Divide y reinarás. Cristina y su política frente a la clase obrera – Marina Kabat

en El Aromo nº 70

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Divide y reinarás
Cristina y su política frente a la clase obrera
 
Marina Kabat
TES – CEICS
¿Cacerolas de teflón y gente bien vestida o trabajadores con reclamos obreros? No deje de leer en este artículo lo que nadie más le va a contar sobre la composición social de los cacerolazos.
 
El 8 de noviembre algunos culparon a Cristina de enfrentar a los argentinos. Tomado literalmente, el cargo no es correcto. Simplemente, “los argentinos” ya estaban divididos antes del desembarco K. No existen “argentinos” a secas, sino obreros y empresarios. Por ello, no se puede acusar a Cristina de enfrentar a quienes, de por sí la vida los enfrenta. Pero bien vale la acusación para el caso de la clase obrera. El 2001 salieron a la calle distintos sectores del proletariado ocupado y desocupado, gran parte de él nucleado en torno del movimiento piquetero (desocupados, pero también empleados públicos y otros trabajadores) o en el movimiento de asambleas populares (donde confluían nuevos obreros, que no se consideran tales: trabajadores de servicios- profesionales asalariados, con sectores de pequeña burguesía en vías de proletarización y pauperización). La consigna “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, expresaba la unidad del conjunto. Esta alianza, a través de su lucha, logró todo aquello que puede considerarse positivo post 2001 -el congelamiento de tarifas, subsidios a desocupados, etc.-, y que el kirchnerismo se arroga como si fueran dones, que los dioses decidieron obsequiar a los mortales.
Para reinar, el kirchnerismo debía dividir esa alianza. A su vez, necesitaba comenzar a realizar el ajuste, pero sin perder base social. Néstor se apoyó inicialmente en la clase obrera ocupada, alianza forjada al calor de la reapertura de paritarias (lo que no es un dato menor, no solo por comparación con el menemismo, recuérdese que, por ejemplo, Alfonsín recién reabrió la negociación colectiva hacia el final de su mandato, en 1988). Pero, en los últimos años, el kirchnerismo comienza a enfrentarse con los obreros en blanco, en especial con aquellos de mejores salarios, mientras que refuerza su alianza con la sobrepoblación relativa (aquellos sin empleo productivo para el capital). Cristina descarga paulatinamente el ajuste sobre los trabajadores más acomodados a quienes les pide que no sean egoístas y se dejen quitar parte de sus salarios en pos de la inclusión social. El progresismo del gobierno no alcanza para que proponga que la burguesía, quien necesita y explota a esta población, sea quien la mantenga. Como esta alternativa está ausente, los trabajadores mejor pagos se ven acorralados entre la opción de dejarse esquilmar en nombre de la justicia social o sumarse a las cohortes que reclaman la eliminación de los subsidios (a los obreros y no a las grandes empresas como General Motors). El gobierno, consciente de que promueve esta falsa antinomia, tras el cacerolazo del 8N sale a decir “seguiremos con la asignación universal por hijo, con la entrega de netbook y todas las demás medidas inclusivas que impulsa el Ejecutivo nacional”, con lo que busca enfrentar a los desocupados con los obreros que salieron a cacerolear. Sí, leyó bien: obreros que salieron a cacerolear…
Barrios, clase y cacerola ¿qué nos dice la geografía porteña?
