Arroz a la cubana. Las perspectivas del acuerdo Cuba-EE.UU.

en El Aromo nº 83

 

 

La apertura de las negociaciones entre Cuba y EE.UU. ha sido saludada desde muchos ámbitos. Sin embargo, un análisis de las perspectivas que se abren para la clase obrera evidencia un panorama sombrío.

 

Nicolás Grimaldi

LAP

 

 

El pasado 17 de diciembre, el presidente norteamericano, Barack Obama, y su par cubano, Raúl Castro, anunciaron el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, que se encontraban cerradas desde 1961. Esto podría ser el primer paso hacia el fin del embargo que pesa sobre Cuba desde 1962, que implica que cualquier empresa no estadounidense que establezca lazos con Cuba, puede someterse a represalias legales y/o económicas, e impide la utilización de dólares en transacciones comerciales y financieras. Diferentes empresas y países han saludado esta situación e incluso algunos sectores de la izquierda llegaron a plantearlo como un triunfo de la Revolución Cubana. Sin embargo, una mirada atenta demuestra que el “desbloqueo” no va a mejorar las condiciones de vida de la clase obrera cubana.

 

Se fue la primera

 

La ronda de negociaciones comenzó el 22 de enero, luego de que Cuba liberara al contratista arrestado por espionaje, Alan Gross, y posteriormente a otros 53 presos políticos. En un gesto similar, EE.UU. liberó a tres espías cubanos arrestados en Florida. Las delegaciones estuvieron encabezadas por Roberta Jacobson, secretaria de Estado asistente para el Hemisferio Occidental de EE.UU., y Josefina Vidal, directora general para EE.UU. en la cancillería en La Habana. La principal exigencia de Cuba fue salir de la lista de países promotores del terrorismo, en la que se encuentra por brindar refugio a miembros de la Euskadi Ta Askatasuna (ETA) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La lista en cuestión implica sanciones económicas a las empresas que establezcan relaciones comerciales con los países allí inscriptos. A diferencia del embargo, que por ser una ley sólo puede ser revocada en el Congreso, la designación de Cuba como patrocinador del terrorismo está en manos del presidente. En ese sentido, Obama recientemente le pidió al Departamento de Estado que realice una revisión del estatus de Cuba y lo complete con una recomendación a más tardar en seis meses. Esa revisión tiene que incluir dos elementos para que la isla pueda ser retirada de la lista: que el gobierno de Raúl Castro no haya apoyado el terrorismo internacional en el pasado inmediato y que ofrezca garantías de que no lo hará.

El primer día de negociaciones se discutió sobre inmigración. La Habana expresó su rechazo a la política «pies secos-pies mojados», que otorga la residencia luego de un año a aquellos cubanos que llegan a tierra firme, mientras que devuelve a Cuba a aquellos que son encontrados en altamar. En concreto, se produjeron algunas modificaciones que comenzaron a operar desde este año. Las primeras medidas, que se plasmarán en la “Ley de libertad para viajar a Cuba”, facilitará los viajes para 12 categorías específicas: familiares, oficiales, periodísticos o con fines investigativos, educativos o humanitarios. Pero no pretenden facilitar el turismo norteamericano, ya que los viajes a la isla para estos fines están prohibidos por ley. Los viajeros en esas doce categorías podrán utilizar sus tarjetas de crédito y débito estadounidenses en Cuba, lo que hasta ahora estaba prohibido, mientras que las instituciones financieras estadounidenses podrán procesar esas transacciones. En cuanto a las remesas, se aumentó de 500 a 2.000 dólares el límite de envíos al extranjero que podía realizar un norteamericano a la isla, siempre y cuando no sea dirigido a un familiar. Aquellos que envíen remesas a familiares pueden hacerlo de manera ilimitada, como venían haciéndolo desde el 2009. Por otro lado, EE.UU. autorizará que se desbloqueen las cuentas a los ciudadanos cubanos que viven permanentemente fuera de Cuba. Los barcos extranjeros también podrán entrar a EE.UU. tras realizar actividades comerciales con Cuba.

