balance particular que el MST realizó sobre su desempeño electoral en Entre Ríos. El partido de Vilma Ripoll señaló: “nuestra fuerza logró superar las PASO y quedar como la tercera lista en las categorías de gobernador y diputadas provinciales.”[14] Sin embargo, luego se vieron obligados a aclarar lo obvio: “superamos al Partido SER (con base en sectores evangélicos y del peronismo que fueron parte del Massismo), a la Confederación Vecinalista, y a ambas listas internas del Partido Socialista que tomadas individualmente apenas superaron el 1%.” En realidad el balance del MST es falso. En primer lugar, porque la tercera fuerza fue el Partido Socialista, que obtuvo para diputados un 2,11% contra el 1,71% del MST. El partido de Bodart solo la supera si cuenta por separado las dos listas que se presentaron dentro del sello del PS. Respecto de las fuerzas que quedaron detrás del MST, este solo le sacó una ventaja de 1.024 votos a la Confederación Vecinalista y casi 2.500 al Partido SER. Estamos hablando de un 1,71% para el MST contra 1,59% del vecinalismo y un 1,41% del SER. Diferencias insignificantes que no ameritan siquiera a hablar de una “cuarta fuerza”. De hecho, no existió una “tercera fuerza”. En la provincia todo el voto se concentró en los principales partidos patronales, que obtuvieron cerca del 90% del apoyo del electorado. Es curioso, porque el MST en Río Negro y Neuquén, criticando al FIT por no haber promovido la unidad de la izquierda, realizaba el siguiente balance: “Acá tampoco sirve el slogan ‘somos 4º fuerza’ porque eso es una verdad parcial y muy limitada que esconde la incapacidad de generar una alternativa mayor.” De te fabula narratur…
Finalmente, el balance del MST recurre a diversos artilugios que ocultan muy mal un retroceso notable, un desplome, que debería ameritar más que la negación, una reflexión profunda sobre lo que se está haciendo.
Sigamos con los balances del FIT. El PTS analizando los resultados de Neuquén señaló que “fueron derrotados el macrismo y el kirchnerismo y el Frente de Izquierda conquistó dos bancas en la Legislatura.”[15] Aclaremos que esa “conquista” en realidad es la conservación de las dos bancas que ya tenía. Ellos mismos acaban por reconocerlo algunas líneas después cuando señalan que “El Frente de Izquierda y de los Trabajadores defendió su espacio político”. En Río Negro señalaron que el FIT se posicionó como alternativa,[16] mientras que en Chubut señalaron que el PO se posicionó como “cuarta fuerza”.[17] No hubo, más allá de esto, un balance más amplio sobre los partidos patronales, ni que decir sobre el propio retroceso.
El PO hizo un balance más general, señalando que “Las primeras elecciones adelantadas han sido una expresión del derrumbe del macrismo, de un lado, y de los límites inocultables del kirchnerismo para canalizar esa declinación política.”[18] En este punto, un balance similar al MST. Sobre su propio desempeño, indicó: “el Frente de Izquierda defendió su votación y sus posiciones parlamentarias en Neuquén. Con una implantación previa menor, obtuvimos el cuarto lugar en Río Negro y Chubut, donde superamos el piso prescriptivo de las PASO”. No parece que el FIT haya “defendido” sus votos, por el contrario, tuvo una significativa pérdida, como explicamos. Seguir insistiendo, a 8 años de existencia del FIT, que para el frente es un logro “superar las PASO”, es cuanto menos, poner la vara muy baja y conformarse con niveles de votos cercanos al error estadístico o la marginalidad política. Un poco más sinceros fueron en el caso de Río Negro:
“Por su parte, toda la izquierda sumada ha hecho una elección modesta, obteniendo un 5% de los votos. De conjunto, se coloca medio punto por detrás de la elección realizada en 2017. […] Aunque la elección de la izquierda debe valorarse en un cuadro de fuerte polarización, los números de los comicios reflejan el extendido dominio político que los partidos de la burguesía aún mantienen sobre las masas, a pesar del brutal ajuste en curso.”[19]
Un balance más cercano a la realidad, pero que no concuerda con el que vimos que el partido realiza a nivel general. El panorama se alteró, sin embargo, con las evaluaciones acerca de las elecciones en Córdoba, que traslucieron, por la pluma de Altamira y de varios dirigentes provinciales, la “interna” cada vez más “externa” del PO. Remitimos al lector a la nota de Eduardo Sartelli en este mismo número, donde se examina el asunto.
