En esta nota, Pablo Pozzi, historiador y docente de la UBA, critica la construcción del FIT como frente electoral, el sectarismo de los partidos que lo integran, la ausencia de la propaganda socialista y señala que es una gran oportunidad para la clase obrera.
Pablo Pozzi (Colaborador)
El otro día me crucé con una amiga “troska”. Hace fácil 25 años que la conozco y ya en aquel entonces militaba en el trotskismo. Es una de esas personas que me inspiran mucho respeto, sobre todo porque es muy buena docente y, además, es coherente con lo que piensa. De hecho es una de las pocas zurditas que asume los costos de su postura ideológica. Como buena veterana tiene muchísima paciencia con tipos chicaneros como yo, y hace oídos sordos al macartismo de otros, no porque conceda sino porque no se gasta en discusiones al pedo. Debo reconocer que si bien no responde ante mis provocaciones baratas, que también es perfectamente capaz de darme una dura y combativa discusión cuando lo amerita.
Mi amiga es del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y por ende apoya al Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT). Pero no come vidrio, a diferencia de algunos conocidos que tienen más fe que conciencia. Por ende, ya que me la encontré, aproveché para hacer catarsis y volcar mis críticas al Frente de izquierda, sobre todo por su accionar de las últimas semanas. Como es veterana en vez de agarrarme a sopapos (y reconozco que algunas de mis barbaridades merecían precisamente eso) hizo como que mis opiniones tenían algún mérito y me dio la discusión. Como a mí no me interesa discutir porque si, y tampoco quiero “imponer” lo que pienso, o “bajar línea”; fue una conversación bien interesante que revelaba los puntos flacos de ambos lados.
Yo creo que el FIT es una gran oportunidad para la clase obrera, pero sólo si es algo más que un frente electoral, trasciende el sectarismo de cada grupo que lo integra y logra incorporar no solo a otras organizaciones sino también a una gran cantidad de rojillos sin partido. Para eso siento que hay que ver cómo se le da participación real a cada uno, y cómo se puede estructurar ese apoyo sin recurrir a organismos que sean meros apéndices del partido. “Comités de base”, le dije. Rapidita mi amiga respondió: “Nadie te prohibió hacerlo. Hacé el tuyo. ¿O siempre tenés que esperar la iniciativa desde arriba? De hecho hay algunas experiencias en Zona Norte (de Buenos Aires).” En realidad tiene razón, y no la tiene. Si quiero apoyar al FIT puedo hacerlo organizando un grupo de gente en mi zona. Pero, al mismo tiempo, si todo desde lo nacional hasta lo local se decide por acuerdos entre las conducciones del PTS, el Partido Obrero (PO) y la Izquierda Socialista, entonces la participación no existe y nos van a forrear. ¿Exagerado? Más o menos; y le conté mi experiencia. En mi zona, en 2011 nos organizamos en apoyo al FIT para entrar al cuarto oscuro y descubrir que teníamos un candidato de una ciudad vecina que nadie conocía y que tampoco se había calentado en avisar de su existencia. Igual sacamos 1800 votos, o sea nos fue muy bien. Pero nos incineramos con los vecinos a los cuales les decíamos que el FIT no era una rosca más, mientras que nuestros candidatos eran nombrados igualito que en los partidos burgueses. “Ajá, señaló mi amiga, errores hay en todos lados y todos estamos aprendiendo. Con enchincharte no ganamos nada. Hay que ofrecer soluciones y llevarlas a la práctica.”
“Eso se puede solucionar fácil”, dije yo como buen francotirador independiente. “Los candidatos locales deben ser nombrados por asambleas de vecinos o en los lugares de trabajo; de mínima por asamblea zonal de adherentes al FIT”. En cuanto lo dije vi una sonrisita irónica en mi interlocutora. Y me señaló que era obvio que hacía mucho que yo no iba a una asamblea “de izquierda”. Y me contó una donde los “militantes de izquierda”, troskos, guevaristas, autonomistas, maoístas, comunistas, y otros se mataban tratando de imponer “sus resoluciones” (incluyendo alguna que otra barbaridad como votar una resolución “de apoyo al chavismo”, algo bien importante en un pueblo de Córdoba) mientras que la gente común que simpatizaba con el FIT huía despavorida para casita. “Hhhmmm, pensé, capaz que no estamos listos”. Y ella insistió que el problema no era “esperar a estar listos, si no ir viendo cómo hacíamos para ir avanzando en esa dirección”. Y ahí me mató: “Es de anarquistas, suponer que el ejercicio de la democracia obrera es algo automático, y no un aprendizaje para sacarse de encima 200 años de autoritarismo capitalista”. En realidad siempre me gustaron los anarcos sobre todo por su absoluta confianza en el ser humano. Pero preferí no decir nada, y cambiar de eje.
