Editorial. Repudiemos a todos

en La Hoja Socialista 23/Novedades

La Argentina atraviesa la crisis más grave de toda su historia. El país se está hundiendo delante de nuestros propios ojos. Como en toda sociedad capitalista, los platos rotos los pagamos los laburantes. Los salarios hace más de una década que vienen perdiendo contra la inflación. Casi 1 de cada 3 argentinos es desocupado. La pobreza está cerca de alcanzar a la mitad de toda la población. Los planes sociales, la AUH, la tarjeta Alimentar y el ya extinto IFE no son siquiera parches. Los jubilados reciben haberes que ya no siguen la inflación y se calculan con fórmulas de ajuste que harían avergonzar a Macri.

A la bancarrota económica, se le suman los estragos de la pandemia que son responsabilidad directa del gobierno, con su desastrosa gestión. Los Fernández comenzaron negando la llegada del Covid, pasaron a administrar una cuarentena que nació flexibilizada con excepciones ampliadas día a día y continuaron con promesas de vacunas que llegaron tarde, a cuentagotas y sin garantías de segundas dosis. Esa demora criminal fue producto de los negocios de Alberto con Sigman y de Cristina con los rusos. Los resultados están a la vista: casi 5 millones de contagios y más de 106.000 muertes. La variante Delta, más contagiosa y peligrosa, ingresa al país con solo el 17% de la población vacunada con las dos dosis que se requieren para enfrentarla.

Este es el escenario en el cual tienen lugar las elecciones legislativas de este año. Los políticos patronales (macristas y larretistas, albertistas y kirchneristas, radicales, liberales) nos convocan a meter un papelito en un sobre con la promesa de que eso va a cambiar el país en los próximos dos años. Lo curioso es que la derecha patronal hoy cuenta con un aliado a primera vista impensable, la izquierda trotskista. Todos, absolutamente todos, nos dicen lo mismo: con tu voto podemos cambiar el rumbo del país.

Alberto, Cristina y compañía, ¿qué te pueden ofrecer? Tenemos estos dos años de experiencia. Miseria, hambre y enfermedad. Mientras el país se hunde, ellos piensan en proyectos delirantes, como convertir al país es una granja de chanchos para China. Proyectos que nos condenan a ser mano de obra barata y un caldo de cultivo de nuevas pandemias. Es que en el fondo su única preocupación es el bolsillo de los capitalistas, el suyo propio y evitar las rejas por todo lo que se roban mientras cumplen con esa tarea.

El macrismo, intentando renovarse ahora con Larreta, es lo mismo. También tenemos 4 años de experiencia. Una apuesta fracasada a una burguesía argentina completamente inútil y parasitaria. Sumado a eso, ahora el pelado en CABA a viva voz nos invita a continuar el contagio masivo, haciendo gala de un aperturismo criminal, cuya principales víctimas son docentes y estudiantes. Kicillof y compañía no hacen nada distinto, pero mienten un poco más para adornar la realidad.

Por fuera de estas variantes, dos campos se pelean por la representación de la “tercera fuerza”. Los liberales no merecen demasiado comentario. Su Argentina “productiva” con un Estado mínimo requiere la liquidación de la mitad de la población, los que vivimos de planes o en diferentes formas de empleo estatal.

La izquierda trotskista, esa que debiera estar encabezando la lucha por una nueva sociedad, que debiera estar levantando en alto las banderas del Socialismo, le tiene miedo a esa palabra. Hace rato que los dirigentes de esos partidos solo piensan en ocupar bancas en los parlamentos. Nos dicen incluso que desde ahí se enfrenta el ajuste. Del Caño y Bregman son honestos cuando te dicen que su objetivo en esta campaña es ser “tercera fuerza”. Esa es toda su preocupación. Que no es la tuya, claro. Cuando Castañeira te dice que “hay que renovar la izquierda” es porque ella quiere ese lugar. Toda la izquierda está pensando en problemas que no son los tuyos, los de los laburantes, con o sin trabajo, de a pie.

Nuestro país se hunde como el Titanic y ellos solo buscan ser elegidos como diputados o concejales. ¿Qué hacer? En las urnas, al menos, repudiarlos a todos. Votar en blanco no va a solucionar nuestros problemas, pero si quieren que vayamos a votar, que obtengan lo que han sembrado: nuestro mayor rechazo.

En el fondo, el problema no es qué van a hacer ellos, los que nos gobiernan desde siempre o la izquierda trotskista. El problema es que vas a hacer vos, que vamos a hacer los trabajadores y trabajadoras. Es momento de que volvamos a ganar las calles, pero no solo para que se vayan, sino para que gobernemos los que hacemos andar al mundo. Solo nosotros podemos construir una sociedad nueva. Una que esté dirigida por los trabajadores, que no se base en la ganancia y la explotación y que generalice la riqueza, no la miseria. Donde el trabajo ocupe una pequeña porción del día y el ocio exista realmente. Un mundo nuevo, en definitiva, donde la vida valga la pena ser vivida. Eso tiene nombre, se llama Socialismo.

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