Sin duda, la novedad que viene copando la agenda política de este 2022 recién estrenado, es el entendimiento del gobierno de Alberto con el Fondo Monetario Internacional. Para él, se trata de vender un acuerdo que serviría para relanzar la economía nacional. Para Cristina y para la oposición trotskista, es lo contrario: un acto de sometimiento al poder extranjero en contra de la soberanía nacional. Lo cierto es que el acuerdo no va a mejorar ni va a empeorar, por sí solo, una economía, en caída libre desde el 2013, que está en la recta final antes del estallido.
El entendimiento con el FMI no va a cambiar la dinámica de la economía argentina ni el avance del ajuste. Este último no va a ser mayor al que se tenía pensado. Primero, porque se pactó un acuerdo sumamente “light” (a Macri le pidieron la reducción del déficit en cuatro puntos del PBI en un año y medio; a Alberto, 1,5 puntos en dos años). El fondo no pidió reformas laborales o previsionales. Pero eso importa poco. Sin ningún acuerdo, Alberto y Cristina ya realizaron un ataque a los salarios y a las jubilaciones que hacen parecer a Macri un tibio.
Esto es lo principal que hay que retener. El problema no es el FMI. El problema es la Argentina capitalista. Y el ajuste no es un pedido de Estados Unidos, es una necesidad de los patrones ar-gen-ti-nos. No es un asunto de banderas, sino de clase. Justamente los principales beneficiados de un ajuste son los capitalistas locales (salvo que alguien crea que los salarios los paga el FMI), que no necesitan que nadie venga a decirles qué hacer.
La Argentina va a un desbarranco y por eso sale a pedir y no al revés.
El trotskismo, es decir el FITU, confunde los problemas. Cree que el nudo del asunto es el FMI, compra el discurso nacionalista y construye una alianza con el cristinismo. De ese modo, no desarrolla una salida para los trabajadores sino que milita por nuestro próximo verdugo. Es un problema grave: se desconoce la naturaleza reaccionaria el peronismo, cuya tarea histórica, entre otras, fue enfrentar a las organizaciones revolucionarias a sangre y fuego.
El camino para la clase obrera es muy otro. Hay que romper definitivamente con Cristina y convocar a una movilización contra todo el gobierno y la oposición: se tienen que ir todos. Y nos tenemos que organizar nosotros: una gran asamblea nacional de trabajadores ocupados y desocupados que debata un plan de lucha y un plan de gobierno. No basta con luchar “contra el ajuste”. Hace falta un verdadero plan de gobierno para sacar a la Argentina del pantano y ofrecer a la clase obrera un camino hacia una solución real a sus problemas. Eso es el Socialismo.