 

Aplauso, medalla y beso

 

El acuerdo entre ambos países fue celebrado por diferentes sectores empresariales. Comenzando por la industria automotriz de Detroit, en particular la General Motors, pero también la Ford, y la surcoreana Kia Motors, que indicó que adaptará su estrategia en la isla paso a paso, de acuerdo con la evolución de la actual situación diplomática.[1] La agroindustria de EE.UU. también apoya la medida de Obama. Las empresas de esta rama habían recibido el permiso de exportar alimentos en el año 2000, de la mano del entonces presidente norteamericano Bill Clinton, pero las firmas estadounidenses han venido perdiendo terreno recientemente ante naciones como Brasil o Argentina. De este modo, estos capitales podrían verse beneficiados por nuevas flexibilizaciones en la comercialización, que mejoren su competitividad. En ese sentido, las empresas norteamericanas Cargill, CoBank, Smithfield Foods, Chicago Foods International LLC, Federación Americana Agrícola, Asociación Nacional de Productores de Maíz y la Federación de Productores de Arroz, entre otras, crearon la “Coalición Agrícola Estadounidense para Cuba” con el fin de buscar aumentar sus ganancias. Cuba importa cerca del 80% de sus alimentos, una parte de los cuales proviene de EE.UU. En efecto, el monto de las exportaciones yanquis fue de 359.4 millones de dólares en 2013, cifra que cayó a 154 millones en 2014. Este grupo de empresas cree que, de levantarse el embargo, el volumen aumentaría a 1.700 millones de dólares.[2] Cuentan con el aval del secretario de Agricultura, Tom Vilsack, el gobernador de Missouri y representante de los Estados agrícolas y ganaderos, el demócrata Jay Nixon, y el congresista por Dakota del Norte, el republicano Kevin Cramer. Esta corporación también es apoyada por Cámara de Comercio de EE.UU. y el Consejo Nacional de Comercio Exterior. El presidente de la Cámara, Thomas Donohue, luego de visitar La Habana y en relación a las negociaciones saludó un mayor crecimiento de la propiedad privada, y pidió que las compañías norteamericanas comercialicen directamente con el sector privado cubano.[3] El Concejo Nacional, por su parte, saludó las medidas transitorias que está realizando el gobierno de Obama. Otras ramas que se sentirán beneficiadas de concretarse el fin del embargo por este cambio en las relaciones, son las de turismo y las cadenas de hoteles, en su mayoría de origen español, que podrán explotar la apertura de viajes a la isla y la posibilidad del uso de tarjetas de créditos por parte de los turistas.

Las negociaciones fueron saludadas por gobiernos de todas partes del mundo, por lo que cuenta, además de los respaldos internos, con un fuerte consenso mundial. Sin embargo, más allá de estos apoyos, existe cierta interna en el congreso norteamericano que podría llegar a trabar el eventual levantamiento del embargo. Los más reacios a realizar una apertura hacia Cuba se encuentran en el Partido Republicano. Es el caso del senador Marco Rubio, posible candidato a presidente por ese partido, la legisladora de origen cubano Ileana Ross, y el presidente de la Cámara de Representantes estadounidense, John Boehner. Estos consideran que las medidas sancionadas por Obama, e incluso el levantamiento del embargo, sería un “salvavidas” para el gobierno cubano que podría mejorar su situación económica y perpetuarse en el poder. En el interior del Partido Demócrata también aparecen divisiones entre aquellos que apoyan la reanudación de las relaciones, y los que sostienen que Obama ha cedido demasiado.

No obstante, ya en los primeros días de febrero un grupo de congresistas bipartidistas presentaron un proyecto de ley para levantar las restricciones a las empresas estadounidenses y habilitar los negocios con la isla. El proyecto lleva la firma de los senadores republicanos Mike Enzi y Jeff Flake y los demócratas Debbie Stabenow, Patrick Leahy y Dick Durbin. Esta medida fue festejada por la Coalición, por boca de su presidente, Devry Boughner Vorwerk, vicepresidente de Cargill: “poniendo fin al embargo permitiremos que nuestro sector agrícola trabaje en asociación con Cuba y con los cubanos, que se desarrolle una relación comercial significativa”.[4]

 

Dime con quién andas…

 

Que importantes firmas estadounidenses hayan saludado tan efusivamente las negociaciones, debería alertar sobre los verdaderos intereses y las consecuencias de este acercamiento. Un examen de las transformaciones laborales en el último tiempo en la isla, parecen confirmarlo.

