ECD – Editorial: La máscara – Romina De Luca

en El Correo Docente 11/Novedades

Todos los proyectos de la era Macri incluyen más o menos las mismas palabras. Vamos a formar al ciudadano del siglo XXI: talentoso, creativo, crítico, emprendedor, alfabetizado digitalmente, cooperativo, adaptable. Para eso, pretenden valerse de lo “bueno” de la herencia anterior -he ahí la machacona insistencia de continuidad con la Ley de Educación Nacional y toda la impronta normativa ya fjada por el Consejo Federal de Educación bajo el kirchnerismo- y de modelos exitosos, como el fnlandés. Al igual que el kirchnerismo, entienden que el formato de la escuela argentina es obsoleto. Del nivel inicial a la formación docente pasando por la escuela secundaria todo debe “aggiornarse”, revisar qué se hace en la escuela, cómo, dónde, con quién y para qué.
Hay que promover una “inteligencia social” que genere un pensamiento nuevo y adaptativo para “aprender a aprender”, nos dicen. Implica un pensamiento “transdisciplinario”.
La noción del “aprendizaje incentivado” sería el último grito de la moda educacional: que el alumno descubra guiado por su docente y por la tecnología, con trayectorias flexibles y “signifcativas”. No extraña que implique dos cambios: un nuevo vaciamiento curricular a partir de la vuelta de las “áreas” y la reducción del tiempo de exposición del
docente a un 30% de las horas de clase, en el restante y mayoritario 70% el alumno aprende “solo” gracias a un docente orientador y facilitador. Currículum por proyectos, trayectorias flexibles, horarios flexibles, evaluaciones flexibles. El bloque pedagógico llega a la escuela secundaria y de un plumazo se elimina la repetición. Bienvenida la “promoción acompañada” y la evaluación colegiada.
El quinto año de la secundaria pasará a ser un año “integrador y formativo del más allá de la escuela”. Ese más allá no es más que la dedicación de la mitad del tiempo escolar a las pasantías y al trabajo para las empresas. La otra mitad, al emprendedorismo. O sea: como trabajo para todos no habrá, que se arreglen. Se propone menos tiempo en la escuela y más en clubes, comedores, ONGS, instituciones artísticas, culturales y sociales, organismos públicos. Ya el Fines 2 lo hizo y el macrismo va por más. La implementación de la jornada extendida es sencillamente eso: un nuevo vaciamiento curricular que precariza las condiciones de estudio y de trabajo docente. El programa nacional ya tiene nombre: “la escuela sale del aula”. Metáforas cero.
El terreno se prepara también para el desplazamiento liso y llano de nosotros, los docentes. No es claro cómo se rearmará la caja curricular, los cargos, las parejas pedagógicas, o el uso del tiempo de exposición rebajado al 30%. Hay que eliminar las clases magistrales porque el alumno, ahora, aprende solo. Tampoco se sabe cuál será la nueva matriz de contenidos más allá de la bolsa donde se reagruparán. De cara a la flexibilización proponen un ¿sistema? denominado “gamificación”, esto es, videojuegos educativos donde la superación de cada nivel del juego implica la progresión en la adquisición de los contenidos. Quién, cómo y para qué elaborará la nueva herramienta es algo que no sabemos. La idea que subyace es clara: el alumno no aprende porque se aburre y hay que
adaptar la escuela a una estructura placentera y moderna con raigambre en la vida cotidiana de nuestros jóvenes. A
eso se suman guías online y el combo ya está listo. Vamos hacia un currículum mínimo pero sólido, aducen, como
en Finlandia. Si a ellos les dio resultados ¿por qué a nosotros no? Vamos hacia un esquema de educación personalizado, como en Finlandia porque si a ellos ….
El problema es que Argentina no es Finlandia. Acá, por lo menos 7,6 millones de chicos sufren carencias estructurales, niveles que se mantienen en forma invariable desde la década del ’80. Desde la década del ’70 el promedio salarial de los trabajadores no para de caer y se consolida una enorme fragmentación en el conjunto de los trabajadores: una capa de desocupados creciente, trabajadores en blanco, en negro, precarizados, tercerizados. El enorme ajuste en marcha explica la nueva oleada de la reforma educativa. Hay que fragmentar aún más la escuela ¿Cómo aprenderá solo un alumno que no comprende lo que lee? Las estadísticas lo muestran. Una vez más, vamos a meter la tierra bajo la alfombra. Que pase y siga, siga. ¿De qué nuevas tecnologías disponen y cómo las usarán nuestros alumnos? Hablamos de esos que viven en condiciones de extrema precariedad, esos que no acceden a los servicios básicos como agua y cloacas, cuyos hogares funcionan con tendidos eléctricos precarios. ¿Son esos los
que van a aprender a distancia? Hay que decirlo. No estamos ante recetas nuevas. Que las distintas realidades regionales requerían contenidos mínimos, básicos y flexibles es un “descubrimiento” de Frondizi que tomó Onganía en su escuela intermedia, recuperó Alfonsín pasando por Perón y Videla hasta llegar a Menem y Cristina. La profundidad con la que se avanza en materia educativa también depende de la correlación de fuerzas y de la agudización de la degradación social. Se viene un nuevo “genocidio educativo”. La degradación, en clave de habilidades, avanza a toda prisa

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