Fernando Dachevsky
Observatorio Marxista de Estadística-CEICS
A medida que el estallido de la crisis mundial se muestra inevitable y más cercano, los economistas K pasaron del optimismo a tener una posición defensiva. “Qué nos salvará” es la pregunta del momento. Todas las respuestas apuntan a lo mismo: los precios agrícolas. Sin embargo, el precio de la soja no es independiente de lo que pase en el resto del mundo. La dinámica con que se mueven los precios de las materias primas se encuentra entrelazada con la marcha de la crisis mundial.
Por qué sube.1
La evolución de largo plazo del precio de los cereales es bastante volátil. Años de crecimiento son seguidos por abruptas caídas. Si tomamos en conjunto los precios del trigo, el maíz y la soja durante los últimos veinte años vemos que cada uno evolucionó con una dinámica particular. Sin embargo, todos reaccionaron de igual forma a los estallidos que se sucedieron en las últimas décadas. Los precios de los tres cultivos se derrumbaron luego del crack de 1987 y luego de la crisis asiática de 1998.
En la actualidad, asistimos a una coyuntura de aumento general de los precios de las materias primas y de la soja en particular. Sólo en el último año, el precio de la tonelada subió un 44% pasando de 279 dólares en el período 2006/7 a los 404 dólares en 2007/8. Esta fenomenal subida permitió el aumento de las retenciones y garantiza el superávit fiscal que necesita el gobierno.2
¿A qué se debe esta subida? Existen diversos determinantes que empujan a la soja hacia arriba. Los principales son el incremento sostenido de la demanda global, la caída de los stocks en el 2007 y la devaluación del dólar.
El consumo mundial de soja viene creciendo de manera gradual desde hace por lo menos veinte años, pero con cambios profundos en la estructura del mercado mundial. La participación de los países asiáticos ascendió del 29% en 1998 al 60% en la actualidad. Dentro de estos, se destaca China que en 1998 representaba el 8% del mercado mundial y hoy ocupa el 45%.
Ahora bien, no basta con que crezca el consumo para que el precio haya subido de manera tan abrupta como lo hizo en el último año. De hecho, si bien el consumo creció en el 2007, lo hizo en un 5% y no explica toda la suba. Para entender el problema resulta clave la reducción en la producción mundial de soja por el auge de los biocombustibles.
En el último año, la producción mundial de soja se redujo en 14 millones de toneladas con relación al 2006. Cuando observamos como se comportaron los principales países productores, nos damos cuenta de que la caída fue resultado del desplazamiento de productores sojeros norteamericanos hacia el maíz. Insumo básico en la producción de biocombustibles como el etanol.
Por último, debemos considerar el efecto de la devaluación del dólar en los precios agrícolas. El sobreendeudamiento y las difi cultades para exportar que atraviesa la economía norteamericana condujeron al retroceso de la divisa norteamericana en relación a sus contrapartes como el Euro. Esto actúa infl ando los precios en general. La devaluación del dólar es una expresión directa de la crisis mundial y tiene un peso importante en el nivel de los precios actuales. De hecho, mientras el precio de la soja aumentó en un 44% medido en dólares, en euros el aumento fue de un 23%. A su vez, si tomamos en consideración la pérdida de capacidad de compra de la moneda norteamericana, por efecto de la inflación, se observa que el aumento fue, en realidad, del 28,6%.
Por qué puede bajar
En la actualidad la demanda global de soja está asociada al crecimiento económico de China. Este país se encuentra supeditado en gran medida al devenir de la economía norteamericana. Es que el grueso de sus exportaciones se dirige a ese país. De esta forma es particularmente vulnerable a la recesión de la economía norteamericana. Cualquier signo de desaceleración en la economía china, producto de la crisis, que se traduzca en una caída en la demanda de soja puede hacer caer de manera sustancial el precio de la soja. La experiencia de la crisis asiática de 1998 nos lo confi rma. A principios de julio de 1997, la devaluación de la moneda tailandesa anunció la crisis de las economías del sudeste asiático. A partir de entonces, el conjunto de dichos países se desaceleraron. Para entonces esta región concentraba alrededor del 30% del consumo mundial de soja. El menor ritmo de crecimiento, no provocó la caída del consumo de soja, sino su crecimiento por debajo de los niveles esperados. La consecuencia de esto fue una súbita caída del precio de los cereales por más del 40% que se extendió hasta el año 2001. El efecto sobre la balanza comercial de las economías agrícolas, como la Argentina, fue por demás negativo. La balanza comercial Argentina en 1996 había dado un resultado positivo por u$s 1.759,5 millones. En cambio, en 1997 mostraba un resultado negativo, por u$s -2.122,7 millones. El balance negativo del comercio exterior argentino se extenderá por tres años más3 .
Lo interesante aquí es que ni siquiera fue necesaria una recesión en las economías asiáticas para que se produjera la debacle de los precios de las exportaciones argentinas. Bastó con que dejaran de crecer al promedio en que crecían (6.8%) y lo hicieran al 4.7%4.
