El siguiente texto constituye la primera colaboración de miembros del actual CICSO en Razón y Revolución. La ocasión no podía ser mejor, en la medida en que este dossier está dedicado a la historia y la producción general del Centro. Aquí nos presentan un avance de investigación que aparecerá en el futuro como parte de un libro en elaboración.
Por Centro de Investigaciones en ciencias sociales (CICSO)
Presentación
Hemos sido
invitados a participar en un dossier de próxima aparición en la revista Razón
y Revolución. Para ello hemos decidido publicar un esbozo de
introducción (incompleta) que refiere a una investigación en curso y que será
editada en forma de libro el corriente año. Esta forma parte del programa
general de investigaciones de CICSO y su equipo, compuesto por H. Santella, C.
Guerrero, L. Palermo, F. Groisman, G. Mayer, J. Gonzales, J. Varela, y R.
Criado, se encuentra bajo la dirección de Beba Balvé. Desglosada en distintos
ámbitos de la realidad económico-social, se presentaron ponencias ante
Congresos y adelantos de la misma fueron publicados en la revista Critica
de nuestro Tiempo, tales como los ámbitos referidos a las Relaciones
Mercantiles (Trabajadores por cuenta propia); Industria y Clase Obrera, y el
sistema del trabajo asalariado. También se hizo un estudio y análisis crítico
del Censo Nacional de Población de 1991, puesto en relación con censos
anteriores, el que fue publicado en la revista Estudios del Trabajo, del
ASET (durante diciembre de 1999).
¿Qué problemas nos llevaron a construir este objeto de investigación? Y, finalmente, ¿cuál es el objetivo? El estudio acerca de la clase obrera argentina que conduce a delimitar el estado social. Hagamos un poco de historia. Hacia 1987 fui convocada por el entonces Instituto de Sociología de la UBA, para organizar un seminario de investigación con orientación marxista, acerca de la clase obrera. Este había sido un pedido de alumnos de esa carrera. Como investigación de carácter exploratoria, estudiamos las huelgas y sus formas llevadas a cabo durante 1985 y su relación con el sistema institucional y político, la que fue publicada en Cuadernos de CICSO bajo los títulos “La función de la huelga en el proceso de formación de una fuerza social” y “La ocupación de fabrica como forma de lucha obrera. El caso de Ford-Motors Argentina 1985”.
A partir de allí comenzamos a registrar las huelgas y conflictos llevadas a cabo por el movimiento obrero a partir de 1976. Recogimos toda información estadística tanto del ámbito oficial como privado y comenzamos a construir la información de base en dato, construyendo gráficos según territorios, según formas de huelga, etc. A la vez, comenzamos a plantearnos los problemas de método, es decir, con qué criterio metodológico y conceptual abordaríamos la temática. Esto nos condujo, entre otros textos de Marx, Engels y Lenin a focalizar la atención en la Correspondencia de Marx–Engels y Miseria de la Filosofía. Este último texto, que trata acerca el excedente, su apropiación y distribución, nos alerta acerca de que si se quiere evitar el ideologismo, se debe organizar todo el sistema problemático en base a categorías económicas en tanto abstracciones de relaciones sociales reales, transitorias e históricas. A su vez, la disputa se encuentra centrada acerca de la masa de ese excedente y finalmente, que las fuerzas sociales se desenvuelven en dos ámbitos que deben ser diferenciados y medidos, y luego articulados. El de las fuerzas productivas sociales (del trabajo colectivizado) que se desenvuelven en la fabrica y el de las fuerzas sociales productivas que se desenvuelven en el ámbito de la sociedad. Es en este terreno plagado de contradicciones en donde se desenvuelve la lucha obrera. Es lo que expresa objetivamente, aunque ellos no sean conscientes, y hasta ahora, tampoco nosotros. Y bien. Decidimos primero investigar el desarrollo y/o desenvolvimiento del capitalismo en la Argentina, articulando categorías económicas para finalmente aplicar la formula que se encuentra en Miseria… acerca de la medición de fuerzas sociales productivas y fuerzas productivas sociales, lo que tomará forma del estado social.
Como en toda investigación, el ordenamiento en el proceso de investigación, no guarda relación con la estrategia de exposición. El fragmento del capítulo que presentamos inicialmente suponíamos que cerraba el trabajo. Hoy descubrimos que lo debe iniciar. Pero en principio puedo dar un esquema del contenido del trabajo: 1) El estado del arte de los estudios sobre la estructura económico–social en Argentina, 2) Localización de la posición de Argentina en el mercado mundial según la categoría económica división del trabajo: contradicción campo–ciudad, extensión de las relaciones salariales y dentro de estas, el peso de los asalariados de la industria; 3) la estructura económica–social según grupos sociales, su organización en agentes según las leyes de la distribución, análisis sector por sector según dos dimensiones articuladas: monopolización de los medios de producción y socialización del trabajo, culminando con un cuadro en donde se demuestra las distintas fases en que se encuentra la economía en su conjunto; 4) estudio del desenvolvimiento de las relaciones mercantiles y sus distintas personificaciones; 5) análisis de la industria manufacturera y del proletariado industrial, observado desde la producción ampliada de capital y 6) el sistema de trabajo asalariado desdoblado entre inversión productiva y no productiva de plusvalía y, finalmente, si el tiempo es la medida en el capitalismo y lo que sustenta la teoría del valor, se intentará aplicar la fórmula de Marx para ver la relación en el tiempo entre el desarrollo de las fuerzas sociales productivas y las fuerzas productivas sociales. Su relación y articulación permitirá demostrar si nos encontramos en una etapa de desarrollo capitalista con sus crisis de expansión ó, si en esta etapa de la fase imperialista, esta formación económica–social se encuentra en retroceso y descomposición. En una palabra. Determinar el Estado Social para luego descubrir la significación económica de la lucha obrera, en el marco de la lucha de clases y la lucha de clase del proletariado, despegándonos del fenómeno que nos aparece.
Toda esta exposición está puesta en función de que la parte de la introducción que presentamos, se encuentre articulada a un todo. Inicia el planteamiento de problemas de carácter estructural en donde las leyes generales del capitalismo, en estas circunstancias no tiene los efectos imaginados; analiza la génesis de los grupos económicos y finaliza con una medición en donde comienza a esbozarse el comportamiento de las fuerzas sociales productivas, su desarrollo y declinación. Esta investigación está a cargo del Colectivo Clase Obrera.
Beba Balvé
Directora de CICSO
Buenos Aires, Mayo de 2000
Introducción.
¿Que sucedió en el proceso de reproducción y acumulación del capital social en la Argentina entre 1970 y 1985? ¿Hubo desarrollo de las fuerzas productivas o estancamiento? ¿Desindustrialización o reestructuración industrial?. Plantear el problema en esas condiciones lleva, invariablemente, a la lectura parcial de lo ocurrido en el mejor de los casos, o en los peores, a una utilización ideológica de los datos. Es necesario salir de la simplicidad con que normalmente se plantea el problema del desarrollo, o destrucción de las fuerzas productivas y a su vez saber a que fuerzas productivas hacemos referencia.
