Las Malvinas no son nuestras y no lo serán si algún gobierno decide recuperarlas (por la diplomacia o la fuerza). Simplemente, porque la Argentina no lo es. El país no nos pertenece. Es una propiedad de la burguesía. Ella es la única soberana.
Fabián Harari
Razón y Revolución
Entre los pecados imperdonables que nos achacan, hay uno que provoca el escándalo: no apoyamos el reclamo por las Malvinas. Como si esto fuera poco, sostenemos que fue un error histórico para la izquierda haber apoyado la guerra contra Gran Bretaña, en 1982. No faltan acusaciones de que somos pro-británicos (“Sir Edward”, llamó Christian Castillo a Eduardo Sartelli) y, otra vez, “antipatria”.
¿Cómo? ¿No creen que las Malvinas son argentinas? No. ¿No hubieran salido a combatir al imperialismo inglés en la guerra? Tampoco, no se trataba de eso.
La idea de que las Malvinas pertenecen al Estado argentino, igual que algo que se llama “Antártida Argentina”, es inculcada desde nuestra más temprana edad. Que el imperio británico nos las sacó, también. Sobre esta liturgia o nacionalismo geográfico, todas las corrientes políticas entienden que se trata de un justo reclamo. La izquierda agrega que la Argentina “no está completa” y que la burguesía carece de ambición para enfrentarse al imperialismo. Por lo tanto, la tarea de los revolucionarios, ante todo, es recuperarlas para el “desarrollo nacional”. Peronistas, radicales, stalinistas, maoístas, guevaristas y trotskistas se dan la mano para una “causa nacional”. Si fuese posible, los gobiernos instaurarían el Día de las Malvinas cada semana.
¿Una causa nacional?
Empecemos por una pregunta sumamente sencilla: ¿las Malvinas son argentinas? Es una pregunta mal formulada, ¿qué significa “son”? ¿Según qué derecho? Un pedazo de tierra, cualquiera, no es esencialmente argentino ni británico ni uruguayo, igual que las personas o los animales. No son, los hacen. ¿Y cómo se hacen? Ahí empieza el problema. Para la burguesía, existe lo que se llama el “derecho histórico”: esto es mío porque yo lo descubrí/ocupé primero o porque lo compré. Y, en última instancia, porque lo conquisté, sí, pero hace mucho, cuando las leyes y tratados internacionales no existían (aunque esto constituya un derecho algo más dudoso a medida que nos acercamos en el tiempo). Así es como se discuten las soberanías en la esfera burguesa del derecho internacional. Básicamente, en la ONU.
La realidad es que el llamado “derecho histórico” es un absurdo. En realidad, la única soberanía que crea derecho es la de la lucha de clases. Una burguesía que puede apropiarse de suficiente terreno frente a otras creará derecho y, si no puede mantenerlo, lo perderá. Lo sabe la burguesía yanqui, que les ganó tierras a los pueblos del Oeste y a medio México. Lo sabe todo el mundo, pero no puede admitirse abierta ni (mucho menos) jurídicamente, porque eso impediría regular las tendencias a la guerra en el seno de la burguesía mundial. Pero así es como se crean las soberanías territoriales. Y lo mismo vale para el caso Malvinas.
Ahora bien, ¿qué le importa todo esto a la clase obrera? Muy poco. Por lo único que debería preocuparse es si esa falta de territorio, o esa intromisión de una burguesía extranjera, constituye un obstáculo al desarrollo de la vida de la sociedad tal como funciona. Es decir, si estamos ante una causa nacional, a la altura de la invasión norteamericana a Irak o Afganistán o a la ocupación británica en Irlanda o la India en el siglo XIX. Claro que, en caso de que la respuesta fuese afirmativa, cabría una segunda pregunta: ¿en qué medida al proletariado le interesa recomponer (o crear) el Estado nacional y la dominación burguesa y en qué medida puede aprovechar esa descomposición para construir la suya propia (Rusia, Vietnam)? Pero claro, si la primera respuesta es negativa, la segunda pregunta es superflua.
