¿Le parece que Tierra del Fuego puede ser un polo industrial? ¿Cerrar la importación para tener que comprar esos celulares nos va a sacar de pobres? Fíjese bien en esta nota: eso no funcionó ni siquiera en Brasil. Y, encima, todo este delirio sale de nuestro bolsillo…
Emiliano Mussi y Viviana Rodríguez Cybulski
OME-CEICS
La maquila tiene de por sí poca capacidad para sostener a un país. Se trata de empresas que se dedican al armado de piezas más complejas o a la confección de textiles pre-producidos. Dado el carácter de mano de obra intensiva, en general han servido para reducir costos por la vía de relocalizar procesos productivos en los países donde el valor de la fuerza de trabajo es menor. Las encontramos en el Este asiático, en Centroamérica y en el norte de México. El destino de su producción, en general, es la exportación, dado el bajo consumo que alcanza la clase obrera allí empleada. A su vez lejos, de beneficiarse de estos proyectos, los trabajadores se limitan a ver cómo empeoran, cada vez, sus condiciones de vida.
Manaos en miniatura
Hasta la década del ’60, Tierra del Fuego estaba dedicada a la producción ganadera (ovinos para producción de carne y lana). Luego comenzó la explotación del petróleo y gas en extremo norte de la isla. El comienzo de la industrialización está dado a partir de la sanción de los regímenes de promoción industrial, a mediados de los ’70, dándole ventajas impositivas, como el no pago del IVA y Ganancias, la importación sin arancel, etc. Además, protegiendo los productos para que se vendan más caros los importados. De esta forma, también se explica el crecimiento de la población: de 7 mil personas, en 1960, la provincia pasó a tener más de 100 mil en 2001, creciendo más de 14 veces.1 Hoy el 100% de los productos electrónicos que se producen en el país se realizan allí.2
Bajo los gobiernos K, y gracias a la expansión de la renta, se pudo relanzar estos proyectos. Se sancionó la Ley de Impuestos Internos en 2009, que grava con impuestos internos y duplica el IVA a los productos importados. Así, se avanzó en la sustitución: en 2008 se importaban casi todos los celulares, ahora casi el 80% se ensamblan en la Isla. Lo mismo sucede con los monitores LCD: hoy Tierra del Fuego abastece al 85% del mercado interno, mientras que antes todo era importado. Cifras similares se manejan con los microondas, equipos de aire acondicionados, notebooks y netbooks, etc. Por otro lado, la estructura de sustitución cuesta dinero, y está atada a la capacidad del Estado de seguir sosteniéndola. En primer lugar, en relación a los costos, el programa de Tierra del Fuego representaba, ya para 2009, casi la mitad de la inversión estatal que se destinaba en programas de promoción económica para todas las provincias. En general, ese el porcentaje que se mantiene a lo largo de los años.3 Es decir, el Gobierno dejará de recaudar en 2011 impuestos por unos 3.500 millones de pesos, o sea el 0,22% del PBI nacional. Sin contar incentivos -como reembolsos por exportaciones, o reembolsos por uso de puertos patagónicos-, el Estado destina este dinero para que capitales extranjeros, asociados con capitales nacionales, sigan despilfarrando esa riqueza. En el momento en que el Estado no pueda seguir sosteniéndolo, el desarrollo industrial de Tierra del Fuego chocará contra uno de sus límites. Además, el parque industrial de Río Grande se encuentra con su capacidad agotada.4 Situación más apremiante todavía, que contrasta con el otro régimen aduanero con que cuenta el Mercosur: Manaos en Brasil.
Manaos reúne condiciones similares a las de Tierra del Fuego. Alejada de los centros urbanos, está ubicada a 4.700 km. de Río de Janeiro. También está situada en espacios poco atractivos para el capital, como lo estar en medio de la selva amazónica, la mayor selva del mundo. Por eso, tiene regímenes especiales de importación, exención de varios impuestos como el IMCS, impuesto similar al IVA. Estos impulsos a la industria también comenzaron a fines de los ’60, por objetivos político-estratégicos similares a los que impulsaron Tierra del Fuego. Como vimos, Brasil también se incorpora en el ensamblado de productos electrónicos, pero tiene una mayor capacidad. En primer lugar, en 2008, produjo 13 millones de dólares en bienes de informática, mientras que Tierra del fuego sólo 45 mil dólares. En Tierra del Fuego no superan los 70 establecimientos industriales radicados, mientras que en Manaos hay más de 600. La población en Manaos supera los dos millones de personas, con más de 120 mil en la producción industrial. En Tierra del Fuego, apenas superan las 100 mil en la Isla, y casi emplea a 5 mil en la producción manufacturera.5 Además, no tiene un límite la llegada de capitales, como sí lo tiene la Isla, con lo cual logra una mayor escala, con salarios más baratos. Claro que comparte los límites de Tierra del Fuego, en cuanto al carácter de esa producción, pero también permite comparar sobre qué bases se pretende construir un nuevo modelo de sustitución de importaciones en el país. Tierra del Fuego es una estructura industrial que no tiene posibilidades de desarrollarse por sí sola, necesita del respirador artificial del Estado.