En primer lugar, el desenvolvimiento de las fuerzas productivas se debe conceptualizar con relación a la caracterización de una etapa determinada; no se puede definir una etapa exclusivamente como de desarrollo o destrucción de fuerzas productivas, sin analizar las características económico-político estructurales y las diferentes relaciones que se establecen en el conjunto social. Cuando se plantea el gran desarrollo de las fuerzas productivas en la década del sesenta se lo plantea, en el contexto de caracterizar la etapa como de cambio de un tipo a otro patrón de acumulación muy particular:
“ En síntesis, la década del 50 marca el pasaje de una industrialización centrada en el liderazgo de las industrias productoras de bienes de consumo, basadas en una utilización extensiva de la mano de obra y probablemente en una organización social del trabajo relativamente poco compleja, a otra industrialización en la que el liderazgo provendrá de las industrias productoras de bienes intermedios y de capital, basadas en una utilización intensiva del capital y en una organización social del trabajo relativamente mas compleja”. [1]
Es decir, la producción industrial argentina pasa de la manufactura a la gran industria. De esta manera se explica y cobra significado el desarrollo de las fuerzas productivas, definiendo la etapa en que nos encontramos en el proceso de acumulación capitalista en la década del sesenta.
En segundo lugar, en la producción capitalista constantemente hay creación, desarrollo y destrucción de fuerzas productivas. Una de las leyes del capitalismo es el cambio constante de los métodos de producción y el aumento de su volumen:
“La contradicción, expresada en términos muy generales, consiste en que, de una parte, el régimen capitalista de producción tiende al desarrollo absoluto de las fuerzas productivas, prescindiendo del valor y de la plusvalía implícita en él y prescindiendo también de las condiciones sociales dentro de las que se desenvuelve la producción capitalista, mientras que, por otra parte, tiene como objetivo la conservación del valor-capital existente y su valorización hasta el máximo (es decir, la incrementación constantemente acelerada de este valor. Su carácter específico versa sobre el valor-capital existente como medio para la mayor valorización posible de este valor). Los métodos por medio de los cuales logra esto incluye la disminución de la cuota de ganancia, la depreciación del capital existente y el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo a costa de las fuerzas productivas ya producidas:”[2]
Por lo tanto plantear que hubo desarrollo o destrucción de fuerzas productivas, es en cierto sentido una afirmación tautológica, pues es una de las condiciones básicas del modo de producción capitalista. Lo que hay que describir y analizar es bajo que condiciones se desarrolla la reproducción y acumulación del capital en una determinada formación económico-social. Para ello primero hay que caracterizar los rasgos generales de la etapa en que se enmarca el estudio, caracterización que enlaza al periodo de análisis con el anterior, plantea los problemas y contradicciones de la etapa y genera las hipótesis de la evolución de esa estructura económica-social. Para el estudio de la estructura económica, hay que tener en cuenta varias cuestiones que se entrecruzan y relacionan entre sí, a nuestro entender las tres centrales son: 1) Las etapas en el desarrollo de la capacidad productiva y tecnológica, el desarrollo del mercado interno y su inserción en el mercado mundial. 2) Las distintas estrategias políticas económicas de las clases y sectores dominantes. 3) El origen (base y asiento) del proceso de industrialización.
El desarrollo de la estructura económico-social está determinado en líneas generales por la lucha entre dos estrategias que hacen a dos tipos de procesos en el desarrollo del capital industrial, representado en el terreno político e ideológico por dos corrientes: 1) Intervencionista: el estado aparece como agente central en el cuadro de la organización social, coordinando y dirigiendo las relaciones económicas; 2) Librecambista (laissez faire): En donde el mercado con la libre competencia, regula las distintas relaciones económicas.
Estos dos caminos recorren la historia del desarrollo de la gran industria, y son el resultado a las distintas problemáticas que determinados países debieron afrontar en el concierto mundial de naciones en los inicios de la revolución industrial. La primera desarrollada por Alemania debido a la necesidad de cerrar la brecha tecnológica y productiva con relación al desarrollo de la industria británica y su consecuente dominio del mundo. La segunda expresada por el desarrollo industrial de Gran Bretaña y E.U.[3] El resultado de estas “líneas” (causa y efecto de la lucha de clases) hace que se vaya construyendo en el tiempo, determinada articulación de relaciones que determinan las características generales de la estructura económica. Características que consta de tres instancias articuladas entre sí:
- Relaciones técnicas de producción: compuesta por un conjunto de actividades económicas que se van encadenando alrededor de la elaboración de numerosos bienes finales. La conformación específica de estas cadenas productivas esta determinada por la modalidad de acumulación dominante, que asimismo definen en el interior de cada una de ellas las actividades con capacidad de determinar el camino del excedente apropiado en el conjunto de la cadena en cuestión.
- Unidad económica que rige la modalidad de acumulación predominante en el sistema económico (grupos económicos), conjunto articulado de empresas ubicadas tanto en el ámbito de la producción como en el de la circulación. El movimiento del excedente (privativo de esta instancia), esta exclusivamente determinado por el grupo económico y consiste en la circulación del excedente entre las propias empresas de acuerdo con la estrategia de acumulación del grupo en cuestión. En el plano estructural esta instancia se manifiesta como una nueva articulación tanto dentro de una cadena como entre ellas, tratándose de vinculaciones ajenas a las relaciones técnicas y determinadas por la anatomía de los grupos económicos.
- Conjunción de los grupos económicos a través de las relaciones de capital que establecen entre sí (bloque estructural). En el marco del desarrollo de las fuerzas productivas y de sus propias estrategias de acumulación, los distintos grupos económicos efectúan una amplia gama de asociaciones de capital. Aquí se desarrolla un nuevo movimiento de excedente, a partir de la interacción, asociación de intereses y articulación de estrategias, se van sintetizando los intereses de las distintas fracciones de clases que detentan el poder económico, estableciendo una determinada relación (hegemónica o subordinada) al interior de los sectores dominantes.
El proceso que se desencadena entre 1974 y 1985 deviene de un largo camino de desarrollo, resultado de la articulación y relación de los distintos procesos mencionados, que se fueron plasmando, a través de la lucha de clases, según las leyes generales que rigen la evolución y desarrollo capitalista en relación con la inserción en el desarrollo capitalista mundial. No es nuestra intención realizar una caracterización del desarrollo histórico de la Argentina, pero es necesario establecer las líneas generales que han guiado nuestra evolución para entender el real significado de lo ocurrido en los últimos 20 años, a la vez que nos permitirá plantear nuestras hipótesis sobre lo ocurrido y las tendencias.
El modelo económico que se desarrolla en los comienzos de nuestro proceso industrial entre los años 1880 y 1920 es el conocido modelo “agroexportador”. En este periodo el desarrollo estuvo centrado en las empresas comerciales y agrícolas, en algún sector agro-industrial estratégico y complementario con el mercado capitalista mundial[4]. En este período nuestro desarrollo económico estuvo en el camino del “Libre Mercado”: es decir en relación y en función de las estrategias y necesidades de los capitales y mercados ingleses. En este período los capitales extranjeros y los distintos sectores sociales nativos se fueron vinculando y articulando, definiendo una compleja trama de intereses: económicos, sociales, políticos e ideológicos. En el transcurso del tiempo y con especificidades distintas otros intereses han pasado a formar parte de este territorio económico y social.
Ahora bien, en este modelo de desarrollo económico ¿qué papel juega la industria y el desarrollo del mercado interno?: un papel secundario. En estos 40 años el desarrollo del mercado interno fue escaso y muy lento, teníamos grandes fabricas vinculadas con la explotación agropecuaria (frigoríficos) al lado de talleres artesanales y de la importación de un innumerables cantidad de bienes y obviamente de energía. El desarrollo en la estructura económica entre 1923 y 1929 tuvo un punto de inflexión, que a partir de 1932, y en relación con los cambios en el mercado mundial, repercute en las orientaciones. En esta época ingresa capital extranjero que se invierte en industrias que apuntan al mercado interno, junto con el desarrollo de YPF y de manufacturas locales que pasan de ser talleres a fabricas.