En 2013 fue aprobado en Cuba un nuevo código laboral. Este consagra relaciones capitalistas flexibilizadas a partir de permitir el trabajo temporario si la rama específicamente lo requiere; la existencia de un tiempo de prueba previo a la contratación definitiva; la posibilidad de dejar disponibles (es decir, despedir) a los trabajadores estatales; jornada laboral de 8 horas diarias como mínimo, con la posibilidad de una hora adicional, entre otras cuestiones. A esto, debe sumársele la Ley de Seguridad Social, que en su última modificación elevó la edad de jubilación de 55 a 60 en las mujeres y de 60 a 65 en los hombres. En el medio, fueron despedidos más de medio millón de empleados estatales, lo que llevó a ampliar a 201 las formas de “cuentapropismo”. Esto, que los medios tienden a presentar como una “nueva clase media”,[5] no es sino la única salida que le queda a los desocupados cubanos, que tienen que arreglárselas por sí mismos para conseguir algún tipo de ingreso. Entre las principales actividades de los cuentapropistas se encuentra la elaboración y venta de alimentos, el transporte de pasajeros y el arrendamiento de viviendas, habitaciones y espacio. Estas formas de supervivencia, que se desarrollan en condiciones precarias y no garantizan un ingreso constante, alcanzan, según datos de 2014, a medio millón de cubanos.[6]

También existe la Ley de Inversión Extranjera, donde se exime del pago de ciertos impuestos a los inversores extranjeros, al mismo tiempo que el Estado se establece como entidad empleadora, para mediar entre el trabajador y la empresa. Esta entidad funciona como cualquier agencia de trabajo de Argentina, que evalúa a los trabajadores “más competentes” para la empresa, aunque en este caso es la encargada de realizar el pago a los trabajadores de las empresas mixtas o de capital extranjero. El costo laboral promedio en Cuba es de 17,7 dólares mensuales,[7] lo cual constituye un monto sumamente conveniente para cualquier capital. Para el trabajador el panorama es inverso. El Estado retiene hasta un 20% de ese sueldo y, además, fija un cambio de 1 CUC (peso convertible) igual a 2 CUP (peso cubano) en vez del cambio que rige en la isla de 1 CUC igual a 24 CUP.[8] De este modo, el Estado cobra en dólares a las empresas extranjeras y paga 1 a 2 a los trabajadores en pesos cubanos, lo que equivale a pagarles 8 centavos por dólar cobrado.

Un trabajador que se desempeña en una empresa extranjera, recibirá un sueldo medio de aproximadamente 471 pesos cubanos, ya que este se fija en función del salario promedio del año anterior.[9] Sin embargo, este ingreso no concuerda con el costo de vida en Cuba. Por ejemplo, el último aumento de sueldo otorgado de 81 pesos cubanos era el equivalente a un pollo pequeño, o un pedazo de carne, o medio litro de aceite, o 500 gramos de leche en polvo o 7 kilos de arroz. Como vemos, casi una cuarta parte del salario de estos trabajadores, se va en lo mínimo para subsistir algunos días.

La punta de lanza para recibir al capital extranjero es la “Zona Especial de Desarrollo Mariel”. Allí se encuentran inversiones chinas y brasileras orientadas a la industria de la maquila en las ramas de biotecnología, farmacéutica, energía renovable, industria agroalimentaria, turismo e inmobiliarias, envases y embalajes, agricultura, telecomunicaciones e informática. Aquí se puede instalar el capital, sea nacional o internacional, bajo la forma de usuario, lo que implica la no participación del Estado cubano en dicha inversión. Del mismo modo, las empresas aquí quedan exentas del pago de impuestos por un período de diez años, con posibilidades de ser prorrogable. Se les otorga también el derecho a disponer libremente de los fondos propios, incluyendo utilidades y dividendos, lo que implica la posibilidad de transferirlos al exterior, en moneda convertible, sin quedar sometidos a ningún tipo de gravamen por estas operaciones. Así como la caída de la URSS significó la inauguración del “período especial”, esta apertura cubana coincide con la crisis en Venezuela, que llegó a representar el 14% del PBI cubano en 2009. La situación salarial ha sido revisada para esta zona, donde los trabajadores cobrarán a una tasa de 10 CUP por cada CUC.

Queda claro aquí quién es el principal beneficiario. Mientras que el trabajador sufre una expropiación de su salario por la quita directa que le hace el Estado, sumado a lo que pierde por el tipo de cambio inferior, los capitalistas reciben importantes exenciones fiscales. A todo esto hay que sumarle la alta calificación de los trabajadores cubanos, lo cual hace más redondo el negocio. Según las últimas estadísticas disponibles, Cuba tiene una tasa de alfabetización (mayores de 15 años que saben leer y escribir) del 100% al 2013 y una tasa bruta de matriculación universitaria del 109%, la mayor en el mundo según los datos de la UNESCO en 2009.[10] Todo ello producto de ser el país con mayor inversión de su PBI en educación, alcanzando cerca del 13% según el Banco Mundial en mediciones del 2010.[11]

 

Una transición ordenada

 

