Cada vez más en la Argentina, el delito está marcando a largo plazo una tendencia. Por lo general, en la prensa aparece como casos puntuales y suele circular la idea de que la delincuencia es producto de la pobreza. Como los delincuentes son los pobres, por un lado, hay que tolerarlos y, por el otro, rescatarlos.
Ahora bien, esta asociación que hacen los medios de comunicación no se condice con la realidad. Pensemos en el caso de países como EE.UU. en donde históricamente los índices de criminalidad y población carcelaria han sido elevados, pero no así la cantidad de pobres. No necesariamente pobreza se asocia a delincuencia. Veamos, qué ha pasado en Argentina.
En 1971 se registraron 314 mil delitos. Para el año 2020 estos fueron 1 millón 700 mil y la población se duplicó. Pero, en relación a esta última variable, deberíamos haber pasado a 600 mil delitos no a 1 millón. Otro punto a tener en cuenta es que allí donde hay mayor concentración urbana hay mayores índices de delincuencia. Y es interesante porque también derriba la cuestión de la pobreza. Así, donde mayor delincuencia hay, cada millón de habitantes, es Ciudad de Buenos Aires: relativo bajo índice de pobreza, pero alto índice de criminalidad.
El delito subió en la Argentina en términos exponenciales. Vivir en nuestro país es cada vez mucho más complicado. A esto hay que sumarle que entre el 50 y el 66% de los delitos no se denuncian. Para peor, las estadísticas de delito del 2008 al 2014/5 no se levantaron, es decir, directamente no existen porque para el kirchnerismo eso era estigmatizar.
Otra de las ideas que andan dando vueltas es que los delitos son una guerra de pobres y ricos. Pero si observamos el censo que se hizo en el 2017 sobre las personas que fueron víctimas de delitos, vemos que el 40% de los hogares que sufrieron de esta problemática no tenían cloacas. Y el 45% no alcanzaban a cubrir los gastos de la canasta básica.
Ahora observemos los delitos a los “ricos”. La última medida de envergadura de delitos a bancos es del 2008 y fueron 47 robos. En el 2020, de 1 millón 700 mil delitos sólo 30 fueron contra barrios privados. Los secuestros extorsivos en 2003 eran el 1% de los delitos. Cuando este tipo de modus operandi dio paso a los secuestros exprés, aparecieron ahí más cercanos a la clase obrera y en el 2019 se denunciaron 25.
La principal víctima del delito es la clase obrera. Hay una expansión, por un lado, de lo que uno llamaría el Estado negro y, por el otro, del delito más o menos organizado. Uno puede observar en esto, una red muy grande, muy esparcida que llega a los lugares más inhóspitos. Todo lo que tiene que ver con el delito es un negocio. También se lo usa como represión y eso es provocado por un elemento explicativo: el desclasamiento obrero y el desclasamiento burgués. Es decir, el delincuente que participa de esas redes punteriles, del delito negro ligado al Estado, ya no es un obrero. Dejan su condición obrera y pasa a ser una persona que vive de otra cosa con gente que también se ha desplazado. En el delito también se puede dar el caso de un desclasamiento burgués.
Esta mecánica de desclasamiento es una dinámica de ruptura de lazos sociales. Rompió su lazo humano y genera una relación que excede el organigrama. Predomina un extremo individualismo: “me salvo yo y no me importa nada”. Cuando decimos Socialismo o Barbarie, nos referimos a esto.