La verdadera farsa. El juicio a Dilma y las alusiones al golpe
El Senado aprobó la salida definitiva de Dilma, acentuando aún más la crisis política de Brasil. La clase obrera no debe apagar la crisis, sino que debe darle una salida socialista al ajuste.
Nicolás Grimaldi
Laboratorio de Análisis Político – CEICS
No hubo batacazo. Finalmente, por 61 a 20 el senado de Brasil aprobó la destitución definitiva de Dilma Rousseff. Antes, debió renunciar Eduardo Cunha, conspirador número uno del supuesto “golpe”, debido a las diferentes causas de corrupción que lo perseguían. Asumió el gobierno Michel Temer, con el propósito de profundizar el ajuste empezado por el PT. Esta votación abrió de nuevo el debate en torno a si en Brasil hubo o no un golpe. Varios intelectuales del arco del progresismo (Wallerstein, Petras, Chomsky) e incluso de izquierda (Perry Anderson y Michel Löwy) salieron, inexplicablemente, a defender a Dilma, junto a toda la izquierda argentina. Veamos las perspectivas que se abren.
Aliados
En primer lugar, la noción de “golpe” remite a la interrupción de un régimen constitucional, por fuerzas que actúan por fuera de esta. Sin embargo, el PMDB, el DEM o el PSDB son partidos constitucionales, que participan y apoyan el régimen de democracia burguesa en Brasil. Ninguno plantea ninguna suspensión de garantías constitucionales y de derechos políticos.
En segundo lugar, el proceso de impeachment es constitucional y ya se le aplicó también al presidente Collor de Mello en la década del ´90, acusado de corrupción. En ese momento, Collor renunció, pero el senado continuó el proceso, lo destituyó y le quitó sus derechos políticos por ocho años. En aquel entonces, Lula no hablaba de “golpe”, sino que sostenía que “no se puede negociar con un hombre que ha robado millones”.1 Sin embargo, Collor fue absuelto por el Supremo Tribunal Federal debido a que la fiscalía no había logrado probar efectivamente sus delitos. ¿No debería entonces el PT considerar esto también un golpe?
La destitución de Collor fue el producto de una gran movilización popular en contra de sus reformas contra la clase obrera. Igual que la de Dilma. Solo que, en ese momento, el PT acompañó la acción en las calles.
Como la idea de un “golpe”, tal como lo conocemos, es absurda, el progresismo comenzó a hablar de “golpe institucional”, es decir una acción “ilegal y disruptiva” del orden constitucional, pero que a su vez es “legal y se adecúa a las normas del régimen”. Toda una incongruencia teórica.
En tercer lugar, debe señalarse las particularidades que sucedieron entre la sanción en diputados y la votación de los senadores. Como dijimos, Cunha, principal conspirador y “gran golpista”, terminó cayendo días antes de que el proceso de impeachment sea aprobado por la comisión del senado y hasta hubo amagues de su reemplazante, Maranhao, aliado del PT a través del PCdoB, con tirar atrás lo votado por los diputados. O sea, ¿qué clase de fuerza golpista quita su principal elemento activo y lo reemplaza por un aliado a su enemigo? Lo sucedido con la conformación del gabinete del gobierno de Temer también es paradigmático, ya que es un curioso caso de un “gobierno golpista” que puso a un tercio de sus ministros con pasado en los gobiernos del PT, y a Leonardo Picciani, diputado del PMDB que votó contra el juicio. Sin embargo, el toque final para las teorías golpistas la dio el propio PT y su principal aliado, el PCdoB, en el armado de las alianzas electorales para las elecciones municipales de este año. En ciudades importantes como Rio Branco, Sao Paulo, Salvador, Fortaleza, Recife y Maranhao, entablaron alianzas con partidos que votaron mayoritariamente a favor del juicio político como el PSB, el PDT, o el DEM. Incluso, el PCdoB de Recife comparte lista con… el PMDB.2
Ideas peligrosas
Como dijimos, la situación de Brasil originó todo un debate en torno a la coyuntura brasilera y su porvenir. En nuestra nota anterior, debatimos los planteos de la izquierda y su caracterización.3 Sin embargo, el contexto también dio para el debate de intelectuales a favor de Dilma. El intento por recopilar esas posiciones es el libro publicado por CLACSO llamado Golpe en Brasil. Genealogía de una farsa, en el que escriben intelectuales de la talla de Perry Anderson, Immanuel Wallerstein, Pablo Gentili, o Michael Löwy.4 Veamos entonces que argumentos esbozan.
Pablo Gentili, Secretario Ejecutivo de CLACSO, sostiene que Lula siempre fue odiado por la derecha y que el PT fue el partido que más combatió la corrupción. La pregunta a ambas afirmaciones es ¿por qué entonces se alió al PMDB hasta este año? Gentili responde que, sin haberse aliado con el PMDB, el PT hubiera perdido las últimas dos elecciones. Sin embargo, la alianza se extiende hasta el 2003, cuando Lula le propuso al PMDB ingresar a la coalición de gobierno para obtener mayoría parlamentaria.5 “La democracia es siempre estrategia de alianzas y el que quiere ganar, debe negociar”, dice Gentili. Nótese que el razonamiento de Gentili es el mismo que desarrolla Brienza al sostener que para hacer política hay que vincularse a la corrupción porque se necesita dinero.
