Carolina Martino
Colaboradora GES – CEICS
Las asignaturas escolares “formadoras de ciudadanos” suelen analizarse desde una óptica vaciadora de sus contenidos de clase. Análisis que desfigura el rol de la burguesía y su manipulación ideológica. Lo actuado por el peronismo en 1973 resulta un vivo ejemplo de la relación entre las necesidades de clase y el currículum.
La academia socialdemócrata sostiene que las distintas transformaciones operadas en el currículum de las materias “ciudadanas” pretendían formar un “ciudadano ideal” dócil a los distintos gobiernos de turno [1]. Dicha perspectiva, sostenida entre otros por Luis Alberto Romero, supone que cada modificación en los contenidos se ligaría a los cambios en el régimen y en el personal político, desvinculando así, la evolución del currículum de los procesos socio-históricos más generales.
En el presente artículo, nos proponemos ver un claro ejemplo de la interconexión entre los cambios curriculares y el ciclo de la lucha de clases. Nos ocuparemos del momento de remplazo de la materia “Educación Democrática” por “Estudios de la Realidad Social Argentina” (ERSA), la primera impuesta en 1955 y la segunda establecida por decreto en julio de 1973. Nos situamos en un momento clave en el proceso revolucionario abierto hacia 1969: la búsqueda de la salida democrática a la crisis hegemónica iniciada luego de la caída de Perón. Lejos del tinte progre que los defensores del cambio curricular argumentaron, demostraremos cómo en ERSA ya era explícita la postura del peronismo ante la izquierda.
La nueva asignatura se encargó de realizar un “recorte” de la realidad social de la Argentina a los efectos de delimitar claramente a un enemigo interno. Veremos cómo la relevancia dada a la necesidad de la creación de una conciencia nacional, ciudadana, buscó desdibujar el protagonismo que la conciencia de clase había adquirido. Y al enarbolar con fuerza un proyecto reformista, disfrazado con reivindicaciones de izquierda, al mismo tiempo que discutía con los programas de las organizaciones revolucionarias del momento, buscaba (re)conducir al movimiento social.
Tirano pero necesario
“Educación democrática” fue establecida por la llamada “Revolución Libertadora” en 1955, tras la anulación de “Cultura Ciudadana”, una materia propia del gobierno peronista. La nueva “educación democrática” implicaba la percepción de un mundo bipolar en donde conceptos tales como “marxista”, “imperialista”, “antidemocrático”, “ateo”, constituían un nuevo polo negativo. En lo que hacía al contexto local, la nueva materia apuntaba que el peronismo no era más que una tiranía descabezada por el régimen militar, el cual decía proponerse restaurar una sociedad civil plena.
Si bien la caricaturización de Perón como un tirano fue matizada entre 1955 y 1973, cuando el Decreto 384/73 eliminó “Educación Democrática” de las escuelas argentinas y la reemplazó por ERSA aludiendo a la de “falta de objetividad y adecuación a la realidad nacional” de la vieja materia, no hacía más que referirse a esos puntos en donde se batía duro contra el peronismo [2]. Otrora proscripto, volvía a escena convocado en medio de la propia crisis interna de la burguesía, para poner a prueba su capacidad de contención de un movimiento social en ebullición. La burguesía identificaba entonces el “problema prioritario” a resolver: ya no era el peronismo, la lucha intra-burguesa, sino la estabilidad de su propio poder de clase.
La realidad que ahora sostenía ERSA como valedera era la del “proyecto de Reconstrucción Nacional” peronista, en el que los alumnos podían colaborar creando una “conciencia nacional”, consolidando el manejo de conceptos “básicos sobre las instituciones democráticas” para luego “reflexionar críticamente”, teniendo una “definición clara” sobre los problemas de la realidad argentina.
ERSA apuntaba explícitamente a la necesidad de conformar una conciencia nacional, frente al imperialismo, al liberalismo, al enemigo exterior que generaba “dependencia, subdesarrollo” [3]. Ahora bien, en sus contenidos, al igual que en los de su antecesora (Educación Democrática), se mantenían otras pautas “tradicionales”. La importancia de la “moral cristiana” aparecía a la orden del día. También se destacaba el lugar de la familia como principal espacio de socialización y si bien si bien se decía sostener un proyecto antimperialista, latinoamericano, nacionalista y de independencia económica, no por ello dejaban de remarcar la importancia de la economía capitalista en la estructuración de las relaciones internacionales. Y la Argentina formaba parte de ese proceso. La lectura bipolar del mundo también permeó a ERSA. Pero en esta nueva versión se delimitó con mayor claridad al “enemigo interno”: la subversión marxista. Esta revestía mayor peligrosidad en tanto difusor de una nueva “enfermedad social”.