De acuerdo a La Nación, los barrios donde se produjeron más protestas el 8N, sin contar el centro, son Balvanera, Caballito, Recoleta, Villa Urquiza, Flores, Boedo, Monserrat, Chacarita y Belgrano [1]. Según la lectura K, se trataría de barrios “chetos”. Una mirada menos superficial muestra otra cosa: es cierto que Belgrano, Villa Urquiza y Recoleta se destacan por tener una mayor proporción de patrones dentro de la población ocupada que el promedio de los barrios porteños (10.53%, 8.21% y 8.02%, respectivamente) [2]. A su vez, Recoleta y Belgrano son los barrios de la ciudad con mayor presencia de cuentapropistas en términos porcentuales (22,11% y 22%, respectivamente). Pero, aún representando los patrones o cuentapropistas, en estos barrios -un porcentaje mayor que en otrosiguen siendo tan solo una porción minoritaria de la población que en ellos reside. El único de los barrios caceroleros que cuenta con un número de obreros y empleados inferior al promedio de la ciudad es Belgrano, que igualmente registra un 65,12% de obreros y empleados. Los demás, se ubican en el promedio o lo superan. Ésta es la situación de 5 de 9 de los barrios más movilizados: Balvanera (73,51% de obreros o empleados), Boedo (72,02%), Caballito (70,42%), Chacarita (70,19%), Flores (69,79%). Es decir, la estructura social de los barrios más movilizados habilita a pensar que, si bien es probable una participación de sectores burgueses o pequeño burgueses (patrones y cuentapropistas),
también es importante la participación obrera, dado que, con la única excepción de Belgrano, el porcentaje de obreros y empleados entre la población ocupada de las estos barrios es equivalente al promedio de la ciudad o superior a él. Estos datos resultan coherentes con una encuesta realizada por el CEICS a los caceroleros en Plaza de Mayo, Boedo, Paternal, Caballito y en plazas del conurbano, donde encontramos que el 55% de las personas eran empleados, 23% independientes sin empleados, 5% empleadores y 7% desocupados. Cerca de la mitad (el 46%) pagaba el impuesto a las ganancias. Dentro de los empleados, el 83% estaba en blanco y solo el 17% en negro. A su vez, cuando se les preguntaba cuáles eran los perjuicios para su vida cotidiana que les ocasionaba el gobierno, el 38% señaló cuestiones vinculadas con condiciones de vida obrera (principalmente quejas contra la inflación y el impuesto a las ganancias sobre sus salarios). Es paradójico que, cuándo se les pregunta qué cambios concretos quisieran ver, mayoritariamente aluden a aspectos de la política republicana, mientras que sus propias acciones bordean el margen de dicha política, cuando reclaman su
derecho a manifestarse e incidir con sus acciones en los actos de gobierno sin tener que esperar a las próximas elecciones.
Otro elemento a destacar es que los barrios en donde se produjeron protestas coinciden con aquellos que se movilizaron el 19 de diciembre del 2001. Siete de los nueve barrios que se manifestaron contra Cristina, protagonizaron también los cacerolazos del 2001 (Belgrano, Recoleta, Balvanera, Flores y Caballito, Boedo y Monserrat) [3].
Como se ve, el panorama es muy distinto a las llamadas cacerolas de teflón del 2008. El PTS, equivocadamente, sostuvo que “el núcleo duro de quienes se movilizaron este jueves fue el mismo sector social que en 2008 apoyó a la Mesa de Enlace agropecuaria.” (La verdad obrera, 14/9/2012). En ese año, en Capital las protestas se limitaron a Plaza de Mayo, Devoto y Caballito con un muy exiguo número de participantes, entre los que primaban los rentistas agrarios o los hijos de chacareros asentados en la ciudad para cursar agronomía. En las manifestaciones el tamaño sí importa, porque da cuenta de la base social de la protesta. Movilizaciones acotadas, como las del 2008, pueden ser protagonizadas por la burguesía y la pequeña burguesía sin una participación importante de la clase obrera, no es el caso de las manifestaciones de este año. Se estima que el 8 de noviembre hubo más de 500 mil manifestantes en toda la ciudad. Sólo para la zona de Plazo de Mayo, la metropolitana calculaba 500 mil caceroleros, mientras que el gobierno nacional reconocía la asistencia de 150 mil (La Nación y Clarín 9/11/12). En cambio, en el 2008, para los cacerolazos más importantes las estimaciones de asistentes a Plaza de Mayo se limitaban a un máximo de 100 mil y un mínimo de 4 mil el 25/3/2008 y de 15 mil personas el 16/6/2008. Una disparidad similar se registra en los barrios, mientras que en Devoto el 8N hubo 30 mil personas (La Nación, 9/11/12) el 16 de junio de 2008, hubo solo 1.500 personas frente a la quinta presidencial. Igualmente, en el 2008 el número de cacerolas en Belgrano y Caballito fue ínfimo: 500 personas en Cabildo y Juramento y apenas 300 en Acoyte y Rivadavia el 16/6/08.4 Ante semejantes diferencias en las convocatorias, el PTS debiera revisar las afirmaciones que vierte sin ningún tipo de asidero en datos que la avalen.