Por ejemplo se radican en la Argentina: Ford Motors, Dupont-Nemour, R.C.A. Víctor, Ascensores Otis (todas de E.U.); Thyssen, fundición de acero (Alemania), Partridge Jones y John Haton fundiciones de acero (inglesas); Pirelli, Goodyear y Firestone en neumáticos; Johnson & Johnson, Parke Davis y Colgate Palmolive (farmacéuticas); Godde-Badin, Mondin Company y Seda Artificial Rhodiadeta (textiles francesas). En alimentos, Nestle (Suiza), Cinzano (Italia), Bols (Holanda) y Crosse & Blackwell (inglesa).[5]
Estos elementos indican que comienza un proceso de expansión del mercado interno en sus dos sentidos: en extensión por el desarrollo de nuevas ramas, y en profundidad por la aparición de industrias en el sector de medios de producción. Se desarrolla la reproducción ampliada de capital. Pero se produce la crisis de 1929:
“La abrupta disminución de las transacciones internacionales y el proteccionismo de los países centrales provocaron la caída de los precios de las materias primas, cerrando la posibilidad para la mayor parte de los países periféricos de continuar con su actividad económica normal. Los precios internacionales de los productos primarios exportados por la Argentina cayeron entre 1926 y 1932 un 40%, mientras los precios de los bienes no agropecuarios se mantuvieron casi sin variaciones importantes. El intenso deterioro de los términos de intercambio generado por esta situación obligo a nuestro país a tener que exportar un 65% mas en términos físicos para importar la misma cantidad de bienes que antes de la crisis”[6]
Junto a la crisis del sector agroindustrial exportador, se encuentra la lucha entre YPF y la Standard Oíl (en 1930 el gobierno de Yrigoyen estaba elaborando las leyes de nacionalización de la industria petrolera), se produce también el descontento del sector industrial con base en el mercado interno por el tratado de D’Abernon entre el gobierno radical e Inglaterra[7] La caída de las exportaciones (con la consecuente falta de divisas) combinado con la recesión a nivel mundial, hizo que disminuyeran las inversiones de capital extranjero y se dificultara la importación de maquinas y equipos.
El cambio que produce la crisis del ‘29 es muy grande: los sectores dominantes necesitan diversificarse tendiendo al mercado interno, para paliar la crisis en el intercambio comercial. La estrategia se concreta con el gobierno del General Justo: reforzar los lazos con Inglaterra, intentando salvaguardar las cuotas de la Argentina en el mercado inglés, sobre todo la de las carnes (pacto Roca-Runciman 1933), la intervención del estado en la producción y comercialización de los productos agrícolas, un gran plan de inversiones en obras publicas, nuevas inversiones en YPF, regulaciones y centralización de las decisiones económicas en el Estado: “Después que asumiera el gobierno de Justo en 1932, la economía empezó a recobrarse. En 1934, gracias a la industrialización por sustitución de importaciones, el desempleo había vuelto a su nivel de 1929. Durante el resto de la década y a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, se crearon cada año 42.000 nuevos empleos e ingresaron 40.000 jóvenes a la fuerza de trabajo” [8] La nueva etapa de industrialización sustitutiva y el incremento productivo provocan un impacto en la composición y características del sector industrial, tanto en el desarrollo del mercado interno (diversifación de ramas) como en el número, papel e intereses de los empresarios industriales. El grado de concentración manufacturera era considerable y a ello contribuía cada vez más la presencia del capital extranjero asociado al capital financiero local[9].
Las políticas “sustitutivas” fueron muchas veces pensadas como transitorias. La experiencia de lo ocurrido en el caso de la Primer Guerra Mundial, donde la protección natural operó como un incentivo al desarrollo del mercado interno, pero donde se produce una clara marcha atrás en materia de producción doméstica de manufacturas una vez que el mundo retorna a la normalidad, sugiere que se pensaba como un tema de naturaleza coyuntural.
La desfavorable situación internacional que comienza en 1937, se agrava con el inicio de la segunda guerra mundial: dificultad en el abastecimiento de las importaciones (sobre todo de bienes de capital), el cambio que se produce en los países capitalistas desarrollados en lo que atañe al papel del estado como “motor” del crecimiento y como asegurador del bienestar comunitario (Keynes, Beveridge, etc.) así como la planificación estatal necesaria para llevar adelante una guerra (que luego continua con el proceso de reconstrucción), junto con los mayores márgenes y rentabilidad que permitían la mayor participación en la producción de sectores mas amplios e inferiores de la burguesía industrial, establece intereses en común que llevan a una alianza entre el “nuevo” empresariado industrial y el “nuevo” proletariado urbano que comienza a crecer alrededor de las grandes ciudades. Estas nuevas condiciones y esta alianza de intereses materiales se concreta como fuerza política en una nueva alianza de clases entre las fuerzas armadas, el capital industrial y la clase obrera. La expresión política de esta alianza y su estrategia estuvo a cargo del sector de los cuadros medios del ejercito no vinculados a los intereses tradicionales:
“El motor de esta política se basó en que las nuevas condiciones internacionales habían cambiado las expectativas y las posibilidades de inserción del país en el mercado internacional. El fortalecimiento de la estrategia industrial había modificado la conciencia nacional respecto a la necesidad de mantener el nivel de ocupación. La importante acumulación de capitales que logro la burguesía industrial durante los años del conflicto bélico necesitaba tener un mayor correlato y poder en lo político. La cuestión fundamental en aquel momento pasaba por asegurar un ritmo sostenido para la producción industrial, evitando que la economía entrase en una fase recesiva. Para esto se requería implementar una política de carácter redistributiva y “progresiva respecto del ingreso, destinada a aumentar la capacidad de demanda interna.”[10]
Este proyecto industrial fue el que se impuso en las elecciones de febrero de 1946, consolidando y profundizando la expansión de amplios sectores de la economía local. Se crean las condiciones para la emergencia de la siderurgia y se desarrolla la participación del estado en casi todas las actividades económicas estratégicas: nacionalización del Banco Central, inversión bruta fija, aranceles para la protección y los estímulos crediticios para el sector manufacturero generando para la burguesía industrial mayores ganancias. En este periodo (1943-1949) y en este marco se desarrollan nuevos sectores de la burguesía industrial, que disputarán y al mismo tiempo se entrelazarán con los sectores tradicionales del poder económico argentino:
“Dos grandes actores del escenario industrial del mundo sustitutivo emergen y se consolidan en ese entonces: por un lado, las grandes empresas públicas y, por otro, las PyMEs de capital nacional, que surgen y logran rápidos ritmos de crecimiento en el final de los años ‘40 y en el curso de los ‘50 ante el nuevo régimen de incentivos prevaleciente en la sociedad. Junto a estas, también crece un segmento de grandes firmas de capital local, primordialmente relacionadas con la explotación de los recursos naturales, que años más tarde habría de constituirse en un actor de gran importancia tras la crisis de la deuda (sobre el fin de los años ‘70 e inicios de los ‘80). Este grupo de empresas, que diera paso a la constitución de grandes conglomerados de capital nacional de gran importancia contemporánea en todos los países de la región, no constituye en los años iniciales de la Industrialización Sustitutiva de Importaciones una fuerza de gran significación, pero sí debe ser tenido en cuenta en función de su posterior consolidación al interior del aparato productivo regional[11].
