Por Romina Urones, Grupo de Investigación de la Lucha de Clases en los años ’70 en el CEICS
Desde el grupo de investigación de RyR que tiene como objeto la lucha de clases en los ’70, intentamos comprender qué fue lo que «realmente» pasó durante esos años. Y nos planteamos este objetivo porque consideramos que conocer la realidad no es lo mismo que describirla, a nuestro juicio mucho de lo que se ha hecho hasta ahora sobre este tema. Categorías tales como Derechos Humanos, memoria, genocidio, víctima y desaparecidos, disfrazan una situación que lejos está de coincidir con la descripción de estos conceptos. Todos ellos buscan describir el proceso social de los ’70 no como un enfrentamiento entre clases sociales sino como una guerra entre «pueblos». El concepto genocidio (como bien se intentó demostrar en un reciente congreso llevado a cabo en la Facultad de Derecho) impone la imagen de una masacre por parte de un pueblo fuerte a otro totalmente indefenso y débil. No fue esto lo que pasó en Argentina sino que lo ocurrido es expresión de una verdadera lucha de clases. Dos bandos, sí es verdad, pero uno de ellos expresión de una fuerza revolucionaria, alianza de fracciones de la clase obrera con sectores pequeño-burgueses que intentó desafiar al capitalismo; y el otro, la fuerza contrarrevolucionaria dominada por las fracciones más poderosas de la burguesía. Ambos buscando imponer dos sociedades diferentes.
El concepto memoria hace referencia a «no olvidar lo que pasó para que no se vuelva a repetir». ¿Qué es lo que no se tiene que volver a repetir? Si la lucha de clases la vivimos todos los días y en cualquier espacio de la sociedad. Se repite porque es un hecho inevitable del carácter antagónico de las relaciones sociales en las que vivimos.
El concepto desaparecido, desde nuestra postura, plantea el problema en términos individuales, es decir, la víctima del pueblo que es asesinada por cuestiones político-ideológicas, lo que interpreta el «por algo será». En cambio la categoría militante implica ser parte de una fuerza social, implica mirar el problema como una cuestión social de la cual todos somos parte, de una manera u otra. Por esto consideramos que la categoría víctima no es aplicable a los militantes: miembros de una fuerza social que expresa en sus acciones una política organizada. Que finalmente esa fuerza social haya sido derrotada, es otra cuestión (aunque no ajena a nuestro objetivo de estudio), que implica revisar el grado de conciencia de la tarea, la organización para la lucha o el papel que interpretaron los distintos elencos políticos que ejercieron su dirección.
Los aparentes logros del actual gobierno en materia de justicia burguesa (la declaración de nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final) no hacen más que ocultar la realidad. Juzgar a los militares por crímenes «contra la humanidad» no es castigar a los culpables sino dejarlos libres: la misma clase que dio el golpe es la que sigue gobernando. La verdadera justicia, la «justicia de clase», no podrá desplegarse mientras la sociedad entera no sea reconstruida sobre otras bases sociales.