En esta sección de El Aromo incluimos las respuestas de Eduardo Sartelli a las acusaciones políticas de Jorge Altamira en Prensa Obrera. Para escuchar la otra campana, consulte www.po.org.ar.
Jorge: Siempre te tuve, te consta, por un tipo inteligente y un marxista brillante. Siempre admiré, además, tu capacidad para construir un partido como el que dirigís. Te consta que he dicho esto en público ante centenares de personas. Si no lo sabías o te lo olvidaste, podés preguntar a todos los alumnos que tengo todos los años en la Facultad de Ciencias Sociales. De ahí que me cueste creer la estupidez y la bajeza de la que sos capaz. No porque crea que un marxista brillante no pueda caer en semejantes actitudes, pensemos en la vida del propio Marx, sino porque tenía la convicción profunda de que, en tu caso, esas virtudes no iban acompañadas de esos defectos. Puedo aceptarte cualquier crítica, no te voy a aceptar un insulto.
Calificarme de pusilánime, democratizante, timorato y barrera de contención política de la burguesía, supera cualquier cosa aceptable. Podría incluso aceptarlo si al menos estuviera justificado, si te hubieras tomado el trabajo de demostrarlo. En ese caso, incluso te lo hubiera agradecido. Pero es la gratuidad de las tonterías que decís la que las transforma en un insulto. No tenés idea de lo que leíste. Hablás de mí como de “otro panelista”, como si hubiera existido algún panel en el cual yo hubiera compartido opiniones con los otros tres miembros. Te aclaro: no sólo no existió tal panel; yo ni siquiera escribí la nota. El día anterior una periodista me llamó, habló conmigo durante casi treinta minutos, me hizo preguntas sobre lo que le interesaba, tomó apuntes y con eso escribió lo que salió en Crítica. Tenía entendido que la periodista quería información para escribir su nota y que, a lo sumo, glosaría mis opiniones, como suele ser costumbre. Los temas que toca el artículo son una parte muy menor de todo lo que hablamos. Cualquiera que sabe cómo escribo se da cuenta de la diferencia. Hay incluso frases que no terminan o que no tienen coherencia. Es evidente, además, que no hay continuidad en el relato, lo que debiera haberte puesto sobre aviso. Sobre todo, cuando conocés de sobra lo que pienso, porque vengo escribiéndolo desde 1996 por lo menos. Pero, además, porque dijiste, no hace mucho: “Si este libro tiene el éxito que tiene, es el síntoma de un cambio de tendencia en el sentimiento y la combatividad populares, que tiene una expresión intelectual en esta obra.” Te referías a La Cajita Infeliz, que, supongo sabés, termina diciendo: “nos gustaría terminar este libro recordando que hay otro camino posible y que se llama socialismo”. Sabés de sobra cómo pienso. Tenías incluso, una nota en Veintitrés que apareció apenas una semana antes, en la que hubieras podido encontrar mejor material para hacerte una composición de mis convicciones, que parece tanto te preocupan. Juzgarme a mí y a mi agrupación por diez líneas que no tenés ni idea de en qué contexto se produjeron, es una estupidez y una bajeza. Es una estupidez: si no digo “socialismo” cada cinco minutos y como respuesta a cualquier pregunta, ¿soy un “democratizante”? Porque una nota no termina llamando a la toma del Palacio de Invierno, ¿soy un “pusilánime” incapaz de dar una “salida política”? La próxima vez que alguien me pregunte qué papel higiénico uso, contestaré, a fin de evitar otra filípica “revolucionaria”, que sólo bajo el socialismo la humanidad tendrá el culo limpio…
Es una bajeza: esta organización de timoratos y pusilánimes es la única que llama públicamente a votar al Partido Obrero, que a tu juicio debe merecer los mismos calificativos. Esta organización de timoratos y pusilánimes acaba de aportar, además de las cotizaciones personales, 2.000$, como organización, en la campaña financiera de tu partido (dicho sea de paso, no vi que la dirección se lo contara a los compañeros en la prensa o en algún BI…). Curiosos democratizantes éstos, que financian a un partido revolucionario. Curiosos democratizantes éstos que llamaban a expropiar a todos los propietarios agrarios mientras vos defendías a la Federación Agraria. Curiosos democratizantes éstos que te hacen saber que tus compañeros “artistas” utilizan la “libertad” que les da el partido para armar listas con miembros de la patronal, sin que se sepa de ninguna reacción airada de tu parte.
