Director del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales
Diego Rojas(1)
En el contexto del debate sobre la “política” artística del PO, que tenía como emergente su defensa del kirchnerista Andrés Calamaro, pusimos sobre la mesa el trabajo político que Diego Rojas, el responsable periodístico de la ahora ultra K Contraeditorial, realiza tanto en la prensa burguesa como en las notas que firma, bajo el seudónimo “Judas”, en Prensa Obrera. Cuestionamos en particular que dedicara la tapa y casi todo el contenido de su revista del mes de noviembre al fallecimiento de Kirchner, con el título “Néstor in the sky with diamonds”, mientras no decía una palabra sobre el asesinato de Mariano Ferreyra. Manteniendo una absoluta coherencia ideológica, todo lo que “Judas” ha escrito y le han publicado en las páginas de Prensa Obrera, continúa esta línea apologética del peronismo, desde reivindicar el cine nacional y popular de Leonardo Favio(2) , hasta elogiar films que banalizan las grandes insurrecciones obreras de la década del ’60 y la militancia de los compañeros que las protagonizaron, con su reseña de Los días de mayo.(3)
Como forma de clausurar el debate yéndose por la tangente, el PO nos acusa ahora de buchones por haber develado la identidad del personaje en cuestión.(4) Habríamos dejado en descubierto a un pobre trabajador trotskista infiltrado en las filas del enemigo, a merced de la represión de una patronal que no se daba cuenta de su tarea de topo rojo en campo burgués. Sin embargo, nosotros no develamos ninguna identidad secreta, como la cita que encabeza estas páginas lo revela. Entonces, o Ariel Schraiber, nuestro acusador, es un idiota que habla sin conocer al personaje, o lo es Diego Rojas, que se da a conocer. O el problema es otro. Nos parece que es esto último.
Por empezar, Rojas no es un militante que realiza un trabajo clandestino. No es un obrero fabril o un revolucionario proletarizado cuya patronal desconoce su filiación política. No es, tampoco, un delegado que momentáneamente oculta sus posiciones políticas a la burocracia de su gremio. Por otro lado, en los medios donde trabaja no es un empleado cualquiera. Rojas es Redactor (Jefe) en revista Veintitrés y Editor general en la revista Contraeditorial, ambas del Grupo Spolsky, notable beneficiario del capitalismo de amigos kirchnerista. Como nos aclaró él mismo para explicarnos por qué ya no teníamos lugar en Contraeditorial, nadie le dice a él qué publicar o qué no publicar. Él se lo dice a sus periodistas. Al igual que el cuerpo de oficiales del ejército, no puede aducir “obediencia debida” en relación a su labor. Schraiber, que nos acusa de salir asiduamente en los medios K, debiera tomar nota de esto y solicitar turno a un sicólogo amigo.
Las traiciones de Judas
Dos cuestiones se mueven detrás de una acusación como esa: la primera, superficial, que busca ocultar detrás toda crítica por izquierda, es decir, toda crítica que cuestione su kirchnerismo, algo que no resulta extraño porque ése es el argumento contra la izquierda de todos los intelectuales kirchneristas; el segundo, más profundo, es su coincidencia con la ideología burguesa que hizo del anti-estalinismo un instrumento para denostar al conjunto de la izquierda. Algo que se puede apreciar en el siguiente episodio protagonizado por Judas.
