Tres años de “pacificación” duhaldo-kirchnerista han impuesto, en un conjunto importante de la población, la idea de que el movimiento piquetero “ya fue”. Es más, la ola de huelgas de gremios importantes que parece atravesar la república por estos días, le ha servido a Mariano Grondona para hacer correr la especie de un supuesto retorno a la normalidad social. Se trataría del renacimiento de la vieja lucha sindical, controlada y dominada por la también vieja estructura sindical. Se acabaron, entonces, los piquetes, los cortes y las acciones radicalizadas. Bastará ahora reunirse con un puñado de “gordos”. Un detalle se les escapa: las huelgas, especialmente la muy exitosa de los telefónicos, recurren a las mismas armas que los desocupados, magnificándolas con la cesación de la actividad. Es más: entre los protagonistas principales de las huelgas de docentes, telefónicos, subterráneos y ferrocarriles, se encuentran las mismas orientaciones de izquierda que protagonizan también el movimiento piquetero. Comienza, entonces, a desmentirse en la práctica la idea de que la ANT era una agrupación de desocupados que despreciaba al movimiento obrero ocupado. “Piquetero” es el nombre de fantasía que recibió la fracción del movimiento obrero con independencia de clase que hizo su aparición a lo largo de los ’90 y que consiguió arrastrar a una fracción de la pequeña burguesía. Y lo hizo a fuerza de probar que sus métodos y su programa son los únicos que pueden sacar al país del desastre. Aunque algunos hoy pretendan ocultarlo, a fines de los ’90 una creciente porción de la sociedad comenzó a hacerse “piquetera”. Los artículos que componen esta sección se proponen demostrarlo.
Tiempo de pescar. La crisis que se avecina y las perspectivas de la izquierda
Aquí y en el resto del mundo, la política sigue siendo, todavía