Si querías un debate, podrías haber planteado términos más realistas. ¿Qué pretendés debatir conmigo? ¿Que hay que armar un partido? ¿Que el capitalismo se cae a pedazos y abre perspectivas revolucionarias? Hace 12 años, al menos, que vengo sosteniendo esas ideas. No porque sea “catastrofista”. El catastrofismo es la perspectiva que cree que cualquier crisis económica plantea una revolución en marcha. Por eso, a lo largo de los años ’90, disentí con vos cada vez que anunciabas que se venía la revolución, simplemente porque no era cierto: el Santiagueñazo no fue el Cordobazo de los ’90 ni por asomo. Te critiqué, incluso públicamente, porque creía (y tenía razón) que inflabas inútilmente las esperanzas de los militantes ante cada elección, estimulando la ilusión en que las masas saldrían a la calle a vivarnos y seguirnos hasta la victoria. El resultado era la desilusión. Incluso escribiste, luego del fracaso de una de tus predicciones más que improbables, un artículo en la prensa, a mi juicio muy valiente, en el que te preguntabas si no habíamos leído mal toda una etapa histórica y la situación subjetiva de las masas. Artículo que la mayoría del partido prefirió pasar rápidamente de largo. No sabías (y creo que no aprendiste nunca) mantener las convicciones de los compañeros en tiempos difíciles. No soy catastrofista. No creo que el capitalismo esté muerto desde que Lenin lo dijo. Lo debatimos públicamente en la presentación de uno de tus libros: en los ’60, dije, las fuerzas productivas habían recuperado su marcha ascendente. Está escrito en los primeros números de Razón y Revolución. Desde aquella época vengo siguiendo la crisis mundial y cualquier lector de mis libros y de El Aromo lo sabe. No hay mucho que discutir allí, porque no tiene ninguna importancia si el capitalismo está en crisis continuada desde 1914 o desde hace treinta años. Está en crisis hoy y esa es toda la cuestión. De allí que asimilarme a Katz (sólo que un poco menos “pusilánime”) no corresponde a la realidad de mis ideas. Efectivamente, Katz, como Astarita y otros, no creen, o acaban de convencerse, después del 2001 el primero, hace unas semanas el segundo, de que la crisis existe. Compararme con Lozano, que nunca dijo que era socialista (y, por lo tanto, criticarlo de democratizante es ridículo), es colocarme, a mí y a la organización a la que pertenezco, fuera de la lucha socialista. ¿No te pareció demasiado? ¿No revisás lo que escribís antes de mandarlo a la prensa? Un dirigente como vos debiera pensar un poco antes de romper relaciones, gratuitamente y sin motivo, con la única organización que se ha comportado como un aliado fiel del partido desde hace años.
¡Pero no planteo una salida revolucionaria! ¡No construyo un partido! No se si sos tonto, tenés mala fe o hay alguna otra causa que desconozco. Razón y Revolución es un agrupamiento que no pretende constituirse en partido, porque entiende su actividad como parcial. Es decir, se dedica sólo a un campo específico de la lucha, el de la producción intelectual. ¿Por qué no abarca todo lo que debe abarcar un partido? Por una razón sencilla que hemos explicado hasta el hartazgo: ya hay quienes lo hacen y, seguramente, mejor de lo que podríamos hacerlo nosotros. ¿Se te ocurre cuál será el partido al que aludimos cuando decimos esto? ¿Será al PTS? ¿Te parece? ¿Será al MST, al PCR, al PC? ¿Te parece, Jorge? Ahora que somos democratizantes, debe ser Carrió, Binner o, por qué no, Lozano… Será cuestión de vigilar los próximos números de El Aromo, a ver si llamamos a votar por ellos…
Si querías discutir algo con RyR, podrías haber tomado alguno de los debates que hemos planteado al partido, en particular las vacilaciones en torno a la caracterización del “conflicto del campo” y la posición liberal en relación a la lucha ideológica (el tan llevado y traído tema de la “libertad de los artistas”).