Cooptar, dividir, frenar y, si no, reprimir. La fallida receta K y las enseñanzas del conflicto en Sociales.

en El Aromo nº 57

nataliacooptarNatalia Alvarez Prieto – Carlos Di Paolo
Grupo de Investigación de Educación Argentina – CEICS

El proceso de lucha iniciado por los estudiantes secundarios en la Ciudad de Buenos Aires ofició de ejemplo para el conjunto del movimiento estudiantil. La primera facultad en sumarse al estudiantazo fue la de Ciencias Sociales-UBA, el 31 de agosto. Luego de 45 días de toma y de una brutal represión policial, los estudiantes le arrancaron al gobierno una partida presupuestaria extraordinaria de 20 millones de pesos y el adelantamiento de la construcción del nuevo edificio que posee la Facultad. De ese modo, dieron nuevas pruebas de que tanto el kirchnerismo como el macrismo sostienen una misma política de deterioro de la educación pública y que, por ello, sólo la lucha más encarnizada puede comportar una victoria.

Un reclamo histórico

El reclamo de los alumnos, docentes y no docentes de Sociales por un edificio único lleva ya 14 años.(1)  Así, en 1996 comenzó un proceso de lucha que, frente a la intransigencia de las autoridades, llevó a los estudiantes a tomar la facultad en diversas oportunidades. Recién en el año 2002, luego de más de 50 días de toma del Rectorado de la UBA, los estudiantes lograron que se comprara una ex fábrica en el barrio de Constitución donde se está construyendo -¡desde hace 8 años!- un nuevo edificio.(2)  Durante todos estos años, el retraso de la obra fue justificado por “demoras en las licitaciones”, trámites burocráticos”, etc. Sin embargo, las verdaderas razones -presupuestarias- de aquella demora saltan a la vista si se tiene en cuenta la construcción del anexo de la Facultad de Ciencias Económicas, realizada en menos de un año. Mientras tanto, los problemas edilicios de las tres sedes de sociales resultan apremiantes y, muchos de ellos, constituyen una posible reedición de “Cromañón”: cables pelados, caída de mampostería y vigas, cortes de luz, aulas inundadas cuando llueve, ascensores que no funcionan, principios de incendio, etc.

En el marco de un ascenso general del movimiento estudiantil, el conflicto se desataría el 31 de agosto, siendo el disparador inmediato la caída de un vidrio en el hall de entrada de la sede ubicada en la calle Marcelo T. de Alvear. Aún cuando nadie resultó herido, tres asambleas masivas realizadas en las distintas sedes decidieron, por unanimidad, tomar la facultad y plantear como reclamo urgente el adelantamiento de la construcción del edificio único y un incremento de los fondos para reparaciones edilicias en todas las sedes. Por su parte, la Comisión Interna de los No Docentes y la Asociación Gremial Docente se plegaron a la medida de manera inmediata.

El carácter masivo de la toma fue ratificado en las sucesivas asambleas estudiantiles, cada vez más numerosas, y en la realización de cientos de clases públicas. De ese modo, los estudiantes lograron sostener la toma durante 6 semanas,(3)  batallando contra las agrupaciones K y su gran aliado, la conducción del Centro de Estudiantes -La Mella,(4)  que intentó levantar la toma desde el segundo día. Aún más, miserablemente, buscó reducir el conflicto a la demanda de un subsidio destinado a becas de apuntes. Sin embargo, lo cierto es que tal reclamo fue propuesto por quienes pretendían levantar la toma, sin encontrar apoyo en ninguna de las asambleas. Con el caballito de batalla de evitar el “desgaste”, el 22 de septiembre, La Mella, las agrupaciones kirchneristas y la Franja Morada lograron que se votara “modificar el carácter de la toma” y que las cursadas volvieran a las aulas, es decir, un retroceso en el proceso de lucha. No obstante, rápidamente se tornó evidente que la medida no arrojaría ningún resultado, especialmente a la luz del mandato del decano de no dictar clases hasta tanto se levantara definitivamente la toma. Así, una semana después, una nueva asamblea decidiría volver al sistema de aulas cerradas.

Durante todo el conflicto, el decano kirchnerista de la Facultad, Sergio Caletti, actuó como si el problema edilicio no existiera realmente. Por el contrario, sostuvo la misma caracterización que efectuó el macrismo en el caso de los secundarios: la toma habría sido producto de un grupo de violentos sectarios que, en este caso, intentaría aprovechar la pólvora instalada por los secundarios. Además, según el decano, el conflicto expresaba, en realidad, una pugna entre agrupaciones que buscaban posicionarse por izquierda para lograr las simpatías de los estudiantes en el marco del estudiantazo. Concretamente, apelando al desgaste de la toma, se negó sistemáticamente a dialogar con los estudiantes. Por supuesto, no faltaron las amenazas y la responsabilización de los estudiantes por diversas cuestiones de índole académico: la pérdida del cuatrimestre, el retraso de las designaciones docentes, la caída de los concursos y las defensas de tesis, ¡el atraso en el cobro de salarios y becas!, etc.

