Por Eduardo Sartelli
Dos estupideces simétricas: «Néstor se robó un pbi»; «Macri se la fugó toda». La gente imagina la «fuga de divisas» como una escena de los «cacos» de las viejas historietas de Rico McPato: dos tipos más bien gruesos, con gorras tipo Afanancio, antifaces negros y nariz de perro, que se escapan a hurtadillas con bolsas a la espalda con el signo $ en grande. En realidad, «fuga» es la forma incorrecta de denominar al «atesoramiento»: los argentinos tienen dos monedas, una para el cambio chico y las finanzas del Estado, cuya función es regular a la baja los salarios y costos internos a los efectos de permitir la supervivencia de la burguesía que opera en el país; otra, para la funciones importantes de la moneda, en particular, servir como reserva de valor y actuar en el intercambio de bienes de alto precio (nadie compra una casa en pesos). Los argentinos, desde los jubilados hasta los empresarios más poderosos, se defienden de la función expropiatoria que tiene el peso, desprendiéndose de ellos en beneficio del dólar. La inflación es la contracara de este proceso, pero no es su consecuencia, porque la inflación no es un problema «monetario». La moneda simplemente reproduce la potencia de la economía que la respalda. Una economía es poderosa cuando su productividad es elevada. Para alcanzar el mercado mundial hay que tener un bien que solo pueda producirse localmente, es decir, que esté atrapado por la renta (gasífera, agraria, minera, petrolera) o por medio de la elevación de la economía de escala, la multiplicación de la división del trabajo y el progreso de la gran industria. La Argentina, como todos los capitalismos chicos y tardíos, es decir, que carecen de escala y llegan tarde a insertarse en ramas donde ya dominan grandes conglomerados de capital, sobrevive a fuerza de renta y de su sustituto cuando esta desaparece, la deuda. La pregunta que hay que hacerse es: si la Argentina es un país «muy rico» y lleno de oportunidades de inversión, al punto que el imperialismo está desesperado por nuestras riquezas, ¿qué impide una «lluvia de inversiones» de capitales de gran tamaño que aumenten la productividad local? No vale echarle la culpa ni al kirchnerismo (el gran capital se fue masivamente de la Argentina durante el Proceso militar, por ejemplo) ni a la carga impositiva (porque tampoco vino antes, cuando era menor, ni deja de ir a países donde la carga también es muy alta). Lo que lo impide es que no hay en la Argentina ningún negocio viable, porque la «riqueza» es acumulación de capital. Para que algo pueda ser rentable en la Argentina es necesario que alcance la productividad mundial. Para eso, por ejemplo, hacen falta costos de transporte, de energía, de logística, muy baratos. Hacen falta eslabonamientos productivos que completen con eficiencia la cadena productiva (si no tengo chapa no fabrico autos, salvo que la importe, pero si no tengo divisas, porque no exporto, no tengo chapa). Eso presupone un gran tamaño, es decir, una gran acumulación de capital previo. Por esta razón, el capital se asienta preferentemente donde ya hay capital. Porque la plétora de capital previo es condición de la eficiencia del que viene. Por eso, el que arrancó primero tiene ventaja. La «fuga de divisas», mejor dicho, el hecho de que la Argentina no tiene moneda, y la inflación, es decir, la necesidad permanente de adecuar el declinante valor del trabajo local a su precio real, son consecuencias de este problema. Solo la eliminación de la propiedad privada puede resolver este tema.