¿Volver a las fuentes? La política económica de Lavagna y Kirchner
Por Luis Brunetto
Investigador, docente y militante sindical
León Trotsky, en El gran organizador de derrotas, precavía a los revolucionarios del mundo acerca de lo que llamaba “cambios de frente de la burguesía colonial”. Criticando la política stalinista para la revolución china, que proclamaba el paso definitivo de la burguesía al campo contrarrevolucionario, afirmaba que tal aseveración implicaba desarmar a los comunistas chinos “ante los cambios objetivos de situación que se producirán en el futuro y ante los zigzags hacia la izquierda que la burguesía china describirá inevitablemente”. Estos conceptos de Trotsky ayudan a entender la historia de las políticas económicas peronistas en general, y a comprender la política económica del kirchnerismo. Aquello que el progresismo de todos los pelajes interpreta como un “retorno a las fuentes” peronistas en relación a la década menemista, es cierto sólo a medias y no en el sentido en que los apologistas del gobierno quieren hacernos creer.
En realidad, la idea misma de un “retorno a las fuentes” es falsa, porque el menemismo no fue una “anomalía” en la historia del peronismo, sino una necesidad del desarrollo de la burguesía nacional, de la que el peronismo funciona como representante político en cada etapa de su desarrollo (Fanel, 1999)1. Este carácter hace que quepan dentro suyo políticas económicas tan disímiles como la convertibilidad o la política kirchnerista, unidas ambas, sin embargo, por su común naturaleza burguesa. De ese modo, así como la convertibilidad permitió a la burguesía nacional más moderna y concentrada (los grandes grupos como Techint, Pagani, IMPSA, Perez Companc, etc.) salir de la crisis abierta a finales del gobierno de Alfonsín, modernizarse y endeudarse a bajo costo, eliminar las conquistas obreras más importantes y participar como socia del capital extranjero en el saqueo privatizador, el viraje heterodoxo de Duhalde y Kirchner sirvió para salir del atolladero abierto por la rebelión popular del 20 de diciembre. La ausencia de una alternativa obrera y popular que diera una perspectiva más profunda a la rebelión, permitió a la conspiración duhaldista expropiar el triunfo a las masas e imponer una política económica en exclusivo beneficio de la clase dominante.
La idea de un “volver a las fuentes” es falsa si se entiende por tal el retorno al ‘45. A la hora de efectuar estas comparaciones, el progresismo pierde de vista algunos datos elementales. Por ejemplo, entre 1946 y 1949, el salario real creció un 62%. Entre enero de 2001 y septiembre del 2005, el salario real ha caído un 18%. Prácticamente la totalidad de los servicios públicos del país estaba en manos del capital extranjero, como ahora; el peronismo “originario” los estatizó. Al revés, el actual renegoció los contratos con nuevas ventajas para las empresas.
Así como la comparación entre la política económica del peronismo del ’45 y la actual arroja como resultado enormes diferencias, también arroja notables (e incómodas para el progresismo) similitudes con la que caracterizó al período que se abre en 1952. En realidad, la política económica del peronismo desde 1952, tanto en sus versiones ortodoxas (Celestino Rodrigo o Cavallo) como heterodoxas (Gelbard o Lavagna), se ha basado en el uso de distintas formas de control sobre la pugna salarial. Agotadas las condiciones que permitieron una enorme expansión paralela de los salarios y de las ganancias empresarias (y que permitieron la expansión vía aumento del consumo y el mercado interno), la economía nacional se veía obligada (para seguir creciendo sobre bases capitalistas) a modernizarse para afrontar la competencia en el mercado mundial. Por eso, a partir de 1952, el salario ya no podía ser el regulador fundamental de la política económica peronista, y se transformó en una variable regulada por las condiciones de la competencia en el mercado mundial. El cambio era explicado por el propio Perón, quien señalaba que los trabajadores
“han estado sumergidos, pobrecitos, durante cincuenta años; por eso yo los he dejado que gastaran y que comieran y que derrocharan durante cinco años todo lo que quisieran […]; pero indudablemente, ahora empezamos a reordenar para no derrochar más…”2
El gobierno dejó de intervenir en las huelgas a favor de los trabajadores y, por el contrario, varias huelgas fueron reprimidas de uno u otro modo. En 1952 se suspendieron por dos años las negociaciones paritarias, se creó una Comisión Nacional de Precios y Salarios y, finalmente, en 1953, con la sanción de la ley 14.250, el gobierno estableció por primera vez mecanismos de control sobre la pugna salarial y trató de establecer límites al funcionamiento de las comisiones internas de fábrica, que limitaban el poder mando de las patronales en el lugar de trabajo. En elCongreso de la Productividad de 1954, Perón y su nuevo aliado, el empresario José Gelbard, intentarían consensuar esta política con los sindicatos, pero serían rechazados.