“A la semana, mientras esperaba a Volodia, una mujer de unos treinta años, desarreglada y casi harapienta, entró al bar de Santiago del Estero. Tenía puesta una campera de tela de avión y usaba un morral tejido. Dejó un ejemplar de la prensa del Partido Obrero en cada mesa y se fue a hablar con los mozos. Después, volvió a pasar, recogió los diarios y se olvidó mi ejemplar. Lo agarré y pasé las hojas. Había fotos a color. La impresión no era mala pero la escritura resultaba horrible. Los artículos parecían redactados por un primate furioso y sobrexigido que, desde el fondo de la cadena alimentaria, tomaba drogas para mantenerse despierto y se arrebataba mientras veía en todas partes el cruel mecanismo del capitalismo destruyendo las relaciones humanas.”(5)
La descripción de la militante y del contenido de la prensa del Partido Obrero, deja a las claras no sólo el desprecio reaccionario de Terranova y su sexismo, sino también su identificación stalinismo-trotskismo: todos son una mierda. A este tipo elogia Judas-Rojas, que se define públicamente como miembro del Partido Obrero…
Mariano, en el piso con mugre…
En lugar de centrarse, precisamente, en la forma en que el kirchnerismo se construye a sí mismo como tabla de salvación del capitalismo argentino luego de la crisis del 2001, reconstrucción que demostraría que la responsabilidad por el crimen de Mariano es una expresión directa de ese proceso, el relato se transforma en una colección lacrimógena de testimonios, cargada de sentimentalismo al mejor estilo realismo socialista barato. Hecho para vender, no para explicar, es el típico producto de las grandes editoriales (como la que lo publica) que aprovechan el momento y la conmoción para hacer unos pesos. Lavado y todo, no deja de exhibir algunas (negras) perlitas.
Perlita II: ¡Oh, Hados misteriosos…! La fatalidad es la responsable final de la muerte de Mariano: “Las imágenes duran pocos segundos. A lo sumo ocho. No más. Es un lapso suficiente para registrar las fatalidades de la violencia política en la Argentina de hoy.” En vez de una política “pacífica”, la “violencia” se cobró una nueva víctima. “Las imágenes de su agonía recordaron que esa violencia, que muchos caracterizaban como un recuerdo del pasado, sigue transitando la actualidad de los argentinos.” La teoría de los dos demonios da cuenta de esta nueva tragedia… ¿Quiénes podrían haberla evitado? ¿El gobierno? ¿La policía, acaso? No, porque “sólo los directivos de la Lista Verde y los delegados sindicales sabían qué punto podía alcanzar la violencia si llegaba a desatarse”. La línea de responsabilidad llega, entonces, a lo sumo hasta Pedraza. Es el mismo argumento por el cual Duhalde queda afuera del crimen de Kosteki y Santillán.
Perlita III: Cristina, la distraída. En su conclusión dice: “En el acto de River, la presidenta reivindicó la la Juventud Sindical Peronista […] la reivindicación de la JSP pudo ser leída como una advertencia al activismo que reclama la independencia de los gremios respecto del Estado y la vigencia de la democracia sindical. Es seguro que la presidente imaginaba al mencionarla una JSP aggiornada, pero las palabras también actúan y nada disminuye su justificación ideológica.” ¿En qué consiste su crítica a la Presidenta? En que no midió adecuadamente el peso de sus palabras: la reivindicación de la JSP no fue una advertencia al activismo (es decir, a los Mariano Ferreyra) sino que “pudo ser leída” como tal…
Perlita IV: Mariano, el joven idealista. Es interesante el resultado de unir las siguientes frases: “Dos pibes jóvenes caminan hombro a hombro y hablan en voz baja de vez en cuando. Uno tiene 23 años y el otro 24, y son los responsables del trabajo político del Partido Obrero en Avellaneda y en Lanús, respectivamente. Tienen un gesto de gravedad que tal vez imaginen propio de su rango de militancia”. Ferreyra, por otra parte, “Se consideraba a sí mismo un revolucionario (…) y se habría ofendido si lo hubieran llamado ‘idealista’” (…) También era un joven que atravesaba el sinuoso camino hacia la adultez que, como se sabe, está compuesto de amores y desamores, de decisiones que exceden el marco de lo inmediato (que posibilitan pensar en la frase: ‘para toda la vida’)”. Ferreyra no tiene el gesto que corresponde a su conciencia política, sino el que “imagina” propio “de su rango” y sus decisiones no son el resultado de esa conciencia sino de su juventud, en la que todavía se puede pensar en que son “para toda la vida”. Sí, Mariano te mandaría a la mierda, seguro.