Entonces, ¿es Malvinas una causa nacional? ¿La Argentina está incompleta como nación? No parece. No hay en las islas ninguna riqueza natural importante que haga una diferencia: ni agraria, ni minera, ni petrolera. Tampoco hay una riqueza poblacional, como podía representar el Alto Perú, a comienzos del siglo XIX. Tampoco hay una población “rehén”: nunca hubo allí una comunidad española en tiempos virreinales, ni mucho menos una argentina.
La Argentina se forjó como nación sin las islas y las perdió cuando ni siquiera era la República Argentina en la que vivimos. En su camino a la construcción del Estado nacional, la burguesía rioplatense conquistó muchos territorios (Patagonia, Chaco) y perdió otros tantos (Banda Oriental, Sur de Brasil, Alto Perú y Paraguay). Las Malvinas valen mucho menos que cualquiera de estos. Si hay algo que valdría la pena reclamar, hoy, es Bolivia: a la renta agraria sumaríamos una nada despreciable renta del gas… ¿Propondría la izquierda “recuperar” Bolivia?
Lejos de acelerar las tareas nacionales, quedarse con esas islas hubiera dificultado aún más esa construcción, ya que habría que haber desviado fondos para cuidar un territorio lejano e inútil. Así lo entendieron los gobiernos durante el siglo XIX, que nunca buscaron poblar las islas. E incluso ofrecieron canjearlas por la condonación de la deuda externa (Rosas). Los primeros reclamos diplomáticos (muy tibios, por cierto) datan recién de la década de 1880. Claramente, no estamos ante una causa nacional.
¿Y qué hay del reclamo jurídico? Nada. En términos del derecho meramente burgués, son inglesas o de los kelpers. Fueron pobladas inicialmente por Francia y luego conquistadas por Inglaterra. España logró la posesión de una parte en 1767 y, luego de la expulsión de los ingleses en 1770, se le devolvió soberanía a Inglaterra en 1771, aunque esta se retirara tres años más tarde. Permanecieron despobladas desde 1811 hasta 1823, en que el gobierno de Buenos Aires tercerizó su poblamiento a una mayoría de ingleses y alemanes. En 1832, el oficial “argentino” a cargo fue asesinado por su tropa, que rindió las islas a la Corona británica en 1833. Es decir, ese territorio nunca formó parte de ningún estado en términos reales. Y si hubo una “voluntad soberana”, fue la de pertenecer a un Estado real (Inglaterra) frente a un proyecto de nación de un grupo de ganaderos que se debatía en medio de la guerra civil. Desde los argumentos más sustantivos a los más leguleyos no hay ningún motivo para reclamar esas islas. No hay nada que recuperar.
Todos con Galtieri
Sin prestar atención a ninguna de estas razones, en 1982 la izquierda se lanzó acompañar a la burguesía argentina (o más bien, a una parte de ella) en su aventura por conquistar las Malvinas, pretendiendo que el conjunto del proletariado hiciera causa común y pusiera el cuerpo.
La acción no podía ser más inadecuada, ya que quien emprendía la iniciativa era una dictadura que había liquidado a toda la vanguardia obrera y que mantenía la proscripción a la vida política y sindical. Un gobierno que había intervenido en favor de la contrarrevolución en América Central. Es decir, se estaba apoyando no solo al enemigo, sino a su faceta más nociva para la clase obrera.
Pero hay más: esa dictadura estaba en crisis. En 1981, el país tuvo cinco presidentes (Videla, Viola, Liendo, Lacoste y Galtieri), que terminó con un golpe de Estado de la Marina. El fracaso del plan de Martínez de Hoz deja un país con un 131% de inflación, un déficit del 8% del PBI y 2.712 quiebras. Sobre este descontento y esta división gubernamental, comienza a reconstruirse la acción sindical, la que confluye en la gran huelga del 30 de marzo de 1982. La invasión a Malvinas, entonces, opera como un intento desesperado de reconstruir un régimen a la deriva. La izquierda, en lugar de aprovechar para ocupar un lugar destacado en la lucha, decide colaborar en la operación de rescate.
