Por Jonathan Bastida Bellot
En diciembre de 2017, el PRO dio a conocer el proyecto para la creación de una universidad de formación docente, conocida desde ese momento como UniCABA. Inicialmente, se pretendía unificar a todos los institutos de formación docente de la ciudad de Buenos Aires (Escuelas Normales Superiores, Escuelas Superiores de Educación Artística, Institutos de Educación Superior de Formación Docente y Escuela de Maestros) bajo una misma unidad académica y administrativa. Algo similar a lo sucedido a fines de los ’90 con la creación de la UADER, en Entre Ríos. Según Rodríguez Larreta, la nueva estructura jerarquizaría el título docente.
Desde un primer momento, distintos espacios que conforman la comunidad de los 29 profesorados de CABA (CESGE, gremios, agrupaciones estudiantiles, centros de estudiantes y la CET) se opusieron de manera frontal al proyecto, ya que implicaba la desaparición de los terciarios. A raíz de este rechazo, al que hay que sumar el de la oposición parlamentaria kirchnerista, Larreta modificó el proyecto original: en lugar de absorber a los profesorados, se construiría la nueva universidad “sin tocarlos”.
En medio de un clima de rechazo, que se sostuvo casi un año, el 22 de noviembre de 2018 se aprobó, finalmente, la creación de la UniCABA, solo con los votos del PRO. A pesar de haber dado marcha atrás con el elemento que había generado la mayor oposición, la versión final mantuvo varios puntos polémicos. En primer lugar, el proyecto excedía las tareas de creación de una nueva universidad: se presentó como una ley de formación docente en el ámbito de la Ciudad. Por eso, dicha legislación le imprime al gobierno de la ciudad un rol regulador de la oferta de formación docente: será el encargado de hacer la evaluación institucional de cada profesorado y de promover su autoevaluación. Se supone que, a partir de esos diagnósticos, los funcionarios revisarán y adecuarán la oferta de carreras según las necesidades que se observen en las aulas: pueden hacerlo porque la nueva Ley les otorga esa potestad. Para no preocupar a la comunidad, aseguraron “la continuidad de los estudiantes en curso” si la decisión fuera el futuro cierre de carreras según el diagnóstico que realizaran.
En efecto, el artículo 22º explicita la búsqueda de una formación docente capaz de “responder ante contextos cambiantes” vinculados a “prácticas pedagógicas innovadoras”, al “desarrollo de la tecnología” y los “enfoques interdisciplinarios”. Para llevar adelante esos objetivos se revisaría no solo la formación inicial: también se implementarían cursos de formación continua. Con estas medidas –el gobierno de la Ciudad argumenta– se jerarquizaría la carrera docente. Lo cual, en realidad, supone que la práctica y el ejercicio de la docencia puede realizarse vía “capacitación” en abstracción de las condiciones concretas de la carrera docente con cursos superpoblados y salarios de hambre cuya contracara es la autoexplotación en largas jornadas laborales.
En cuanto a la articulación con los Institutos de Formación Docente, el artículo 25º del proyecto establece que la UniCABA ofrecerá ciclos de complementación curricular para los egresados de los Institutos de Formación Docente. El objetivo: que alcancen el grado universitario los graduados del viejo esquema de formación. Esa complementación habilitaría, además, el acceso a posgrados diversos en el ámbito universitario. Sabiendo que la acumulación de puntaje a través de cursos y de títulos complementarios se trata de una jugada más que inteligente, que apuesta a recuperar para la UniCABA la matrícula que se le escapa de la formación inicial.
Una estrategia similar aparece a la hora de garantizar la continuidad de las trayectorias educativas de los estudiantes de profesorados cuyas carreras se cierren. La ley plantea la realización de convenios que favorezcan la movilidad de estudiantes y docentes entre ambos tipos de instituciones. Eso abre la posibilidad de transferir estudiantes desde los profesorados a la UniCABA. Una conclusión resulta clara: el intento centralizador de Larreta no fue abandonado, sino que optó por una vía de acción indirecta.
Organización y funcionamiento
La ley de la UniCABA definió una serie de etapas y plazos para dar inicio a su funcionamiento. Aprobado el proyecto, se utilizaron los años 2019 y 2020 para los trámites de acreditación ante la Secretaría de Políticas Universitarias y la CONEAU, además de organizar su funcionamiento. Originalmente, se contemplaba finalizar los trámites en 20219 pero siempre se le puede echar la culpa a la pandemia por insumir el doble de tiempo en lograr ese objetivo. En ese proceso, Larreta anunció al rector organizador: Mariano Palamidessi.
