Dentro del pozo

en El Aromo n° 42

Fernando Dachevsky

Grupo de Investigación de la Historia Económica Argentina – CEICS

Que una superproducción de Hollywood se base en un clásico proletario no puede menos que llamar nuestro interés. Tal es el caso de Petróleo sangriento (There will be blood), la reciente película de Paul Thomas Anderson, inspirada en la obra del socialista Upton Sinclair, ¡Petróleo! (Oil!). Sin embargo, a pesar de esta referencia, la película es un chasco. No sólo empobrece y simplifica la novela, sino que se transforma en su opuesto. Convierte, de manera consciente, un clásico socialista en una obra reaccionaria que promueve la resignación e intenta desarmarnos frente a la crisis.

Una mutilación

Petróleo sangriento está ambientada en el boom petrolero de California durante las primeras décadas del siglo XX. Se centra en el personaje de Daniel Plainview. Un capitalista del petróleo que busca hacerse de tierras para expandir su negocio. La película muestra las diferentes etapas de su vida. Se busca resaltar sus inicios como pequeño minero que trabaja el pozo con sus propias manos hasta llegar a ser un dueño de una empresa petrolera media. Para poder expandir su capital deberá enfrentarse a pequeños propietarios y convencerlos, por todos los medios que sean necesarios, de que le cedan a él sus tierras para poder explotarlas. Desde el comienzo del film se busca mostrar a Plainview como un hombre que se construye a sí mismo, desde abajo, siguiendo el ideal del sueño americano. Notificado de la existencia de un campo petrolero, se dirige al pueblo para arrendar tierras. Allí se enfrenta al hijo de uno de los dueños: Eli Sunday. Este resulta ser un oportunista que presiona a Plainview para que, a cambio de convencer a su padre de que le ceda la explotación de los terrenos, éste le financie una iglesia. La película busca mostrarnos el enfrentamiento entre un empresario que aparece volcando todo su esfuerzo y su trabajo en expansión de su capital, frente a un farsante que usa la religión para sacarle plata al resto. De todas formas, el autor del film desmitifica el sueño americano mostrando las miserias de Daniel Plainview. Su comportamiento avaro lo lleva a comportarse como un lunático que abandona a su hijo y termina sus días solo y miserable en su palacio. Sin embargo, esta crítica humanista no diluye una cuestión fundamental que se presenta sobre todo al final de la película. De cara a la crisis del treinta, Plainview y Eli Sunday se encuentran en una posición distinta para enfrentarla. Mientras el religioso cae, Plainview la sobrelleva. Si bien queda destruido personalmente, deja condiciones para el desarrollo de su entorno. A lo largo de la película puede verse como cada pozo que pone en explotación implicó el desarrollo de caminos y viviendas para los pueblos. A su vez, la pequeña empresa que formará el hijo, que es un desprendimiento de su capital, aparece como la pequeña esperanza que se deja abierta sobre el final. En cambio, el religioso no dejará nada. Todo lo que construyó fue hecho en base a la especulación y la estafa. El film se inserta en un problema actual. Los elementos que trata son evidentes en este sentido. Un contexto de crisis, un fanático religioso que se presenta como profeta pero que en realidad es un farsante que vive de la rapiña (Bush) y la necesidad de una salida que, en la visión del director, estaría expresada por el capital industrial (sobre todo el pequeño). El cual termina apareciendo como la única salida posible frente al derrumbe del misticismo que expresa Eli. Se observa la crisis como preocupación que estructura el film. Sin embargo, se acota las posibilidades a dos salidas burguesas: a cual peor. De manera deliberada se mutila la salida obrera que impulsaba la novela.