La necesidad de la industria fue desarrollando un proceso de acumulación intensivo en mano de obra en relación con el capital. El aumento de la masa de salarios incrementó la demanda de bienes industriales de consumo masivo, expandiendo el mercado interno. Pero la característica predominante era de una economía con baja productividad debido a lo escaso y fragmentario de las capacidades tecnológicas disponibles en la sociedad y la imposibilidad, hasta ya avanzada la década del ‘50 de acceder a equipos de capital y diseños de productos de mayor actualización. Tenemos entonces que el aparato de producción industrial es menos maduro e integrado que el que para ese entonces caracteriza al mundo desarrollado:
“Un cuarto actor de importancia (las subsidiarias de empresas transnacionales) irrumpe en la escena productiva latinoamericana sobre el final de los años ‘50 en Argentina y Brasil y algo después (en los años ‘70 y ‘80) en los países mas chicos de la región. No se trata de que previamente dicho actor hubiera estado enteramente ausente, sino del hecho de que ante el incentivo de la protección externa, de los permisos de importación y de otras múltiple formas de subsidio, se registra en esos años una masiva instalación de nuevas plantas fabriles de firmas transnacionales dedicadas a producir para el mercado domestico. Muchas de las radicadas en épocas anteriores se dedicaban a explotar recursos naturales –en numerosos casos en situación de “enclave”, esto es, poco integradas al escenario productivo e institucional local- y cuando lo hacían para el mercado domestico en general no gozaban de protección frente a la competencia externa.”[12]
La ubicación histórica del desarrollo industrial de la Argentina (y obviamente de la mayoría de los países latinoamericanos) nos ubica, como decíamos mas arriba, en un atraso relativo, y lo más importante es que nos encontramos impedidos de repetir el proceso de desarrollo capitalista ya transitado por los países imperialistas. Es cuestión de tiempo. El momento ya pasó. Como explicación para este “atraso” a países como el nuestro, se le han adjudicado varias características: exportar primordialmente materias primas, el concentrar sus exportaciones en pocos productos o pocos mercados, el tener bajo control extranjero una parte sustancial de las más importantes y modernas empresas industriales, el depender de préstamos externos para equilibrar sus cuentas externas, produciendo una explotación de estos países por parte de los países imperialistas vía egreso de utilidades, tendencia decreciente de los términos del intercambio, etc.. Pero ¿Cuál es la característica esencial que frena el desarrollo de las fuerzas productivas en países como la Argentina? Veamos lo que plantea Oscar Braun:
“…Dadas las relaciones de producción y de distribución capitalistas, la tasa de crecimiento global de la economía está limitada por la tasa de crecimiento de los recursos externos (divisas) disponibles. La razón es la siguiente. La tasa de crecimiento del ingreso determina la tasa de crecimiento de la demanda final. Dadas las relaciones de distribución capitalistas no pueden esperarse cambios sustanciales en la distribución del ingreso, y, por consiguiente, si suponemos que la elasticidad precio de la demanda de bienes y servicios es baja queda determinada la composición del vector de demanda final de bienes y su crecimiento a lo largo del tiempo. Por otro lado en la producción de esos bienes entran directa e indirectamente insumos importados en proporciones más o menos fijas (incluyendo maquinarias), por lo menos en el corto plazo. Por lo tanto dado el vector de demanda final, quedan determinados los volúmenes de importación de los distintos insumos y, por consiguiente, el volumen de recursos externos requeridos; y dado el ritmo de aumento del ingreso queda determinado el ritmo de aumento requerido en los recursos externos. La tasa requerida de aumento en los recursos externos será mayor que la tasa de crecimiento del ingreso, si, en promedio, los bienes cuya demanda tienen una elasticidad ingreso mayor que la unidad, tienen un coeficiente de importación mayor que el de la economía como conjunto. Naturalmente, en el largo plazo, pueden modificarse mediante la llamada “sustitución de importaciones” los coeficientes de importación que rigen en el corto plazo. Pero la aparición de nuevos bienes introducidos en primer lugar en los mercados de los países imperiales, que tienen coeficientes de importación altos (por lo menos en una primera etapa) y la imposibilidad de llevar a cabo un proceso de sustitución de importaciones cada vez mas profundo sin afectar seriamente la eficiencia del sistema productivo, hacen que aun en el largo plazo, para cada tasa de incremento en la producción, exista una tasa mínima de incremento de los recursos externos disponibles, sin la cual esa tasa de incremento en la producción no es alcanzable. Naturalmente, cuanto más alta sea la tasa de crecimiento, mayor deberá ser la tasa de aumento de los recursos externos.
Es evidente pues, que el crecimiento de las exportaciones o de alguna otra fuente de recursos externos es condición necesaria para alcanzar una tasa de desarrollo satisfactoria y para mantenerla por un plazo largo de años. Pero casualmente, las exportaciones de los países dependientes enfrentan en general, en los países imperialistas (además de muchas otras dificultades externas e internas) una serie de barreras aduaneras, que van desde las tarifas hasta la prohibición lisa y llana de importar ciertos productos.”[13]
Y mas adelante continua, en forma premonitoria y que hoy en día se nos ofrece a simple vista, que:
“Y como por todas las razones expresadas anteriormente, un proceso de desarrollo rápido no es posible sin un aumento sustancial en las exportaciones, creo que la tasa de desarrollo del país seguirá muy por debajo de la que potencialmente podría alcanzarse. Es decir, que el desarrollo de las fuerzas productivas seguirá frenado, y que este freno debe ubicarse en ultima instancia en la relación en que se encuentra la Argentina con los países altamente industrializados. La presión de los centros imperialistas, y la imposibilidad en que se encuentra la burguesía local de llevar a cabo un proceso de desarrollo autónomo, mantendrán al país en una situación de estancamiento relativo.
Estancamiento relativo no quiere decir crisis catastrófica del sistema. Significa que el desarrollo que tendrá lugar estará por debajo de lo que se podría lograr. Significa, también, que este desarrollo limitado tendrá además todos los defectos del desarrollo capitalista monopolista. Significa que no podrá lograrse la plena ocupación, e incluso que la desocupación permanente puede seguir aumentando (ya que el producto bruto no aumenta muy rápidamente y sigue creciendo la productividad por persona ocupada, no se absorberá la nueva mano de obra que llega al mercado) y significa también que grandes regiones del país, incapaces de adaptarse al proceso de desarrollo monopolista, sufrirán ellas sí una crisis grave. Pero el volumen global de la producción seguirá aumentando, amplias capas medias se beneficiaran con el desarrollo de las grandes empresas monopolistas (tanto desde el punto de vista de sus ingresos como a través del consumo de los nuevos productos que estas empresas lanzan al mercado), incluso sectores obreros ocupados en empresas altamente tecnificadas y que utilizan relativamente mucho capital por persona ocupada recibirán aumentos en sus remuneraciones reales y otras ventajas en términos de mejoras sociales. Este estancamiento relativo estará ligado también a un aumento en la penetración del capital extranjero en el país. En efecto la limitación externa, en cuanto a la disponibilidad de divisas, exige fabricar localmente numerosos bienes, tanto de consumo como de capital, si se desea una tasa de crecimiento por lo menos moderada. Muchos de estos bienes son nuevos productos que aparecen en los mercados de los países ya altamente industrializados, o equipos de capital cuya complejidad no permite a las empresas locales encarar su fabricación con los recursos tecnológicos de que disponen. Antes que pasarse sin ese tipo de productos, o realizar las inversiones masivas y esperar los años que fuera necesario para la elaboración propia de nuevas tecnologías, la burguesía local prefiere solicitar el apoyo del capital extranjero que aporta no solo sus capitales, sino lo que es mas importante, su “know how”. A medida que este proceso de penetración del capital extranjero se desarrolla, más difícil se hace iniciar un proceso de desarrollo independiente.”