En septiembre de 2020, se reunió el gobierno con los rectores de los 29 profesorados. Allí se anunció la creación de una serie de carreras para 2021: las de Licenciatura en terapia ocupacional, administración y servicios de salud; datos, videojuegos y entretenimiento digital. También se presentó el profesorado de nivel primario, lo que generó el rechazo abierto de los rectores nucleados en el CESGE, de los gremios docentes y también de las agrupaciones estudiantiles. Está claro: el profesorado entraba en clara competencia con la matrícula de los terciarios. Esa no fue la única polémica. También despertó rechazos el anuncio de la creación de una Licenciatura de Gestiones por Nivel. Tanto Ademys como UTE entendieron que esa tecnicatura habilitaría la destrucción del Estatuto y la carrera docente, en tanto permitiría, a decir de los sindicatos, el acceso al cargo de director/a de escuela sin haber pasado por el aula.
Ya para principios del 2021 terminó de tomar forma la oferta de la nueva universidad. Actualmente la casa de estudios está dividida en dos “escuelas”: la de “educación y desarrollo humano” y la de “gobierno y ciudades”. La primera de ellas cuenta, de momento, con tres carreras: licenciatura en enseñanza integrada de ciencias naturales, tecnología y matemática; licenciatura en enseñanza con tecnologías digitales; y el profesorado universitario de educación primaria. Por su parte, la escuela de “gobierno y ciudades” cuenta con la licenciatura en gestión de instituciones educativas. Hasta el momento, entonces, solo se pusieron en marcha algunas de las carreras anunciadas. Cabe señalar que las carreras que hoy funcionan son complementarias a las de formación inicial existente (la de los 29 institutos) porque, precisamente, requieren para inscribirse el título de profesor y/o maestro obtenido previamente. Así las cosas, no parece verificarse lo argumentado por UTE y Ademys sobre la carrera de gestión entronizando en conducciones a no docentes. Dicho sea de paso, bien puede ocurrir, en una escuela técnica, que quienes llegan a los cargos de conducción no tienen formación docente regular sino experiencia práctica a partir de su desempeño en talleres.
No ocurre lo mismo con el profesorado universitario de educación primaria. A diferencia de las otras, esta oferta sí compite con la de los terciarios. El caballito de batalla de Larreta para la creación de la UniCABA fue la jerarquización de la carrera docente, aspecto que debería reflejarse no solo en el organismo que expide un título sino en los contenidos. Sin embargo, al examinar el plan de estudios, materias como Filosofía e Historia Social y Política de la Educación Argentina, entre otras, brillan por su ausencia. Se elimina cualquier posibilidad de desarrollar pensamiento crítico a partir de estas materias o el entendimiento de cómo fue intervenido en materia normativa y política el sistema educativo en el que los futuros graduados trabajarán. Por el contrario, lo que verifica es un perfil que prioriza las “competencias” y “habilidades”, muy afín a la formación de la figura de los “facilitadores” que promueve la escuela del futuro. En otras palabras, lejos de mejorar nuestra formación, esta carrera la degrada. Así, la UniCABA aparece como una estrategia para avanzar en una reforma curricular que adapte la formación docente a la escuela degradada en la que los futuros docentes se insertarán. Con esto sobre la mesa, este año se inscribieron 400 aspirantes, una cantidad muy baja en comparación con la capacidad para 5.000 alumnos con los que cuentan las instalaciones.
La última novedad en relación a los avances de la UniCABA y su relación con los profesores la tuvimos durante el mes de septiembre de este año. En términos estrictos hubo dos situaciones conflictivas. Por un lado, empezó a circular el rumor según el cual se abrirían en la universidad las carreras de Física, Química y Matemática. Otra vez, este no es un problema en sí, al contrario. Lo que sí es preocupante es la calidad de los contenidos que se podrían impartir, habida cuenta de que ya tenemos el antecedente del profesorado de educación primaria. La otra tuvo que ver con modificaciones sobre los mismos profesorados. Por un lado, el director de la Unidad de Coordinación del Sistema de Formación Docente, Emmanuel Lista, informó a los rectores que el año que viene habrá un sistema bimodal con el cual alguna materias permanecerán en la virtualidad (no sabemos cuáles). Claro está noticia no viene acompañada de la provisión de dispositivos y conectividad para alumnos y docentes. De eso ya sabemos de sobra. Por otro lado, Lista también planteó la realización de un curso único de un mes para todos los estudiantes del profesorado (como el CBC para todas las facultades de la UBA) que apunte a compensar los problemas de lecto-escritura que traen los alumnos del secundario. De manera muy similar a lo que anunció Acuña respecto al adelantamiento del ciclo lectivo 2022, estos funcionarios creen que van a resolver en tan solo algunas semanas las deficiencias estructurales e históricas del sistema educativo, de las cuales ellos mismos son los responsables.