Uno de los argumentos para apoyar a la dictadura era que enfrente estaba Gran Bretaña y un triunfo argentino hubiera sido un golpe al imperialismo anglo-yanqui. En primer lugar, EE.UU. manejaba la posibilidad de entregar las Malvinas a la Argentina. De hecho, la existencia de dos estrategias dentro del gobierno norteamericano fue lo que animó a la Marina. En segundo, y más importante, un triunfo de Galtieri hubiera perpetuado la dictadura muchos años, tal vez tanto como en Chile. Eso significa la prohibición de los partidos de izquierda por diez años más y otro tanto para la actividad sindical. Estamos hablando de un incalculable retroceso económico, político y moral del proletariado. Nada de la izquierda que tenemos ahora (poco o mucho) hubiese existido. Para hacerse una idea de los resultados, no hay más que ver a la clase obrera chilena. Afortunadamente para los partidos que intervinieron (PO, PC, PCR y el morenismo), la aventura terminó mal. Si no, todavía estarían pagando el error.
Con todo, se perdió una oportunidad inestimable de pasar al frente. La derrota profundizó la crisis. Recordemos que entre el 17 de junio y el 10 de octubre de 1982 la Junta Militar estuvo disuelta, con la Marina y la Aeronáutica retiradas del Gobierno. El desconcierto fue aprovechado por los elementos burgueses más críticos de la aventura (Alfonsín). Madres también capitalizó su posición distante.
Uno ya puede imaginar la réplica: “¿Entonces hubieran apoyado a Thatcher?”. Por supuesto que no. El derrotismo en el propio país no implica el apoyo al contrincante. ¿Acaso los internacionalistas contra la guerra mundial en Alemania apoyaban a Francia y los franceses a Alemania? ¿Lenin apoyó a Japón o a Alemania contra Rusia? Una campaña internacional contra la guerra implicaba el llamamiento a los obreros ingleses a levantarse contra su gobierno en un boicot común. En lugar de enfrentar a los obreros, había que unirlos contra sus verdaderos enemigos.
Lo nuestro, lo de ellos
Y sin embargo, la causa nacional, el derecho burgués real, el derecho histórico y las características de la guerra tienen un valor menor frente a este problema: ¿de quiénes son las cosas? Se dice “las Malvinas son nuestras” o “no son nuestras”. Pero la pregunta es: ¿a quiénes nos referimos cuando decimos “nosotros”? La burguesía nos promete que, de conseguir esas tierras, serán de todos y todos seremos más felices.
Pero las Malvinas no son nuestras y no lo serán si algún gobierno decide recuperarlas (por la diplomacia o la fuerza). Simplemente, porque la Argentina no lo es. El país no nos pertenece. Es una propiedad de la burguesía. Ella es la única soberana. De conquistar las islas, será esa clase la que corra a hacer negocios (si es que hay) y disfrute de los resultados (si es que se producen). Para el resto, para todos nosotros, la vida transcurrirá por los carriles de siempre. Por eso, esas cosas nos tienen sin cuidado. Ese es el gran error de la izquierda: creer a pie juntillas lo que dice el enemigo e identificarse con sus anhelos.
Comparto la idea central del articulo, el problema que noas aqueja es entre clases sociales, no entre paises, los paises son de la burguesia, hoy por hoy. Las Malvinas no son de los trabajadores de Argentina porque Argentina tampoco lo es, es de la burguesia argentina. Pienso tambien que la posicion de la izquierda que apoyo ese desembarco fue equivocada, que debiose convocar a los obreros argentinos e ingleses a oponerse a sus respectivos gobiernos, mantenerse claro es eso me parece fundamental y tambien pienso que si Galtieri se hubiese salido con la suya nos espera un futuro peor todavia. Ahora si nosotros hemos de pelear para conseguir el socialismo en Argentina y en Latinoamerica y si lo lograramos algun dia, tener el control de esos territorios, espacios maritimos, proyeccion antartica, etc. no es un hecho menor, de ninguna manera. Mas aun considerando que el gobierno britanico y la otan han montado una base militar enorme que compromete gran parte del territorio continental sudamericano, lugar donde a nosotros nos toca actuar.