Concluyendo: “En definitiva, lo que nos ofrece el proyecto actual de la burguesía dependiente actualmente en el poder, puede resumirse en: estancamiento relativo, desarrollo distorsionado, desempleo permanente o creciente, y creciente subordinación al capital extranjero. Para no ser injusto debe señalarse que todo esto tendría lugar, con suerte, en un contexto de precios estables y tipos de cambios fijo.”[14]
Tenemos entonces que, a partir de la normalización de los flujos comerciales internacionales (después de la 2º guerra mundial y en forma más agresiva desde la guerra de Corea), la burguesía industrial en ascenso (a mediados de los cincuenta) se encuentra con límites concretos para continuar con un crecimiento sostenido, ya que el deterioro de los términos de intercambio frena la capitalización nacional y a la vez facilita la inflación que perjudica el consumo de la clase obrera y de los sectores de ingresos fijos, es decir la base del desarrollo industrial independiente: el mercado interno. En el contexto de la contradicción desarrollada por Braun más arriba, los sectores industriales se encuentran con dos trabas para su crecimiento: techo en el desarrollo del mercado interno y el estadio de la evolución relativa de las fuerzas productivas nacionales.
Llegado a este punto nos vamos a detener en los distintos sectores sociales dominantes en la Argentina, con el objeto de esclarecer las fuerzas en lucha y a la vez definir que estos sectores no constituyen fronteras insalvables, sino que se van relacionando y entrecruzando, algunos pierden otros ganan. El proceso del desarrollo económico, escuetamente planteado al principio, produjo que la constitución social de los grupos de poder en la Argentina, sea resultado de una profunda articulación entre intereses extranjeros con otros propiamente nativos.[15] Esquemáticamente los podemos agrupar de la siguiente forma: a)Intereses provenientes de capitales extranjeros que se arraigaron, expandieron y diversificaron profundamente (Born, Bemberg, Roberts, Techint, etc.), de tal forma que la apropiación del excedente motivado por dicha inserción fue estratégico en el proceso global de cada uno de ellos. b) Capitales radicados que mantienen la conducción máxima de la unidad económica fuera del país, siendo nuestro país uno de los tantos mercados en que se implantaron, cuentan con una profunda articulación con el resto de los sectores. c) Sectores sociales internos que a partir de la “Conquista del desierto” y el comercio se desarrollan y consolidan su poder económico. Estos sectores se generan a partir de la apropiación del excedente interno (Santamarina, Braun, Menendez Behety). d) Sectores internos que al igual que los anteriores se generaron a partir del excedente interno, pero con la diferencia que la base principal de sus actividades se inició en los sectores industriales y se desarrollaron a partir de 1930 (Di Tella).
Hacia 1955 todos los sectores “necesitan” de un cambio de política económica, esto ya se había expresado en el “Congreso de la Productividad y bienestar social” unos meses antes del golpe de estado: “Se requería ahora, de programas económicos más estrictos tendientes a concretar urgentes mejoras en la productividad del capital local para intentar ubicarse dentro de los parámetros internacionales o por lo menos en la tendencia.”[16] Momentáneamente las distintas fracciones burguesas se pusieron de acuerdo, pero a partir del derrocamiento de Perón se comienza a ver la lucha entre dos grandes proyectos: Los capitales asentados principalmente en el territorio de la renta para la realización del comercio exterior que intentan retomar la “vieja” senda y los capitales asentados primordialmente en la industria que buscan su vinculación con capitales extranjeros para obtener nuevo equipamiento y tecnología. Ambos guardan relación con los diferentes proyectos del Capital financiero internacional: el capital financiero con asiento en la renta y el capital financiero con asiento en la producción industrial. Esta lucha recorre toda nuestra historia económica y política hasta nuestros días:
“El fin de la segunda guerra mundial logró fracturar la estrategia de los sectores productivos favorecidos inicialmente por la vigencia de la economía cerrada. Pero fue recién a partir de 1952, cuando comenzó un proceso más intenso de diferenciación dentro de la industria manufacturera argentina. Luego del agotamiento del proceso rápido de sustitución de importaciones que precedió a la caída del peronismo en 1955, la respuesta histórica para la burguesía fue buscar profundizar aquel proceso avanzando en la producción de bienes de consumo durable, de insumos industriales, maquinaria y equipo (bienes de capital) requiriéndose de una presencia mas activa del capital extranjero”[17]
Como producto del pasaje al patrón de acumulación de gran industria y con relación a los dos proyectos del capital financiero, se produce una reconversión económica de los sectores dominantes: nuevas fuentes de generación de plusvalía y nuevos mecanismos de apropiación fueron constituidos en los sectores industriales y financieros respectivamente. Veamos como esos cambios alteran la estructura de los grupos dominantes:
“Para ubicar los cambios registrados en la acumulación específicamente oligárquicas, utilizamos los elementos que se desprenden de nuestra perspectiva de análisis. En ese sentido hemos estudiado, para un conjunto limitado de grupos económicos, las fechas que se instalan como sociedades anónimas cada una de las empresas controladas, ubicándolas en su respectivo sector de actividad económica. Posteriormente, hemos distinguido entre dos periodos de tiempo, el primero que va hasta 1955 y el segundo desde dicha fecha hasta mediados de la década del ‘70. En cada uno de ellos se han ubicado el número de empresas que se instalaron o incorporaron a los distintos grupos analizados, respetando su ubicación sectorial. Al observar la evolución de los 20 grupos económicos de pertenencia oligárquica que fueron estudiados resaltan marcadas diferencias que nos permiten hablar de situaciones y evoluciones cualitativamente distintas entre ellos. El conjunto mas numerosos de grupos económicos, presenta un desarrollo que no deja de ser llamativo, ya que el 81% de las 118 sociedades anónimas que controlan, se instalaron después de 1955 y solo el 19% restante antes de dicho año (cuadro Nº 8 pág. 40). Analizándolos sectorialmente podemos observar que están asentados en el sector agropecuario, y con menor intensidad en el comercial y financiero, en términos mas precisos, salvo el Banco Ganadero Argentino y el Banco de Galicia que son eminentemente financieros, los restantes grupos económicos analizados son predominantemente agropecuarios y comerciales. En los mencionados sectores de actividad se repite la situación global ya que el 81%, 73% y 91% de las empresas agropecuarias, comerciales y financieras respectivamente se incorporaron con posterioridad a 1955, a las unidades económicas de las cuales forman parte.
Ante los hechos reseñados caben dos alternativas. Por un lado, que estamos ante un conjunto de capitales que surgieron y se expandieron después de 1955, o que por el contrario nos enfrentamos a las manifestaciones de los cambios registrados en la modalidad de acumulación de intereses económicos que tienen muchos años de existencia. Ciertamente, hay múltiples elementos históricos y actuales de la oligarquía que indican la inexactitud de la primera de las hipótesis y la probabilidad de la segunda de ellas. La alternativa que señala la aparición y expansión de estos intereses con posterioridad a 1955 se hace definitivamente insostenible, al tratarse de capitales que tienen una antigua vigencia en el país. Ya ha sido esbozado el origen comercial de alguno de ellos y se ha destacado que su conformación terrateniente no es reciente, en este sentido para reafirmar su antiguo poder económico hemos incluido en él (Cuadro Nº 9 pág. 40) las hectáreas que controlan únicamente en la Provincia de Buenos Aires, algunos de estos y otros miembros de la oligarquía en 1928. Por otra parte, en el sector financiero el Banco de Galicia acaba de cumplir sus 75 años de existencia. Solo el Banco Ganadero Argentino aparece durante la década del ‘60, como producto del acuerdo entre fuertes intereses oligárquicos que ya hemos mencionado en ocasiones anteriores. El segundo conjunto de grupos económicos que hemos considerado, presenta una situación distinta (Cuadro Nº 10 pág. 41). El 58% de las 98 firmas controladas, fueron inscriptas con posterioridad a 1955, mientras que el 42% restante data del periodo anterior al mencionado año. Los grupos económicos analizados aquí tienen una estructura empresaria mas diversificada que las anteriores, habiéndose desplegado en el tiempo en forma heterogénea.