“Bueno, pero eso de no ir a la reunión con Macri o a la asunción fue una chiquillada”, señalé. “¿Por qué?”. Pucha, me cagó otra vez, porque me obligó a explicar algo que para mí era de Perogrullo, y que Abel Bohoslavsky o Eduardo Lucita habían explicado mejor que yo. Igualmente le dije que yo creo que si te presentas a elecciones es para participar y bancarte las reglas de un juego que no querés y que no compartís. Expliqué que el objetivo es mostrar una alternativa coherente y revolucionaria. Por lo tanto, me parece que hay que aprovechar todo espacio que se brinda. Así como la ex candidata a vicepresidente del FIT, Myriam Bregman, fue al programa de tevé K “6, 7, 8”, se podría haber ido ir a la asunción de Macri. La participación de Bregman no implicó un aval a un programa hecho por y para mercenarios sicofantes (¿o sí?). No creo que una reunión de Del Caño con Macri implicaba firmar su programa de ajuste. A menos que Nico no tenga el nivel ni la formación para sacarle jugo a eso. Es más hasta por ahí daba la oportunidad de plantear varias cosas. La respuesta de mi amiga no fue muy contundente: “Nada es tan fácil como a vos te parece, sobre todo porque es un momento muy difícil”. Sí, pero a mí me sonó más a excusa que a política, sobre todo porque en la percepción de muchos el FIT quedó avalando la postura antidemocrática de Kristina. Y así discutimos largo rato, a veces me convencía, otras simplemente zafaba.
A ver quizás hay que reorganizar la discusión. A mí me duele la Argentina, donde tanta gente labura, y unos cuantos ladrones se las arreglan para saquearnos y empobrecernos a todos. Los K saquearon y destruyeron el país mientras se enriquecieron a dos manos y gracias a ellos vienen los macristas que van a “arreglar” las cosas metiéndonos la mano en el bolsillo una vez más. Antes chillaban los macristas, y ahora chillan los K, y todos quieren ser el que tiene el poder para saquearnos al resto. Todos son pro imperialismo ya sea yanqui, europeo o chino, y su latinoamericanismo se define por el bolsillo. Dicho de otra forma el problema es el capitalismo, y para que a los argentinos de a pié nos vaya bien hay que modificar el sistema. Todo. De abajo para arriba. Si en Zanón se pudo, ¿por qué no en tantos otros lados? ¿Por qué no en todos lados? El problema es: ¿cómo avanzamos sobre todo en un mundo donde el capitalismo salvaje continúa su curso rampante? Para mí una respuesta posible es experiencias como el FIT. Para mi amiga el FIT es un frente electoral, y nada más. Para mi es la semillita de construcción de un futuro mejor porque es una escuela de aprendizaje y formación de muchos militantes nuevitos que tienen mucha polenta pero son un poco tiernitos.
A mediados del menemismo los zurditos estábamos en una crisis que parecía terminal. Veinte años más tarde, el crecimiento sostenido de la izquierda es notable. Y no me refiero a votos, sino a las docenas de organizaciones, al desarrollo de las ya existentes, a que han surgido periódicos y revistas, hay nuevas organizaciones sociales, y sobre todo ha surgido un vibrante movimiento de agrupaciones obreras antiburocráticas que incluyen no sólo a las del entorno del FIT sino a una pléyade de otras que van desde los compañeros de aceiteros hasta seccionales opositoras en gremios como ATE o docentes.
Al mismo tiempo, el FIT parece negarse a contribuir a esto simplemente porque las organizaciones que lo constituyen lo ven como un frente electoral y nada más. Como no parece tener más objetivos que “meter más diputados de izquierda”, cada día que pasa da la sensación de que está un poco más cerca de quebrarse. Cada partido que lo integra hace la suya y trata de “captar” gente y trabajos políticos antes que los otros. No es “el FIT” sino el “PO en el FIT” o el “PTS en el FIT”. Siempre se aclara que el candidato o dirigente es de tal o cual partido, y si existe una conducción del FIT pues ha pasado desapercibida en mi zona. La Izquierda Diario es un diario con un potencial frentista enorme que se ve limitado por la visión del PTS que lo confunde con el órgano partidario. En vez de dinamizar debates en la izquierda, simplemente baja línea. Aún así, en eso rescato al PTS más que al PO que ni siquiera intenta tener un espacio más amplio. Y eso se traslada todos los ámbitos. Por ejemplo, en mi zona, si se hubieran unido todas las tendencias antiburocráticas en el gremio docente UEPC, seguro que desplazaban a los burócratas. Lo gracioso es que eso era lo que reclamaba la base; pero todos preferían ir separados: unos para no resignar su cuotita de poder y cargos en cosas como la Junta de Calificaciones, otros para tener una “lista de izquierda”. Y en el medio sacrificaron a los trabajadores. En vez de hacer crecer la conciencia y el prestigio de la izquierda, contribuyeron achatarla. ¿Era fácil juntarse? Yyyy… depende. Si el eje es la repartija de cargos, entonces es muy difícil. Si tu objetivo es construir una alternativa de izquierda que contribuya a mejorar la vida de los trabajadores, entonces no es tan difícil. A mis vecinos les importa un pepino si sos trotskista, maoísta, guevarista o de izquierda independiente. Es más, dudo que sepan qué quiere decir cada cosa. Y aunque mi amiga, vieja troska, insiste que es toda una visión ideológica de construcción revolucionaria, no puedo más que acordarme de los viejos debates en el PRT: “éramos trotskistas y luego nos hicimos guevaristas”. No me puedo acordar de un solo cuadro, ni medio ni de dirección, que pudiera explicar en forma accesible qué querían decir ambos términos. Es más hasta me acuerdo de uno que me acusó de “luxemburguista”. Supongo que eso era malo malo malo. Y me tomó años avivarme que quería decir que yo era un tipo espontaneísta que creía en el protagonismo de las bases obreras. La verdad es que tenía razón; no creo que las conducciones sean infalibles, no me gustan los caudillos sean estos K, chavistas o marxistas, y creo que la única forma de hacer la revolución es con la participación de todos los trabajadores, por complicado y enquilombado que sea. Y por todos quiero decir todos: los zurdos y los evangélicos, los católicos y los ateos, los peronistas y los radicales. No sólo los que están de acuerdo conmigo. De manera que, discutiendo duro y buscando comprendernos, lleguemos a acuerdos de clase. El FIT puede brindar la oportunidad de discutir a partir de prácticas conjuntas para potenciar el accionar colectivo.
