Ya lo veníamos previendo, el ajuste era inminente ganara Scioli o Macri. Pero la caída del salario real y el empeoramiento de las condiciones de trabajo de los docentes (y la clase obrera en su conjunto) no son nuevas. Por un lado Cristina se encargó de mantener el reparto de la miseria en los márgenes de lo tolerable, atacó sin embargo los salarios con la inflación y el impuesto a las ganancias. Por otro lado las soluciones que ofrece hoy el nuevo gabinete recuerdan las viejas recetas de los ’90 y la Alianza: tarifazo, recorte presupuestario y si se puede endeudamiento.
Haciendo un breve repaso de la actividad gremial en la provincia de La Pampa, no parece haber sido un verano muy ruidoso, es evidente que no existe voluntad de impulsar la lucha. Las pocas respuestas fueron hasta ahora tardías, aisladas y restringidas a reclamos sectoriales. Sólo tres paros de actividades: el paro de ATE del 24 de febrero, el apoyo a los docentes universitarios del 16 de marzo y el último, el 4 de abril donde acataron el 60% de los establecimientos educativos. El inmovilismo de la clase obrera por estas regiones parece inexplicable frente al aumento de las tarifas en luz, gas y la inflación sufrida durante los meses de noviembre y diciembre.
En las recientes negociaciones de las paritarias provinciales los gremios docentes que participaron como la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), la Unión de Trabajadores de la Educación de La Pampa (UTELPA) y la Asociación del Magisterio de la Enseñanza Técnica (AMET), arreglaron un paupérrimo 28%, cuando es sabido que la inflación anual será de por lo menos un 40%. Eso implica una caída del salario real, en una provincia en donde el costo de vida se hace cada vez más caro. Frente a semejante ataque al bolsillo de los docentes, el recientemente creado Sindicato de Trabajadores de la Educación Pampeana (SITEP) aún guarda silencio.
Pero el ataque a las condiciones de vida de la clase obrera no sólo se evidencia en recortes al bolsillo sino también en forma de despidos crecientes. A las dificultades que encuentran los docentes que viven de las suplencias para conseguir horas en las escuelas, hay que sumarle ahora el vaciamiento de programas socioeducativos como el ya de por si problemático FINES, que no sólo degradaba la calidad educativa de los estudiantes, sino también la de profesores precarizados que ahora -en una situación aún más degradante- se quedan sin trabajo. El cierre de los Centros de Apoyo Infantil y Centros de Apoyo Juveniles, el Plan de Formación Docente, el despido de personal en el Plan de Lectura, en el Programa Conectar Igualdad y en las Orquestas Infanto-Juveniles.
Tampoco el nuevo Ministerio de Educación garantiza la cobertura del área de acción y normal funcionamiento de los Centros de Apoyo Escolar (CAE), Servicios de Aprendizaje Integral (SAI) y Centros de Estimulación y Aprendizaje Temprano (CEyAT), dejando en la calle a un conjunto de psicopedagogas/os, docentes, asistentes sociales y poniendo en riesgo el derecho a la atención de la cantidad de instituciones educativas, chicos/as y familias que lo requieren.
Todas estas situaciones recientes son manifestaciones de la degradación que está sufriendo la clase obrera en su conjunto. El panorama que viene tampoco es alentador. Si Macri no logra acordar un nuevo endeudamiento el ajuste va a ser aún más duro y requerirá que estemos alerta y pasemos a la acción. Si logra tomar deuda, sólo pasará los problemas para más adelante. De allí que necesitamos estar alertas, movilizarnos, encontrarnos y discutir. Necesitamos refundar un gremio docente pampeano combativo que pueda hacerle frente al embate estatal y reconquistar los derechos que supimos conseguir.