En un extremo, se observa que el 100% y el 93% de las inmobiliarias y financieras respectivamente fueron inscriptas en el segundo de los periodos considerados, mientras que en la situación opuesta se encuentran las empresas constructoras, el 20% de las cuales fueron inscriptas durante el periodo aludido. Entre ambas situaciones, se encuentran las empresas dedicadas al quehacer agropecuario, industrial y comercial, de las que respectivamente, el 49%, 50% y 58% fueron inscriptas como sociedades anónimas con posterioridad a 1955. Nuevamente debemos tener en cuenta, que estos grupos son de antigua formación y que la mayoría de sus actividades económicas comenzaron muchos años atrás.
El tercer conjunto de grupos económicos considerados dentro del bloque oligárquico, presenta condiciones estructurales opuestas al primero de los analizados. Solo el 36% de las 129 empresas que posee fueron inscriptas con posterioridad a 1955, en tanto que el 64% restante lo fue antes de dicho año (Cuadro Nº 11 pág. 41). Este conjunto tiene una estructura sensiblemente diversificada sectorialmente, aspecto en el cual se repite la situación global, aunque con variaciones entre los mismos.
Las tres situaciones precedentemente mencionadas, nos proveen de elementos importantes para precisar la orientación de los cambios ocurridos en la base económica de la oligarquía con posterioridad a 1955. Estos elementos, a nuestro criterio, indican la existencia de profundas transformaciones en la misma, producto de modificaciones registradas en su modalidad de acumulación. Conceptualmente debemos distinguir en el interior de este proceso, dos movimientos de distinta naturaleza: por un lado, los cambios producidos como consecuencia de la expansión o acumulación de capital y por otro lado, las mutaciones estructurales atribuibles a la reconversión de las distintas unidades económicas, así como del bloque estructural en su conjunto. Estos dos movimientos son difícilmente diferenciables en la realidad, pero nos permiten efectuar un análisis cualitativo del proceso desplegado en el interior de la oligarquía, durante la etapa histórica signada por el predominio estructural del proyecto monopólico desarrollista. Desde esta perspectiva, y volviendo sobre las tres situaciones arribas reseñadas, encontramos que en el primero de los sectores internos de la oligarquía, es muy marcado el efecto de la reconversión, mientras que en el segundo de ellos la expansión y reconversión estructural están presentes con intensidades similares, siendo por ultimo la expansión prevaleciente y casi exclusiva en el tercero de ellos, debido a que su constitución y organización empresarial ya estaba asentada. (…)
Es necesario mirar más de cerca el sentido de lo que denominamos reconversión estructural. El poder económico de la oligarquía quedo definido hace mucho tiempo en sus aspectos centrales, teniendo un grado apreciable de sofisticación al estar su unidad económica implantada en múltiples actividades productivas. Los cambios que se producen durante el periodo aludido, se refieren a la profundización de estos rasgos, a través de su afianzamiento estructural. Ciertamente, hubo un sector de la oligarquía que ya maduro e incluso con una fuerte trasnacionalización, como Bunge y Born, no sufrió estos cambios porque ya los tenia incorporados; pero en la mayor parte del bloque sí se produjo la mencionada reconversión. Así se observa como rasgo general, que en el sector agropecuario, las distintas explotaciones que antes eran controladas por una empresa (que en la mayoría de los casos no era sociedad anónima) pasan a ser controladas por varias sociedades anónimas. En la actividad financiera, se empiezan a diferenciar funciones que en repetidas ocasiones se corporizan en sociedades independientes, mientras que otras permanecen dentro de la entidad original con un grado de diferenciación y autonomía mayor. Asimismo comienzan a instalarse inversoras para articular el control interno del grupo y para facilitar el manejo interno del excedente. En la comercialización, distintas actividades dentro de este sector se materializan en otras sociedades independientes pero bajo un control común; de esta manera se diferencian las ventas corrientes de las efectuadas a término, etc. Quizá la actividad que menos cambios sufrió fue la industrial aún cuando haya habido casos de desprendimiento de actividades en la búsqueda de lograr o afianzar la integración vertical. (…)
Lo que antes era un manejo flexible y poco estructurado del proceso de acumulación se transformó y consolidó orgánicamente, dando lugar a la aparición generalizada de grupos económicos. Como ya dijimos, hubo un número de grupos económicos que desde muchas décadas atrás ya estaban configurados como tales, pero éste no era el rasgo distintivo del conjunto de la oligarquía argentina. A nuestro entender es a partir de 1955 que se inicia un profundo proceso de reconversión estructural en la oligarquía en el cual se consolidan formas avanzadas de acumulación, habiendo sido los intereses más centralizados de la misma, así como el capital extranjero de reciente implantación en el país, referentes determinantes del proceso que asume este sector de clase.”[18]
Se expande el desarrollo industrial, en donde se generaliza la gran industria, se profundizan las relaciones capitalistas de producción y se acelera la concentración de medios de producción. Resumiendo, a principios de 1960 tenemos planteadas las principales características que dominarán el periodo por lo menos hasta 1985: a) Una lucha inter-capitalista entre dos proyectos distintos en cuanto al desarrollo económico: el del capital financiero asentado principalmente en el territorio de la renta y el capital financiero con asiento predominantemente productivo. Ambos sectores, el “tradicional”: capital financiero rentista y bancario y el sector del Capital financiero productivo, con la entrada del capital extranjero y su vinculación al capital financiero internacional productivo, comienzan una reconversión a partir de la centralización de capitales y la concentración de la producción que se desarrolla entre 1955-1960, tomando características, ambos, oligopólicas a través de la estructuración generalizada de grupos económicos. b) Una “debilidad estructural” que deviene de la evolución especifica de nuestra formación social, el aparato industrial llega a su techo en la acumulación de capital basado en el mercado interno, en relación con el desarrollo capitalista mundial, a partir de ello tiene la necesidad del ingreso de mayores recursos externos para el desarrollo de las fuerzas productivas. Estos elementos se conjugan con la fase del dominio imperialista que traba el desarrollo de las fuerzas productivas en los países dependientes:
“El fenómeno del imperialismo (usando esta palabra en el sentido, muy general, de relación entre formaciones económicas-sociales dominantes y dominadas cuya causa debe hallarse en la dinámica de crecimiento de las primeras y cuyo efecto es distorsionar y/o frenar el desarrollo de las fuerzas productivas de las segundas), es harto complejo, y es evidente que ninguna “teoría” simple puede dar cuenta de él. Por lo tanto necesitaremos varias teorías del imperialismo, que den cuenta de las sucesivas etapas que ha recorrido la relación imperialista, y también de los fenómenos de transición de una etapa a la siguiente. En una primera aproximación, consideramos posible distinguir los siguientes periodos: En una primera etapa los países dependientes fueron saqueados por las potencias coloniales. Este saqueo contribuye poderosamente a la “acumulación primitiva” del capital, y determina ya un primer estancamiento de las fuerzas productivas de los países dependientes en relación con el desarrollo de los países imperialistas. En una segunda etapa, los países imperialistas, principalmente Inglaterra, ya consolidado su predominio industrial y necesitada de alimentos y materias primas que la isla no esta en condiciones de producir, abre sus fronteras y promueve un vigoroso desarrollo del comercio internacional. El desarrollo del comercio, el crecimiento del excedente interno, y la competencia entre países imperialistas llevan a una tercera etapa durante la cual la relación entre países imperialista y países dependientes está especialmente bajo el signo de las inversiones de capital que los primeros realizan en los segundos.