Quizás mi problema es que yo no creo que el camino a la revolución socialista dependa de la cantidad de diputados de izquierda. De hecho estoy seguro que si llegaran a ser mayoría, la burguesía siempre puede recurrir al golpe de estado. En síntesis, creo que suponer que la declaraciones de convicción democrática por parte de nuestras elites socioeconómicas, son verso. Entonces ¿para qué presentarse a elecciones y para qué hacer un frente electoral? La izquierda debe participar en elecciones porque nos da la oportunidad de propagandizar nuestra propuesta. Por eso es importante que el programa del Frente sea contundente y refleje bien una propuesta obrera y popular. Muy a pesar mío el programa del FIT parece más una negocieta entre los partidos que lo componen donde hay “un hueso” para cada grupito, y el socialismo no figura ni como nota al pié. Como me dijo un vecino: “¿Cuál es la diferencia entre el 82% móvil de jubilación de ustedes y el de Macri o el de Massa?” Entre la espada y la pared respondí: “Nuestros candidatos son revolucionarios”. Su respuesta fue lapidaria: “No se nota”. Quizás por eso, en mi zona por lo menos, hubo cortes de boleta Macri Presidente, FIT legisladores.
Claro que lo anterior es lógico si lo que se quiere es un frente electoral. Ahí lo que importa es atraer todos los votos posibles; incluyendo a mis vecinos empresarios. Ellos votan a Liliana Olivero, de Izquierda Socialista en el FIT, porque “es buena mina”, no por zurda. Si ella fuera candidata por cualquier otra coalición también la votarían.
Mi amiga me escucha y señala que es muy difícil avanzar porque el piso de hoy está muy abajo. Insiste que “el FIT es un primer paso que posibilitará otros”. Yo no estoy tan seguro que sea así en el largo plazo porque hay un peligro serio de diluir a la izquierda y sus propuestas en las de cualquier otra coalición “progresista”. Por otro lado, también tiene razón que es muy fácil para tipos como yo, que no hemos construido nada, criticar desde afuera. En ese sentido me hago cargo no sólo de que no tengo la posta, sino de que he hecho poco y nada para revertir la situación. Pero, al mismo tiempo, por algún lado hay que empezar. Yo cuento la que veo, y es muy posible que esté equivocado. Tengo una posición y no “la verdad”. En eso trato de contribuir a la discusión y no de imponer mi perspectiva.
Se abre una etapa de duras luchas (o digamos de luchas aun más duras que con los K). Al mismo tiempo la etapa va a ser sumamente compleja. El FIT puede, y debe, jugar un papel central en ella. Pero sólo puede hacerlo si los partidos que lo integran dejan de considerar al FIT como un mero frente electoral que les sirve para su propia acumulación; si abren la participación al conjunto de la izquierda; y si se instituyen prácticas democráticas y de base donde se puedan corregir errores, ratificar aciertos, y construir confianzas. Indudablemente no es fácil. Y los que no estamos en el FIT, seamos independientes o de partidos como el PCR, el MST o de los grupos del Frente Electoral Guevarista, podemos ganar un lugar apoyando sin pedir nada a cambio. No se trata de repartir cargos igual que los burgueses, se trata de construir un gran espacio de izquierda que genere conciencia y también de doble poder popular.
No existe ningún «Frente Electoral Guevarista». Sino que se trata de una fuerza política que ademas tiene una expresión electoral.
El FMLN de El Salvador gobierna , luego de haber logrado ganar las elecciones. A ningún revolucionario Salvadoreño se le ocurre negar la lucha electoral.
Sobre las anecdotas con UNO o UNOS determinado(s) interlocutores en el PRT-ERP en algún lugar y en algún tiempo, no mencionado, sostenemos que el marxismo vulgar no era, ni ES caracteristica excluyente de ningún grupo político. Sino resultado de la cacería y la guerra ideologíca.