Si Cristina es destruida, el FIT puede convertirse en el primer candidato a ocupar su lugar. Y eso lo que hará es reforzar las tendencias socialdemócratas, reformistas, del frente en su estado actual, es decir, bajo la dirección del PTS. Si por un millón de votos se ha hecho lo que se hizo, ¿qué se puede esperar cuando haya posibilidades de ser una opción real, numéricamente hablando? Esa habrá sido la ruina del FIT. Del cadáver de lo más avanzado de la izquierda habrá nacido el Podemos argentino.
Por Guido Lissandrello
Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina
La novela que comenzamos a ver a principio de año, acaba de terminar. Empezó con un capítulo lamentable: el PO y el PTS discutiendo si muevo a mi figurita electoral aquí o allá, si me corresponden 12, 24 o 48 meses en la rotación de las bancas. Acaba de terminar en episodio negro, el de una elección mala por donde se la mire. Un estancamiento en el caudal de votos que no solo se traduce en un retroceso en los escaños conquistados (eso es lo de menos), sino que muestra más límpidamente cuál puede ser el destino de un frente que supo concitar una amplia adhesión del activismo y que se ha construido con la energía de una honesta y abnegada base militante.
La dura realidad de los números
Como ya es moneda corriente, el FIT realizó un balance exitista de su propia elección. Apenas comenzaron a conocerse los datos, La Izquierda Diario se apresuró a anunciar casi 1.400.000, mientras que el PO, un poco más moderado, anunciaba 1.300.000. El pasar de las horas los obligó a ajustarse a un número más realista: “casi” 1.200.000. Lo cierto es que el cambio de cifra no habilitó al reajuste del balance inicial. El PTS siguió hablando de una “gran elección”, mientras que el PO se morigeró un poco más reconociendo un desempeño desigual con crecimientos en distritos claves (básicamente, Buenos Aires y Capital Federal). Hasta la prensa burguesa fue exitista, con Clarín hablando de un crecimiento, La Nación de un “salto” y Página/12 adjudicándole una inverosímil suma de 1.425.000 votos. ¿Por qué tanto exitismo? Porque en realidad, los resultados de las PASO anticipaban un panorama aún más negro, dentro del cual ni siquiera era seguro que entrara Del Caño por Buenos Aires.
Analicemos los números en detalle. Lo primero que corresponde señalar es que la única categoría admisible para hacer comparaciones es la de diputados nacionales. Es esa cifra la que permite calibrar la evolución del desempeño electoral del FIT. La de legisladores provinciales puede ser levemente más alta, pero es solo útil para quien está más preocupado en construir un “triunfazo”, seleccionando los números que más le convienen, que en comprender la realidad. En sentido estricto, la cifra más “realista” es la de senadores nacionales, es decir a los cargos no expectables, porque ese es lo más parecido a un voto programático, al que no vota simplemente para que haya “una voz en el Congreso” (o lo hace, pero no quiere cortar boleta…). Sin embargo, esa categoría no permite la comparación entre elecciones, amén de que no todas las provincias elegían ese cargo.
Atendiendo a este criterio, y siguiendo los resultados del primer escrutinio, el FIT cosechó 1.143.722, lo que constituye un 4,5% sobre el total de votantes. En comparación a las PASO, donde se consiguieron 924.671, es un crecimiento de 219.051 votos, un 24%. La comparación puede sufrir una leve mejoría cuando se desarrolle el escrutinio definitivo, pero no cambia en lo sustancial el asunto. De hecho, si tenemos en cuenta los 139.870 votos del IFS/MST en los distritos donde no superó las PASO y el apoyo brindado por referentes de otras fuerzas que llamaron a votar al FIT, como Claudio Lozano de Unidad Popular, el “crecimiento” es cercano a cero.
La comparación con las legislativas anteriores, las celebradas en 2013, no ofrecen un mejor panorama. En aquella oportunidad se recogieron 1.211.252 votos. Se han perdido entonces 67.530, una caída del 5%. Podría equipararse finalmente en el escrutinio definitivo, pero en el mejor de los escenarios, el frente estaría estancado. Es algo que no cambia con un voto más o un voto menos.