¿Por qué el PO sacó tres caracterizaciones completamente distintas del conflicto agrario en cuestión de días, pasando de una “pueblada” a un enfrentamiento entre dos fracciones de la burguesía? ¿Por qué ese amateurismo en la caracterización sino porque el partido no tiene la menor idea de lo que es la principal riqueza del país en el que pretende llevar adelante nada menos que una revolución socialista? Si hubieses levantado el teléfono, en veinticuatro horas RyR te hubiera conseguido toda la información necesaria para un balance adecuado. De hecho, toda esa información, que ahora ocupa las más de trescientas páginas de Patrones en la ruta, estuvo disponible en la primera semana del conflicto. Para que eso sea posible, es necesario que alguien se dedique a esa tarea. No brota de los textos de Trotsky ni se encuentra en La cuestión agraria de Kautsky. Alguien tiene que pelarse el culo en archivos y bibliotecas, horas y horas. Se llama organización, dedicación y trabajo. Todo partido revolucionario tiene que realizar ese ejercicio. ¿O acaso se puede entender la estrategia leninista sin El desarrollo del capitalismo en Rusia? Todo revolucionario tiene la obligación de conocer la sociedad que quiere transformar. ¿Cuál es el estudio equivalente de ese texto leninista, escrito por el Partido Obrero? Por lo que se sabe, los tomitos de ese morenista democratizante que fue Milcíades Peña…
Podríamos debatir también sobre la concepción de la “libertad” artística que reivindica el partido. Curiosamente, a los obreros se les exige la terrible decisión de abandonar toda relación con la burguesía y hacerse revolucionarios. A los artistas, en cambio, se les da lo que el partido no puede darle, la “libertad”. ¿De dónde sale la peregrina idea de que el partido puede dar a los artistas lo que no puede darle a los obreros? Es simplemente una forma mistificada de plantear una política de conciliación con la burguesía. Así se entiende que se pueda reivindicar en la prensa del partido a un peronista como Favio o publicitar una mesa sobre la “nueva narrativa”, en la que se invita a hablar a un fascista que cree que a los desaparecidos habría que aplastarlos como a insectos con un diario. ¿Democratizante yo? De te fabula narratur, te diría, si no supiera que el partido es mucho más que la vergüenza que le hacen pasar algunos personajes.
En el fondo, los dos problemas confluyen en el mismo punto: la relación de los intelectuales y el partido. Yo decidí armar RyR desde que entendí que había un campo de lucha que el Partido Obrero dejaba vacante: el de la lucha ideológica en el campo intelectual y cultural. Esa es nuestra única divergencia real con el partido: que vos creés, como dijo Pitrola en la ANT, que la cultura “no es lucha”. Vos creés en el espontaneísmo de las masas. No te parece necesario, ni siquiera, que el partido tenga una escuela de cuadros. Ni siquiera que tenga una historia de sí mismo: ¿o te olvidás que cuando te ibas a Venezuela a tratar de armar una corriente política afín al partido, tuviste que llamarme para ver si podíamos, nosotros, mandar ejemplares de la Historia del trotskismo, de Coggiola, a fin de contar con un material “imprescindible” para la lucha política contra el morenismo que nos ganó de mano? Curiosos democratizantes éstos que editan literatura revolucionaria producida por el mismo partido que la condena a las librerías de viejo. No te parece necesario ni estudiar la realidad, ni hacer la más intensa campaña por nuestras ideas en el seno de las masas. Masas que hoy tienen un nivel educativo elevado, desde que una de las fracciones más combativas de la clase obrera son los docentes. El partido, influido por vos, tiene una virulenta posición anti-intelectual, desconfía de los intelectuales y cree que sus actividades no son más que banalidades. Con esa concepción les decís a los artistas y a los intelectuales que tienen toda la libertad del mundo. Y los ingenuos se creen que les han dado algo, simplemente porque los usan de simples animadores de fiestitas infantiles. Para el partido el artista es un idiota útil. Se lo deja hacer, total, lo que hace no tiene ningún valor. Y cuando el partido logra tener verdaderos artistas revolucionarios (que los tiene) los relega a segundo plano, en beneficio de la figurita del momento que ha elegido hacer por izquierda la carrera que no puede hacer por derecha. Carreristas que a la primera de cambio abandonan el partido, después de haber destruido el germen de una verdadera cultura revolucionaria.
En estos puntos tenemos divergencias serias. En el resto, ninguna. De allí que sólo puedas diferenciarte con insultos. O tal vez peor: no pudiendo defenderte en este terreno, adoptás la estrategia del tero. Si querés debatimos sobre estas cosas. Donde quieras, cuando quieras, como quieras.
Eduardo Sartelli