Trabajo y empleo, Marta Panaia (comp.), Bs. As, EUDEBA, 1996.
Reseña de Marina Kabat.
Reseñar una compilación es una tarea difícil, más aún si está compuesta por estados de la cuestión, pero, en tanto que el libro se plantea como un estado del debate acerca de un tema tan crítico como trabajo y empleo, nos parece que vale la pena el esfuerzo. Ante la imposibilidad -y también la irrelevancia- de tratar cada artículo en forma detallada nos detendremos en aquellos especialmente ilustrativos respecto del enfoque general con que se encara la cuestión.
Desde el prólogo Panaia refiere a la reestructuración productiva que afecta al país desde 1989, así como a sus costos sociales, que da por sentados, considerándolos inevitables. Ante las transformaciones en el mundo del trabajo la autora sostiene la importancia de la formación de recursos humanos en la especialidad, plantea como primer objetivo del programa de investigación que integra el realizar un estado del arte de las distintas disciplinas que abordan dicha temática, a fin de identificar las lagunas de conocimientos existentes en las distintas áreas. Ya en la introducción Panaia retoma las conclusiones de los artículos más importantes, allí se pueden ver algunas de las modalidades comunes de los nuevos acercamientos. Estas serían el abandono de los modelos politicistas y de las explicaciones macrosociales en favor de los análisis micro y del estudio de la construcción de los sujetos y de su percepción de los fenómenos. Panaia proclama la necesidad de separarse de los estudios importados, pero no explicita a qué teorías se refiere ni qué elementos son los que no se adecuarían a la realidad local. Esta crítica a las teorías importadas llama la atención ante la aceptación, casi sin reparos, del regulacionismo, común a los distintos artículos. Las particularidades de la realidad local se relacionarían con la problemática de los países en vías de desarrollo, cuya indeterminación de las formas de trabajo, según Panaia, proviene más de los contextos político económico que de la evolución de la productividad. ¿Debe leerse aquí que la inestabilidad política de los países en vías de desarrollo determina la coexistencia de distintos sistemas de trabajo puesto que se habría obstaculizado el desarrollo normal de los sectores productivos? Este tipo de planteo es consecuencia de una concepción del desarrollo que ha sido ampliamente criticada, por lo que consideramos ocioso detenernos sobre este punto. No obstante queremos señalar que, a nuestro juicio, se plantearía el problema de un modo mas fecundo si se preguntara, en cambio, por el modo en que la evolución de la productividad, específicamente los obstáculos para su avance, pudieron incidir en la determinación del contexto político económico de países como el nuestro.
El libro está dividido en tres secciones, llamadas primer, segundo y tercer debate. La denominación de éstas no se encuentra justificada. En cada una de ellas se agrupan los artículos de temas cercanos, pero no existe discusión, ni siquiera diálogo entre ellos. A nuestro juicio esto se debe tanto a la matriz ideológica común, como a la extrema segmentación del objeto de estudio.
La mayoría de los artículos parten de una definición de su disciplina para hacer luego un raconto que incluye, en ocasiones, una periodización de las posturas sobre la materia. Al primero de estos pasos se le otorga un espacio importante, en tanto que las “disciplinas” presentadas son producto del desguace de otras más abarcativas, es necesario justificar el recorte establecido. Los aportes de estos estudios en general son escasos. La mayoría permanece en un nivel descriptivo, como sucede con los artículos de Kornblit, Neffa y Gialdino; mientras que, en el mejor de los casos, encontramos sugerencias acerca de los temas a investigar, como en el de Riquelme, quien propone, entre otros tópicos, el estudio del significado de los recursos humanos para los distintos actores, la segmentación educativa, educación y MERCOSUR, el significado que se le atribuye a la relación educación-trabajo. La utilidad de esta selección no es enunciada y no se trata de un sistema de problemas. De este modo lo que se nos presenta como el desarrollo deseable a futuro de la disciplina es una mayor subdivisión temática. Nada se dice acerca de qué aportará este desgajamiento al conocimiento global del proceso estudiado.
El artículo de Catalano y Novick divide el sistema de relaciones laborales en tres períodos, en cuyo criterio de demarcación se confunden la realidad y los estudios sobre ella. El primer período se ubicaría entre 1950 y 1975 que correspondería al proceso de sustitución de importaciones y a la implementación del fordismo. Las autoras sostienen que en este momento el cuestionamiento del taylorismo no caló hondo en los actores ni en los investigadores. Esta afirmación implica desconocer una de las causales profundas del Cordobazo, donde muchos se sorprendieron de que los obreros de las empresas más modernas y con mejores salarios se encontraran a la vanguardia de la lucha social. Este error se relaciona con el que anteriormente señalamos en el texto de Panaia. Ambas evidencian el escaso espacio que se le ha dado a la evolución del trabajo en la explicación de los procesos históricos argentinos, subestimado incluso por los especialistas en el tema.
