Antes de la Semana. La huelga policial de 1918, en Rosario
“Considerando que los agentes de policía pertenecen a la clase desposeída, cuyos intereses son comunes, en adelante se abstendrán de intervenir en los conflictos entre el capital y el trabajo, y en todo movimiento que tienda al bienestar y la libertad del pueblo.” Manifiesto de los huelguistas
Blas Costes y Rocío Fernández
Grupo de Investigación sobre el Peronismo – CEICS
El pasado 11 de abril, los jueces Lorenzetti, Nolasco y Rosenkrantz, de la Corte Suprema, negaron al personal de las fuerzas de la policía el derecho a sindicalizarse. El fallo es claro respecto de por qué no legalizan la sindicalización:
“La cámara sostuvo que los miembros de esas fuerzas están organizados en un orden vertical destinado a proteger la seguridad del país y de las personas, por lo que no pueden asimilarse a los dependientes comunes a los que se refiere la ley23.551.”[1]
Vemos cómo los mismos defensores de la ley burguesa, quienes a diario toman decisiones contra la clase trabajadora, ahora dicen estar preocupados por los civiles (trabajadores) a quienes la policía debiera brindar seguridad. ¿Es por nosotros o por ellos que no quieren permitir la sindicalización de las fuerzas policiales? Un ejemplo histórico puede ayudarnos a pensar el problema.
“Chamarrita de los milicos, no te olvides que no son ricos…”
En diciembre de 1918, en Rosario, se produjo una huelga de policías, que estiró los brazos hasta bien entrado el conflicto que llamamos Semana Trágica. Esta huelga, a decir de los telegramas gubernamentales, generó gran agitación entre los elementos obreros de la policía y el gobierno no dudó en reprimir violentamente como ya lo había hecho con los “mitines de tendencias revolucionarias” que surgieron anteriormente.
El comienzo del conflicto logramos fecharlo a partir de dos diarios, La Capital (De Rosario) y La Vanguardia (del Partido Socialista). Todo indica que las acciones comienzan el 11 de diciembre de 1918, aunque La Vanguardia nos dice: “Según leemos en el importante diario La Capital, los vigilantes y los bomberos de Rosario venían reclamando desde hace varios meses que se les liquidaran los míseros haberes de que gozan”.[2]
Para el 11 de diciembre, la policía hacía entre seis y nueve meses que no cobraba sus sueldos, cuestión que en principio los hace pensar en mandar a sus mujeres a protestar.Como la acción gremial de este sector obrero está vedada, en distintas ocasiones había contemplado un movimiento protagonizado por sus familiares para sortear la represión. Pero, en este caso, al final, los mismos agentes deciden protagonizar ellos las acciones de lucha.
Los policías iniciaron la huelga. En un manifiesto, daban cuenta de su problema:
“Trabajamos, cumplimos fielmente con nuestro deber, llegamos al sacrificio por el ¿y para qué?: para luego llegar a nuestros hogares sin poder llevar algunos de nosotros un miserable mendrugo para nuestros seres más queridos, nuestros hijitos”.[3]
La burguesía pretendía tener un aparato armado que cuidara sus intereses, pero no estaba dispuesta a darle un salario que permitiese sostener una familia, mucho menos una vida digna. La Vanguardia muestra cómo, mientras los policías debían esperar por recibir sus sueldos adeudados,
“se vota escandalosas ‘indemnizaciones’ a favoritos y parientes del gobernador Lehmann, las finanzas se manejan con el mayor misterio, gestionándose clandestina e ilegalmente la contratación de empréstitos y teniéndose depositados los dineros públicos a nombre particular de un ex diputado nacional, actualmente director general de rentas”
El día 11 de diciembre, se realizó una reunión de efectivos en el local de la sociedad de vendedores de diario, donde se dan algunos discursos y leen un pliego de condiciones. En él, se exigían sueldos en fecha, pago de lo adeudado, el reconocimiento por el gobierno de la sociedad empleados y agentes de policía, uniforme a cargo del gobierno, ascenso y puestos de trabajo por escalafón, libertad a los detenidos por el movimiento. Cierran el pliego con una reflexión:
“Considerando que los agentes de policía pertenecen a la clase desposeída, cuyos intereses son comunes, en adelante se abstendrán de intervenir en los conflictos entre el capital y el trabajo, y en todo movimiento que tienda al bienestar y la libertad del pueblo.”[4]
Ante semejante conclusión, bastante elocuente por sí misma, ¿a quién le conviene que no se sindicalicen las fuerzas policiales?
Represores reprimidos
Terminada la asamblea, los policías salieron caminando pacíficamente hacia la plaza Sarmiento, “cuando al llegar a la esquina de Entre Ríos y San Luis, salieron les al encuentro siete oficiales del escuadrón y un piquete de soldados del 11 de infantería”.[5] Es justo ahí cuando el segundo jefe del escuadrón, sin esperar los cinco minutos para que se disuelva la marcha, descarga su arma contra los manifestantes, “siguiendo una descarga como de doscientos tiros”.[6] La clase que gobierna no duda en amedrentar con máxima violencia cualquier acción que ponga en problemas su orden. Si esta la lleva adelante una fracción de la policía, tampoco. El resultado del ataque, según La Vanguardia, es de cuatro muertos y diez heridos. Cabe destacar que entre los heridos hay civiles y niños.
