Los mineros de Cananea y la confrontación de clase en el México de hoy

en Clase obrera/El Aromo nº 56

minerosJaime Ortega
Colaborador en México

En el norte de México, muy cerca de la frontera con los Estados Unidos, en el estado de Sonora, se encuentra una de las ciudades mineras más importantes de México: Cananea. Con poco más de 30 mil habitantes, esta ciudad se ha convertido en uno de los lugares de la geografía mexicana en donde la lucha de clases se ha expresado en repetidas ocasiones. Unos años después de su fundación –ocurrida en 1901- las minas que se encontraban en Cananea fueron el escenario de importantes huelgas mineras y de brutales represiones. La huelga de Cananea de 1906, con una fuerte influencia de los anarquistas mexicanos liderados por Ricardo Flores Magón, quedó en el registro de las grandes luchas de la naciente clase obrera mexicana.
Posterior al fin de la guerra civil, que ocurrió entre 1910 y 1917, el Estado burgués que se afianzó desde entonces construyó una serie de organismos burocrático-corporativos que mantuvieron bajo el control del partido de Estado (cuya versión más acabada es el Partido Revolucionario Institucional-PRI) a los más importantes sindicatos de industria y de empresa. Es el caso del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM). La historia del sindicalismo minero es en gran medida la historia de la clase obrera bajo el control corporativo: expulsión total de los elementos de izquierda, tanto comunistas como anarquistas, afiliación masiva y obligatoria al PRI y un férreo control burocrático sobre las direcciones y bases del sindicato. Esto, que ocurre con mayor intensidad en los años ’30, comienza a cambiar en los ‘70. En cambio, los años ‘80, con el advenimiento del neoliberalismo, que significó privatización de minas, desregulación laboral, pérdida de derechos, baja de salarios, entre otros elementos, acarrearon un renovado intento por hacer del sindicato un instrumento de lucha. Son los años de más intensa actividad por democratizar la vida cotidiana del sindicato, de huelgas, de lucha contra los despidos, en resumen: un periodo de aprendizaje al calor de la confrontación de clase.*

Las luchas contemporáneas

A partir del gobierno de Carlos Salinas (1988-1994), la privatización del sector estatal propició la emergencia de grupos burgueses. Es el caso del Grupo México cuya principal figura, Germán Larrea, fue muestra del ascenso de este nuevo sector burgués. El Grupo México es el encargado, de, por ejemplo, la Mina de Pasta de Conchos (ubicada en el estado norteño de Coahuila), famosa en años recientes por la tragedia que costó la vida de más de 60 mineros en el año de 2006. Cuatro años después, la empresa se ha negado a recuperar los cuerpos de los mineros y entregarlos a sus familiares, quienes al lado de la sección local del sindicato emprendieron una lucha de resistencia que aún perdura. Esta empresa actúo desde entonces con una clara política antisindical, lo que no debería extrañar si tomamos en cuenta que se trata del grupo minero más importante de México y se encuentra entre los tres primeros productores de Cobre a nivel mundial, lo cual ha propiciado ganancias crecientes.† No es casual que Germán Larrea sea uno de los tres hombres más ricos de México.
La política antisindical explotó cuando los gobiernos del Partido Acción Nacional buscaron influir directamente en la toma de decisiones del sindicato, buscando destituir por recovecos legales al Secretario, Napoleón Gómez Urrutia, quien tras varias demandas terminó exiliado en Canadá. Sin embargo, esto propició la irrupción de un poderoso movimiento minero que, al unísono, en tres importantes ciudades mineras, Taxco (en el estado de Guerrero), Sombrerete (en el estado de Zacatecas) y Cananea, declararon la huelga. Sus reclamos eran el respeto a la autonomía del sindicato y mejores condiciones de trabajo.
La huelga en estas ciudades no es un hecho aislado. Las tres son ciudades que nacieron gracias a la minería. La mayoría de sus habitantes tienen alguna relación familiar o económica con la minería. Sin embargo, Cananea tiene un valor simbólico diferente, no sólo por ser de las tres, la más alejada de la capital, sino sobre todo por el legado político que significa dentro de la historia “nacional” la huelga de principios de siglo. La burguesía entendió perfectamente esto y lanzó, desde el inicio, una dura campaña en contra de los mineros, aprovechando la mala fama de su dirigente. En 2008 el Estado lanzó su primera ofensiva policíaca en contra de los huelguistas. Estos opusieron una férrea resistencia y los repelieron. Intentos similares se dieron después, aunque de forma más silenciosa. En todos ellos los mineros y sus familias repelieron los ataques con base en la fuerza.
La dirigencia sindical no puede ser considerada ni siquiera como de izquierda. Se trata de funcionarios que fueron del PRI que al ver amenazados sus intereses como grupo han reaccionado de manera opuesta al Estado. Sin embargo su respuesta ha sido clásica: mientras los mineros se enfrentan a la policía y sostienen por tres años la huelga sin cobrar sueldos, la dirigencia minera apuesta por la lucha legal. Apostando por ésta, los “árbitros” laborales, al servicio del Estado, dieron por terminadas las relaciones laborales del contrato colectivo, en febrero de 2010.‡ Este fue el preludio para que el Estado mexicano arremetiera, por medio de un gran aparato policial, a recuperar la mina en huelga. Casi 3 mil policías federales, bien armados y apoyados por helicópteros, arremetieron en la madrugada del 6 de junio de 2010 contra las guardias que vigilaban la mina y, posteriormente, contra el local sindical. Desprevenidos, algunos mineros se enfrentaron con los policías en clara inferioridad numérica. §
A partir de ese momento la lucha tomo otro rumbo: empezó a existir un alianza cada vez mayor –al menos a nivel de dirigencias- entre el Sindicato Mexicano de Electricistas y el Sindicato Minero. Políticamente esto ha significado incluso un mitin con representantes sindicales de más de 100 países el 12 de agosto pasado. En términos de movilización, los mineros han podido trasladarse y comenzar la movilización frente a casas de gobierno e instituciones del Estado mexicano (Secretaría del Trabajo, Secretaría de Gobernación). Así fue como legalmente han obtenido quizá el máximo triunfo hasta ahora: un juez del Estado de Sonora otorgó un amparo para evitar el desalojo de los mineros, sin el cual la Policía Federal podría desalojar la mina de inmediato.** Como era de esperarse, el Estado mexicano contestó que esto no ocurriría. Mientras tanto, la dirigencia sindical declaró que estaba lista para ocupar de nuevo las instalaciones, toda vez que existía una resolución judicial que lo permitía.†† Este tema está aún en espera de ser resuelto.
Tras esta resolución, el sindicato minero ha estrechado su alianza política, ya no sólo con la dirigencia del SME, sino que se han sumado al movimiento dirigido por López Obrador y a los recientemente liberados miembros del movimiento de San Salvador Atenco. Declarando que se movilizarán el 1 de septiembre, día del “informe presidencial”, hacia la Cámara de Diputados y el 14 una gran movilización nacional en el corazón de la capital.‡‡

