Por Leonardo Blanco
El movimiento obrero, hoy en la Argentina, esta sufriendo una enorme arremetida desde el gobierno y el empresariado que intentan aniquilar las conquistas históricas de los trabajadores, tratando de eliminar la jornada de ocho horas, aguinaldo, vacaciones, los convenios colectivos y la estabilidad laboral. Se pretende encubrir esta ofensiva con los nombres de globalización, adaptación del mercado laboral al siglo XXI, flexibilización laboral, etc.
En este contexto, los capitalistas pasan por alto todos los días los derechos más elementales de los trabajadores. Desde el Estado, los medios masivos de comunicación y los líderes sindicales, nos bombardean con cientos de justificaciones sobre las bondades y virtudes de los «necesarios cambios».
El neoliberalismo trata de transformar las condiciones de trabajo y el control del proceso productivo a través de la incorporación de nuevas técnicas laborales como Just in Time, calidad total, equipos de trabajo y trabajador polivalente. En la realidad todo esto esconde un aumento salvaje de la productividad y la plusvalía.
Se habla de dar trabajo pero en realidad deberíamos necesariamente decir el «no trabajo». Este es un tema fundamental de discusión ya que todas «estas nuevas técnicas» dicen generar puestos laborales. La cuestión de la desocupación, de la ausencia de trabajo es la única realidad, esos son los resultados del aumento de la productividad: más desempleo.
Si todas estas transformaciones en el proceso de trabajo han cambiado muy profundamente la realidad de los trabajadores, estas no podrían haberse llevado a cabo sin la complicidad de la dirigencia sindical. Desde ellas se preconiza sistemáticamente que existen dos tipos distintos de reformas: una negativa (o que sólo busca la intensificación del trabajo y el relajamiento de la seguridad en el empleo) y otra positiva (reestructuración con participación de los trabajadores por medios de equipos de trabajo, premios a la productividad etc.).
Las propuestas de los sindicalistas cegetistas, sólo esconden la funcionalidad con la explotación capitalista. Analizando los últimos acuerdos entre la patronal y los diferentes sindicatos podemos tomar como ejemplo el llevado a cabo por la Fiat y SMATA. El 17 de enero de 1996 se presentó en el Ministerio de Trabajo el expediente con el convenio colectivo firmado por las partes antes nombradas, la Comisión de Productividad de la repartición estatal aprobó el pacto y se ordenó la publicación oficial de la resolución que homologaba el convenio. Algunas de las cosas que se especificaban en ese convenio fueron: no se establece un horario fijo de trabajo, la remuneración está compuesta por un salario básico, premios por productividad y vales alimentarios no remunerativos, la empresa podrá implementar seis días laborales con francos variables, cuando las vacaciones superen los 14 días la empresa podrá fraccionarlas, Fiat se compromete a darle a SMATA U$S 20.000 mensuales para fines culturales , hasta el fin del acuerdo (31/12/98), SMATA no podrá realizar medidas de fuerza. Si comparamos salarios antes y después del convenio, veremos que antes era de $4,55 por hora (x 200= 910$) y ahora de $3,35 por hora (x 176=413,60$). Los resultados saltan a la vista. Otros ejemplos de intervenciones del sindicalismo entreguista podrían ser los de telefónicos, energía, etc., en donde se promueve la formación de cooperativas de trabajo, luego de aceptar el retiro voluntario, que son contratadas por las empresas como autónomos con condiciones de trabajo inhumanas. Recordemos que en otros países del mundo algunas de estas reformas se llevaron a cabo luego de una derrota total de los sindicatos.
En esta etapa de reestructuración productiva, también cambió el tipo de trabajador requerido por el empresariado, como por ejemplo el solicitado por la automotriz General Motors que instaló su fabrica recientemente: «trabajo a la japonesa, en células o equipos que funcionan como minifabricas, con un obrero como líder. Todos conocen el trabajo de los demás. Supresión de las jerarquías intermedias: el obrero absorbe la responsabilidad por la cantidad y calidad de su producción y toma de decisiones. No tiene supervisor ni jefe. Obreros jóvenes: carecen de experiencia sindical y garantizan mayor capacidad de adaptación a los cambios. Sistemas de sugerencias: los trabajadores contribuyen con propuestas que muchas veces sirven para reducir costos y además, refuerzan su sentido de protagonismo en el proceso productivo. Desde los niveles jerárquicos se incentiva el orgullo por el trabajo bien hecho y el cuidado del lugar de trabajo. Información permanente a los trabajadores para que se sientan parte importante de la empresa y desarrollen la noción de un objetivo común. Uniformes que identifican a la empresa en lugar de los mamelucos que identifican a la clase obrera. Tiempos de producción más cortos: se suprimen o abrevian todas las operaciones que no le agregan valor al producto, como los traslados dentro de la fábrica o el cambio de matrices de las máquinas. El ritmo de trabajo no tiene interrupciones».
Este dossier busca aportar, desde el estudio de casos concretos y el de análisis de conceptos, como la reconversión económica responde a los intereses y objetivos capitalistas: aumentar las ganancias, controlar el proceso productivo y debilitar la organización obrera.
Las nuevas técnicas de control de trabajo sólo buscan una mayor explotación con un gran aumento de la productividad, engendrando más desempleo, baja en el costo salarial, y un continuo enfrentamiento entre los trabajadores. Si la razón que dicen tener los empresarios para la reestructuración del aparato productivo, fuera la modernización y una mejora general en las condiciones laborales, habría una gran inversión en tecnología y se podría esperar una reducción de la jornada laboral. Por el contrario, lo que pasa hoy es la precarización del empleo, el aniquilamiento de las organizaciones obreras y la intensificación de la explotación del proletariado.
Incluimos en este dossier cuatro trabajos que tienen una lógica en común, la de analizar la manera en que el capitalismo lleva adelante, en la Argentina (y en un caso, en el Mercosur) la «reconversión económica», afectando principalmente a los trabajadores: en el primero, escrito por Carrera, Podestá y Fernández se hace una descripción pormenorizada sobre las condiciones generales de desarrollo del proletariado en la Argentina, desde los años 70′ a 1995, demostrando como el nivel de proletarización ha crecido lo mismo que el empeoramiento en las condiciones de trabajo como también en el nivel de vida. Los dos trabajos siguientes, el de Manzano y el de Reinoso, Gomis, Ponce y Nocera analizan dos casos de aplicación de las «nuevas técnicas” de control del trabajo en dos compañías, Decker y Aerolíneas Argentinas, en donde se muestra la sistemática destrucción de las conquistas de los trabajadores con la complicidad de los respectivos sindicatos. Por último el escrito de Sartelli sobre los problemas de la clase obrera dentro del Mercosur y su posible solución en conjunto.
De todos estos trabajos surge la idea de la necesidad de que los trabajadores busquen su propia salida a la crisis, sin tener en cuenta los distintos discursos procapitalistas, para construir una organización obrera autónoma, libre y combativa.