Quién es quién

La película pretende estar basada en ¡Petróleo!, la novela escrita en 1927 por Upton Sinclair donde se trata los inicios de la industria petrolera en el marco de las primeras luchas sindicales, el patrioterismo asociado a la Primera Guerra Mundial y la aparición del socialismo en los Estados Unidos. Militante socialista en la juventud, Sinclair escribió numerosas novelas donde expone las condiciones de explotación de la clase obrera norteamericana en las primeras décadas del siglo XX. En ¡Petróleo!, Sinclair nos relata una historia totalmente distinta a la de Anderson. Donde la diferencia es más notoria es en el lugar que ocupa el hijo del petrolero Plainview (Arnold Ross en la novela). En la película se lo suprime desde el comienzo. No sólo su voz prácticamente no aparece en ningún momento, sino que, incluso, el director decide dejarlo sordo en un accidente quitándole toda capacidad de diálogo con su padre, para luego terminar de suprimirlo en una escena en la que su padre lo abandona. En la novela, el hijo del petrolero (cariñosamente llamado Bunny por su padre) no sólo no es acallado, sino que es el protagonista. Allí aparece como contraste a lo que expresa el padre. A medida que Bunny crece, madura su conciencia al punto de lograr identificar las discusiones con su padre, así como también los conflictos que lo rodean (las huelgas, la represión, las condiciones laborales, etc.), con problemas generales de la sociedad. En consecuencia, se hace socialista y llega a escribir un periódico contra la guerra mundial y la intervención norteamericana en la Rusia bolchevique. Usa plata del negocio de su padre para pagar fianzas de presos por luchar en Estados Unidos y llega a ser conocido en la prensa como el “millonario rojo”. A lo largo del libro hay dos momentos claves en la concientización de Bunny. El primero es la huelga petrolera que se sucede cuando era todavía adolescente y que llega a afectar los pozos de su padre. Consciente de la justeza del reclamo obrero, Bunny no puede más que indignarse frente a las difamaciones de la prensa burguesa. El segundo, y quizás más importante momento, es el reencuentro con su amigo Paul Waltkins luego de que este fuera reclutado por el ejército y enviado a combatir al frente integrando una fuerza destinada a ayudar al zarismo a derrocar a los bolcheviques. Frente a las difamaciones que la prensa norteamericana publicaba sobre el nuevo estado obrero, Paul le presenta una visión radicalmente distinta. Lejos de ser la barbarie, le explica a su amigo: “tratan de redimir a los rusos de la ignorancia. Creen en la cultura”. Paul es hermano de Elías Waltkins (Eli Sunday en la película). Al igual que en la película, contrasta con el pastor aunque por motivos distintos. En la película es quien le avisa a Plainview de la existencia de petróleo en el campo de su padre y que a diferencia de su hermano Eli, decide formar su propia empresa y seguir el camino del selfmade man. En el libro aparece también como el ejemplo a seguir pero por adoptar la posición política más acertada. Luego de su retorno, Paul adscribirá a la fracción revolucionaria del socialismo norteamericano que discutía la estrategia parlamentarista del Partido Socialista. Si bien Sinclair terminará adoptando en la práctica la estrategia del socialismo parlamentario, en su novela reserva los mejores argumentos a Paul. A su vez, la orientación que terminará adoptando Bunny, hacia el socialismo reformista, más que ser presentado como una virtud, aparece explicado por una debilidad de carácter. Por una incapacidad de profundizar el enfrentamiento con su padre. Otra diferencia notoria es el contexto en el que están insertos los personajes. En Petróleo sangriento, las acciones del petrolero aparecen determinadas por la propia voluntad del personaje. Toda la película se centra en sus reacciones y en sus estados de ánimo. Por el contrario, en la novela todos los personajes se encuentran atravesados por grandes problemas generales del momento. Todos deben tomar una posición en torno a cuestiones tales como la Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la corrupción, las diferentes estrategias del movimiento obrero y la represión. Cuestiones que en ningún momento aparecen en el film. El enfoque de Sinclair lo lleva a plantear de manera distinta la conducta del propio Arnold Ross (Plainview en la película). Al autor no le interesa asociar su comportamiento a un tipo particular de personalidad caracterizada por la codicia y el egoísmo. Mientras el film se intenta resaltar una personalidad maliciosa y paranoica, la novela, por el contrario, intenta mostrarnos que sus acciones se explican por su posición de clase. Arnold Ross resulta ser un padre cariñoso, al mismo tiempo que paga matones para romper una huelga. En las discusiones que entabla con su hijo sobre este punto se deja bien en claro que sus acciones van más allá de su voluntad. En este sentido, le explica: “en el mundo de los negocios no hay un sitio para un capitalista que se empeñe en vivir aislado”. El problema residía en que si no dejaba entrar matones a su pozo quedaba amenazado de ser excluido de los circuitos financieros por boicot de la federación patronal. La película también invierte la relación entre el petrolero y el pastor. No existe tal contraposición en la versión de Sinclair. A pesar de reconocer a Elías como un personaje grotesco, el petrolero no ve una necesidad de enfrentarse a él. “Las masas están formadas por idiotas y se les puede arrebatar millones”, señalaba conforme Arnold Ross luego de asistir a una misa de Elías. El capitalismo implica progreso y barbarie. Esto no puede ser escindido y contrapuesto como se pretende en Petróleo sangriento. Anderson necesita partir de esta contraposición para el tipo de operación que intenta realizar. Esto es, mutilar la historia original de su crítica al capitalismo y reducir el problema a una cuestión moral. Plainview es un personaje que construye y trae progreso, pero es despreciable en términos personales. En consecuencia, mientras en la novela lo progresivo es el bolchevismo, en la versión de Anderson lo es el hijo, en tanto se espera que siga el camino del padre, pero sin sus atributos negativos.

De cara a la crisis

Petróleo sangriento se supone inspirada en ¡Petróleo!, sin embargo elimina de manera consciente la crítica al sistema capitalista y a sus defensores. Más allá de las limitaciones políticas de Sinclair, su novela, escrita sólo tres años antes de la crisis de 1930, logra mostrar una salida positiva para los trabajadores: la organización para enfrentar al capitalismo. Siguiendo a Anderson no podemos ir más allá de la resignación. Lo cual, en definitiva, es lo único que puede ofrecernos la burguesía de cara a la crisis que se viene.

 

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