Por Martín Hermida – Edgardo Reynoso tiene 36 años de militancia partidaria. Fue delegado gremial en los ’70 y actualmente es delegado ferroviario. Miembro de Izquierda Socialista, siempre se inscribió en las filas del morenismo. Su actividad demuestra la importancia de los partidos políticos de izquierda en la lucha por la recuperación de las organizaciones sindicales en manos de las patronales. Su historia, también, es un fiel reflejo de la lucha de clases en la Argentina de los últimos cuarenta años: la militancia de los ’70, la contrarrevolución triunfante, su continuidad democrática y el Argentinazo como fin de la etapa e inicio de una nueva. Ilustra también sobre el rol de la burocracia peronista y la CGT en la contra-revolución, privatizaciones mediante.
Edgardo, contanos tus comienzos en la militancia…
Yo milito desde el ‘71, en ese momento, en el PST. Primero éramos el PRT la verdad, en alianza con el Partido Socialista Argentino. Y ahí, después, hicimos el Partido Socialista de los Trabajadores. Nuestra corriente es el morenismo, nosotros venimos de ese tronco. La primera vez que fui delegado, tenía 18 años. Fui delegado de una metalúrgica. Me pusieron porque era un pendejo pedante y maleducado. Me decían: “Sos muy pelotudo, te van echar”. Yo era el más chico de la fábrica y ya habían parado mis compañeros para que me reincorporen. Eso fue en el año ‘75. Luego, me agarra el golpe militar. No había mucho que hacer. En La Plata, hubo mucha represión. Yo estaba en una situación de semiclandestinidad. Muchos de mis compañeros son muertos y desaparecidos. Otros me contuvieron, aunque no sabía muy bien donde estaba parado.
¿Qué sucedió en la década menemista?
Hasta los años ‘90 había listas. En los ‘90 se achicó el gremio. Quedamos 85.000 trabajadores en la calle. Y también se achicó la organización. Entonces, de tres directivos que tenía el ramal Sarmiento, quedó uno solo. Y todo puesto a dedo por la burocracia. En el cuerpo de delegados estaban viejos dinosaurios. Nunca un reclamo, nada. Sufrimos una derrota importante, que los compañeros han sentido. Muchos quedaron cesantes, otros pudimos reincorporarnos. Los que entraban le huían a la política sindical, por su mala fama. La patronal pivoteaba sobre eso. El peso de la derrota cayó especialmente en La Fraternidad, que había llevado a cabo dos huelgas importantes en el ‘91. Fue el gremio más castigado La Unión Ferroviaria tenía seccionales que habían participado, pero más desorganizada y aisladamente. Primero, sufrimos una oleada de retiros voluntarios y, después, cesantías. Entonces hubo todo un período, de tres años más o menos, en el que la gente no se acercaba a los sindicatos, por desconfianza y por temor a la patronal. La afiliación al sindicato equivalía a despido. La tarea era complicada.
¿Cómo logró revertirse ese proceso?
Se empezó a trabajar sindicalmente, con las cosas elementales del gremio: acercarse a la obra social, por ejemplo. Después, se produjo un paro en el ’95. Era el imperio de la lista única. La Unión Ferroviaria tenía 35 directivos, que se elegían por línea. Hasta que se dieron una serie de resistencias. En septiembre de 1998 se dio el primer conflicto fuerte por un problema de seguridad con los guardas del Mitre. Eso provocó la represión. Los pasajeros salieron a favor de los guardas, lo que obligó a que interviniera Pedraza. Fue un punto de inflexión. En ese momento, todo el menemismo empieza a desmoronarse. Después del ’99, un sector de desplazados de la burocracia empieza a vincularse con la Alianza, concretamente, el sector de Chacho Álvarez. Los tipos querían jugar con la intervención del gremio. Entonces, se acercaron a nosotros. Aparecieron viejos burócratas desprestigiados, malandras de toda laya. Pero planteaban una lista de oposición. Esto se da principalmente en el Mitre y el Sarmiento. En el resto de los ramales, se dio con más debilidad. Acordamos con este sector. Ahora bien, el día que presentamos la lista, renuncia Chacho Álvarez. Así y todo ya estábamos lanzados. La UF termina reconociendo la lista a regañadientes, porque su estatuto es totalmente proscriptivo. Por ejemplo, los candidatos a congresales tenían que tener 10 años de antigüedad. Yo, por ejemplo, no podía ser candidato a directivo. Fuimos a elecciones y ganamos 5 seccionales: la seccional Victoria, Haedo, Bragado, General Pico y un sector de Ferroportuarios. Triunfo espectacular. Pero ellos dijeron que perdimos. Entonces, nos organizamos como cuerpo de delegados, como seccional. Le hicimos jugar a la seccional un papel que estatutariamente no le correspondía. Estatutariamente, la seccional sólo puede organizar bailes o para juntar a los jubilados para organizar una kermese o un asado. Nosotros le dimos un rol diferente: era un centro de discusión, centro organizativo importante. Tomamos la seccional, después en un conflicto que paralizó al Mitre y al Sarmiento. Paramos las dos líneas y la burocracia tuvo que intervenir. Fue un triunfo.
¿Cómo incidió el proceso del 2001?
Hay un punto de inflexión, en diciembre de 2001. Un mes muy picado para nosotros. Habíamos empezado a batallar por el tema de la reestatización. Hicimos movilizaciones al hall de Retiro, le ocupamos el servicio médico… Comenzamos a discutir el tema de las categorías, la flexibilización laboral, el rol de la burocracia. Los sectores proburocráticos empezaron a abrirse. En el 2001, se hacía un remate de material ferroviario en una corporación de martilleros, en el microcentro. Fuimos un grupo de ferroviarios e interrumpimos el remate. Esto fue en diciembre de 2001. El 19, hubo una represión de docentes en La Plata y nosotros fuimos un contingente importante en repudio al hecho. Estábamos esperando las columnas, que nunca llegaron. Sí cayeron algunos docentes de La Matanza y apareció nuestra corriente (MST). Hicimos una marcha y vimos que todo se cerraba. Éramos como 600 ó 700 personas. Íbamos por Avenida de Mayo. Nosotros veíamos que agarrábamos por Callao y se cerraba. Corrientes parecía un domingo a las 6 de la mañana. Y llegamos al Obelisco, ahí nos dijeron: “Acá hay estado de sitio, mejor desconcentremos”. Algunos nos quedamos ahí y nos agarró el 19 de diciembre a la noche, el cacerolazo. Nosotros participamos del enfrentamiento del 19 y el del 20. Gran parte del activismo nuestro estuvo ahí. Fue un movimiento popular. El rol de la burocracia se ve con toda su magnitud: se resistió a la huelga general. Fue un dique de contención.