El desarrollo del comercio y las inversiones extranjeras tienden a promover un rápido (aún cuando distorsionado) desarrollo de las fuerzas productivas en los países dependientes (o por lo menos en algunos de ellos entre los más importantes). Pero cuando la consolidación de este desarrollo, y la expansión a un ritmo no distorsionado de las fuerzas productivas en todo un mundo cada vez más dominado por las relaciones de producción capitalista, hubieran requerido una irrupción masiva de las mercancías de los países dependientes en los mercados mundiales -lo que es condición necesaria para el desarrollo bajo relaciones de producción capitalistas -, comienza una nueva etapa que podemos llamar del “intercambio desigual”. A medida que como consecuencia del proceso de lucha de clases que en ellos se vive, en los países imperialistas sube el salario real, más fácil se hace en principio para los países dependientes competir en los mercados internacionales pues más bajo, relativamente, se hacen sus costos de producción. Sin embargo no logran conquistar los mercados internacionales, pues los países imperialistas comienzan a levantar internamente (mediante tarifas, subsidios a la producción local, etc.) y externamente (prohibición de exportar a las filiales extranjeras de los monopolios de los países imperialistas, desiguales tratados de comercio, etc.) un conjunto de barreras que traban la expansión del comercio internacional de los países dependientes.
Por otro lado, las tendencias “automáticas” a la concentración monopolista, refuerzan y complementan las políticas proteccionistas de los principales países imperialistas, imposibilitando el surgimiento de nuevas burguesías nacionales en los países dependientes, que utilizando la ventaja que el bajo costo de la mano de obra les proporcionaba, hicieran sentir su peso en los mercados mundiales. El tipo de tecnología que desarrollan los grandes monopolios, juega en esto un rol preponderante.
Paradojalmente esto permite a los países imperialistas abastecerse económicamente de volúmenes crecientes de materias primas, alimentos e incluso de algunas manufacturas simples. En efecto, como consecuencia del desarrollo limitado y distorsionado de las fuerzas productivas que las etapas anteriores de la relación imperialista dejan en los países dependientes, y de las estructuras sociales de dominación que en estos se han consolidado, resulta imposible para los países dependientes prescindir de las importaciones (de bienes de capital, insumos, etc.) que reciben de los países imperialistas. Por lo tanto se ven obligados a seguir vendiendo para adquirir esas mercancías, volúmenes crecientes, a precios constantes o decrecientes, de alimentos y materias primas, cuyos precios hubieran debido aumentar cinco, diez o más veces si los salarios reales de los países dependientes hubieran crecido al ritmo que lo hacen en los países centrales. Esto no solo implica una transferencia masiva del excedente de los países dependientes a los países imperialistas, sino también, como consecuencia, un freno insuperable al desarrollo de los países dependientes.
Resumiendo lo hasta ahora expresado, podemos decir que en la etapa actual, de acuerdo a nuestras tesis, lo esencial del imperialismo es la explotación a través del comercio de los países dependientes, que frena el desarrollo de las fuerzas productivas en estos países, mientras que permite extender aún por un tiempo la vigencia del régimen capitalista de producción en los países imperialistas, postergando su crisis final gracias al rápido crecimiento que se obtiene en la producción total, nivel del salario real, etc. Esta explotación a través del comercio está determinada en última instancia por el desarrollo desigual de las fuerzas productivas (que se expresa, entre otras formas, en la inversión imperialista de capital) y por las diferentes “formaciones sociales” que se han generado en los distintos países dependientes; pero se consolida en la dominante instancia política, mediante el conjunto de trabas que a la expansión del comercio imponen los países imperialistas, trabas a las cuales las clases dominantes de los países dependientes son políticamente incapaces de responder.”[19]
En esta línea de razonamiento teórico conceptual analizaremos la evolución de las fuerzas productivas y del proceso de acumulación en la Argentina. Caracterizamos la etapa como de desarrollo y profundización del capitalismo monopolista en un país políticamente dependiente, con (en este momento) la hegemonía del capital financiero, produciendo un estancamiento estructural, es decir, un crecimiento muy bajo, a saltos y distorsionado desarrollo de las fuerzas productivas; tomando forma una estructura de poder basada en una alianza social personificada por la “moderna aristocracia financiera”[20]que ha impuesto una estrategia de poder que tiene (por ahora) la fuerza material suficiente para reproducir y profundizar estas condiciones económicas-sociales generales.
Evolución de las fuerzas productivas.
El proceso capitalista de producción, es esencialmente como sabemos, un proceso de acumulación, es decir, que a medida que avanza la producción capitalista, la masa de valor que es necesario reproducir crece conforme al aumento de la productividad del trabajo. El trabajo adicional por medio de cuya apropiación se puede volver a convertir en capital, no depende del valor, sino de la masa de los medios de producción (que incluye los medios de subsistencia de la fuerza de trabajo), puesto que el obrero en el proceso de trabajo no actúa sobre el valor mismo, sino simplemente sobre el valor de uso de los medios de producción. Al desarrollarse la fuerza productiva social del trabajo aumenta la masa de valores de uso producidos (una parte de los cuales son medios de producción) en la cual se corporiza el aumento de la masa de plusvalía o plustrabajo apropiado por el capital. Por tanto, el obrero productivo al producir valor (mercancías) produce capital. El producto anual del proceso de reproducción y valorización del capital social (industria en su conjunto), incluye, tanto las partes del producto social que repone el capital y el capital adicional que sirve para ampliar la reproducción (reproducción y acumulación social), como las partes que corresponden al consumo (tanto de los obreros como de los capitalistas); es decir, abarcan el consumo productivo y el consumo individual al mismo tiempo. El valor y la masa de este producto anual pueden sufrir determinadas oscilaciones[21], estas variaciones afectan al aspecto cuantitativo de los distintos elementos de la reproducción. Estas oscilaciones se traducen en, bajo que condiciones la reproducción y acumulación del capital se desarrolla, si son mas o menos favorables sucederá una mejor o una defectuosa reproducción.
Para establecer un criterio de periodización que nos permita detectar y analizar las distintas etapas de la evolución del proceso de reproducción y acumulación de capital utilizaremos la medida del Producto Bruto. Al Producto Bruto lo entendemos formado por la suma de los bienes materiales producidos por la sociedad en el periodo de un año. Una parte de este producto se emplea para reponer el valor del capital constante consumido en el proceso de producción (materias primas y maquinas). Si restamos del producto nacional bruto esta parte, nos quedará el nuevo valor (neto) creado por la fuerza de trabajo en el curso de la producción. Este nuevo valor esta integrado por el capital variable y la plusvalía, la cual, como se sabe se subdivide en las sub categorías de: ganancia, interés y renta. El producto bruto es creado por los obreros ocupados en las ramas de la producción material: Industria, construcción, agricultura, transporte, energía, etc. Los sectores no productivos (terciarios) no intervienen directamente en la producción aunque estos servicios ayuden, cuando están en su justa proporción, a crear y realizar este producto bruto, de lo contrario representan gastos improductivos “faux frais”. Una parte de la plusvalía es transferida mediante diversos pagos al sector “terciario”, donde será utilizado para el pago de los salarios, gastos y ganancias de los capitalistas de cada sector (por ej. : comercio); y a través del sistema fiscal, al Estado, el cual a su vez puede redistribuirlo entre las diferentes sectores mediante el gasto publico. Veremos en primer lugar el desenvolvimiento del producto bruto interno desde 1950 a 1985, para luego ponerlo en relación con la población total, para tener de este modo una forma de relacionar su evolución con el conjunto social aproximándonos al desenvolvimiento de las fuerzas sociales productivas (sociedad), distinguiéndolas de las fuerzas productivas sociales del trabajo social, colectivizado.