¿Un desocupado y yo, ambos obreros?
En la antigua Grecia una porción de la población vivía del trabajo realizado por los esclavos. La clase dominante, incluidos artistas y filósofos, vivía del trabajo de los esclavos, sea que los explotara directamente o no. Todo el trabajo era apropiado por los esclavistas. La explotación era fácilmente visible. El esclavo era un patrimonio de su amo, quien no lo dejaba morir de hambre para no desvalorizarlo. A su vez, no existían esclavos desocupados. En cambio, hoy la burguesía en su conjunto vive del trabajo de los obreros. Como paga un salario, pareciera que no se apropia de nada que no le correspondiera y, sin embargo, lo hace. El salario nunca equivale al valor creado por el trabajador. El empresario invierte y siempre obtiene una ganancia. No es magia. Si ha comprado hilo o acero éste valdrá lo mismo, a la hora de venderlo. Si el valor se acrecienta es por las transformaciones que ha sufrido el producto, obra del trabajo humano. El empresario no compra una cantidad de trabajo, sino que bajo la forma de salario alquila la capacidad para trabajar, alquila fuerza de trabajo. Si esa capacidad rinde más de lo que paga por ella -y un patrón siempre se asegura de que así sea- se transforma en su ganancia. Por eso, ese trabajo añadido, que agrega más valor al producto o servicio que se comercializa, nunca es pagado en su totalidad al obrero. En trabajos intelectuales, donde los insumos que aporta la patronal son menores, esto es más visible: en cualquier estudio, con una semana de trabajo, un traductor se paga el sueldo y trabajará gratis el resto del mes. Lo mismo puede decirse de un programador o un diseñador gráfico, entre otros. Al igual que en la antigüedad, la relación de explotación es de clase a clase. Pertenecen a la burguesía, porque viven del trabajo ajeno, el hijo del burgués que dilapida dinero de papi en Punta, su esposa y su amante, lo mismo que otros personajes que viven del trabajo de ajeno. A la inversa, el hijo o la mujer del trabajador son obreros también, como lo son los desocupados. La burguesía necesita mantener siempre inactiva una parte de los trabajadores, para que haya oferta abundante y el precio de la mercancía que venden no se eleve demasiado, para que usted trague saliva al cruzarse los lunes con las filas de los desocupados y piense dos veces lo que había planeado decirle al jefe. Necesita desocupados para tener pasantes, becarios y trabajadores gratuitos y para que usted los mire con desconfianza y se empeñe más en su empleo. Los necesita para recoger cartón que será el insumo de grandes papeleras o coser ropa barata en talleres clandestinos. Para levantar cosechas dos meses de sol a sol y casi perecer de hambre el resto del año. Para todo esto también necesita que crea que ellos y usted no son lo mismo. Es más, necesita que esté íntimamente convencido de que ellos viven a costa suya, que ellos, y solo ellos, roban los frutos de su trabajo y usted olvide esas ráfagas de lucidez y bronca, cuando se detiene a pensar en todo el trabajo que realiza
que no se refleja en su sueldo. 
