A fines del año pasado Ediciones ryr sacó a la luz Memorias de un militante internacionalista de Daniel Pereyra, un libro que aborda puntos nodales de la historia de la izquierda argentina. Las repercusiones no se hicieron esperar. Aquí, una respuesta del autor a los señalamientos de Horacio Lagar.
Daniel Pereyra – Colaborador
El compañero Horacio Lagar comienza su Respuesta a Memorias de un militante internacionalista,[1] –el libro autobiográfico que me editó recientemente Razón y Revolución-, comparándome con revolucionarios de la talla del mismísimo Che Guevara, algo que considero totalmente inmerecido. Como inmerecido me resulta, debo decirlo, su calificación de Nahuel Moreno, como “uno de los grandes revolucionarios del siglo”.
Mis Memorias… contienen sin duda elementos que pueden resultar polémicos para otros protagonistas de la militancia revolucionaria de esas décadas que he intentado reconstruir, combinando mi memoria personal, la de muchos otros compañeros y compañeras, y consultando libros y viejos materiales de debate. Lamento constatar que las críticas de Horacio Lagar adolezcan de ser infundadas y totalmente parciales. Llega al extremo de intentar encontrar pruebas de mis “desviaciones” hasta en la propia portada de mi libro, donde se reproduce la cabecera de un Estrella Roja, el que fuera órgano del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Los compañeros de Razón y Revolución saben bien que desconocía el diseño de la misma hasta tener el libro en mis manos, pero me pareció lógico que intentaran buscar algún símbolo alegórico, y el ERP era el brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), un partido en cuyo origen estuvimos involucrados tanto el propio Lagar, Moreno, como yo mismo y cuya evolución posterior pesó sin duda en los hechos que tuvieron lugar en Argentina.
Pero la crítica fundamental a mis Memorias… que hace Lagar es que estas, supuestamente, no proponen una estrategia revolucionaria. Si para él, en pleno siglo XXI, definir una estrategia revolucionaria pasa por limitarse a proponer la “dictadura del proletariado”, pues evidentemente partimos de una diferencia importante.
En los capítulos 3, 6 y 7 de mi libro aparecen elementos que considero vitales para una estrategia revolucionaria: la necesidad de un partido revolucionario y una internacional revolucionaria de masas, con un funcionamiento democrático y consulta permanente a las bases, un programa anticapitalista y una política clara hacia los movimientos sociales, al feminismo, a la ecología, etcétera.
Otra de las críticas que aparece en el artículo de Lagar es que estas supuestamente “dan la razón teórica y práctica a los líderes del reformismo”. Es una acusación grave, y cuesta creer que saque esas conclusiones conociendo mi forma de pensar, mis principios inquebrantables. Reivindico, a mis 87 años, con orgullo haber luchado incansablemente durante toda mi vida precisamente contra el reformismo, el populismo y otras desviaciones de la praxis revolucionaria.
Otra de las críticas centrales de Horacio es acerca de mi balance negativo sobre la figura de Moreno, a quien analizo no solo por sus ideas sino también por su práctica, su actividad militante, su vida cotidiana. Lagar sabe que no es solo mi visión personal sobre Moreno. En mi libro cito, por ejemplo, los datos aportados por Ernesto González en su libro El trotskismo obrero e internacionalista en Argentina, a los que Lagar inexplicablemente no hace ninguna alusión. González recuerda, por ejemplo, la postura que tuvo Moreno y Palabra Obrera ante el triunfo de la revolución cubana en enero de 1959: “En octubre de 1959 Palabra Obrera todavía afirmaba que Fidel Castro seguía siendo hombre de confianza de los yankis”. Semejante despropósito no es la mejor prueba precisamente para fundamentar que Moreno fue “uno de los revolucionarios más importantes del siglo”. González añade “Los más sectarios al respecto fuimos nosotros, los de Palabra Obrera, convencidos de que se trataba de ‘una Revolución Libertadora’ del Caribe”. Lagar en ningún momento examina el gravísimo error de valoración hecho por Moreno y Palabra Obrera cuando ya habían pasado diez meses de la victoria en Cuba, uno de los episodios revolucionarios contemporáneos más importantes de América Latina y el Caribe.
Sin embargo Lagar sí cuestiona que no haga en mis Memorias… una crítica a lo que llama el “castro-guevarismo”, una definición pretendidamente descalificadora del movimiento que impulsó el primer estado socialista en América y que animó a luchas revolucionarias en América Latina y África. Para Horacio Lagar pareciera también que nada ha sucedido en América Latina en los últimos 15 años, aparte de los “aportes” del morenismo. Los impresionantes avances producidos en la región, donde otras corrientes revolucionarias o antiimperialistas son englobados dentro de lo que califica despreciativamente como “`progresismo”.