El disparatado “retorno” a la ISI
Tierra del Fuego, como el polo tecnológico por excelencia, jugaría un rol central en la idea anunciada por el gobierno en su plan para el 2020 sería recuperar la experiencia que vivió el país a partir de los años ’30, pero con fuerza en los ’60 y ’70, llamado Modelo de Sustitución de Importaciones (ISI). La idea de relanzar la llamada ISI es descabellada. Por más voluntad política que se tenga, no se puede pasar por alto las transformaciones que se dieron en las diferentes ramas de producción en los últimos 30 años.
La que se conoce como ISI no fue un modelo diferente a lo que siempre existió en la Argentina. En esencia, se trató el Estado dando plata a capitales nacionales y extranjeros con mucha menor productividad que la media mundial. El sostenimiento de este crecimiento industrial, marginal a escala global, estaba atado a la disponibilidad de recursos extraordinarios provenientes de la renta diferencial de la tierra. Dado el carácter de los procesos productivos en las décadas del ’50 y ’60, ese desarrollo industrial se dio de manera integrada a escala nacional: cada país intentaba producir la maquinaria, los insumos y los bienes finales él mismo, encadenando diferentes procesos productivos. Su agotamiento se dio como resultado de un doble proceso: el achicamiento de la renta agraria y la cada vez mayor distancia con los líderes mundiales.
En las últimas décadas, a raíz de ciertos cambios tecnológicos, esa forma de producir integrada se fragmentó. Ahora, a través de “cadenas globales de valor” cada país produce una parte del bien final. Unos realizarán la parte del trabajo más complejo, mientras que otros la parte más simple. La rama de equipos electrónicos no está por fuera de este proceso.6 Ciertos países se encargan de diseñar y producir los insumos necesarios, mientras que otros los ensamblan, realizando el trabajo más simple dentro de esta división. En los primeros, se da un proceso de gran industria donde un sistema de máquinas produce las tabletas, los chips, en el que el trabajador se limita a controlar la máquina. En cambio, el ensamblaje es un proceso de manufactura compleja, donde un conjunto de trabajadores realiza cada uno una tarea específica (soldar, atornillar) cada pieza guiada por una cinta de montaje. Cada cinta tiene entre 30 o 40 metros; y en cada línea de producción pueden trabajar de 10 hasta 50 personas. Con todo, este último es un trabajo más simple, con mucha mano de obra descalificada. No es casual que estos países cuenten con salarios más bajos: para la rama de componentes electrónicos en 2007, la hora de un trabajador mexicano cuesta 3,5 dólares mientras que uno brasilero casi 8 dólares, y en Tierra del Fuego 9 dólares la hora. En cambio, un japonés cuesta el doble: 22 dólares la hora.7
Con esta fragmentación a nivel mundial, la idea de volver a la ISI como una industria integrada a nivel nacional es poco seria. Más aún pretender que Tierra del Fuego sea el puntal de lanza de ese proceso. La instalación de una “mini Manaos” en el sur argentino muestra los límites del Mercosur. Lejos de ser un área que potencie la acumulación de capital a gran escala, se trata de países que replican, a uno y otro lado de la frontera, procesos productivos similares, con el sólo objetivo de apropiarse de los subsidios y de los altos precios que se pagan gracias a la protección. En definitiva, pone sobre la mesa la necesidad de un proyecto que, en lugar de despilfarrar la riqueza, se plantee una producción en escala regional planificada. Dada su poca competitividad, la crisis sin duda agudizará las contradicciones entre los países vecinos que producen lo mismo. A su vez, la reducción de la capacidad de intervención estatal mostrará el carácter ficticio de la nueva industrialización K.
Notas
1 En base a Censos Nacionales de Población.
2 Véase /www.mecon.gov.ar/hacienda/dinrep/mapas/mapaActividades.php.
3 Dirección Nacional de Investigaciones y Análisis Fiscal, Ministerio de Economía y Finanzas Públicas.
4 CEP: Mapa de Parques Industriales de la Argentina, junio 2009.
5 Formato digital: www.suframa.gov.br; www.economia.tierradelfuego.gov.ar; www.cep.gov.ar/web
6 CEPAL: La sociedad de la información en América Latina y el Caribe: Desarrollo de las tecnologías y tecnologías para el desarrollo, Santiago de Chile, 2008; Queipo, G.: La cadena de valor en la industria electrónica, IADE, mayo 2005.
7 En base a Bureau of Labor Statistics, www.bls.gov.