Los resultados de las PASO mostraron que la gran derrotada fue Cristina. El gobierno está en crisis, pero la novedad que trae esta semana, tras la presentación de la renuncia de gran parte del gabinete de Alberto (aquella que responde a la Jefa), es que la debacle la dejó desnuda y la única que parece no darse cuenta es ella.
Desde el 2001 vemos con mayor agudeza un proceso de separación de la dirección política de las fuerzas sociales. Los grandes cataclismos ocurren cuando esos dos aspectos se desplazan. La población va para un lado y la política va para el otro. Lo que genera esta sorpresa es que los más alejados de la realidad son aquellos que se suponían que siempre estaban más cerca. Es decir, la gente de Recoleta (Cambiemos/Juntos) estaba muy lejos del pueblo, y los del Conurbano, Cristina y La Cámpora estaban más cerca. Pero, en realidad, lo que mostró esta elección es exactamente lo contrario.
Ante una Cristina que está impotente frente a Alberto, la pregunta a toda la cuestión es: ¿qué va a hacer Alberto con toda esa potencia parece estar teniendo? Porque lo cierto es que logró concitar apoyos importantes. Lo que está claro es que “la jefa” arrugó. Por eso mandó a Massa a negociar y apareció Aníbal Fernández. Otra cuestión a tener en cuenta es que ninguno presentó la renuncia indeclinable e incluso empezaron a arriar el piolín. Kicillof dijo que mantiene a su gabinete y están todos expresando “yo no le pedí la renuncia a Guzmán”.
Claramente, los integrantes del gabinete están arriando el barrilete porque se les fue demasiado lejos. ¿Por qué? Porque Cristina no tiene nada atrás y no puede asumir el gobierno. Si renuncia Alberto, ella tiene que irse con él y no puede porque si no se queda sin fueros. Esto le impediría manejar todos los aspectos judiciales de su interés. Y toda la cuestión es ¿cómo se reacomoda esto frente al escenario que viene?
Es posible que todo esto termine en un reforzamiento de la figura de Alberto en un contexto en donde todo está muy endeble. Alberto está juntando lo que le queda, pero, ¿se animará a usarlo? Y, en caso de que lo haga, ¿cómo lo va a usar? Aunque quisiera, él tampoco puede hundir a Cristina porque sino, no tendría con quién gobernar. El presidente necesitaría una descomposición del cristinismo, de todos los personajes que están en los distintos aparatos.
Frente a este escenario, lo más probable es que esto vaya a un segundo round. A un aquietamiento de las aguas, a recoger el piolín con un Alberto ganador de esta interna. La historia le ha dado al presidente una tercera oportunidad. La primera se la dio Cristina cuando le dijo que iba a ser presidente. La segunda fue la vacunación y esa la perdió. La tercera es este momento en el que se encuentra actualmente.
El núcleo del problema del Frente de Todos es que no puede tener un programa porque el único que puede funcionar económicamente es el “macrista”. Decimos funcionar, más o menos, al estilo Menem: un mediocre capitalismo que va a hundir a mucha gente en la pobreza, pero que va a hacer que una parte de esa sociedad funcione. Ese capitalismo se expone a una lucha social muy aguda como la que vimos en los 90 y conlleva un peligro institucional muy fuerte. Hay que ver si en términos electorales, en términos de la democracia burguesa, se puede aplicar ese programa realmente.
Lo que está ocurriendo en la Argentina esta semana no es un golpe de Estado. Este gobierno es el gobierno de Cristina. Ella tiene derecho a reclamar un cambio de gabinete del que ella forma parte. No es ilegítimo lo que está haciendo. Lo que sí demuestra con estas maniobras es su debilidad porque si ella tuviera autoridad esto no ve la luz. Sale Alberto y dice “vamos a cambiar el gabinete”. Es muy probable que de acá salga reforzada la figura del presidente. Eso sí, si toma una actitud firme de construir el albertismo. Si eso no sucede, vamos a una crisis todavía peor. Frente a esto, la pregunta que tenemos que hacernos no es si llegan a noviembre, sino si superan dicho mes.