En primer lugar podemos señalar gruesamente que hay dos periodos netamente diferenciados: 1) de 1952 a 1974 en donde el PB interno crece un 140%, a su vez dentro de este periodo tenemos tres sub periodos que se diferencian entre sí: a) 1952-1958 en donde se da un crecimiento sostenido. c) 1958-1963 en donde ocurre picos de baja pronunciada (‘58 y ‘63) con dos años de crecimiento (‘60 y ‘61). Y por ultimo c) 1963-1974 en donde se da un crecimiento sostenido, con distintas pendientes pero sin bajas en el PB. En estos años se crece alrededor de un 100%. 2) Entre 1974 y 1985, ocurre algo muy distinto. Por un lado tenemos años con muy alto crecimiento del PB (1978 y 1979), años con estancamiento (‘75 y ‘76), dos años con caída pronunciada ‘80 y ‘81, una recuperación entre 1984 y 85 y una nueva caída hacia el ‘85. Lo destacable es que lo producido en 1985 se encuentra al mismo nivel que en 1974. En este periodo se ven dos etapas que se pueden diferenciar una que va de 1976 a 1979 que con picos de baja y suba se crece, y otra de 1979 a 1985 en donde la caída es abrupta; y si miramos todo el periodo analizado vemos que es el único momento en donde por un lado la caída es prolongada en el tiempo y el resultado es que se produce en 1985 lo mismo que en 1974. Vemos lo que ocurre con el producto bruto interno per cápita:
Podemos decir que en general se ven las dos mismas etapas generales 1)1952-1974 con un resultado que da un crecimiento del PB interno per capita (que aquí no aparece como tan alto)[22] y 2) 1974-1985 que al ponerlo en relación con la población, el estancamiento aquí se traduce en una abrupta caída, en donde lo producido en 1985 por habitante es igual a 1968.
Tenemos delimitados dos grandes periodos en donde la producción tiene dos procesos totalmente diferentes. Esta claro que lo que sucede a partir de 1974 en la producción no es una crisis “coyuntural”, ya que por un lado, sabemos que el estancamiento productivo se produce desde 1981 hasta 1991, es decir tiene una duración de 10 años. Por otro lado el sub periodo 1974-81, si bien tiene un crecimiento tanto en productividad como en PB, este crecimiento se verifica en determinados años, para luego en otros años producirse una aguda baja; no es un periodo que haya determinado una tendencia de crecimiento como si ocurrió a partir de 1963, para compararlo con otro sub periodo de altas y bajas pronunciadas.
Esta es la primera verificación empírica de la caída y retroceso (de
1985 a 1968) de las fuerzas sociales productivas.
Notas:
[1]Peralta Ramos, Mónica: Acumulación del capital y crisis política en Argentina (1930-1974), S. XXI, México, 1978, p. 31 y 32.
[2]Marx, Carlos: El Capital, FCE, México, 1973, Tomo III, cap. XV, p. 245 y 246
[3]Ver Katz, J. y Kosacoff, B.: “Aprendizaje tecnológico, desarrollo institucional y la microeconomía de la sustitución de importaciones”, en Desarrollo Económico, nº 148 (ene-mar 1998) p. 483.
[4]Surge con características monopólicas, la propiedad industrial se centraliza en un reducido numero de familias entrelazadas de terratenientes y comerciante, con suficiente poder financiero a través de bancos propios o de empréstitos extranjeros. A la vez de inversiones directas de capital extranjero (frigoríficos).
[5]Lewis, Paul: La crisis del capitalismo argentino, FCE, Bs. As., 1993, p. 77 y 78
[6]Asborno, Martín: La moderna aristocracia financiera, CICSO-El Bloque Editorial, Bs.As., 1993, p. 41.
[7]Lewis, op. cit., p. 115
[8]Ibidem p. 152
[9]Schvartzer, Jorge: Empresarios del pasado, Cisea-Imago Mundi, Bs. As., 1991, p. 38.
[10]Asborno, op. cit., p. 51
[11]Ejemplos: Grupo Bridas y Pérez Companc (entre 1945-1955) y Techint (Dalmine Saft –1954). Fuente: “Grupos Económicos Oligárquicos en la Argentina” copia mimeografiada 1982 y “La aristocracia financiera, el proceso de reforma del estado y los territorios económicos en Argentina”, de Martín Asborno, Serie Estudios Nº 78, CICSO 1995.
[12]Katz y Kosacoff, op. cit., p. 483.
[13]Braun, Oscar: El capitalismo argentino en crisis, Siglo XXI, Bs. As., 1973, p. 14 y 15
[14]Ibid., p. 37 a 39.
[15]Para esta parte del trabajo nos guiamos por el estudio “Grupos económicos oligárquicos..” ya citado.
[16]Asborno, op. cit., p. 57.
[17]Ibid. p. 59
[18] “Grupos económicos oligárquicos en Argentina”, op. cit., pág. 36 y 37.
[19]Braun, Oscar: El plan económico del gobierno popular, El Coloquio, Bs. As., 1974, p. 61 a 64.
[20]“.. Teniendo como marco todas estas transformaciones, vemos que lo que produce y constituye a la alianza básica que conforma al estado-nación contemporáneo es la hegemonía del capital financiero en sus dos vertientes. Según cuál sea la fase del ciclo económico será dominante la especulativa o la productiva. Sin embargo este solo fenómeno, no alcanza a explicar completamente el cambio de orden, ni el carácter del capitalismo en nuestro país. A partir de esta interpretación, desarrollaremos nuestra segunda hipótesis, diciendo que lo que transforma al estado es el hecho de que la personificación económica y social del nuevo capital, esta compuesta por el segmento mas concentrado del mismo, y representada por un conjunto de funcionarios que conforman en su unión una moderna aristocracia financiera. Esta capa social expresa a la alianza social que se apropio en condiciones monopólicas del estado, y arriesga en los negocios el capital social y no el de su propiedad. Su herramienta de poder ha sido la enajenación del estado por medio de la deuda publica interna y externa cualquiera sean las formas particulares que estas tomen” (Asborno, op. cit., p. 17 y 18).
[21]“El valor del producto anual puede disminuir aunque la masa de valores de uso permanezca idéntica; puede permanecer invariable, aunque disminuya la masa de los valores de uso y puede, por fin, ocurrir que disminuyan al mismo tiempo la masa de valor y la masa de valores de uso reproducidos”. Marx, op. cit., tomo II, p. 352
[22]Otro elemento a destacar que en la etapa que se produce el golpe que derroca al Gral. Perón no hay un salto (en menos o en mas) en ninguno de los dos gráficos; es decir, que la tendencia de crecimiento que comienza en 1952 no sufre una oscilación destacable en esos años de convulsión política.