Rosana López Rodriguez – Trece Rosas
Cada vez que doy clases discuto con mis alumnos la pertinencia del uso de los términos. Por ejemplo, ¿por qué utilizar «sectores populares», una expresión muy en boga desde fines de los 80, en lugar de «clases sociales»? «Clases sociales» es una expresión vieja, me dicen. La respuesta es sencilla: no pasa por cuan vieja es una expresión o una palabra, sino por cómo dicha palabra describe la realidad. Porque además de ser una convención, el lenguaje requiere precisión técnica. No sea cosa que vayamos diciendo por allí que el óxido de arsénico y el cloruro de sodio son la misma cosa y vayamos a condimentar la ensalada con cualquiera de esos compuestos, indistintamente. Volviendo a las clases sociales: el capitalismo es un sistema que se sostiene sobre la base de una relación, la explotación. La burguesía es la clase explotadora y la clase obrera, la explotada. Claro que, además de quienes estamos desposeídos de los medios de producción hay quienes no venden su fuerza de trabajo porque son pequeño burgueses, aunque tampoco explotan a otros. Los intereses que expresa cada una de esas clases/fracciones son distintos y, casi siempre, antagónicos. Por lo tanto, es pertinente designar a cada grupo por su nombre «técnico». ¿Cuál es el valor de una expresión novedosa que no representa ni la realidad ni los intereses de cada grupo? Simplemente mostrar que se ha abandonado la lucha de clases y que el sujeto político de la revolución no existe, no hay más clase obrera, se la diluye en el magma de «sectores populares». ¿Qué intereses tienen esos «sectores»? ¿Quién/es lo dirigen? Lo único cierto es que la clase obrera ha sido borrada.
A propósito de borrar: las mujeres como sujeto político del feminismo somos igualmente borradas cuando no podemos definir qué es una mujer. Desaparece el sujeto político. Y las mujeres concretas se encuentran desamparadas porque se pretende matar al movimiento que ha estado luchando durante 300 años por su emancipación y por la eliminación del patriarcado. Ahora bien, volviendo a los neologismos. Hemos dicho que si no describen la realidad y no la pueden explicar hay que desconfiar de los neologismos. CISmujeres. ¿Qué describe CISmujeres que no describiera ya la palabra mujeres? Describe la misma realidad material de antes de esa invención verbal, salvo que con otro término. Entonces, si describe lo mismo, ¿por qué llamarlo de otro modo? O sea, si es cloruro de sodio, ¿por qué decirle veneno? En principio, ese término se produce con relación a otro prefijo, trans, lo cual, va de suyo, es pretender definir a la mitad de la humanidad desde la perspectiva de las y los trans. Si nosotras ya teníamos un movimiento, un sujeto político y formas de lucha previas, cuyas denominaciones (sí, igual que el cloruro de sodio y su símil venenoso) ya existían: feminismo, mujer, ¿por qué cambiar ahora? Por la misma razón que se pergeñó «sectores populares», para eliminar las luchas de los sujetos políticos. Resulta que ahora hay que decir (y tenemos que aceptar ser) cismujeres y tenemos que militar transfeminismo o feminismo interseccional, so pena de ser acusadas de TERF, transfóbicas, transodiantes o biologiCIStas. Hete aquí que esta última palabreja no existe, o sea, se inventó para redefinir una realidad que ya había sido descripta por la filosofía y la sociología. El prefijo se mete por el medio de la palabra, para volver a señalar a las mujeres: se nos acusa de pretender que la biología constituye indefectiblemente un destino social, o sea, que las mujeres sostenemos que nacimos para cumplir sí o sí determinados roles subordinados y los hombres otros roles determinados y dominantes. ¿Cómo se puede conciliar el feminismo con ese neologismo? Pues ha dado ud. en el clavo: no se puede. Cuando el generismo apoya la compra de bebés o acepta que las mujeres sean prostituidas, está incurriendo en aquello de lo que quiere acusar a las «CISmujeres». No en biologiCISmo, ni en biologismo (que es sinónimo de vitalismo), sino en «determinismo biológico». Algunas fórmulas del determinismo biológico son: la mujer nació para ser madre, siendo madre se realiza, la mujer nació para ser esposa o para ser puta. ¿Hay una manera más precisa de caracterizar al determinismo biológico? No, no la hay. Y la caracterización no mejora gracias al neologismo, sino que por el contrario, oscurece la definición. Si no hay manera de designar mejor algo (en el caso de que se hubiere demostrado que el determinismo biológico está mal definido), entonces el neologismo tiene una función ideológica, en este caso, la de culpar a las mujeres. Por otra parte, cuando se utiliza esa palabra nueva, es más difícil darse cuenta de que el feminismo y las mujeres que luchan nada tienen que ver con lo que la palabra esconde. Esta neolengua es producto del oscurantismo reaccionario: lo único nuevo es la verborrea, el resto, lo que pretende decir, es más de lo mismo, el mismo patriarcado con rostro engañoso.
Mujeres, no nos dejemos engañar. Desconfiemos del palabrerío, nosotras sabemos qué somos, quiénes somos y por qué somos feministas.