Un breve balance

Es posible cuestionar, desde posturas ultra izquierdas, la falta de radicalidad del movimiento minero, al no encontrarse un programa que especifique su plan de lucha. Es también fácil aducir que sus dirigentes son personajes corruptos que en otros tiempos sirvieron para controlar el sindicalismo democrático. Sin embargo, este tipo de críticas, si bien apunta a hechos verídicos, no contempla el contexto actual de una región y una clase obrera muy castigada. La huelga de Cananea fue organizada por los trabajadores y sus familias, quienes de manera efectiva lograron sostenerla. Comités de mujeres, de jóvenes, de jubilados fueron organizados para sostenerla, a pesar del declive económico que para la ciudad significaba la propia huelga. La izquierda no ha conseguido ganar peso en estos mineros aún. Con todo, el hecho de que los trabajadores enfrentaran y derrotaran a los aparatos represivos, en varias ocasiones, habla de esta efectividad organizativa y de su poder como contingente obrero. Lo cierto es que, además de hacer esto en términos organizativos, lo han hecho a pesar y en contra de las dirigencias antidemocráticas y corruptas. En tal caso, la capacidad de acción de los mineros resulta elogiable, a pesar de las condiciones más adversas, y se ha convertido en una verdadera escuela de formación de la clase trabajadora mexicana. En particular, en tiempos de gobiernos militaristas y represivos, como son los del Partido Acción Nacional.

NOTAS

*Hay al menos dos referencias obligadas para el estudio de esta época: Max Ortega Aguirre, Estado y sindicalismo mexicano, 1986, México, UAM-I, 1988 y Enrique García Márquez, Análisis del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (1970-1980), México, UAM-I, 1989.
†http://www.elfinanciero.com.mx/elfinanciero/portal/cfpages/contentmgr.cfm?docId=276721&docTipo=1&orderby=docid&sortby=ASC.
‡http://www.milenio.com/node/380593.
§http://www.jornada.unam.mx/2010/06/08/index.php?section=politica&article=002n1pol.
**http://www.jornada.unam.mx/2010/08/13/index.php?section=politica&article=015n1pol.
††http://www.jornada.unam.mx/2010/08/14/index.php?section=politica&article=016n1pol.
‡‡http://www.jornada.unam.mx/2010/08/18/index.php?section=politica&article=016n1pol.

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