En líneas generales, todos los partidos de izquierda acuerdan en señalar un deterioro notable del macrismo, producto del desgaste propio del ajuste, y retrocesos en el kirchnerismo, que tampoco despunta claramente como oposición de recambio. Aquí y allá señalan el peso del voto en blanco y/o del ausentismo. Pero no colocan ni al FIT ni al resto de la izquierda que participa de las elecciones en ese cuadro. Sin embargo, tal y como hemos visto, se ha producido un retroceso notable. Dicho de otro modo, la izquierda no solo no se posiciona como opción, sino que tampoco escapa al clima general de rechazo. Y no es difícil intuir la explicación a este fenómeno. La izquierda no es vista como opción, porque no se presenta de ese modo. No dice lo que se supone que quiere –el Socialismo- ni explica por qué existe la posibilidad de otro tipo de sociedad. Si para el grueso del electorado el macrismo o el kirchnerismo representa el mal menor, la izquierda aparece ante sus ojos como un mal innecesario e improbable. Porque efectivamente, los partidos que se llaman revolucionarios no actúan como tales, se han quedado de brazos cruzados en los peores momentos de la crisis y solo tienen para ofrecer campañas vacías o soluciones mágicas al ajuste (“rompamos con el FMI y se soluciona todo…”). Si no se abandona este rumbo es posible que el próximo “Que se vayan todos” los incluya.
La salida
La pregunta que queda es qué tipo de salida encontrará la izquierda al estancamiento y retroceso electoral en el que está sumergida. Y no es simplemente electoral. Ese plano es un reflejo de un empantanamiento político más general que se observa con nitidez en su incapacidad para intervenir decididamente en un contexto de crisis política y económica.
La respuesta probablemente se mantenga en el plano electoral. Como es de público conocimiento, desde el MST y el NMAS hace rato que se viene señalando la necesidad de la unidad. Vale recordar, porque los compañeros no lo hacen y no han dado explicaciones, que ellos ya hicieron un intento de rivalizar con el FIT (el efímero IFS) que terminó en un fracaso y su disolución. Para variar, no han hecho un balance del asunto. El MST incluso ha reconocido que hubo “reuniones e intercambios positivos” con el FIT, aunque “el debate todavía sigue al interior de algunas organizaciones”. Los compañeros no dicen de qué partido están hablando, pero si es el PO la cosa se destrabó. En su propuesta de Manifiesto Político llamó a “al resto de los partidos de la izquierda de nuestro país a conformar listas comunes de cara al próximo proceso electoral”. Para variar, una propuesta que inició el PTS y que al principio el PO se negó, pero luego tomó para ir una vez más a la rastra de Del Caño. La traba podría estar en IS, quien tendría un problema de “estacionamiento” con el MST dentro del FIT. Pero atento a los últimos resultados electorales generales de todas las fuerzas aquí analizadas, que hablan de un retroceso indiscutido, probablemente pese y juegue el último factor que puede llevar a las organizaciones más importantes de la izquierda argentina a unirse en un frente (electoral, obviamente) común: el espanto.
Pero esta unidad no significa nada, sino
es un relanzamiento sobre nuevas bases. Hay que dejar de ir a las elecciones
simplemente a conquistar o retener bancas. Hay que usarlas para agitar la única
salida posible a la debacle política y económica que estamos asistiendo: el
Socialismo. Por sobre todo, es necesaria una unidad de comando, no para un
comité de campaña, sino para una estructura política. Ese es el instrumento
necesario para que la crisis no termine en una nueva vuelta del espiral de
degradación de la vida, sino en un horizonte enteramente nuevo. Si la izquierda
no está a la altura de la tarea, habrá dado una nueva prueba de su inutilidad
histórica.
[1]http://bit.ly/2UxOAnz
[2]http://bit.ly/2UToy2R
[3]http://bit.ly/2ZuQkl3
[4]http://bit.ly/2W2t2AY
[5]http://bit.ly/2UYZRm0
[6]http://bit.ly/2VouIri
[7]http://bit.ly/2Dr2EJN
[8]http://bit.ly/2W3qkez
[9]http://bit.ly/2W5oJF4
[10]http://bit.ly/2IBX7nT
[11]http://bit.ly/2PqUt4U
[12]http://bit.ly/2L3dgom
[13]http://bit.ly/2DwRuTX
[14]http://bit.ly/2UU6pC3
[15]http://bit.ly/2UReG9S
[16]http://bit.ly/2UV7OZ4
[17]http://bit.ly/2VmLW8r
[18]http://bit.ly/2W15JY1
[19]http://bit.ly/2IE8vzB
No milito en ningún partido, sé que la izquierda no está tomando el camino correcto y entiendo los planteos de RyR, pero ustedes tampoco exponen un programa sino puras críticas. Pongan algo concreto punto por punto como se construye el socialismo y como lo hacemos para conseguirlo.
La sociedad Argentina en su mayoría es conservadora, peronista, católica y pequeño burguesa, reaccionaria. Cómo hacemos para romper eso?
Pasa que ustedes quieren conducir el FIT sin embarrarse las zapatillas y detrás de un teclado. Metan gente en las villas en los barrios y en las fábricas, no solo deben ser vanguardia intelectual universitaria sino obrera. Hagan un programa de transición socialista para la Argentina partiendo de que quiere el obrero argentino y a partir de ahí crecer hacia el socialismo.
Quieren sistema de partido único (sea centrismo democrático trosko o marxismo-leninismo llano y sincero) pero son fracciones.
No les da el cuero para otra cosa q no sea párrafos enteros de panfletos. Les encanta escucharse y leerse, son como pichoncitos de Kiciloff. Onanistas.
Que párrafos ociosos son los q forman esta nota, ehh.