Hace ya cinco años, cuando nos plantamos frente al gobierno de Cristina para decirle que no íbamos a tolerar una muerta más, que los 3 de junio se convirtieron en una cita obligada para todas las feministas. Con la llegada de Macri, el kirchnerismo hizo pie en nuestro movimiento y tomó la batuta. Pero ahora, con el gobierno en sus manos nuevamente, las cosas cambiaron.
Ahora, al kirchnerismo no le interesa impulsar acciones que molesten a los Fernández. Las feministas K apoyan un proyecto que Alberto jamás mostró, pero que parece reducirse a la legalización. Hoy mismo, el presidente dijo que deja todo en veremos porque “hay otras prioridades”. La izquierda quedó sola en las asambleas y calles, pero organiza acciones según lo que hagan las K y no con una estrategia propia.
Hay cosas que, sin embargo, no cambian. La violencia contra las mujeres, por ejemplo. La cuarentena agravó este problema. Ya en tiempo normal, la justicia actúa tarde y mal. Eso también se agrava ahora. Hay que exigir que sean garantizadas las condiciones de vida necesarias para que ninguna mujer corra doble peligro de muerte: por el Covid-19 y por la violencia patriarcal. No queremos más humo. Queremos soluciones reales, basta de reforzar líneas telefónicas e imitar dispositivos como el barbijo rojo que no funcionó en ninguna parte del mundo.
El primer paso para una lucha sistemática contra la violencia de género, es saber de cuántas estamos hablando. Exigimos una “CONADEP” que estudie el fenómeno. Queremos educación contra el sexismo y la violencia de género desde la infancia. Queremos un fuero especial para la resolución rápida de los casos. Un sistema de alerta y búsqueda temprana de las mujeres desaparecidas y una policía especialmente dedicada al tema.
Este no es el único problema que se agrava con la pandemia y la cuarentena. Las obreras tenemos que seguir trabajando. Las que están con teletrabajo hacen malabares para cumplir con un trabajo más intenso y seguir sosteniendo actividades de cuidado y del hogar. Pero también están las que no comen si no salen: aquellas que están en negro o desocupadas.
Muchas de las desocupadas son las compañeras en situación de prostitución, en donde está en juego la subordinación de su propio cuerpo, expuesto a la violencia machista y el poder patriarcal. El problema central es la desocupación, por eso la prostitución de las mujeres obreras no se va a eliminar presentando proyectos. La lucha por la abolición tiene que ser en serio: debemos lograr la sanción del prostituyente, a la vez que exigir un subsidio general a la desocupación igual a dos canastas básicas para todas las obreras desocupadas.
En una sociedad como la nuestra, capitalista y patriarcal, la reproducción social de la vida es una responsabilidad individual que cae sobre nosotras. A su vez, somos las responsables no solo de traer esa vida al mundo, sino también de las tareas de cuidado. Mientras vivamos en esta sociedad que se lava las manos frente a la reproducción social y lo deja en nuestras manos, somos las mujeres quienes decidimos si queremos hacernos cargo o no de llevar adelante esa tarea.
Las muertes por abortos clandestinos son un crimen social cotidiano del Estado contra las mujeres obreras. Las que cuentan con los medios económicos lo llevan a cabo en condiciones médicas seguras. Las otras nos exponemos a morir. Por eso no alcanza con la legalización, queremos que el proyecto de la Campaña, el del movimiento de mujeres, se convierta en ley. Por su carácter de voluntario y gratuito.
Hoy, como todos los 3 de junio, como todos los días en que siga en pie esta sociedad capitalista y patriarcal, las mujeres salimos a gritar:
– El sujeto del feminismo somos las mujeres.
– No queremos ni una muerta más por violencia patriarcal y machista.
– Aborto legal, libre, seguro y gratuito.
– ESI laica, científica, feminista y abolicionista.
– Sanción para el cliente y el proxeneta.
– Un subsidio para toda la desocupación igual a dos canastas básicas.
– Separación de la Iglesia y el Estado.