Las significativas transformaciones económicas que están en curso en la isla se dan sin fisuras significativas en el plano político. La transición está comandada por el PC, que se muestra sólido y sin desavenencias internas. Ya en 2012 Marino Murillo, por entonces vicepresidente del Consejo de Ministros y actualmente también Ministro de Economía y Planificación, miembro del Consejo de Estado e integrante del Buró Político del Comité Central (CC) del PC, señaló que “en Cuba no va a haber una reforma política, en Cuba estamos hablando de la actualización del modelo económico cubano, que haga nuestro socialismo sustentable”.[12]

En el 2013, Raúl Castro fue elegido por cinco años más en su cargo, advirtiendo que se alejaría en el 2018. De esta forma, cumplía con lo que se había propuesto en el VI Congreso del PC, donde se fijó que los mandatos solo podían durar dos quinquenios, sin existir la elección indefinida. La sucesión ya está planifica y en marcha. Su responsable es José Ramón Machado, quien fuera vicepresidente del Consejo de Estado, de Ministros y Miembro del Secretariado del Comité Central del PC. Es el segundo del PC, detrás de Raúl Castro, y valorado como un histórico estratega en el movimiento de cuadros en el interior del partido. En varios Comités provinciales, como Guantánamo, Holguín, Las Tunas, Camagüey y Ciego de Avila asumieron militantes menores de 50 años, algunos, como Duarte (Ciego de Ávila) y Santana (Las Tunas), ya miembros del CC del PC.

La pieza clave de la transición es Miguel Díaz Canel, un joven político de 52 años proveniente de la Unión de Jóvenes Comunistas, que en 2013 pasó a ser Vicepresidente, cuando Machado pidió personalmente dejar ese cargo, conservando el de Vicepresidente del Consejo de Estado y Segundo Secretario del Partido. Sindicado como el futuro presidente de Cuba, Díaz Canel es un hombre del Partido. Fue propuesto para ingresar al Buró por el propio Raúl en el 2003, y en el 2006 se desempeñó como ministro de Educación Superior. En marzo de 2012, fue nombrado vicepresidente del Consejo de Ministros, responsable de Ciencia, Educación, Deporte y Cultura, comenzando una significativa actividad nacional e internacional, muchas veces en compañía o en representación de Raúl Castro. Las opiniones sobre él son unánimes: un “leal a Castro”, “que se limitaría a cumplir órdenes”, y que no va a ser un “demócrata” o un “Gorbachov cubano”. Raúl manifestó su apoyo absoluto señalando que “representa un paso definitivo en la configuración del liderazgo futuro, a través de la transferencia gradual y ordenada de puestos clave a las nuevas generaciones”.[13]

Esta solidez del Partido en la transición es lo que explica la enconada oposición de la derecha cubana a la creciente apertura económica. Las “Damas de Blanco” y el “Frente Nacional de Resistencia Cívica” manifestaron su rechazo a las negociaciones con EE.UU. Naturalmente, su oposición no se encuentra en el plano económico, sino político: apuntan a una salida de Castro del poder y saben que con estas maniobras el PC no hace más que consolidar su fortaleza. Cuba avanza en su apertura, y la derecha no puede meter cuchara.

 

Un cuento chino

 

Como puede verse, la transición de Cuba al capitalismo se asemeja más a la experiencia china que a la de la Unión Soviética. Estamos ante una Perestroika sin Glasnost. Al igual que su par chino, el PC parece estar logrando una transición controlada y cerrada sobre el propio partido, sin disidencias significativas en su seno ni fuera de él. El posible levantamiento del embargo, no va de la mano de un triunfo de David sobre Goliat, sino de los intereses de la burocracia cubana y del capital internacional, en particular, norteamericano. Al igual que China, la isla está por convertirse en una fuente de mano de obra a muy bajo costo y, además, altamente calificada. Algo demasiado atractivo para cualquier capital.

[1]http://goo.gl/opZEYJ

[2]http://goo.gl/f37g2S

[3]http://goo.gl/NzjXE7

[4]http://goo.gl/63gm4c

[5]http://goo.gl/giwOY6

[6]http://goo.gl/RCyyIT

[7]En base a estadísticas del Observatorio Marxista de Economía (OME).

[8]http://goo.gl/g5yXZU

[9]http://goo.gl/o5svha

[10]http://goo.gl/1gUxDe. Este índice comprende tanto ingresos tempranos como tardíos, de allí que pueda ser superior al 100%.

[11]http://goo.gl/fS4LWP

[12]http://goo.gl/B5zgzD

[13]http://goo.gl/9uOiKj

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