Los ministerios de Cristina tampoco ofrecieron ninguna respuesta durante los 45 días de toma. Así, el Ministerio de Educación también se negó sistemáticamente a recibir a la FUBA y a las delegaciones estudiantiles de la facultad. Finalmente, luego de un mes y medio de toma, el kirchnerismo abriría el “dialogo”. Claro que ese “diálogo” se dio, en primer lugar, entre los estudiantes y la Policía Federal.

Represión nac & pop

El 13 de octubre, los estudiantes se movilizaron hasta el Ministerio de Educación para exigir una reunión con Sileoni. Frente a la negativa del Ministro, por orden directa de la presidente, los estudiantes ingresaron al Ministerio. Al igual que en otras oportunidades -Casino, Kraft, Hospital Francés, etc.- la respuesta del gobierno nacional y popular fue la represión: once alumnos fueron detenidos, 150 quedaron dentro del Ministerio y, en las inmediaciones del edificio, varios estudiantes resultaron heridos producto de una verdadera razzia policial. Sin embargo, los estudiantes no retrocedieron y se mantuvieron durante once horas en el Ministerio hasta que los detenidos fueron liberados. Finalmente, los funcionarios K tuvieron que acceder a realizar una reunión con los ocupantes, quienes lograron arrancarle 20 millones de pesos y el adelantamiento de la construcción del edificio único.

Como es sabido, el kirchnersimo no dudó en brindar su “apoyo” a las tomas de colegios en la Capital, es decir, mientras la crisis educativa parecía dejar pegado sólo al macrismo. Sin embargo, una vez situado en el ojo de la tormenta, reprimió a los estudiantes universitarios, algo que ni Macri se atrevió a hacer con los secundarios. Por otra parte, al igual que el gobierno porteño, los K intentaron deslegitimar el reclamo planteando que se trataba de una demanda de un pequeño grupo. Así, en relación a la ocupación del Ministerio, Sileoni afirmaba que “los 300 chicos que se juntaron no representan a los 300 mil alumnos de la UBA, pongo en discusión su representatividad.”(5)  Claro que, de ser así, los funcionarios kirchneristas se habrían catapultado a la cima de la idiotez humana por haber entregado 20 millones de pesos a unos perfectos desconocidos.

Ahora bien, el panorama se aclara si se toma en consideración que la conquista alcanzada por los estudiantes de sociales no es más que un capítulo dentro de una serie más general de tropiezos del gobierno nacional en las universidades de todo el país. En la UBA, además de haber sido tomadas 4 facultades, las agrupaciones K sufrieron verdaderos bochornos en las elecciones de los Centros de Estudiantes. Por su parte, la izquierda no perdió ningún Centro y ganó en dos facultades muy importantes: Farmacia y Bioquímica -bastión histórico de la Franja Morada- y Ciencias Médicas -una de las facultades con mayor cantidad de alumnos.(6)  Asimismo, aún en los casos en que no ganaron, las agrupaciones de izquierda aumentaron considerablemente sus votos. Indudablemente, todo ello echa por tierra la caracterización de la lucha de los estudiantes universitarios como propia de un grupito de sectarios.
Lección de honor

El álgido proceso de lucha vivido recientemente demuestra que los estudiantes universitarios han hecho un gran avance en su independencia con respecto a los partidos burgueses y las agrupaciones estudiantiles que los representan, del Argentinazo para acá. Sin embargo, como hemos dicho, no se trató de un hecho aislado. Procesos similares se desarrollaron en el IUNA y en Filosofía y Letras. En el primer caso, luego de más de dos meses de tomas de sedes y un mes de toma del Rectorado, los estudiantes consiguieron la autorización del Ministerio para la compra de un edificio propio y el alquiler de otros dos. En Filo, luego de un mes de toma, el Consejo Directivo debió votar la resolución elaborada por los estudiantes que postulaba el compromiso de construir un edificio adicional pegado a la actual sede, con fondos públicos, destinado sólo a actividades gratuitas y con prioridad para la cursada de grado. Así, el conjunto del movimiento estudiantil universitario comprobó, una vez más, que sólo la lucha paga.

Notas:

(1) Por la falta de espacio, las carreras se dictaban en dos sedes centrales: Ramos Mejía y Marcelo T. de Alvear. También se utilizaban las instalaciones de diversos colegios, incluyendo salones de actos.
(2) Edificio que, por cierto, no se sabe si va a poder albergar a todos los estudiantes de la facultad.
(3) La toma sólo fue levantada durante pocos días en las sedes de Ramos y Constitución.
(4) La Mella es una agrupación que se dice independiente pero ha apoyado en numerosas ocasiones las políticas K y las de todos los bonapartismos latinoamericanos. En realidad, sólo machaca su “independencia” en relación a los partidos de izquierda. Demostrando su claudicación ante el kirchnerismo, desde que asumió la conducción del Centro hizo a un lado el reclamo por el edificio único.
(5) Clarín, 14/10/10.
(6) En ambos casos, ganaron las listas encabezadas por el Partido Obrero.

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