La regulación del salario fue, nuevamente, el eje de la política económica que Gelbard y Perón aplicarían en 1973, cuando lograron el imprescindible consenso de las direcciones sindicales para el llamado Pacto Social, que consistía en la suspensión de las paritarias por dos años, y en el otorgamiento de un aumento salarial fijo, que para las categorías más bajas representó aproximadamente un 20%. De hecho, la participación de los asalariados en el PBI, si bien subió de 42,7 a 46,9 durante 1973, cayó a 46,7 en 1974, lo que demuestra que la perduración del congelamiento salarial (luego de la recuperación inicial) tenía un efecto negativo sobre los salarios.
¿Volver a las fuentes?
Por supuesto, también la política económica del ‘46-‘51 respondía a las necesidades de la burguesía nacional, sólo que, durante este período limitado, sus intereses y los de la clase obrera coincidieron transitoriamente. De esa coincidencia es hijo el peronismo y las ilusiones en la política de conciliación de clases. Pero esa política ya era utópica en los ’40, porque la burguesía nacional, en su desarrollo, inevitablemente iba a tener que virar hacia una alianza con el capital extranjero, sacrificando su alianza antiimperialista con los trabajadores. Para mantener su nivel de vida, los trabajadores hubieran tenido que rebasar a su dirección peronista y haber impuesto su control y dirección sobre la economía nacional. El inmenso prestigio de Perón y la incapacidad de la izquierda (en la que predominaba el gorilismo) para comprender el fenómeno peronista, permitieron a la burguesía nacional abandonar la política originaria sin perder el control político sobre el movimiento obrero.
Para imponer hoy una política económica que, como la del primer peronismo, haga del nivel de vida de las masas el factor regulador, hay que ir más allá de los límites del peronismo. Nada de eso puede esperarse del progresismo kirchnerista y su “retorno a las fuentes”. Los trabajadores, en todo caso, tendremos que meter de nuevo “las patas en la fuente”, como el 17 de octubre. Aunque no para poner a un nuevo Perón, sino para imponer un gobierno obrero y popular.
Notas
1Fanel, Luis: La alternativa ausente, Dirple, 1999.
2Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas: El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas, Buenos Aires, Ariel, 1998. pág. 209.
Entrevista a Gustavo Lerer (Delegado ATE Garrahan)
Por Gonzalo Sanz Cerbino Grupo de Historia Aplicada – CEICS
¿Cómo se inicia y cómo continúa actualmente el conflicto de los trabajadores de Garrahan?
El conflicto se inicia por un reclamo de 1800 de básico que es lo que cuesta la canasta familiar, el 2% por año de antigüedad, el pase al trabajo profesional de enfermería. Bueno, no hay respuesta a ese reclamo, después el gobierno ofrece un 20% que es rechazado por la asamblea de los trabajadores. Sigue el conflicto. Nosotros planteamos que con la misma guita se puede dar una respuesta más equitativa, porque los cargos políticos se llevan 1.200 mangos y las enfermeras se llevan 200 mangos. El gobierno no se quiere sentar a negociar, nosotros seguimos con la lucha. En los últimos 15 días no ha habido paros y tampoco se ha querido sentar, el martes tenemos una asamblea. Hoy estamos participando en esta movilización por la salud, la educación, el trabajo y el salario, y el martes, si no hay respuesta, volveremos a las medidas de fuerza.
¿Cómo caracterizan ustedes la actitud que está teniendo el gobierno, frente a los trabajadores del Garrahan en particular y también frente a todo el movimiento obrero movilizado?
La actitud del gobierno es la de un gobierno pro patronal, pro imperialista, que privilegia los pagos de la deuda externa, privilegia los subsidios a las empresas privadas, privilegia sueldos millonarios para los funcionarios y salarios de hambre para los trabajadores. Reventar la salud y la educación, y por eso es un gobierno pro patronal. Lo que ha hecho el conflicto del Garrahan fue poner blanco sobre negro la crisis del sistema de salud nacional, o sea, ha aparecido que hay turnos para operaciones de cardiología para el 2007, que toda la provincia de Buenos Aires y el interior no tienen insumos, tienen salarios por debajo de la línea de indigencia, que se llueven las terapias, que no hay insumos. Ha aparecido que se roban instrumental de alta complejidad, que nosotros veníamos denunciando hace mucho tiempo, pero que tomó estado público masivo por el conflicto. Ha aparecido que el Plan Federal de Salud es un plan dictado por el Banco Mundial que busca la privatización de la salud y favorece a los grupos privados de salud, que el Plan Remediar es un plan de medicamentos que favorece a los laboratorios multinacionales y no busca desarrollar la producción nacional de medicamentos. Todo eso es lo que se ha puesto de manifiesto, con un presupuesto de salud insuficiente, y que no es solamente de salud, sino también de educación, que también por eso estamos confluyendo con los estudiantes. Una de las cuestiones que nosotros hemos estado investigando es la cantidad de horas que trabajan los enfermeros, en particular las horas extras necesarias para completar sueldos bajos…
Si, eso es así. Nuestras compañeras laburan jornadas de 14 y 17 horas. En la hora 15 ya no tenés la lucidez de cuando empezaste. Eso es muy delicado porque los pacientes que se atienden en nuestro hospital tienen patologías complejas, pero aunque no fuera así tampoco se puede dejar en manos de una compañera que está hace 17 horas trabajando, la vida y la muerte de una persona.