La clase media no va al paraíso
El desarrollo de la conciencia de la clase obrera se enfrenta con dos grandes obstáculos ideológicos: uno, la idea que acabamos de discutir de que un desocupado no es obrero, y dos, que ciertos sectores mejores pagos o más instruidos de la clase obrera, constituyen un grupo social aparte. Es decir, el mito de la clase media. En el pasado, podían encontrarse amplias capas de población que, sin poder prescindir de realizar un trabajo, no se veían forzadas a vender su fuerza de trabajo para subsistir: se trata de la pequeña burguesía. Pero ésta, en la Argentina, desde la década del ’70 que viene experimentando un proceso de proletarización y pauperización y la mayoría de lo que comúnmente se denomina clase media hoy no constituye un grupo verdaderamente diferenciado del proletariado, ¿cuántos médicos tienen consultorio, trabajan realmente por su cuenta y no cobrando migajas de las grandes prepagas, sueldos insuficientes o haciendo residencias gratuitas en hospitales? Si no me cree, lea el artículo de Nicolás Viñas en esta misma edición. ¿Y qué me dice de los contadores, un empleado bancario por ejemplo? Se los exprime más cada día, ahora los amenazan con extender el horario de atención al público (ver nota sobre el 20N). Con un piso salarial por sobre los 7000 pesos, el gremio bancario es uno de los más afectados por el impuesto a las ganancias.
No sorprende, entonces, que los trabajadores del sector hayan adherido al paro del 20N y que, previamente, hayan sido parte de esa gente bien vestida que, al salir de la oficina, se puso a cacerolear, adelantando el horario previsto por la convocatoria de la protesta. Con 20 mil trabajadores del sector concentrados en microcentro, deben haber aportado un número no menor de manifestantes a los cacerolazos. ¿Qué es de la vida de un abogado? Las viejas profesiones liberales ya no garantizan independencia económica, buen pasar ni una vida tranquila, ajena al frenético ritmo laboral de los obreros. Hoy esos profesionales siguen yugando aún en la vejez: “soy abogada jubilada y tengo que trabajar” decía una cacerolera consultada por 6-7-8. Esos profesionales, como usted quizás, ya son obreros sólo que no se han dado cuenta aún. ¿En los diarios leyó otra cosa? ¿Hay estudios que  firman que la clase media no para de crecer? Bien, no es por contradecirlo, ¿pero usted vio cómo realizan sus estimaciones esos “estudios”? El Banco Mundial, por ejemplo, afirma que la clase media argentina se habría duplicado en la última década, llegando a 18,6 millones de personas. Según el organismo, pertenecen a la clase media quienes tienen un ingreso per cápita entre 10 y 50 dólares (al tipo de cambio de la Paridad del Poder Adquisitivo-PPA, un indicador que establece cuántos pesos se necesitan para comprar lo mismo que se compra en los EEUU). Este índice varía con la inflación anual de cada país. El Banco Mundial para el caso argentino se basa en las cuestionables cifras del INDEC. En función de ello, para el Banco Mundial en 2010 el ingreso necesario para ser clase media en Argentina sería de 560,7 por mes por persona. Todos los jubilados con una mínima de 895 pesos en 2010 cumplían con el requisito, lo mismo empleados solteros con el salario mínimo vital y móvil. Del mismo modo, cartoneros, empleadas domésticas, solteros sin hijos, pertenecería a la clase media. A la vez, una familia tipo donde dos adultos cobran el salario mínimo, también pertenece a la clase media. Es decir, hasta los obreros más pobres, son clase media para el BM.5 El problema central es que las clases sociales no se definen por los ingresos de personas o familias, sino por el hecho de poseer o no medios de producción. En el capitalismo, esto se expresa entre quienes sólo tienen para vender su fuerza de trabajo (clase obrera), aquellos que venden el producto de su trabajo (pequeña burguesía) y los dueños de los medios de producción que venden mercancías producidas por los obreros, apropiándose de plusvalía (burguesía).