En vez de analizar los procesos de trabajo, Catalano y Novick se concentran en los aspectos legales para estudiar el desarrollo del fordismo en la Argentina. De este modo, toman como eje las convenciones colectivas de trabajo, que consideran la materialización del acuerdo fordista. Así postulan su desintegración durante el período 1976-1987 en el que estuvo derogada la ley 14.250 de convenciones colectivas de trabajo. Olvidan que el acuerdo fordista implica el aumento de salario por aumento de la productividad además de beneficios relacionados con el estado de bienestar. En otro artículo, se ha señalado cómo estos elementos se presentan, en el caso argentino, en distintos momentos históricos. En otras palabras, los aspectos constituyentes del fordismo en tanto modo de regulación no se dieron en la Argentina en forma simultánea.1 Ante esto, utilizar una única variable para definir una periodización es arriesgado, más aún si la variable elegida no se relaciona con el proceso de trabajo, sino con un elemento legal aislado.
Cuando pasan a analizar los estudios actuales de la sociología del trabajo plantean, como única reserva al regulacionismo, que no se haya demostrado su validez para explicar las economías dependientes. Esta salvedad es reiterada una y otra vez en los distintos artículos, a pesar de que se acepta, en todos los aspectos relevantes, las afirmaciones de esta teoría. Esto ocurre porque, repitiendo un esquema conocido, se argumenta que los problemas que afectan a los argentinos no se deben a la dinámica de la fase actual del capitalismo, sino a las particularidades de los países dependientes. Un buen ejemplo de este razonamiento lo muestra Panaia que, siendo consultada en una nota publicada en Clarín, sostiene que la precarización de las condiciones de trabajo en la Argentina se debe a que el aumento de productividad se obtuvo mediante la intensificación del uso de la mano de obra, mientras que en países como Francia el aumento de la productividad del trabajo permite la reducción de la jornada de trabajo.2 Es difícil creer que Panaia ignore los índices de desocupación europeos; las consecuencias negativas para los obreros de la incorporación, en un contexto capitalista, de nuevas tecnologías; o el hecho de que si en estos países se han logrado mantener algunas de las condiciones del empleo es debido a la lucha de los trabajadores. Estas distorsiones son necesarias para mantener una visión positiva del conjunto de transformaciones del trabajo en el mundo, y plantear el desempleo y la precarización laboral como desviaciones propias de los países subdesarrollados. Al postular que las condiciones de extrema explotación imperantes en la Argentina se deben a las falencias de nuestro empresariado, se conduce a proyectar como solución lo que en realidad es la causa de esta situación: en vez de abogar por superar el capitalismo, pareciera que debiéramos propulsar una mayor profundización del mismo.
El abordaje interdisciplinario que postula el libro no es más que una ficción. De la suma de los distintos estados de la cuestión publicados no se logra obtener un panorama claro de los avances de la investigación en el área. Mas bien lo que se construye es un confuso mosaico formado por las distintas aproximaciones a temas en extremo acotados. Este proceso de segmentación parece ser una tendencia creciente dentro del área. Los distintos temas que se presentan carecen de vinculación entre sí. Esto se debe a que no existe, ni en el proyecto general, ni en los trabajos individuales, un núcleo de problemas que guíe y jerarquice los distintos niveles de investigación. En este contexto no hay modo de articulación posible.
A pesar de todo esto es de esperar que aumente el número de este tipo de proyectos, en tanto que responden a una moda académica y a muy convincentes estímulos financieros. Ante estos, los investigadores prefieren presentar como proyectos colectivos la colecciones de trabajos individuales de temáticas más o menos cercanas. A nivel editorial sirve también para publicar en formato libro compilaciones de artículos en sí intrascendentes. Pareciera que nos enfrentáramos a un círculo vicioso. No lo es menos si pensamos que en la propia concepción de los hechos sociales como realidades fragmentadas estos autores fundamentan su nuevo rol: “En los nuevos escenarios donde predomina la incertidumbre, la heterogenización creciente de los ámbitos sociales y productivos, los actores sociales están compulsados a establecer relaciones de nuevo tipo entre conocimiento, acción y asesoramiento técnico…”3
Se afirma que los actores sociales no
pueden conocer una realidad fragmentada y cambiante y que, por esto, requieren
del asesoramiento de especialistas. A partir de esta situación no superar una
descripción fragmentada de la realidad se convierte en interés de los
investigadores. A la vez que se motiva la creación de nuevas disciplinas, en
busca de constituirse en los especialistas a ser consultados sobre esas nueva
temáticas. De este modo la parcelación del saber crece a un ritmo exponencial
motorizada por una carrera que numerosos aspirantes a pioneros se aprestan a
ganar.
Notas:
1 Aquino, Blanco, Kabat, Manzano, Pasqualini, Sartelli: Taylorismo, fordismo y post-fordismo en la Argentina: ¿la consolidación del régimen de gran industria?, en Razón y Revolución, n° 4, otoño de 1998.
2 Clarín, 15/11/98, suplemento Zona, p. 11
3 Novick y Catalano: “Sociología del trabajo y las relaciones laborales”.