La miseria detrás de las bellas palabras. Macri y la educación
La reforma de la formación docente que propone Cambiemos no tiene ningún contenido real más que transformar a los docentes en mejores contenedores. Además, la reforma de la educación técnica buscará achicar el costo laboral de las empresas que hoy califican a los descalificados. Así, la flexibilización laboral llegará al aula.
Romina De Luca
GES-CEICS
En su discurso de asunción, Mauricio Macri prometió una “revolución educativa”. Calidad, jerarquización docente, equidad, innovación, evaluación y deporte fueron las claves elegidas. En el esquema M, el conocimiento formaría parte de una ética del crecimiento y de la superación individual y colectiva. En febrero de 2016, en la Declaración de Purmamarca, se fijaron las grandes líneas de la gestión y se comprometieron a defender la educación como un bien público, mantener la inversión educativa en torno al 6% del PBI, avanzar en la obligatoriedad de la sala de tres años, a realizar acciones de apoyo a las trayectorias de los niños en la escuela primaria, a implementar la jornada extendida, asegurar el “ingreso, la permanencia y el egreso” de todos los jóvenes en las escuela, promover procesos de evaluación de la calidad en forma anual (el tan mentado Plan Aprender), mejorar la formación inicial y continua de los docentes, fomentar el acceso a la docencia de “los mejores”, innovar y fortalecer la autonomía de las provincias.
En los hechos, eligieron dos grandes frentes de alto impacto mediático: cómo mejorar la calidad educativa (currículum, evaluación y formación docente) y cómo revalorizar la educación técnica. La primera, solo una fachada y la segunda parte de la estrategia pseudo desarrollista.
De la “defensa” de la calidad al Plan Fines
La mayor parte de esas “claves” de gestión fueron condensadas en el “Plan Argentina Enseña y Aprende, 2016-2021”. Allí, “el ingreso, la permanencia y el egreso” es el elemento central. De allí el fomento a la proliferación de programas de reingreso para jóvenes y adultos y la creación de nuevos dispositivos para personalizar la enseñanza. En la formación técnica y en la común se apuesta a “alcanzar metas de aprendizaje prioritarias haciendo foco en la comprensión lectora y la escritura, la resolución de problemas y el uso activo de conceptos y modelos de las ciencias naturales y sociales para interpretar el mundo”.1 Tan amplio como parece, el objetivo es más mezquino: en matemática alcanza con las cuatro operaciones elementales, aclaró Bullrich…
Con tan poca ambición real, no extraña que una de las primeras medidas de gobierno haya sido la prórroga hasta el 2019 del Plan Fines 2, un circuito paraestatalizado y exprés para cursar el secundario del que ya hemos hablado mucho en estas páginas. En sintonía, se propuso un nuevo formato de Articulación entre la Educación de Jóvenes y Adultos (EDJA) y la formación profesional (FP),2 para que quienes “no completaron los estudios obligatorios (pero) desarrollaron aprendizajes, capacidades y saberes, dentro y fuera del sistema escolar” se les proporcione una instancia para la “formación integral” y “certificada formalmente”. En concreto, la resolución crea un dispositivo (no muy claro) para la certificación escolar de saberes no escolares de dudoso valor.
Así, quienes lanzaron una gran apuesta discursiva por la calidad y montaron una fachada en torno a su evaluación, buscan otra cosa: subordinación. Los empresarios no quieren mejorar currículum y las habilidades cognitivas de sus empleados sino domesticarlos. Por eso el contenido educativo macrista se concentra en el “trabajo en equipo”, la “adaptabilidad” a situaciones nuevas, la “responsabilidad” y el “compromiso”. Una agenda empresarial que los especialistas en el mundo del trabajo han analizado ya hace más de dos décadas.
Acorde con ese sesgo, es la reforma de la formación docente inicial y continua docente. El nuevo sistema debería guiarse bajo cuatro principios: justicia educativa (inclusión), centralidad de la práctica (habilidades), renovación de la enseñanza (nuevos recursos) y valoración de los docentes (como hizo Vidal durante el paro docente, por ejemplo…). El docente debe entender su horizonte de trabajo como el desarrollo de habilidades intra e interpersonales de los estudiantes, en particular, la autorregulación y la solidaridad. Otra vez, conformismo y resignación. La Ciudad de Buenos Aires es la punta de lanza de este proyecto. Allí avanza una carrera continua por el puntaje (los cursos de capacitación ahora expiran cada cinco años) para realizar cursos centrados en habilidades socio-emocionales y no específicamente disciplinares.