Podríamos seguir página tras página desenterrando nuevas perlas, a cual más negra, pero la conclusión es obvia: el gobierno, bien intencionado, en el fondo, y poco conocedor de las amistades que contrajo en la lucha contra sus enemigos, se vio desbordado por la situación. Curiosamente, porque recuerdo la invectiva de Jorge Altamira contra mí por no haber dicho la palabra Revolución en un reportaje telefónico, el libro no sólo no reivindica tal conclusión sino que pretende que la justicia por Mariano llegará con sindicatos democráticos y no cuando las banderas rojas ocupen la Casa Rosada. Por qué Prensa Obrera reivindica este libro es claro: todo el partido colaboró en su escritura. Por qué lo hizo es una pregunta que cualquier militante del partido debiera hacerse. Por qué el propio partido no encaró algo más serio, explícito y directo políticamente, como nuestro Culpables, sobre el crimen social de Cromañón, es otra.
La lucha de clases en el interior del partido
El PO, un partido revolucionario que contiene lo mejor de la vanguardia obrera de la Argentina y al que hemos llamado a votar siempre, a cuyas campañas financieras hemos aportado siempre y cuya política hemos respaldado, en general, siempre, dedica demasiado espacio a insultar a Razón y Revolución recurrentemente. Después se queja cuando le contestamos. Sucede que esos ataques tienen un nivel cada vez más bajo. Desde ocupar el correo de lectores, que debiera estar para cosas más importantes, hasta reclutar fundidos de RyR para que elaboren mentiras complacientes que demostrarían cuán sectarios, pequeñoburgueses y stalinistas somos. Podría utilizar toda energía para escribir algo más serio que lo que le publica a Rojas, por ejemplo. Todo ello tiene una sola función: ocultar la lucha de clases en el interior del PO.
Todo partido vive una lucha de ese tipo. En tanto nace, necesariamente, en un medio ilustrado, el peso de la pequeña burguesía en su interior será desproporcionado hasta que una verdadera “revolución cultural” barra con el excesivo volumen que ella ocupa. En el caso del PO, de los estudiantes universitarios y becarios del CONICET que manejan su prensa. Como esa pequeña burguesía del partido vive en contacto permanente, para su reproducción, con ese ambiente pequeño-burgués o directamente burgués, intenta mantener una doble vida: donde se come, no se caga. La ideología de “toda la libertad al arte” resulta necesaria a esta situación existencial. La firma con seudónimo, en otras épocas una necesidad de vida o muerte, una práctica coherente con esa ideología. Ya le advertimos las consecuencias que trae semejante actitud, cuando le anticipamos lo que iba a pasar en la SEA. Pero parece que no aprendieron.
¿Es que no puede un pequeño burgués formar parte del partido? Sí, por supuesto. Pero para ello debe arriesgarse a perder eso que Rojas no tiene pensado abandonar. Por esa razón, los miembros de RyR viven una vida de marginalidad académica e intelectual: porque han roto ideológicamente (y por lo tanto, materialmente) con la burguesía. Como no somos suicidas, no nos negamos a utilizar todos los intersticios del sistema para mejorar nuestra situación como militantes, que depende de nuestra situación material personal. Pero tenemos bien en claro que cuando tenemos que elegir entre eso que Rojas no quiere perder y la militancia revolucionaria, elegimos la última. Por ejemplo, la “estalinista” Rosana López vive de su sueldo de docente secundario en Capital y en provincia; el “trotskista” Rojas, del “oro kirchnerista”. Eso es lo que les duele a los jóvenes becarios que han copado Prensa Obrera y a sus amigos “colaboradores”: la consecuencia con una posición política y personal. A eso le llaman estalinismo. A denunciar a los infiltrados en las filas revolucionarias, ser buchón. Entonces, a mucha honra…
Notas:
(1) http://asieslavanguardia.blogspot.com/
(2) PO, 1044 del 3/7/2008 http://po.org.ar/articulo/po1044032/aniceto-ultimo-film-de-leonardo-favio
(3) PO, 1088 del 18/6/2009 http://po.org.ar/articulo/po1088037/cine-nacional-revisa-rosariazo
(4) PO, 1165 del 17/2/11http://po.org.ar/articulo/po1165069/razon-y-revolucion-ahora-tambien-buchones
(5) Terranova, Juan: Los amigos soviéticos, Mondadori, Bs. As., 2009, p. 104.
(6) Rojas, Diego: ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, Norma, Bs. As., 2011.
(7) Véase nuestro “La mala conciencia de las buenas personas. Los intelectuales kirchneristas y la muerte de Mariano Ferreyra”, El Aromo, nº 57, noviembre-diciembre de 2010