Cristina, a la izquierda del FIT
El gobierno supo leer la composición de clase de los cacerolazos mejor que la izquierda. La participación de obreros ya había sido registrada por el gobierno en septiembre. Así, a reclamos y movilizaciones obreras, respondió, pese a sus discursos, con concesiones. El kirchnerismo parece haber advertido que el recorte de las asignaciones familiares y la no modificación del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, anunciados el mismo 13S, había echado combustible a la protesta, por lo que dio marcha atrás con parte de estas medidas. A inicios de septiembre se esperaba una inminente suba de los topes fijados para el cobro de asignaciones familiares. Si estos no se actualizaban, ningún empleado a jornada completa hubiera percibido la asignación familiar íntegra. Esto surge de un salario mínimo pautado para septiembre en 2670 pesos, cuando con ingresos superiores a 2600 pesos (brutos) las asignaciones familiares ya sufrían recortes. Sin embargo, los cambios anunciados, en vez de mejorar la situación, la empeoraban para la mayoría de la gente. Las escalas se elevaron, pero menos que la inflación, por lo que trabajadores que cobraban asignaciones íntegras, con el aumento salarial de las últimas paritarias, pasaron a cobrarla con recortes. Más grave aún, al pasar a computar los ingresos del grupo familiar se amplía la cantidad de personas que no cobra asignación.
El tope se pauta en 14.000 pesos para el grupo familiar sin que ninguno pueda percibir más de 7000 pesos de ingresos brutos. Con lo cual, salvo el raro caso que ambos cónyuges cobren exactamente 7000 pesos brutos cada uno, en realidad el tope familiar es mucho más bajo. Un matrimonio con un salario bruto de 7.000 pesos y otro de 2.760 (salario mínimo) que antes cobraba la asignación completa 270 pesos ahora pasa a no cobrar nada. Un matrimonio en el  cual los dos miembros cobran el salario mínimo, antes cobraba la asignación integra que era 270 pesos y ahora ascendería a la siguiente grupo que solo cobra, con aumento y todo, 160 pesos. A su vez, este anunció implicaba que este año no habrá elevación del piso no imponible para tributar impuesto a las ganancias (que se toma como cifra máxima de ingreso individual para poder percibir asignaciones). Tras el cacerolazo y las críticas, el gobierno anunció cambios al sistema que fueron publicados por los diarios el 16/9. El ANSES habría informado el 15 que “el grupo familiar seguirá cobrando la suma de dinero correspondiente a la categoría a la que pertenecía antes del cambio, con los aumentos correspondientes a dicha categoría, o bien, será incluido en una nueva categoría mejor, por el aumento de los topes”. Con esto, se evitan los efectos que la nueva normativa iba tener sobre el sector más pauperizado de la clase obrera en blanco, y matrimonios donde los dos cobran salario mínimo seguirán percibiendo la asignación integra (y con aumento). Luego, exactamente en el medio del segundo cacerolazo y de la huelga anunciada por Moyano-Micheli, el 14 de noviembre, Cristina hizo una segunda concesión y anunció que no se cobraría impuesto a las ganancias sobre el aguinaldo. Las acciones del gobierno muestran que ha reconocido el componente obrero de las movilizaciones, pero, paradójicamente, intenta presentarlo como una prueba de que allí se convocaban los privilegiados, “los incluidos”. Basta sino ver cómo la movilera de 6-7-8, el 8N sistemáticamente increpaba a sus entrevistados, preguntándoles si tenían trabajo, como diciendo, entonces “¿de qué te quejás?” [6].