Los primeros trazos de la reforma en la formación inicial se dirigieron hacia los docentes en ejercicio con título habilitante en primaria y secundaria. Se les ofreció una carrera semipresencial (mayoritariamente a distancia) que convierte a los no docentes en docentes al cabo de “(1) un año y (1/2) medio con un total de 488hs”. Pocas semanas atrás, Bullrich propuso en Davos crear una validez internacional de los títulos docentes. Según el Ministro, “una carrera internacional será más atractiva para los docentes”. Si bien la perspectiva es mundial, propone arrancar por la validez en el Mercosur o Latinoamericana, se trata, ahora, de hacer competir a los docentes argentinos con los del resto de América Latina, cuyos salarios en general son peores. Otra vez, se habla de “calidad” y se apuesta a la destrucción de la educación.
Formar emprendedores
La “formación técnica” es el otro caballito de batalla. La mayor cantidad de resoluciones del Consejo Federal se dirigió a ese sector. Primero, se aprobó el programa de “Capacitación Laboral de Alcance Nacional” (CLAN 2016-2017) que habilita al dictado de cursos variopintos, desde la administración de consorcios, marketing, semillas, calidad de suelo, electricidad, emprendimientos, jardinería y el turismo a la gestión de proyectos. Apenas, un despliegue mayor de la formación complementaria con la comunidad, el ámbito productivo, cultural, artístico, de la inserción laboral y el empleo que desarrolló el kirchnerismo. En sintonía con la descentralización del sistema, se fomenta “la articulación entre la educación técnico profesional y el sector socio-productivo” para responder a las capacidades formativas territoriales (Resolución 283/16).
Esas medidas parciales prometen convergir en la futura Agencia Nacional de Talentos. La nueva Agencia será la encargada de diseñar los planes de estudio y los perfiles técnicos según la demanda empresaria. Se disolverá la mesa tripartita conformada por los sindicatos, el Estado y el sector privado que hasta ahora diseñaba los contenidos. Gracias a la Agencia, las empresas van a decidir, directamente y en base a sus necesidades más inmediatas, qué se aprende. Si bien es cierto, que la patronal ya tenía injerencia en el currículum, la modificación implicará pasar del nivel colectivo de la patronal al individual empresario. El resultado: una mayor fragmentación del currículum y de la formación docente. Quienes en campaña prometieron un currículum homogéneo y centralizado ahora encuentran las ventajas en un diseño “a la carta” de cada empresa. La instalación de la Agencia provocará también una reforma a nivel de la administración del Estado: se suprimirán la Dirección Nacional de Formación Profesional y la Coordinación de Terciarios Técnicos del INET. La Dirección Técnica y la de Inclusión prometen agrupar todo tras de sí.
La medida fue consensuada con más de 900 empresas que reclamaban que el sistema educativo las proveyera de trabajo calificado (aquellos que requieren el uso de software, informática y programación electrónica, por ejemplo). Hoy no lo hay y cuando lo encuentran es caro. La reforma achicará el costo laboral de las empresas que hoy brindan cursos para calificar a los descalificados. La flexibilización laboral también llegará al aula y la reforma bregará por la introducción de “habilidades blandas” y socio-emocionales, eufemismo para referirse a la flexibilización, descalificación y docilidad con la que los trabajadores deberán aceptar su destino.
Las empresas piden más pasantías y prácticas “profesionalizantes” (más extensas que las primeras y, por ende, más rentables), aunque temen los riesgos de juicios laborales frente a accidentes. En criollo, aspiran a que el sistema educativo les garantice todos los beneficios sin ningún costo. Las Pymes son las que aparecen más decididas a avanzar en esa dirección y el 70% de las empresas de este sector sostuvo que las pasantías ayudarían mucho a su competitividad. Consecuentemente, instan por más convenios con instituciones educativas para asegurarse trabajo gratuito.
En suma, la estrategia combina descalificación para la mayoría (Fines 2, trayectorias, promoción acompañada, currículum flexible) con calificación barata para una minoría.
Tú puedes
Está claro que la estrategia M es profundizar la degradación, abaratar aún más el costo del sistema y el costo laboral. Mientras tanto, los 3.000 jardines prometidos aún aguardan su realización. Se promete avanzar en la implementación de la jornada extendida y se lo hace en espacios no escolares con talleristas. Se promete valorizar docentes y se les da salarios de hambre. Para ocultar esta miseria, la “revolución” educativa es arropada con frases grandilocuentes. Cual pastores evangelistas, buscan convencernos de que “nosotros podemos”, que todo es un problema motivacional, un desafío individual. En el mundo real, la degradación sigue su curso.
Notas
1Instituto Nacional de Formación Docente-Ministerio de Educación y Deportes: Plan Nacional de Formación Docente 2016-2021, Buenos Aires, 2016.
2Consejo Federal de Educación: Resolución Nº 308/16, San Carlos de Bariloche, 30/11/2016.