Respuestas curriculares a nuevos problemas
En marzo de 1974, el Estado definió los contenidos de ERSA y la forma en que éstos iban a ser trabajados. Tras refrescar la necesidad de que los docentes advirtieran la “caducidad de una intención pedagógica obsoleta que no permite educar eficazmente”, se expresó la necesidad de que la educación se alinee con “la consolidación de una conciencia nacional y política” y que “enseñe una forma sana de convivencia” [4]. Porque existían formas “no sanas”. Entonces, formaban parte de los objetivos de la materia: que el proceso de aprendizaje se “remita permanentemente al panorama nacional”, que se tome en cuenta “la situación del alumno en cada caso particular, con el medio social económico al que pertenece, su lenguaje, su grado de integración o de conflicto social”, etc. La nación y su entorno debían ser el primer punto de referencia.
Entre los aspectos más importantes para el análisis de la realidad se encontraban: la familia y escuela como transmisoras de valores nacionales y los medios masivos de comunicación. Pero la realidad se podía encontrar distorsionada. Era necesario estudiar, entonces, las formas de penetración ideológica y las llamadas “fábricas de ídolos”, la pornografía y el materialismo, la sociedad de consumo, el sensacionalismo, enfermedades como el tabaquismo y alcoholismo, la desigual distribución de las rentas nacionales, la delincuencia juvenil, las patotas, las lacras sociales, los latifundios improductivos, la creación de fuentes de trabajo y la lucha contra las enfermedades sociales [5]. Estas últimas afectaban a la juventud y se traducían en formas de “delincuencia juvenil”, en patotas; un enemigo interno que no comprendía la “realidad social argentina”.
En suma, la justicia social aparecía como la forma de “construcción positiva dentro del proceso de liberación nacional”. A ese proceso se arribaría luego de distinguir los intereses y tareas nacionales de los anti-nacionales porque el binomio liberalismo-marxismo no permitía distinguir el rol de Argentina dentro de los países no alineados.
Ahora bien, ¿Qué debían leer los alumnos para participar de la reconstrucción nacional, alejarse de la delincuencia juvenil, de la bipolaridad (liberalismo-marxismo) de las lacras sociales? La bibliografía recomendaba la palabra de la religión cristiana y la palabra de Perón: documentos pontificios referentes a la familia, educación, la “cuestión social”, liberalismo, comunismo, desarrollo de los pueblos, o bien otros que solventaban su relación con la clase obrera tales como “Perón le habla a los trabajadores”, entre otros. Dicho de otro modo: oscurantismo religioso filo-fascista.
Recortando realidades…
Sumado al carácter publicitario otorgado, otros autores han analizado el cambio curricular de la materia focalizándose en la presencia de un eje que giraba en torno a la teoría de la liberación de Paulo Freire, con la implementación de un mayor protagonismo del alumno en el aprendizaje y por tanto, una modernización educativa en la concepción de los procesos de aprendizaje [6]. Sin embargo, no advirtieron que esos instrumentos pedagógicos “progres” ya aparecían en reformas curriculares previas. Incluso en aquellas formuladas por un personal político que la academia burguesa colocaría en las antípodas del peronismo. Valga de ejemplo lo actuado por Onganía. El problema no es la forma, sino el contenido.
ERSA no solo buscó legitimar su proyecto de “reconstrucción nacional”. Se encargó de delimitar quienes eran los enemigos de dicho proyecto y cual iba a ser la posición que se tomaría ante ellos. La Reconstrucción Nacional fue parte del inicio de la derrota de las fuerzas revolucionarias, desde el momento en que la delimitación del enemigo interno ayudó a quebrar el bando revolucionario fogoneando su conciencia reformista por sobre la revolucionaria. Pero además, el proyecto de Reconstrucción Nacional fue el inicio del proyecto de la reconstrucción capitalista y el intervalo en el que las fuerzas armadas se prepararon para el golpe final contra la movilización social.
Dentro de ese complejo cuadro, ERSA no fue un cambio curricular más o apenas una modificación en la metodología de enseñanza. Expresó, en forma clara, el momento de crisis del sistema institucional por el que la burguesía ejercía su poder y por el que intervenía para reforzarlo.
En ese sentido, ERSA debe ser mirada a través del contexto en el que nace y como relato de la “realidad social” que la burguesía intentó imponer en medio de la irrupción de las identidades de clase y la consecuente movilización social. Sin ir más lejos, muchos de los contenidos “progres” que ERSA presentó, fueron tomados posteriormente como “justificativos” para el accionar de la llamada “Misión Ivanissevich” en el ámbito educativo: la dignidad del ser argentino, valores de la moral cristiana, enfermedades sociales…
NOTAS
1 Romero, Luis Alberto: “Los textos de Civismo: la construcción del argentino ideal”, en Romero, Luis Alberto y otros: La Argentina en la escuela. La idea de nación en los textos escolares, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2004.
2 Decreto Nº 384/73, Buenos Aires, Campora-Jorge A. Taiana.
3 Pautas para la fijación de los contenidos de ERSA, Resolución Nº 3, Buenos Aires, 31/03/76
4 Resolución Nº 368, Anexo II y III, 1973
5 Programa propuesto para 1ro, 2do y 3er año, Unidades 2 y 3, Estudio de la Realidad Social Argentina, 1974.
6 Santos La Rosa, Mariano: Democracia y Antidemocracia en la escuela. La formación cívica entre 1955 y 1973, Universidad Nacional del Sur, Buenos Aires, 2010.