Facilitando el trabajo al enemigo
La izquierda, en cambio, presencia la movilización de sectores obreros y mira para otro lado. Después del primer cacerolazo el PTS dijo: “Los cacerolazos y marchas que se realizaron este jueves 13 de septiembre no fueron expresión política de los intereses obreros y populares sino el de los sectores de las clases medias, en particular las más acomodadas” y que su núcleo lo conformaban los caceroleros del 2008 (La verdad obrera, 14/9/2012). Después del segundo cacerolazo, no sacó un balance, en la prensa solo escribió un artículo reseñando debates obreros sobre el 8N, pero que llevó significativamente como título la frase “Ahora hablamos los del bombo, no los de las cacerolas”. El PO salió a criticar la frase, “bien entendido, esto significa que los huelguistas tendrían que salir a pelear contra los caceroleros. Más revolucionario sería aprovechar un ascenso obrero para producir una delimitación entre los caceroleros, con el objetivo de ligar a sus sectores más golpeados con la clase obrera” (PO 29/11/12). Pero en la misma crítica se asume que los caceroleros no pertenecen a la clase obrera, afirmación que va en línea de anteriores declaraciones del PO. El mismo Altamira dijo “la protesta contra el régimen actual se manifiesta en todas las clases sociales -incluso las menos necesitadas”. Con lo que su visión se acerca a la del PTS, en relación a ver como protagonistas de los cacerolazos a sectores “medios altos”. De esta manera, facilitan en el terreno ideológico la división de la clase obrera que el gobierno promueve.
En vez de favorecer una acción unitaria de la clase obrera se desconoce al sector mejor pago y vinculado con los servicios, por un lado, y se abandona (PO) o directamente nunca se encara la organización de la población sobrante (PTS). En base a prejuicios, en virtud de los cuales pareciera que es necesario vestir overol azul para ser obrero, se arroja a los brazos de la política burguesa a estos sectores (hacia el kirchenerismo a la población sobrante, a la oposición patronal los sectores obreros que salieron a cacerolear). Una política revolucionaria exige retomar la organización de la sobrepoblación relativa, y embarcarse en la organización de sectores de los obreros ocupados hasta ahora relativamente descuidados,  como los trabajadores de servicios. La unificación partidaria permitiría encarar este desafío, de lo contrario, se seguirán superponiendo esfuerzos en ciertas fracciones de la clase obrera, y desarrollando allí una competencia estéril, mientras que se libra a su suerte a otros sectores de la clase obrera, como ha ocurrido con la sobrepoblación relativa tras el reflujo del movimiento piquetero.
NOTAS:
[1] Ver https://maps.google.com/maps/ms?msa=0&msid=203685373763311309766.0004cde902e849a9a8d83&ie=UTF8&t=m &ll=-34.588845,-58.442116&spn=0.098924,0.219727&z=12&source=embed; y www.lanacion.com.ar/1524600-el-mapa-del-cacerolazo.
[2] En base a datos del censo 2001, sobre la población ocupada. Las categorías censales no son directamente asimilables a clases sociales, (por ejemplo, puede figurar como empleado un gerente general que, en realidad es un burgués, o como cuentapropista, desde un cartonero a un obrero a quien su patrón le exige figurar como monotributista) pero pueden ser tomados como indicadores aproximados de la estructura social.
[3] Los barrios movilizados en el 2001, según ClarínLa Nación y Página 12, del 20/12/2001, habían sido: Belgrano, Recoleta, Villa Crespo, Balvanera, Flores, Almagro, Palermo, Caballito, Barracas, Boedo, Monserrat y Villa del Parque, siete de ellos estuvieron movilizados en el 8N.
[4] Los datos de las protestas de 2008, ver Sartelli Eduardo (dir): Patrones en la ruta, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2008.
[5] Ver Informe de Sebastián Cominiello: www.razonyrevolucion.org/ryr/index.php?option=com_content&view=article&id=2175:cartoneros-empleados-domesticos-y-perceptores-deplanes-sociales-todos-son-clase-media-para-elbanco-mundial&catid=234:comunicados-ryr.
[6] Ver www.youtube.com/watch?v=gYRmN-K5t3s.

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