Además de una desaceleración (o caída) en el consumo de soja, es factible de esperar una recuperación en los niveles de producción mundial. Lo cual fue un determinante en la suba del preció durante el último año. La Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos advierte en su último reporte mensual sobre oleaginosas que dada la apreciación en el precio norteamericano de la soja en relación al maíz, los productores norteamericanos podrían rever sus planes de siembra y volver a la soja5 .
Contratendencias
Un elemento que podría revalorizar las mercancías agrarias, y evitar la caída de sus precios, es el auge de los biocombustibles. Sin embargo, la idea de que la Argentina tiene el futuro asegurado de la mano de la energía verde es, por lo menos, apresurado. Los apologistas del capitalismo argentino buscan ilusionarnos con la idea de que los biocombustibles serán, de manera irremediable, la alternativa a los problemas energéticos actuales y que ello devendrá una abundancia de largo plazo para la economía argentina. Sin embargo, esta ilusión no se corresponde todavía con lo que han mostrado ser hasta el momento: sólo una alternativa costosa en coyunturas de precios altos del crudo. Los biocombustibles son muy costosos, dado el bajo rendimiento que tienen las materias primas necesarias para su elaboración. Por esta razón su producción es limitada y tiene como fi n “diluir” en pequeñas cantidades (entre 5% y 10%) los combustibles en base a petróleo, para aplacar la demanda de crudo. Al igual que la puesta en producción de cuencas de petróleo extrapesado en Venezuela o Canadá, los biocombustibles aparecen como un negocio rentable en una coyuntura de precios altos del petróleo. Según un estudio reciente, dando cuenta de los mayores costos que tiene el biodiesel en relación al petró- leo, su producción sólo es posible en la actualidad con un barril por encima de los 60 dólares.6
La correlación entre biocombustibles y precios altos del crudo se manifi esta en el desarrollo histórico reciente de manera clara, especialmente en la crisis del petróleo en los ´70. Entonces, la American Oil Company junto a otras empresas comenzaron a comercializar mezclas con biocombustibles para diluir la gasolina. A principios de la década de los ochenta hubo una nueva caída en el consumo de petróleo relacionada con el confl icto irano-iraquí que provocó una reducción en la producción de crudo y la nafta verde recibió un nuevo impulso. Promediando la década, la caída en el precio del crudo se tradujo en un abandono de las estrategias de cambio energético. Luego cobraron cierta notoriedad nuevamente con la suba del precio provocada por la primera Guerra del Golfo.7 En adelante, permanecieron en segundo plano hasta el despegue en el precio del crudo de los últimos años. Un vistazo a los últimos años muestra como ni bien los precios bajan, los combustibles de origen agrario pierden protagonismo con la consecuente caída del precio de los granos. Y nada hace parecer que esto fuera a cambiar. Más allá de su auge coyuntural por el alto precio del crudo, es necesario dar cuenta de que solucionan sólo de manera parcial el problema del elevado costo de la energía. Una de las contracaras más fuertes es su inefi ciencia. Por ejemplo, para llenar el tanque de una sola camioneta se necesita la cantidad de alimento equivalente para alimentar a una persona durante un año8. Este es un factor importante a tener en cuenta si queremos evaluar su viabilidad como alternativa capitalista para solucionar el problema energético.
Un eslabón débil
Los economistas K se esfuerzan por convencernos de que la Argentina podrá mirar la crisis desde afuera, sin ensuciarse. Sin embargo, lejos está de ser independiente de las turbulencias mundiales. El futuro inmediato de la economía nacional depende en gran medida de cuánto afecte la crisis a China. Argentina no sólo no es inmune a la crisis económica mundial, sino que puede estallar con el primero de sus coletazos.
Notas
1 La información incluida en este artículo sobre la evolución del consumo, producción, precio y estructura del mercado de la soja puede ser consultada en United States Department of Agriculture: Oilseeds: World market and trade, años varios en http:// www.usda.gov.
2 Dachevsky, Fernando: “Salir del paso. Las retenciones y la debilidad del superávit fiscal”, en El Aromo nro. 40, diciembre de 2007.
3 Ferreres, Orlando: Dos siglos de economía argentina (1810-2004), Fundación Norte y Sur, 2005
4 Crecimiento promedio tomando como referencia variación de PBI de Tailandia, Corea, Malasia, Indonesia, Taiwán, Hong Kong, Filipinas, China y Japón.
5 United States Department of Agriculture: Oilseeds: World market and trade, enero de 2008, p. 1.
6 Energy Future Coalition y United Nations Fundation: Biofuels for our future: a primer, en http://www. energyfuturecoalition.org/biofuels/ BioFuels_FAQ.pdf
7 Fundación Tierra: “Biocombustibles”, en Perspectiva Ambiental Nº 24, abril de 2002.
8“The end of cheap food” en The Economist, 6/12/2007, en http://www. economist.com