Si examinamos los resultados provincia por provincia, dentro de esta comparación, surgen algunos datos interesantes. Hay distritos que ponen sobre la mesa caídas muy significativas en el caudal de votos. En Córdoba se pasó de 149.903 en 2013 a 67.081 hoy, una caída del 55%; caída del mismo nivel se registra en Salta, pasando de 119.146 a 53.117. Otros dos casos similares son los de Rio Negro, con 29.101 contra 14.586 (caída del 50%) y Neuquén de 32.933 a 22.722 (31%). Lo llamativo de esto es que en tres de esas provincias se detentaban cargos de concejales, legislativos provinciales o hasta nacionales. Raúl Godoy en Neuquén, Pablo López por Salta, Eduardo Salas en Córdoba, solo por nombrar a algunos de los más conocidos. Las tribunas de agitación que significaron estos cargos no solo no lograron aumentar el caudal de votos, sino que se perdieron en gran cantidad. Allá por 2015 el PO aspiraba a ganar una intendencia salteña y ahora, ¿qué quedó de “Salta la troska”? No mucho… Es cierto que el frente supo tener un crecimiento numérico en algunas jurisdicciones. En Tucumán se pasó de 26.868 a 46.609, un crecimiento del 73% y, el más significativo, Jujuy, donde se partía de 22.682 y se llegó a 59.350, creciendo un 161%. Como veremos en breve, estos guarismos tienen su explicación.
De resultas de todo esto, el FIT perdió bancas a nivel nacional. De las 4 que detentaba, 3 se pusieron en juego y solo se obtuvieron 2. Se perdieron las de Mendoza y Salta, se renovó una por Buenos Aires y se sumó otra en ese mismo distrito. En esas bancas estará al frente Del Caño 42 meses, Del Pla 36 y Giordano 18. También se renovó el legislador del tercer cordón del Conurbano, que quedará 21 meses en manos de Dellecarbonara, 18 en Kane y 9 en Trimarchi. Dos bancadas en la legislatura porteña, por lo cual allí se sentará Bregman 42 meses, Solano 36 y Nuñez 18. A todo esto se suma un puñado de bancas provinciales o concejalías en Jujuy y algunas más en el resto del interior. Y eso es todo. Esto quiere decir que, en el nivel más mezquino, el de la prosecución de cargos, estas elecciones no fueron buenas (salvo quizás, para el PTS). Realizando una mirada más general, la cosa se pone más oscura. Los 1.143.722 votos del FIT representan solo un 3,4% de los electores (es decir, contando toda la gente habilitada a votar, y no solo los votos positivos). Esto quiere decir que para el 96% de la población la izquierda sigue sin ser una opción. Es notable como el amperímetro no se mueve, gobierne Cristina o Macri.
Tras los pasos de Podemos
¿Cuál es el contenido de estos votos? En el número anterior examinamos las consignas de la campaña del frente.1 Señalábamos allí que se trataba, en el mejor de los casos, de propuestas sindicales de miseria, y en la mayoría, de consignas simplemente marketineras. De agosto a octubre el panorama empeoró. Bajo nuevos ropajes, se reeditó la vieja campaña de un milagro para Altamira. “La izquierda tiene que estar”, “quieren ocultar a la izquierda”, “que se escuche tu voz en el Congreso”, se escuchó en los spots del PTS.2 Por su parte, el PO con Ramal a la cabeza llamaba a “concentrar el voto democrático, progresista y de izquierda en el FIT”,3 esperando disputarle el voto “honesto” a Carrió, pensando que el caso Maldonado se los haría perder, cosa que finalmente no ocurrió.