Por su parte, Wallerstein define al PT como “centrista”, con un desempeño mezclado, con deserción hacia adentro y “amplias alianzas” hacia fuera. Sostiene que todos son corruptos, incluyendo dirigentes del PT, pero Dilma no. Dilma, que convivió con toda la corruptela que hay en el PT y el PMDB, es santificada por Wallerstein. Perry Anderson hace hincapié en la politización de la justica que ventiló las causas de corrupción del PT. Reconoce que Dilma llevó adelante un ajuste de Dilma. Por eso, reivindica solo a Lula. Según Anderson, Dilma habría ajustado contrariando a su mentor político. Sostiene también que el PT creyó que podía valerse del sistema institucional brasilero para “beneficiar a los pobres”, y que, una vez dentro del juego, ya no pudo volver atrás. Es decir, presenta al PT como una víctima y no como lo que es: el principal victimario. Cabría preguntarse, si son tan diferentes, ¿por qué el PMDB aceptó aliarse con el PT? O mejor, ¿Por qué Temer reivindica la gestión del PT poniendo ministros con pasado en el gobierno?
Michel Lowy reconoce que Dilma no cumplió sus promesas de campañas, pero insiste con el “golpe legal” y llega a compararlo con el golpe a João Goulart, en 1964. En ambos destaca el “odio por la democracia”. Francamente, un disparate. Primero, porque, justamente, la democracia (burguesa) continúa. El PMDB y el PSDB apoyan la continuidad institucional. Lo que estos intelectuales no pueden ver es que el desplazamiento de Dilma no tiene como función suspender, sino rescatar al régimen democrático. Porque lo que no pueden ver es la crisis de ese régimen, producto de la impugnación popular.
Formalmente, la acusación es por cometer delitos de responsabilidad fiscal, que consisten en realizar un maquillaje fiscal en las cuentas estatales, a espaldas del parlamento. Esto, le permitió al gobierno aparentar una situación fiscal mejor de la que realmente tenía y conseguir subir la nota de las calificadoras de riesgo. Para ello, Dilma tomó deuda por casi 2 mil millones de dólares con bancos estatales, distribuidos en cerca de 520 millones de dólares para proyectos en áreas sociales, educativas y culturales, 9 millones para gastos de organismos del Ejecutivo, 185 millones para el Ministerio de Justicia, y 1.000 millones para subsidios a la burguesía agraria. Es decir, que casi el 70% fue a parar a las patronales o a los propios funcionarios. El otro 30% sí se destinó a los mísera ayuda social, pero en lugar de sacar el dinero de las ganancias del capital, se endeudaron las arcas estales. O sea, la clase obrera financia a sus enemigos y a la propia asistencia. El PT sostuvo toda esa estructura económica con plata de los trabajadores, a los que engañó.
Las movilizaciones contra Dilma denunciaban su verdadero delito, que no es haberle mentido al Parlamento o a las calificadoras de riesgo, sino a la clase obrera, y endeudarla sin ningún tipo de consulta o explicación. El slogan contra el impeachment era que 61 personas no podían contrariar la voluntad de más de 50 millones. Sin embargo, esos 50 millones no votaron a Dilma, sino lo que Dilma dijo que iba a hacer (no ajustar) y no hizo. Nadie voto las políticas de Temer, pero tampoco nadie voto a Joaquim Levy (ministro ultraliberal de Dilma) o el veto del PT a la indexación del plan Bolsa de Familia. Los periodistas Descamps y Bouafia plantean que, si esto es considerado un crimen, podría plantearse entonces la salida de varios representantes en varios países. De eso se trata. ¿O acaso Macri no debe rendir cuentas sobre porque aplicó un tarifazo sin anunciarlo en su campaña? ¿el kirchnerismo no debe dar cuenta de la inflación, de la pobreza y de los subsidios a los empresarios? ¿El chavismo no debe rendir cuentas de por qué a pesar de 10 años de récord petrolero es incapaz de producir estatalmente alimentos de manera eficiente? Por supuesto, de eso se trata. El problema es quién se lo reclama.
Un paso al frente
Como vemos, los distintos argumentos, por más progresistas que intenten parecer, ubican a la clase obrera en un lugar pasivo. Si votó algo que finalmente no resultó, debe tolerarlo hasta la siguiente elección. No puede manifestarse contra el ajuste del PT, como lo hizo. Una verdadera proscripción.
Las movilizaciones más importantes que vienen desarrollándose tienen dos vertientes. Unas tienen como fin denunciar un golpe, pedir la salida de Temer y la vuelta de Dilma, como es el caso de las movilizaciones del petista “Frente Brasil Popular”. Otras, exigir la salida de Temer y la convocatoria a elecciones generales, como las que organiza el Frente Povo Sem Medo. Ambas consignas operan como una vía para la salida burguesa. La vuelta de Dilma, porque es poner a la cabeza de la lucha contra el ajuste a quien fue su principal impulsora. Las elecciones, porque es la vía que hoy está pensando el capital para reconstruir el Estado, frente al desprestigio de Temer. Tienen que irse todos y tiene que gobernar la clase obrera. Tanto Dilma como los que votaron su salida son cómplices del ajuste. Los obreros tienen que darse una salida por la positiva, y el primer paso es el llamado a un congreso de organizaciones en lucha, que vote un plan de acción y un programa de delimitación de clase. Es decir, un plan de agitación socialista para intervenir en esta crisis de poder.
NOTAS
1http://goo.gl/ede29L
2Coaliciones políticas disponibles en http://goo.gl/Js8T1n
3Grimaldi, Nicolás: “Todos son Dilma”, en El Aromo, n° 90, julio-agosto de 2016.
4Gentili, Pablo (comp.), Golpe en Brasil. Genealogía de una farsa, CLACSO, Buenos Aires, 2016.
5http://goo.gl/cFGqOc