Como cuestion de segundo orden, ya que dicho lo anterior creo que esto carece de toda importancia o casi toda, dentro del mismo derecho burgues creo que Argentina tiene mejores titulos que Gran Bretana para reclamar esos territorios.
Hasta aqui la cuestion de lo que pienso, ahora, quiero decir algo que siento y que no puedo dejar de sentir. Cuando fue la guerra yo tenia 9 anos y logicamente de politica no entendia nada, aunque tenia claro que los supuestos sobre los que se monto la operacion eran ridiculos, cualquiera sabia que Gran Bretana iba a responder con todo lo que tenia, que EEUU iban a apoyar a sus aliados realmente importantes y no un pais que en terminos internacionales practicamente no existe, nunca dude de que los britanicos tenian una superioridad incalculable, pero la cuestion que en Malvinas estaban soldados argentinos, mis vecinos de la cuadra incluso, uno de los cuales murio en el Belgrano, sus padres viven a metros de mi casa actualmente todavia, con el tiempo conoci todo lo que les toco pasar, cagarse de frio en trincheras llenas de agua, no banarse por semanas o meses, cagarse de hambre, soportar la lluvia constante y la nieve, enfrentar luego al enemigo con un poder de fuego infinitamente superior, incluso militares de carrera, los que se jugaron los huevos en operaciones aereas que cuando uno se adentra en su conocimiento merecen la mayor admiracion profesional y con una coraje digno de respeto, etc, etc., etc.. Veo hoy las imagenes del cementerio de Darwin y me emociono hasta las lagrimas, siento ganas de tirarme al pie de esas tumbas y llorar tanta muerte joven al pedo. Puede aceptar ser tratado como extranjero en Londres, Paris, Montevideo, etc., creo en Malvinas para los trabajadores del mundo, pero no puedo pisar Malvinas para ser tratado como extranjero, son cosas que se sienten.
[…] RyR y Malvinas – Fabián Harari, en El Aromo Nº 96 […]
La guerra de Malvinas fue sin dudas un intento desesperado de la dictadura y los sectores que la apoyaban todavía por mantener el poder -ni por asomo ganar la – sino su poder en la Argentina. Coincido con la caracterización respecto de su debilidad política y la estrategia de llamar a oponerse a los gobiernos autoritarios de Tatcher y Galtieri. Y no unirse al populismo transitorio de los milicos de las tres fuerzas. No veo razón para apoyar la guerra, sin embargo la gente dio todo con la ilusión de ganar le a los ingleses. Tampoco había posibilidades de organizar tanto con los partidos y sindicatos proscriptos. Y eso incluye a la izquierda revolucionaria.
Yo ya estaba en política obrera y se volantes a.Se sostenía y defendía la soberanía pero no a la dictadura militar
En el artículo se evita tomar posición sobre el carácter social y político de las Malvinas y la población kelper. La dominación británica sobre las Malvinas, o lo que los británicos llaman la «autodeterminación» de los kelpers se sostienen sobre la base de la explotación de los recursos pesqueros de la plataforma continental argentina. Los kelpers tienen uno de los estándares de vida más altos del mundo gracias a la renta pesquera que le roban a la Argentina. Comparar a Bolivia, que es un país dependiente y oprimido por el imperialismo, con los colonizadores británicos que se roban nuestros recursos pesqueros realmente es una falta de respeto. Con el mismo criterio con el que RyR defiende la dominación británica sobre las Malvinas, tendría que defender la dominación británica sobre Irlanda del Norte. Al fin y al cabo, ahi hay muchos más colonos británicos que en las Malvinas y aparte han estado ahí por más tiempo. Sería interesante que RyR trate de salir de la masturbación intelectual y aplicar sus elaboraciones teóricas en la práctica. A lo mejor con un poquito de esfuerzo pueden fundar el «Falkland Islands Workers’ Revolutionary Party»