Detrás de todas estas consignas vacías de contenido, lo que se oculta mal es una creciente tendencia socialdemócrata, conciliadora con el kirchnerismo, impulsada sobre todo por el PTS que, como ya hemos explicado, se hizo con la dirección del frente en 2015. Es esa orientación la que justamente explica los resultados. Al FIT le fue bien allí donde el kirchnerismo no existe (Tucumán, Mendoza), donde fue destruido por Macri (Jujuy) o donde los secuaces de Cristina son a todas luces garantes del ajuste, la represión y la miseria generalizada de los trabajadores (Santa Cruz). Donde el kirchnerismo conserva fuerzas, como en Buenos Aires o Capital Federal, el FIT llega a su techo.
¿Por qué ocurre esto? Porque el trotskismo está preso del Síndrome 17 de Octubre. Cree que había algo progresivo en el peronismo y que hay algo progresivo en el kirchnerismo. Cree que Cristina lidera masas. Y cree, finalmente, que las va a conquistar con consignas reformistas encarnadas en “personas honestas”. Cristina te miente, no te va a dar lo que promete, Del Caño, sí. Por eso el FIT no le sacó votos a Cristina, porque entre dos programas similares, la gente eligió el que le garantiza el éxito. Y en pos de eso -es decir de nada-, el FIT entrega su verdadero programa (si es que sigue defendiéndolo): el Socialismo. Por eso mismo sus partidos han marchado con el kirchnerismo contra el 2×1 y por Maldonado, han defendido a De Vido y a Del Caño no se le cae la cara de vergüenza cuando dice suelto de cuerpo que “hay muy buena onda con la base kirchnerista”.4
Deslizándose por la pendiente de este camino, el FIT tiene dos destinos posibles. Si Cristina no desaparece de la escena política, si Macri no decide su extinción, el frente probablemente continúe como lo que es: una colectora de votos, que se reactualiza cada dos años y, según la suerte del momento, consigue diputado más, diputado menos. Pero si Cristina es destruida, el FIT puede convertirse en el primer candidato a ocupar su lugar. Y eso lo que hará es reforzar las tendencias socialdemócratas, reformistas, del frente en su estado actual, es decir, bajo la dirección del PTS. Si por un millón de votos se ha hecho lo que se hizo, ¿qué se puede esperar cuando haya posibilidades de ser una opción real, numéricamente hablando? Esa habrá sido la ruina del FIT. Del cadáver de lo más avanzado de la izquierda habrá nacido el Podemos argentino.
¿Todo está perdido?
Al momento de cerrar esta edición, el PO publicaba un nuevo balance electoral a la vez que Altamira brindaba una reveladora entrevista radial. Allí se denuncia la existencia de una tendencia pequeñoburguesa en el FIT, encarnada obviamente por el PTS, que privilegia la construcción del aparato propio por sobre el desarrollo de la conciencia política de la clase obrera. Se acusa, además, al partido de Del Caño de adaptarse al kirchnerismo. Como solución a ello se propone “reforzar un trabajo político de propaganda, agitación y organización socialista entre las masas explotadas, al que necesariamente debe estar subordinado el trabajo parlamentario.”5
Es parte de lo que venimos denunciando hace rato. Es una lástima que los compañeros no lo hayan visto antes ni nos hayan hecho caso. La veracidad de este balance es discutible, algo similar se señaló en 2015 cuando se perdió la interna con el PTS y se avizoró un enfrentamiento entre una tendencia democratizante contra una revolucionaria. De allí a acá, no se hizo nada por cambiarla. Pero si la dirección del partido es realmente consecuente con lo que escribe, es momento de actuar. Hay que iniciar un proceso de higiene en el frente y expulsar a los que dirigen la orientación socialdemócrata y filo-k. Hay que barrer al PTS. El mismo PO debe hacer una autocrítica de su cuota de responsabilidad en todo esto. No solo por haberle entregado la dirección a “Nico”, sino por fomentar él mismo el electoralismo, abandonar la agitación socialista y ser parte activa en la confluencia con el kirchnerismo. Hay una importante masa militante que lo quiere y lo merece.
NOTAS
1https://goo.gl/EdKYTe
2https://goo.gl/B3u3HR
3https://goo.gl/dGYPfZ
4https://goo.gl/siB7bM
5https://goo.gl/MNsgUZ