Oposición retrógrada vs. oportunidad de intervención
Como señalamos más arriba, el proyecto de la UniCABA tuvo un rechazo frontal, desde el principio, por parte de los principales gremios de la ciudad (UTE y Ademys), así como por los rectores de los 29 profesorados, de sus centros de estudiantes y de la CET. Lo cierto es que la oposición estuvo dirigida desde el comienzo por el kirchnerismo, mientras la izquierda siguió como furgón de cola.
Los argumentos iniciales de esa oposición pasaron por defender a ultranza la existencia de los profesorados, sus “identidades” y la supuesta variedad de ofertas que presentan. Como los terciarios tendrían cada uno una identidad, había que defenderlos pero la defensa per sé no puede fundarse en la apología del statu quo. Las características que asume la educación en los institutos están lejos de constituir una panacea, porque afrontan los mismos problemas de degradación que el resto del sistema. Cuando el proyecto de ley fue modificado, la consigna del “no al cierre” fue reemplazada por la de “no coexistencia”, lema que hasta hoy es agitado por el kirchnerismo y la izquierda. Los argumentos para sostener dicha posición parten de supuestos tales como que la sola existencia de la universidad le quitaría recursos a los terciarios. Eso es un argumento que se podría utilizar ante la apertura de cualquier nueva institución educativa, ya sea un nuevo profesorado, ya sea una nueva escuela. Otro punto de oposición es que el rector de la UniCABA fue nombrado por el gobierno de la Ciudad y no por mecanismos democráticos de cogobierno. Esto es muy difícil de implementar, en la medida en que, al momento de crearse la universidad, todavía no había ni docentes, ni graduados, ni estudiantes. En realidad, lo que está detrás de la crítica frontal a la UniCABA es la defensa del kirchnerismo de los espacios que mantiene en los profesorados. La mayoría de ellos tienen al frente a rectores K (de ahí el protagonismo el CESGE), que pueden verse desplazados frente a la aparición de la UniCABA. Por decantación, sus agrupaciones estudiantiles se pliegan al reclamo.
Esta posición de rechazo completo a la sola existencia de una universidad de formación docente ha colocado al kirchnerismo y también a la izquierda en una posición retrógrada. Eso condena al aislamiento a este movimiento. Sino miremos tan solo lo sucedido en la última movilización del 28 de octubre a la que concurrieron algunas decenas de militantes. Con esto no estamos diciendo que la UniCABA, tal y como está planteada, sea algo defendible. Al contrario, reproduce los mismos problemas que arrastra el sistema educativo en general y más bien pareciera que en su currículum consagrará una reforma curricular para adecuar la formación de los futuros docentes a la degradación social. Por eso “habilidades para facilitadores” parece ser el leitmotiv de los grandes lineamientos en las carreras. Jerarquizar la formación docente implicaría, por ejemplo, introducir mecanismos reales para revertir el bajo nivel de graduación, por ejemplo, con un subsidio al estudiante equivalente a la canasta familiar, o combatiendo la degradación de los contenidos en la formación e introduciendo instancias de formación en servicio reales: años sabáticos pagos para capacitación, haciendo que un solo cargo permita desplegar una vida verdaderamente humana, para planificar y crear contenidos reduciendo la jornada de trabajo, entre otras alternativas. Lo cierto es que la sola aparición de una nueva institución educativa es algo que hay que rescatar, no repudiar. Es más, la modalidad de formación continua que presupone la UniCABA es superador de los cursos de puntaje docente que hoy pululan y que toman, en muchos casos, los sindicatos patronales para hacer negocios. Entonces, no podemos pedir el cierre de un establecimiento educativo por intereses mezquinos. En todo caso debemos tomar el guante y discutir qué tipo de universidad de formación docente queremos. No podemos ser furgón de cola del kirchnerismo y regalarle la iniciativa al PRO. Ambos son responsables de la degradación de la educación argentina. Tenemos que luchar para conquistar nuestra propia universidad de formación docente. Y la discusión por la universidad -en este caso la UniCABA- también debe formar parte de nuestra trinchera porque, como vimos, Larreta y Acuña tienen muy claro lo que pretenden hacer con ella.