Un grupo de tareferos organizados en el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) lanzó un plan de lucha el pasado agosto, que contemplaba un acampe en Buenos Aires y una serie de piquetes en varias localidades de Misiones. En su pliego de reivindicaciones se exigía: aumento del subsidio interzafra por $6.500 para todos los tareferos en Misiones, flexibilización de los criterios para recibirlo, aumento del 35% en el precio de la hoja verde acorde a la inflación y rechazo al pago de la tonelada por debajo del precio convenio. De más está decir que el hecho de que los compañeros se hayan lanzado a la acción directa, con un plan de acampes y piquetes, es sin duda un hecho saludable y un ejemplo para imitar por otros trabajadores. Sin embargo, es importante que realicemos una crítica necesaria: las reivindicaciones presentadas no superan la miseria en la que ya se encuentran los tareferos y, algunas de ellas, son muy peligrosas.
Por empezar, el subsidio interzafra actualmente está en $2.500 y no lo cobran todos. En estas condiciones, exigir un aumento de $6.500, es decir, casi el triple, y que lo perciban los tareferos de toda la provincia, parece una gran conquista. Pero si lo vemos un poco más de cerca, no es lo que parece. Un ingreso de $ 6.500 corre casi $20.000 por debajo de lo que está la canasta de miseria (mal llamada básica familiar) que hoy en Misiones ronda los $25.000. Segundo, el reclamo salarial se hace sobre la base del salario a destajo (es decir, el laburante cobra en función de la cantidad que cosecha) en vez de exigir el pago por hora, aceptando que miles de compañeros tengan que trabajar más de 8 horas por día para llevarse unos pocos pesos más al bolsillo.
Hay un segundo elemento, muy peligroso. Los compañeros incorporan un pedido que es propio de los patrones: el precio de la hoja de yerba. El argumento que hay detrás es que si los patrones ganan mejor, también lo harán los tareferos. Es un argumento falso que sirve para esconder que en cada reclamo propio de los patrones, por ejemplo en la toma del Instituto Nacional de la Yerba Mate del año pasado, los tareferos van prácticamente arreados y no consiguen nada porque no es su disputa. Justamente la discusión del precio de la hoja es entre patrones, quienes se pelean por una tajada más grande de lo producido por los tareferos. En particular, los pequeños patrones. Negocian sobre nuestro sudor la riqueza que ellos no producen.
Como vimos en LHS nº 12, en el proceso de la yerba mate los “pequeños productores” son los principales responsables del nivel de explotación de los trabajadores. La pequeña escala y el atraso técnico los lleva necesariamente a explotar más a los obreros para subsistir. De ahí que una consigna propia de los trabajadores, por ejemplo salario en blanco, atente contra ellos. Ni hablar si exigiéramos cosas como pago por hora y no a destajo, salario anual igual a dos canastas básicas, erradicación del trabajo infantil, condiciones humanas de vivienda y transporte eficiente, entre otras. O un plan de empleo estatal, por ejemplo, que absorba a los trabajadores.
En cambio, defender el interés de quienes mantienen a los tareferos en una situación de miseria, que los exponen al peligro de muerte diario por las condiciones laborales, es criminal. Tenemos que proponer una política socialista. Un programa con independencia de nuestros patrones es lo que necesitan los tareferos y todos nuestros compañeros de clase.