El 12 de diciembre, Rosario es patrullado por el Ejército. Un grupo de soldados detienen a tres obreros y “algunas entidades gremiales hacen circular volantes con la declaración de huelga general para esta noche a las 12”.[7]
El 14 de diciembre La Vanguardia publicó una información del gobernador de Santa Fe, en la misma confirmaba que la situación estaba normalizándose. Sin embargo, pasaban los días y el conflicto de los policías no se resolvía. El Gobierno tenía al ejército en las calles, pero no lograba devolver la tranquilidad. Esta era la situación al 17 de diciembre. La Vanguardia nos dice:
“Creen que el único procedimiento a que se puede recurrir es hacer tabla rasa de las declaraciones, derechos y garantías constitucionales, clausurando arbitraria e ilegalmente, por la fuerza, locales obreros y suprimiendo el derecho de reunión y la libertad de palabra, para imponer de hecho el estado de sitio.”
Claramente, el malestar del Gobierno era que, sin policías defendiéndolos, se abría la posibilidad de que trabajadores de cualquier rama se organizasen, salieran a la calle a reclamar lo que les pertenece y no encontrasen a nadie para contenerlos. El mayor temor, sin embargo, es la unidad de la clase obrera contra su enemigo. Por eso el estado de sitio de hecho, la fuerza armada en la calle y el asesinato a manifestantes el 11 de diciembre.
Desde el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto salió, el 31 de diciembre, un telegrama para el Ministro del Interior que decía:
“Tengo la honra de dirigirme a V.E, llevando a su conocimiento a título informativo, copia legalizada de la copia confidencial N 817 de 28 del corriente, de la legación argentina en Montevideo, relativa a las medidas de previsión tomadas por el gobierno de aquel país para reprimir todo movimiento obrero que intente alterar el orden público, en relación a la reciente huelga del personal de policías en la ciudad del Rosario.”
De nuevo, la clase dominante se muestra preocupada por lo que genera la huelga de policías.El siguiente telegrama nos hace saber la acción del Gobierno para apaciguar el conflicto. Por un lado, se encargó de concentrar a todo el ejército de los departamentos y a la guarnición de Montevideo, sumando de ocho mil a nueve mil hombres en línea. Por el, fueron removidos de su cargo todos los policías españoles y sustituidos por uruguayos. Además, se mantuvo bajo vigilancia a los policías rusos, cuyos movimientos se observa, ya que, “buena parte de ellos están afiliados a sociedades terroristas, o propagan con fanático ardimiento, las doctrinas maximalistas”.
“No te olvides que hay otros pobres…”
Como dijimos, en el pliego leído en la sociedad de vendedores de diarios, los policías en huelga declararon que no reprimirían a sus compañeros de clase. En efecto, cuando se produjo la Semana Trágica, a menos de un mes de iniciada la huelga de policías (de la cual no tenemos fecha certera de finalización), las autoridades se quejaban de la dificultad de reprimir debido a que la moral de la fuerza había mermado tras el conflicto de diciembre:
“Tengo la creencia de que esto se agravará, pues hay falta de vigilancia y el cuerpo de vigilantes, que cuenta con 800 más o menos se encuentra reconcentrado en la policía. La tropa esta con el espíritu relajado por la reciente huelga de agentes, de manera que se le tiene muy poca confianza.”
El Gobierno también se encuentra con un problema para reprimir, por el escaso número de soldados, ya que el Regimiento 11 de infantería no da abasto, según informa el jefe de distrito Rosario: “Aquí solo se cuenta con 75 hombres del 11 infantería, que han recibido orden de cuidar ferrocarriles y oficinas correos y telégrafos…El jefe del 11 de infantería a pedido más fuerzas a Paraná”
Los sucesos de diciembre de 1918 y enero de 1919, en Rosario, muestran por qué la burguesía teme a la organización de la policía en sindicatos. El derecho de organización gremial es un derecho básico de cualquier trabajador. Por ende, su ejercicio no haría más que acercar a la policía al resto de la clase obrera. Además, la sindicalización abriría un campo de discusión con un sector de la clase al que nadie interpela y solamente es penetrado por el discurso de la burguesía. La conciencia no es estática y la agremiación puede favorecer su desarrollo. Una mayor autopercepción de los policías como obreros, consecuencia lógica de la agremiación, podría debilitar su disposición a reprimir movimientos de la clase obrera, como ya sucedió en 1918-1919. Este es el temor de la burguesía y ese mismo debe ser nuestro horizonte.
[1] Corte Suprema de la Nación, Bs As, 11 de abril de 2017, disponible en: goo.gl/HME3P2
[2]La Vanguardia, 11/12/1918
[3]La Vanguardia, 12/12/18
[4]La Capital, 11/12/18. La Vanguardia, 11/12/18.
[5]La Vanguardia, 11/12/18
[6]La Vanguardia, 11/12/18
[7]La Vanguardia, 13/12/18