Es difícil encontrar un hilo coherente en el discurso de Lagar en relación a la figura de Moreno. La misma persona que hoy ensalza a Moreno como “uno de los revolucionarios más importantes del siglo” decía en su momento cosas como estas, en relación al Cuarto Congreso partidario: “Qué Congreso es este en el que no hubo una sola voz discordante… Todas las resoluciones fueron por unanimidad.” Y luego agregaba: “Comenzamos por observar un rasguño y terminamos ahora coincidiendo en un consenso general, que reconoce algo muy próximo a la gangrena”.
Por su parte, Luis Zamora, que fue diputado por el MAS, se expresaba así: “Habíamos llegado a ser una gran secta o una secta grande […] Ese carácter de secta, de partido cerrado, monolítico […] La realidad es que Moreno fue el creador e impulsor de esas formas organizativas, de un aparatismo exacerbado y del carácter burocrático y sectario del partido…”. Horacio Tarcus decía a su vez que “el agudo conflicto que se manifestó previamente al III Congreso (1988) no era otro que la contradicción entre secta y partido… el súbito proceso fraccional que se desató en el congreso, puso en evidencia los riesgos del monolitismo: una pequeña diferencia política termina en un enfrentamiento abismal. Cualquier rasguño conduce a una gangrena…”-
El propio Lagar, contradictoriamente, menciona en su Respuesta a mis Memorias…: “En cuanto a Moreno, todo el C.C., con la sola excepción de Ernesto González, llegó a votar su expulsión del partido ante la denuncia escrita que yo presenté por su inconducta en episodios que quedaron documentados en una Minuta que Raymond Molinier alcanzó a fotocopiar y mandó sin mi consentimiento al Secretariado Unificado”.
Es una gravísima contradicción, porque las cuestiones metodológicas, organizativas y morales, son asuntos políticos sin duda. Si Lagar no se hubiera opuesto a la expulsión de Moreno, el peso de su denuncia hubiera cortado el paso al grave culto a la personalidad que muchos cultivaron, y al que Horacio pareciera haber sucumbido. Con su postura contradictoria, Lagar dio un respaldo decisivo para que Moreno eludiera su expulsión.
De toda la polémica desarrollada en Perú (que se desarrollan en el capítulo 2 del libro), con acusaciones de putchista que me hizo Moreno y de las que doy cuenta en las Memorias…, quiero destacar algo que considero impropio de un dirigente revolucionario: su utilización de la propia prensa burguesa para atacarme, algo imperdonable.
Días después de nuestra caída en manos de las fuerzas represivas peruanas, el 29 de mayo de 1962 más precisamente, Moreno declaraba en el diario La Prensa, de Lima: “Pereyra es un loco y un aventurero… Fue Pereyra quien coordinó el asalto y los planes revolucionarios”. Y mientras hacía esas declaraciones, esos “locos” estábamos incomunicados en los calabozos policiales.
Lagar dice no saber nada sobre lo sucedido con el dinero expropiado por nuestro equipo, pero bien sabe que Moreno fue el último depositario conocido del mismo. Y hubo varios años para aclarar una cuestión tan delicada.
En lo referente a la ayuda del partido argentino, a mi regreso de Perú tuve conocimiento de la campaña financiera desarrollada “a favor de los presos”, fundamentalmente para el pago de los abogados, que se hizo con gran sacrificio de muchos compañeros, a los que estaré siempre muy agradecido. Pero la dirección del partido se movió ¡cuatro años después! de nuestra captura, y solo cuando el propio Moreno fue enjuiciado en Perú.
Esperaba que una crítica a mis Memorias… hubiera contenido alguna valoración sobre mis reflexiones al cabo de tantos años de militancia. El capítulo 6 se titula “La difícil construcción de organizaciones revolucionarias” y allí abordo temas como el internacionalismo, la necesidad de una internacional revolucionaria, el rol reformista jugado por la socialdemocracia y el estalinismo, la “supervaloración de los sectores nacionalistas burgueses por parte de grupos populistas. Pero pareciera que estos aspectos no son merecedores de ningún comentario por parte del compañero Lagar.
En cuanto a la construcción del partido y citando a Miguel Romero, “Moro”, concluyo que son “estériles los modelos de partido”, cuando se aplican clichés del pasado de manera acrítica. También reivindico en ese capítulo un modelo de organización en la “que mande la base”, recuperando un texto del camarada francés Olivier Besancenot, en el sentido de la imprescindible democracia interna, escuchando las opiniones de la militancia.
Esta democracia también debe aplicarse por nuestros compañeros en los movimientos sociales, evitando los vicios sectarios que tantas veces hemos tenido hacia ellos desde las organizaciones revolucionarias de izquierda.
Humildemente, considero que estas y otras valoraciones que desarrollo en las Memorias…, pueden ser de utilidad para las nuevas generaciones en la ardua tarea que los revolucionarios seguimos teniendo por delante.
1Puede leerse el texto integral de Lagar en http://goo.gl/4ATOUe